Domingo, 21 de septiembre de 2008 | Hoy
ESPAÑA > EL ESCORIAL Y EL SIGLO DE ORO
Construido a lo largo de casi medio siglo, el palacio de Felipe II se constituyó en símbolo del poderío de la monarquía española durante el Siglo de Oro. Lejos del lujo francés o vienés, El Escorial se impone por su austeridad y armonía.
Por Graciela Cutuli
Si el símbolo de la monarquía francesa es Versailles, el de la británica Buckingham y el de la austríaca el Hofburg, el palacio que concentra los valores y la proyección de la monarquía española desde el Siglo de Oro es el imponente El Escorial, construido en las afueras de Madrid como apoteosis y síntesis del reinado de Felipe II. Aquel en cuyo imperio “nunca se ponía el sol...”.
España no sólo estaba viviendo una increíble expansión territorial, de las manos de sus tierras en América: la explosión cultural del Siglo de Oro fue impulsada también en tiempos de Felipe II por Lope de Vega, El Greco, Santa Teresa de Jesús, Miguel de Cervantes. Así, para semejante imperio hacía falta semejante palacio: macizo, levantado en posición dominante a unos 1000 metros de altura sobre el Monte Abantos, que forma parte de esa Sierra de Guadarrama que flanquea Madrid, y refugio austero de insospechados tesoros.
Su sola posición brinda el primero de esos tesoros, en los días agobiantes del verano madrileño: una ola de fresca bienvenida se derrama desde la montaña hacia los valles, y hace del pueblo de El Escorial uno de los lugares favoritos para pasar el fin de semana estival durante una estadía en Madrid. Hasta el siglo XVIII, el palacio estaba aislado en su paisaje de montaña: sólo entonces se empezó a permitir la construcción de casas alrededor. Y hoy el pueblo responde con una activa vida cultural y social; teatros abiertos, gente en la calle, tabernas y restaurantes donde tentarse con infinitas tapas, las carnes y la frescura más suave o más picante de un buen gazpacho. Mientras tanto, el Escorial espera: dentro de sus gruesos muros también se siente una frescura que no le teme al peso de siglos de historia, y vale dedicarle tiempo para recorrer sus jardines, su imponente biblioteca y los salones donde alguna vez discurrió la vida real pero cotidiana.
UN MONASTERIO Y UN PALACIO No deja de ser curioso que, pese a la complejidad del Siglo de Oro español y los numerosos arquitectos que intervinieron en la obra –dominaron Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, pero hubo numerosos consultores por voluntad de Felipe II– el Escorial se destaque por la armonía de sus líneas, lo despejado de sus simetrías y la lograda síntesis de las formas artísticas italianas y flamencas. Es que por sobre arquitectos y tendencias artísticas termina imponiéndose el carácter de un hombre: Felipe II, hijo de Carlos V, nieto de Juana “la Loca” y Felipe “el Hermoso”, y bisnieto de los Reyes Católicos que hicieron de España un reino unido bajo la bandera, y también la espada, del catolicismo y la evangelización. Fueron su austeridad y su tendencia a la reflexión y la piedad, al menos según los historiadores que le son más favorables, lo que hizo de este palacio un modelo de contención en un reino que era por entonces la gran potencia de Europa.
En sus comienzos, El Escorial fue concebido como un monasterio de monjes de la orden de San Jerónimo, con una iglesia que debía servir de panteón al emperador Carlos V, su hijo Felipe II y sus sucesores. Al mismo tiempo, fue pensado como palacio para albergar al rey y su séquito, con un colegio y un seminario vinculados a su función religiosa, y una biblioteca que hoy es una de las joyas indiscutidas del edificio, puesto bajo la advocación de San Lorenzo (durante toda la recorrida se van divisando en fachadas y decoraciones la parrilla, que representa el suplicio del santo). Tal vez porque el día de San Lorenzo se celebra el 10 de agosto, y fue el 10 de agosto de 1557 la fecha del triunfo de Felipe II sobre Enrique II de Francia en San Quintín, celebrado con la construcción de El Escorial. Tan compleja y devastadora fue la batalla que quedó, en el proverbio popular, aquello de “armarse la de San Quintín”: un legado lingüístico por un lado, y un legado arquitectónico por otro, que tales son las curiosidades de la historia.
VISITANDO EL ESCORIAL La “traza universal” de El Escorial, o proyecto en términos más modernos, es de Juan Bautista de Toledo, que sin duda tenía buenos pergaminos para encarar la obra, ya que había trabajado como ayudante de Miguel Angel en el Vaticano. A su trabajo se sumó el de Juan de Herrera, que dirigió la construcción de buena parte del conjunto, incluyendo partes no diseñadas por Toledo: el resultado es un estilo sobrio y despojado, de líneas rectas y volúmenes cúbicos, donde sólo las tradicionales “bolas herrerianas” funcionan como elemento decorativo y distintivo. Ambos quisieron lograr la “octava maravilla del mundo”: tal vez el título sea algo excesivo, pero está a la altura del elogio de Le Corbusier, para quien El Escorial era “el edificio más moderno de la antigüedad”, dueño de esa solidez que en el siglo XXI sólo saben exhibir los rascacielos.
Hoy día El Escorial puede “leerse” de distintos modos. Por un lado, es una forma de asomarse a la vida diaria de la corte española y de Felipe II, cuyos aposentos, muebles y obras de arte se exhiben en cuidadosas reconstrucciones. Por otro, es un impresionante museo de arquitectura y pintura con obras de Tiziano, El Bosco, El Greco y Velásquez. Y es, además el mausoleo de los reyes de España. El Escorial tiene un Panteón para los reyes: una cámara circular cubierta de mármoles azulados y rojizos que sirven de marco a las urnas donde reposan los restos de los monarcas y sus esposas (pero sólo si ellas han sido, además, madres de reyes). Antes de llegar a las urnas, los cuerpos pasan varios años en “el Pudridero”, una habitación contigua de nombre más que suficientemente gráfico. Los reyes están ubicados a la derecha del altar y las reinas a la izquierda, por orden cronológico desde Carlos V hasta Alfonso XIII. Sólo faltan Felipe V y Fernando VI, junto a sus esposas, a quienes se les respetó el deseo de ser enterrados en otro lugar. En cuanto a los infantes del reino, tienen su propio Panteón, formado por nueve cámaras: el conjunto es imponente, pero no le falta un toque macabro...
Además de estos sectores, y de sus armoniosos patios, El Escorial tiene al menos dos corazones: su bella basílica, donde están los lujosos cenotafios de Carlos V y Felipe II, y sobre todo una espléndida biblioteca cuya riqueza decorativa –en particular los frescos del techo, de Pellegrino Tibaldi– la distingue del resto de los aposentos. El público tiene acceso al salón principal, donde hay libros impresos, pero la biblioteca tiene otras salas para manuscritos, impresos y libros prohibidos. A pesar de varios contratiempos, incendios incluidos, la biblioteca conserva unos 40.000 volúmenes, entre ellos manuscritos latinos, griegos, hebreos y árabes. Como curiosidad, los libros pueden verse con el lado de las hojas puesto hacia fuera, para que respire el papel, y entre los más valiosos objetos que se aquí se conservan se destaca una esfera armilar de Antonio Santucci, de 1582, y las esferas terrestre y celeste de Jean Blaeu, de 1660.
A la salida del palacio, hay que detenerse en sus jardines y en la vista que se extiende sobre Madrid y sus alrededores, antes de volver a la plaza del pequeño pueblo para elegir en qué mesa descansar un rato y luego emprender el viaje de regreso. Viaje que puede incluir una parada en el Valle de los Caídos, el discutido monumento querido por Franco después de la Guerra Civil, y que ahora es objeto de revisión en la nueva Ley de la Memoria Histórica impulsada por el gobierno español.
Palacio de El Escorial. C/Juan de Borbón y Battemberg, s/n. 28200 San Lorenzo de El Escorial (Madrid). Tel. 91 890 59 02 y 91 890 59 03; abierto de 10 a 17 (hasta las 18 de abril a septiembre).
Para llegar: Desde Madrid, autobús 664 y 661 desde el intercambiador de Moncloa. Por ruta, Madrid-San Lorenzo de El Escorial; A-VI, hasta las Rozas, desvío a la M-505; A-VI, desvío a la M-600. En tren: Madrid-El Escorial; Línea de Cercanías C-8 (Estación Atocha).
Dónde comer: Mesón La Cueva, en la antigua Posada de las Animas, fundada en 1768. C/San Antón 4; www.mesonlacueva.com
Informes: Turismo Madrid. Plaza Independencia Nº 6 3ª planta 28001 Madrid. Tel. +34 912767200. www.turismomadrid.es
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