Dom 13.04.2008
turismo

ESCAPADAS > EN EL PUEBLO DE CORONEL VIDAL

Caballito criollo

Aunque se encuentra muy cerca de Mar del Plata, Coronel Vidal parece más alejado del mar de lo que realmente está. Un calmo pueblo de la geografía bonaerense, que tiene una particular escuela de amanse y una estancia donde crían caballos de polo de exportación. Además, una antigua pulpería del siglo XIX.

› Por Guido Piotrkowski

La localidad de Coronel Vidal, cabecera del partido de Mar Chiquita, se encuentra en el kilómetro 343 de la Ruta 2, a sesenta kilómetros de Mar del Plata. Allí, la estatua de una yegua y su cría recibe a habitantes y visitantes en este lugar conocido como la capital nacional del potrillo. Y no es para menos ya que aquí se llevan a cabo anualmente la Fiesta Nacional del Potrillo y la Exposición Equina de Polo, las que atraen una gran cantidad de amantes de las actividades ecuestres.

Coronel Vidal es un típico y sereno pueblo bonaerense, donde la siesta es sagrada y la plaza arbolada; donde los gauchos transitan a paso lento –ya sea a caballo o en 4 x 4–; y donde el tren todavía hace un alto en su ruta hacia el mar.

EL ARTE DE DOMAR La escuela de amanse Manuel Giles, que funciona en la estancia Los Santos Inocentes, atrae a jóvenes de diversos lugares del país que sueñan con convertirse en expertos domadores. Jorge Cúneo, fundador y maestro de este establecimiento, es quien día a día instruye a los jinetes. “El manejo de la boca, las riendas, es como tocar el arpa”, dice este octogenario y avezado domador, hombre de campo nacido en Mar del Plata pero correntino por sentimiento. “El primer paso en la doma es que el animal de presa (caballo) acepte al depredador (hombre).”

La escuela, un campo de quinientas hectáreas, tiene once años de existencia y es reconocida en toda la región porque enseña a amansar potros combinando las viejas técnicas indígenas con las europeas. El curso dura unas trescientas cincuenta horas, aunque muchos de los alumnos deciden quedarse una vez finalizado. Y así, pasan a trabajar indefinidamente junto a su maestro, amansando caballos en este establecimiento que Cúneo destaca como “único en el mundo”.

Domar al animal lleva un año aproximadamente, aunque los tiempos varían, y a veces el trabajo puede llevar hasta dos años. Pero vale la pena esperar para ver el resultado: después del amanse, un potro salvaje será un caballo de carreras, de polo o de trabajo, y un muchacho de campo se encontrará en condiciones de llevar sus conocimientos a las caballerizas del emir de Kuwait, de Irlanda o de cualquier otra parte del mundo. El maestro Cúneo muestra orgulloso una gran cantidad de cartas que le envían sus ex alumnos, desde los más remotos rincones del planeta.

Dada la reputación de este hombre, quien doma las fieras por medio de un “trabajo artesanal”, una gran cantidad de criadores llevan sus animales allí. En ciertos casos, el maestro recomienda a sus alumnos para que trabajen en otros campos, ya que los domadores de la escuela están muy bien conceptuados.

Cúneo explica que la doma es una tarea que requiere tiempo, y que depende, en gran medida, de la relación que entablen el domador y el animal. El trabajo se divide en diferentes etapas, en las que el caballo va adquiriendo nuevas conductas y volviéndose más dócil. “Es un entrenamiento muy exigente, tanto para el animal como para el domador, que exige un temperamento fuerte y buena disposición física”, enfatiza este experimentado y temperamental hombre.

CABALLOS DE EXPORTACION El Arazá es uno de los criaderos de caballos de polo más importantes de la región. Sus propietarios, la familia Vismara, aprovecharon la buena reputación del polo argentino en el mundo, y le agregaron el condimento turístico a la cría de estos futuros campeones. Así, visitantes de todo el mundo pueden acercarse y quedarse a conocer la cuna de los mejores equinos y la vida cotidiana de quienes los entrenan, en este confortable casco de estancia, donde también pueden saborear lo mejor de la carne local y jugar al polo.

Allí vive habitualmente Manuel, el menor de los hermanos Vismara, que de caballos sabe, y mucho. Con 27 años, ya fue jugador de pato, y tuvo un paso como polista por Europa, donde los jugadores de nuestro país son muy reconocidos. Pero sus pagos le tiraron más y decidió volver para comenzar con este emprendimiento que ya lleva unos seis años.

Francisco, el hermano mayor, también se fue al Viejo Continente, y se quedó jugando en Inglaterra. Cada verano vuelve, generalmente acompañado de jugadores o turistas ingleses con ganas de comprar un caballo “Polo Argentino”, o simplemente aprender más de este deporte y la cría de esta raza con peso propio en el mundillo del polo.

“En un ‘Polo Argentino’ hay mucho de hereditario. Hay que tener en cuenta el carácter y la actitud de la madre; es fundamental que haya sido buena jugadora. Es como el jugador de fútbol, muchos pueden tener condiciones, pero a primera llegan unos pocos. Y a estrella muchos menos”, grafica Manuel, bajándose del caballo.

Los visitantes que pasan un tiempo en este campo pueden aprender un poco más sobre las nuevas y viejas técnicas en el amanse y cría de estos equinos, que precisan más cuidados que un bebé recién nacido. Manuel, con infinita paciencia, explica los pasos a seguir. “Se realizan dos meses de doma y dos de descanso, entre diez y quince minutos diarios. Cada domador tiene un método diferente, pero la única verdad es que al caballo no hay que pegarle nunca. Hay que hacerse amigo y mostrarle autoridad, que nos obedezca, pero nunca pegarle. Y menos a un caballo de polo, porque si no cada vez que vea un taco, será como ver al diablo”, advierte el joven criador.

UNA ESQUINA CON HISTORIA La Esquina de Argúas es una antigua pulpería de mediados del siglo XIX y está a unos diecisiete kilómetros de Vidal, en un camino de tierra que en otros tiempos unía Dolores con Sierra de los Padres. Aunque durante muchos años quedó un tanto abandonada a su suerte, en la actualidad sus nuevos propietarios intentan revalorizarla. Situada dentro de los límites de la estancia Tierra Fiel, propiedad de la familia Saubide, aún conserva la reja en el mostrador que separa al pulpero de los clientes, sus blancas paredes de adobe y el piso de tierra. Juan Argúas se llamó el primero de los hombres que atendieron este viejo reducto de gauchos, parroquianos y viajeros, donde además de vender licores y comestibles, funcionaba una oficina postal.

Carlos Zuchelli es quien ocupa el lugar de pulpero en la actualidad. Hombre de campo y pocas palabras, enseguida ofrece una grapa para entrar en confianza. Cuenta que la pulpería cerró sus puertas varias veces a través del tiempo. Para evitar su cierre definitivo, la municipalidad de Mar Chiquita la declaró Patrimonio Histórico en 1990. Zuchelli señala un punto en la vieja pared de adobe donde, según dice, había un cuadro que retrataba el cotidiano del lugar. Era una copia de un original de 1839, que fue robado junto a otros objetos de valor histórico, durante uno de los tantos períodos en que el establecimiento permaneció cerrado.

Hoy, además de los turistas que la visitan, acuden parroquianos a beberse unas copas, comerse una picada y jugar partidas de truco. Además, es el lugar ideal para un día de cuadreras. Dicen que por aquí anduvo Dardo Rocha, el fundador de la ciudad de La Plata, y también José Hernández, el autor del Martín Fierro.

Créase o no, la Esquina de Argúas es un pedazo vivo de la vieja historia bonaerense. Y queda ahí nomás, al trotecito por Coronel Vidal.

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