EUROPA > VIAJES A LA EDAD MEDIA Y EL RENACIMIENTO
Comer en un banquete de la Edad Media, asistir a un torneo entre caballeros o visitar un mercado renacentista también es posible hoy en las recreaciones históricas que ofrecen distintas ciudades de Europa. Un verdadero paseo en la máquina del tiempo.
› Por Graciela Cutuli
Hace algunos años, la película francesa Les Visiteurs arrasó con las taquillas contando la historia de un caballero medieval y su escudero –encarnados por Jean Reno y Christian Clavier– que, por un desatino cruzado de la coincidencia y la brujería, desembarcaban en los últimos años del siglo XX, dando pie a una serie de incidentes más o menos desastrosos, cuales Quijotes arribados a una desconcertante autopista de la Francia moderna. Claro que la experiencia inversa sería, para el viajero actual, no menos desconcertante y disparatada: ¿qué hacer si de pronto una falla en las coordenadas del tiempo y del espacio lo depositaran en algún castillo medieval por lo menos ocho o nueve siglos atrás en el calendario de la historia? Como la máquina del tiempo todavía no está disponible, la cuestión seguirá en interrogante. Pero, entretanto, hay algunas formas de vivir la Edad Media y el Renacimiento “en vivo y en directo”, gracias a las numerosas iniciativas y espectáculos que, un poco por toda Europa, invitan a sentirse parte de aquellos tiempos.
UN AUTENTICO BANQUETE La mesa de un castillo medieval o de un palacio renacentista estaba llena de exquisiteces (al menos para el gusto de la época...) hoy desconocidas u olvidadas. Y al mismo tiempo carente de muchos ingredientes que sólo llegaron a Europa después del descubrimiento de América. Era, además, un tiempo sin heladeras... Una buena forma de aproximarse a aquellos banquetes de antaño, en una versión seguramente más saludable (cabe recordar que las especias eran muy buscadas para disimular el sabor pasado de la carne), es en Londres, en una cena a la luz de las velas en los sótanos de Ivory House, a pasos de la London Tower. Allí se recrea una velada en los tiempos del rechoncho Enrique VIII, cuya silueta poco estilizada hace prever que los placeres de la mesa serán buenos y variados: hasta 500 personas se dan cita cada noche, entre caballeros en combate, bailarines y juglares. Parte de la gracia es que la cerveza y el vino son ilimitados: no está mal para cerrar un ojo ante ciertos anacronismos del menú de cuatro pasos, que empieza con una selección de carnes frías, paté y ensalada, servida con pan negro. Le siguen sopa de vegetales con crema y hierbas, un guiso de pollo asado con miel y salsa barbacoa, acompañado de papas condimentadas con ajo y hierbas. De postre, un flan a base de manteca con frutillas y crema. Felizmente, los modernos comensales de este banquete cumplen con las normas de la etiqueta moderna y se abstienen de gestos habituales en la Edad Media y el Renacimiento: comer con los dedos, escupir y, a falta de servilletas, limpiarse en el mantel...
Una visión más fielmente histórica de la cocina regia se puede conocer en el palacio que Enrique VIII ocupaba en las afueras de Londres: Hampton Court. Contaba un visitante español en la corte de los Tudor, en 1554, que las cocinas eran “auténticos infiernos”, y que se bebía “más cerveza que la que hace falta para llenar el río Valladolid”. La cuestión es que las cocinas de Hampton Court habían sido pensadas para alimentar a unas 600 personas dos veces al día, más de lo que hace cualquier hotel moderno, con un requerimiento anual de 1240 bueyes, 8200 ovejas, 2330 ciervos, 760 terneros, 1870 cerdos y 53 jabalíes. La visita a Hampton Court sin duda es imperdible para sumergirse en aquellos tiempos: sobre todo, si se sigue a los personajes caracterizados como cortesanos, que llevan a los visitantes en una original recorrida que incluye la revelación de numerosos secretos y hasta un complot...
TORNEOS Y CABALLEROS Con su larga tradición cortés, en toda Francia se multiplican las fiestas medievales y caballerescas. De la primavera al otoño, desde Carcassone en el sur hasta Argenteuil en el norte, se podría creer que volvieron los viejos tiempos y los caballeros vuelven a surcar, lanza en ristre, los caminos del antiguo reino. Cerca de París se levantan las murallas de la ciudad medieval de Provins, uno de los lugares más lindos para asomarse a aquellos siglos medievales y participar de las fiestas de recreación histórica. Ciudad de troveros, en apogeo bajo el reinado de Thibaud IV de Champagne, vasallo de los reyes franceses Felipe Augusto y San Luis, Provins brilló en los siglos XII y XIII, cuando se realizaban las Ferias de Champagne, una suerte de gran mercado mayorista donde se intercambiaba todo tipo de productos procedentes de media Europa. Hoy, Provins recrea sus tiempos heroicos con un torneo como los de antaño, bautizado “La leyenda de los caballeros”. El espectáculo, que se realiza entre mediados de marzo y principios de noviembre, evoca la vida de Provins en la Edad Media, hacia mediados del siglo XIII: es el momento del regreso de Thibaud IV de las Cruzadas, listo para reunirse con su amada Blanca de Castilla. Sólo que habrá un villano para interponerse y obligar al caballero a afrontar las fuerzas del mal... la anécdota es la excusa perfecta para una serie de espectaculares combates a caballo, convenientemente enjaezados a la moda medieval, haciendo juego con damas y caballeros también vestidos con espléndidos trajes de época.
En la otra punta de Francia, también en el castillo de Chalus, se realizan recreaciones de banquetes y justas medievales. El lugar vale en sí la visita: austera y sólida, la solitaria torre del castillo está rodeada de jardines, salas de piedra de construcción posterior y una casa de campo donde se conservaron muebles del siglo XIX. Impresiona pensar que desde aquí fue disparada la flecha que acabó con la vida de Ricardo Corazón de León, rey guerrero, pero también poeta y trovador. Con su muerte, en abril de 1199, concluyó el dominio inglés en esta región de Francia, rodeada de encantadores bosques de roble con cuya madera se fabrican los toneles para añejar el cognac. Junto al castillo se recreó un jardín medieval con las especies más populares de los siglos pasados... incluyendo la legendaria mandrágora, que dio origen a numerosos mitos vinculados a su uso en la magia negra y blanca, y de cierto poder alucinatorio.
HORA DE MERCADO Alejándose un poco de lo que fue la vida caballeresca, la cotidianidad de antaño y sus semejanzas o diferencias con la de hoy se puede revivir en muchos otros lugares, como las réplicas de los mercados históricos que se organizan en Pontoise (cerca de París). Gracias al savoir-faire de artesanos que han conservado antiguas técnicas transmitidas de generación en generación, estos mercados medievales del siglo XXI permiten acercarse para conocer o comprar toda clase de objetos, desde los más sencillos y útiles hasta los más bizarros e inútiles (para nuestra época, claro): armas y armaduras, calzado y utensilios de cuero y metal, cuchillos, espadas, cerámicas, tinturas y pigmentos, instrumentos musicales, matrices para monedas, ballestas, telas, joyas, trajes, pieles, tapicerías... Esta forma de mantener viva la historia se encuentra en muchas otras ferias y mercados medievales de Francia, pero también de Suiza o Luxemburgo, multiplicados en decenas de pequeñas ciudades que así acuden a su cita con el pasado: la mayoría de ellas organiza espectáculos de luz y sonido, réplicas de pueblos medievales con juglares y cortes de los milagros incluidas, mientras sus mercados invitan a iniciarse en la heráldica, el tarot, la cartomancia y los ritos de la caballería. La tendencia es tan fuerte en toda Europa (en Suiza, por ejemplo, son populares los mercados medievales de Navidad), que en la ciudad italiana de Ancona se organiza una Borsa Europea del Medioevo, una suerte de gran “Salón de la Edad Media”, donde se reúnen desde artesanos hasta operadores turísticos, entes públicos y asociaciones, grupos históricos, museos, bibliotecas y universidades.
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