HUNGRIA > LA CIUDAD DE BUDAPEST
Un viaje a la ciudad que a principios del siglo XX escogieron los aristócratas y la alta burguesía de Hungría y Austria para disfrutar de sus baños termales. La capital húngara también es conocida como la “París del Este” y surgió de la fusión de Buda y Pest, dos ciudades a orillas del Danubio. Un paseo por los pueblos de los alrededores y un recorrido por la Puszta, la vasta estepa de este país centroeuropeo.
› Por Maribel Herruzo
Durante años, el esplendor de Praga y Viena opacaron la belleza de Budapest, impidiendo que la capital húngara recibiera los piropos que se merece. Pero poco a poco se ha ido abriendo paso entre las ciudades centroeuropeas más visitadas, con la ventaja de que aún se puede pasear tranquilamente por sus calles porque todavía no recibe oleadas de turistas.
Budapest surgió de la unión de dos ciudades, Buda y Pest, en enero de 1873. Buda está sobre una colina al oeste del Danubio y fue durante siglos la urbe principal, la zona donde se construyeron los principales monumentos. En torno al castillo y el Palacio Real de Buda, Budapest ofrece una cara ecléctica y barroca que hunde sus huellas en un pasado de historia agitada. Por la belleza de edificios y monumentos tales como la medieval Iglesia de Matías, las casas al estilo de los palazzos italianos del siglo XV, y la estatua del Turul, el águila mitológica de los antiguos magyares, fue catalogada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Pest comenzó a desarrollarse más tarde, en el siglo XIX, y ahora es la parte más vivaz de la ciudad. Atravesada por las avenidas Rákóczi y Andrássy, sus centros comerciales se alternan con la animación de la calle Váci y los magníficos edificios que recuerdan el esplendor de los Habsburgo, como la Opera Nacional, la estación Nyugati –diseñada por el famoso arquitecto Eiffel–, construcciones gigantescas como la Gran Sinagoga, y joyas de estilo Secesión como la Academia de Música Franz Liszt. En Pest también hay parques y zonas verdes como la isla Margarita y el inmenso Városliget, con su Zoo y su castillo. Y una línea de Metro que puede presumir de ser la más antigua del continente, cuyas estaciones y algunos de sus vagones se han preservado tal como eran, para alegría de los nostálgicos.
El Danubio es parte fundamental de la vida en la ciudad, una importante vía de comunicación fluvial tanto turística como comercial. El primer enlace permanente entre las dos riberas fue el hermoso Puente de las Cadenas (Lánchíd), que desde 1848 unió a los habitantes de ambas orillas. Sus 380 metros de largo están custodiados por cuatro imponentes leones de piedra, a los pies de los cuales se alzan el balneario Geller en la orilla de Buda, y el histórico hotel Gresham Palace en la ribera de Pest.
CIUDAD TERMAL Budapest tiene más de 120 manantiales medicinales de aguas termales. Aunque los celtas descubrieron esas benéficas hendiduras acuíferas, fueron los conquistadores romanos quienes iniciaron los baños termales para disfrutar las virtudes de estas aguas. En el siglo XVI, durante la dominación otomana, se ampliaron los locales destinados a los baños y se construyeron otros al estilo turco, algunos de los cuales aún existen y conservan su encanto oriental, con cúpulas redondeadas y pequeñas aberturas en el techo en forma de estrella que dejan pasar la luz natural. Los baños Király, Rácz y Rudas funcionan desde hace más de cuatro siglos. De éstos, Rudas es el más singular, porque en las noches de fin de semana hombres y mujeres pueden mezclarse para beber una copa y escuchar música en las cálidas aguas de las piscinas. Entre los favoritos de turistas y locales están los baños termales edificados a finales del siglo XIX y principios del XX, que conservan un aire de majestuosa decadencia, con sus colores tenues, sus mármoles, columnas y mosaicos. Uno de los más populares de Budapest es el Szécheny, donde los habitantes de la ciudad acuden en masa los fines de semana o al caer la tarde, después de la jornada laboral. No importa si hay sol o está nevando, si es verano o invierno. Son conocidos por las imágenes de jugadores de ajedrez hundidos hasta el pecho en una enorme piscina al aire libre y envueltos en una nube de vapor. Este es uno de los más populares de Budapest, donde los fines de semana, o al caer la tarde, acuden en masa los habitantes de la ciudad tras la dura jornada laboral.
En la mayoría de estos “templos del agua” se ofrecen tratamientos para diferentes enfermedades. Pero aquí la gente va a los baños termales aunque estén sanos, porque estos lugares en Hungría son sinónimo de relax y vida social, como la barra de un bar.
MUSICA Y CAFES En Budapest hay bares, por supuesto, pero lo que no faltan son los cafés. No en vano uno de los sobrenombres de la capital húngara fue “la ciudad de los 500 cafés”. Alrededor del 1900, las tertulias en los cafés se convirtieron en auténticos foros de la vida social, de acuerdo con una larga tradición que todavía se mantiene. En el pasado, toda clase de artistas e intelectuales que no podían permitirse el lujo de calentar sus casas en invierno, pasaban las horas en estos acogedores locales. Algunos de ellos parecen detenidos en el tiempo, llenos de encanto y tentadoras recetas de sabor imperial, como la tarta dobos y los pasteles Eszterházy y Somlói galuska. Allí sobrevive el espíritu bohemio decimonónico, como el café New York o el Astoria, el Gerbeaud y el Ruszwurm. Aunque con el tiempo otra serie de modernos locales como el Café Pesti Est y el Café Vian –en torno de la calle Liszt Ferenc tér– han tomado el relevo.
Hungría tiene una rica tradición musical derivada de los muchos y variados pueblos que han habitado sus tierras, cuyas influencias dieron lugar a una interesante y exótica mezcla. Para los amantes de la clásica, el mejor momento para visitar Budapest es durante el Festival de la Primavera. Hay buenos conciertos en hermosas salas como la modernista Academia de Liszt, la Casa de la Opera o las más modernas A38 (un antiguo buque ucraniano) y Millenáris, donde se puede escuchar jazz y otros géneros musicales.
EL RECODO DEL DANUBIO La primavera le sienta bien a Budapest, cuando sus parques y avenidas se colorean de verde y en las tardes se oye el murmullo de voces que baja de las terrazas. Es también el momento para hacer una escapada a pocos kilómetros de la ciudad, siguiendo el curso de un río que evoca cuentos, leyendas y valses. De mayo a septiembre se pueden realizar románticos cruceros fluviales o nostálgicos recorridos en trenes a vapor para recorrer la región del Recodo del Danubio, un área entre Budapest y Esztergom, con pequeños pueblos, hermosos paisajes, joyas arquitectónicas y museos. A sólo 22 kilómetros de la capital, Szentendre, antigua ciudad ocupada por los serbios durante dos siglos, mantiene su fisonomía del siglo XVIII, con algunas casas y plazas sumergidas en la atmósfera barroca que las vio nacer. Su intensa vida cultural se refleja en sus trece galerías de arte y nueve museos, y numerosos mercados y festivales de música. Ya en el siglo XIX era el lugar elegido por muchos artistas para instalarse. Con sus casas de colores y su ambiente bullicioso y alegre, Szentendre es uno de los centros de venta de artesanía más interesantes de la región.
Un poco más lejos se encuentra Esztergom, la ciudad primada de la Iglesia Católica en Hungría, donde en el año 970 nació St. Stephen, el primer rey húngaro y fundador del país. Su clasicista catedral es la mayor del país, impresionantemente alta. En su interior guarda una importante colección de tesoros eclesiásticos húngaros que resistieron los saqueos de la II Guerra Mundial.
La ciudad de Visegrád fue durante dos siglos el centro de la diplomacia monárquica centroeuropea, un lugar repleto de fuentes y jardines renacentistas. En realidad los que existen hoy son una reconstrucción: los originales fueron destruidos por los turcos en el siglo XVIII.
El lago Balaton –en el corazón del Transdanubio– está rodeado de antiguos volcanes que dieron origen a fértiles tierras donde se cultivan viñas y árboles frutales. Es el mayor de Europa occidental, ubicado a sólo 100 kilómetros de Budapest, y a finales del siglo XIX comenzó a ser el balneario de verano elegido por las familias acomodadas de Pest, Buda y Austria. Hoy continúa recibiendo visitantes que acuden en busca de descanso o para practicar algún tipo de deporte náutico, recorrer sus riberas en bicicleta o bañarse en sus aguas poco profundas y cálidas.
La principal ciudad del Transdanubio meridional es Pécs, que en sus dos mil años de historia ha sido celta, romana, paleocristiana y también islámica en la época de dominación turca. Del período musulmán perdura el conjunto arquitectónico que forman las cámaras sepulcrales del siglo IV, declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La mezcla de estilos arquitectónicos de la ciudad incluye bóvedas romanas, cúpulas y minaretes turcos, palacios barrocos y edificios renacentistas.
Por el carácter de los habitantes de Pécs y su microclima cálido, es la ciudad más “mediterránea” de Hungría, repleta de restaurantes, cafés y almendros. Y en la calle Káptalan la mayoría de edificios son museos de diversos tipos, incluido el de Víctor Vasarelu, creador del op art o geometría abstracta.
Un viaje completo por Hungría culmina en la Puszta, una gran llanura que se extiende entre el Danubio y la frontera oriental del país. Es un horizonte sin fin, una estepa seca, tal como indica su nombre, “tierra desnuda” o “desierto”, y ocupa casi la mitad del territorio húngaro. De esa región provienen algunas de las especialidades gastronómicas más famosas de Hungría como el gulash, la papikra o el repollo relleno. Los restos de la antigua estepa pueden verse en el Parque Nacional de Hortobágy, donde aún quedan grandes superficies de tierra virgen, pozos de agua, caballos salvajes y expertos jinetes.
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