SAN JUAN > CABALGATA POR LA DIFUNTA CORREA
Una vez más, como todos los años, se realizó en San Juan la XIX Cabalgata de la Fe, una procesión gauchesca hacia el santuario de la Difunta Correa. Turismo 12 estuvo allí y compartió la larga marcha de jinetes, sulkys y caminantes desde la capital provincial a Vallecito.
› Por Guido Piotrkowski
“El gaucho, al igual que el camionero, tiene una relación muy especial con la Difunta Correa: es el vínculo que establece el viajero. El arriero, de tanto andar a campo traviesa, le pedía protección desde tiempos inmemoriales. La simbiosis sería la relación que existe entre el viajero y ella, que viajó para encontrar a su marido.” Así, Daniel Rojas –administrador del santuario de la Difunta Correa, en Vallecito, San Juan–, intenta desentrañar el misterio y misticismo en torno a una de las figuras más representativas del panteón pagano nacional y popular.
EL MITO DE DEOLINDA CORREA La leyenda de la difunta, que alguna vez habitó tierras sanjuaninas, se remonta al siglo XIX, entre los años 1840 y 1850. Cuenta que Deolinda Correa, mujer, madre novel y esposa, fue tras los pasos de su marido, quien había sido reclutado por las fuerzas del caudillo riojano Facundo Quiroga. Con su bebé en brazos atravesó los áridos cerros y desiertos cuyanos, y allí murió de sed. Sin embargo, su pequeño hijo sobrevivió amamantándose de sus pechos, y ambos fueron hallados por unos arrieros que andaban de paso por allí, quienes enterraron a la mujer en las cercanías del cementerio de Vallecito.
La historia se fue propagando, y los lugareños comenzaron a peregrinar hacia el lugar, donde tiempo después se levantó un oratorio en el que la gente depositaba sus ofrendas, en retribución a los favores recibidos.
Hoy, aquel pequeño oratorio fue convertido en un gran “templo”, donde a lo largo de todo el año acuden los devotos en pos de pedirle milagros o cumplir con las promesas hechas a la “Difuntita”, cuya ofrenda más simbólica es el agua. A lo largo y ancho de las rutas del país, generalmente bajo un árbol, los santuarios de la Difunta son fáciles de identificar por la gran cantidad de botellas de agua que allí dejan los viajeros.
El santuario de Vallecito está dividido en varias capillas temáticas, las hay de los deportes, de las viviendas, de las novias, de los trofeos, del camionero... Dentro de cada una, los promesantes dejan ofrendas relacionadas con el tema en cuestión: camioncitos de juguete, diplomas de egresados, trofeos deportivos, fotos en el altar. Cada habitación-capilla es un museo vivo de algunos de los recuerdos más significativos para muchísima gente, que deja allí un pedazo de su historia acompañando a la difuntita.
Todo el lugar es como una pequeña ciudad donde hay desde un hotel, restaurantes, bares y puestos varios, hasta locales que venden todo tipo de artículos relacionados con esta santa milagrosa, quien, según dicen por aquí, “siempre te cumple, pero es muy cobradora”. Todo el que le pide debe prometerle algo a cambio. Y no son pocos los que vuelven hasta este lugar para subir los escalones de rodillas, arrastrándose y hasta de espaldas. O simplemente traerle agua de Buenos Aires, como Estela, quien se recuperó de sus males: “Yo vengo a cumplir una promesa de salud. Le pedí a ella que me ayudara y vengo a agradecer, mi promesa era traer agua de Buenos Aires”, cuenta al salir del oratorio. Los peregrinos afirman que a quienes le prometan y no cumplan les costará muy caro. Un castigo divino.
MISTICISMO RURAL La Cabalgata de la Fe es una de las mayores peregrinaciones gauchas del país y la fiesta popular más grande de la provincia de San Juan, asegura Daniel Rojas, administrador del santuario. “Cuando comenzó, en 1990, éramos setenta, y hoy somos 3473”, dice con asombrosa exactitud el hombre, dentro de su oficina ubicada en el salón principal del complejo oratorio. Para ingresar hay que atravesar una sala con un sinfín de objetos, donaciones de las más disímiles. Allí, un perro pequinés embalsamado mira a los visitantes desde el piso, al lado de un auto antiguo pegado a una moto, de frente a unas cámaras de foto antiguas, vecinas de unos guantes de boxeo que alguna vez pertenecieron a un famoso pugilista, custodiados por una estatua de la difunta que yace en la puerta.
Este año, los más de tres millares de gauchos cabalgaron los setenta kilómetros que separan la ciudad de San Juan de Vallecito, en un evento único que mezcla las más arraigadas tradiciones y la fe, que supera cualquier tipo de explicación lógica.
PEREGRINOS A CABALLO La caravana gauchesca partió sobre el mediodía de un viernes desde el centro sanjuanino, al calor de la gente, y del termómetro, que superaba los 30 grados. A lo largo del recorrido, que sale de la ciudad y se adentra en la ruta 141 en dirección sureste, los gauchos eran saludados como verdaderos héroes por un público que gusta y disfruta de los festejos populares. Al costado del pavimento, familias enteras esperaban el paso de las agrupaciones gauchas, pacientemente sentados sobre el capó de sus automóviles o disfrutando de un picnic con olor a asado y vino sanjuanino.
El primer día se recorrieron los 35 kilómetros hasta Caucete –poco más de la mitad del total–, donde la caravana fue llegando de a poco al caer la tarde y hasta bien entrada la noche. El pueblo entero vivaba a los jinetes y aplaudía a su paso. Una vez en la entrada del club Unión Deportiva Caucetera, el desfile de caballos, sulkys y carretas parecía no terminar nunca, y así el lugar se fue transformando en un campamento. Antes de descansar, la música y el asado se adueñaron de la siempre estrellada noche caucetera.
EN SULKY O A PIE, fieles y no tanto Muchos toman esta cabalgata como una parte importante de la tradición gauchesca de juntarse con sus pares de otros rincones del país, ya que participan de la peregrinación –como año tras año– federaciones gauchas de diversos rincones del territorio nacional. Y no todos se acercan hasta aquí por la necesidad de pedir algo o cumplir su promesa. En principio parece ser un rito gauchesco nomás. Sin embargo, la gran mayoría le reserva a la difuntita un espacio en su altar: la historia de la Difunta Correa está inexorablemente ligada al gaucho.
Pero como las historias se entremezclan, se confunden, aquí hay de todo. Y entonces muchísima gente se pliega a la cabalgata de cualquier manera, sea en coche, en moto, en bicicleta y hasta a pie, como don Jesús Morales, de saludables setenta y siete años: “Me voy a pegar a la cabalgata para rendirles homenaje a los gauchos, y a la vez cumplir con lo que le debo a la difuntita”, dice en un alto de su caminata. En el mediodía de la segunda jornada, Jesús se sumó en Caucete y sigue su marcha a la par de los jinetes.
La gran cantidad de sulkys llama mucho la atención. Son unos cuatrocientos aproximadamente, varios de ellos muy llamativos, y algunos con inscripciones que aluden a la Difunta, como el de Raúl de Larrea, de 25 años, oriundo de Santa Lucía. “Todos los años venimos con los vagos a caballo o en carretita. Nunca le pedí nada a la difunta, pero para mí es un gusto venir. Mis compañeros ahora se fueron al santuario. Cuando lo necesite le pediré, y si me ayuda, bienvenido sea para todos”, dice Raúl, vigilando el asado de reojo y con un tinto en la mano. Lo que nadie revela por acá es qué cosas puntualmente le piden. O, si lo expresan, lo hacen en líneas generales, con los rubros salud y vivienda al tope del ranking: es por eso que el santuario está literalmente poblado de pequeñas maquetas de casitas. El agradecimiento por haber conseguido el hogar y la firma de la familia aparecen impresos en alguna de las paredes de cartón que reproducen el hogar alguna vez tan deseado y finalmente conseguido, por obra y gracia de la Difunta Correa.
Promediando la tarde, se hace imposible caminar por los alrededores del santuario: unas treinta mil personas se pasean hacia arriba y abajo del oratorio, entre los locales de comidas y souvenirs; otros siguen masticando el asado o bebiendo un tinto, y están los que prefieren acercarse a ver las jineteadas, infaltables en cualquier evento gauchesco. Mientras tanto, las escalinatas del oratorio son cada vez más transitadas. Los fieles suben y bajan intensamente, paso a paso o a los saltos, de rodillas o de espaldas. Algunos hacen un alto e improvisan una ronda de mates, con la tranquilidad de quien volvió, y cumplió con aquella que le dio lo que tanto anheló.
La cabalgata sirvió de marco para inaugurar la nueva oficina de informes de la Secretaría de Turismo, frente al oratorio de la Difunta Correa, en Vallecito. Se trata de una cabaña donada por Alejandro Jewgewniuk, empresario marplatense, un devoto que le encomendó a la Difunta Correa la salud de su mujer, quien estaba muy enferma. Su esposa finalmente se repuso, y el hombre cumplió con la promesa de proporcionar una casa para información turística donde se explique todo lo referente a la Difunta Correa.
Estuvieron presentes en la inauguración el gobernador de San Juan, José Luis Gioja, el intendente de la capital sanjuanina, Marcelo Lima, y el administrador del santuario, Daniel Rojas, entre otras autoridades provinciales.
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas tiene un vuelo diario a San Juan. Tarifa desde 720 pesos argentinos. En ómnibus: Autotransportes San Juan cuenta con diversos servicios diarios. Son entre 14 y 17 horas de viaje. La tarifa oscila entre los 125 y los 155 pesos argentinos. Para ir desde la capital sanjuanina a Vallecito hay que tomar la ruta 141. Son 62 kilómetros por camino pavimentado.
Dónde dormir: Aire Andino Apart Hotel: Sargento Cabral 701 - San Juan
Tels: 0264-4276520/21 Mail: [email protected]
Más información: Casa de la Provincia de San Juan en Buenos Aires: Sarmiento 1251. Tel: 4382-5580/9241. Web: http://www.sanjuan.gov.ar
Subsecretaría de Turismo en San Juan: Sarmiento 24 (sur), Tels.: 0264-4222431 y/o 4210004.
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