EL BOLSON > TRAVESíA DE MONTAñA
El Bolsón se encuentra en un amplio valle con orientación norte-sur y los cerros que lo rodean son la puerta de entrada a maravillosos tesoros escondidos en las montañas. Crónica de un trekking a los refugios Dedo Gordo y El Retamal.
› Por Mariana Lafont
Los refugios de El Bolsón conservan ese rústico encanto del típico refugio de montaña. La mayoría están conectados entre sí a través de hermosas sendas inmersas en plena cordillera. Mi amiga de los trekkings había venido especialmente desde Buenos Aires para salir a la montaña. Nuestro plan era unir los refugios Dedo Gordo y El Retamal bajando luego por el clásico Cajón del Azul (uno de los más conocidos de la zona). Se trataba de una opción interesante, con cierta exigencia pero tampoco imposible.
El Cerro Dedo Gordo tiene 2085 metros de altura y debe su nombre a la particular forma de su cumbre, que semeja un gran pulgar de roca. El río Blanco rodea la montaña por el norte y el este y también la separa del Cerro Perito Moreno (donde en invierno funciona una estación de esquí). Su refugio se encuentra a 1370 msnm, y si bien es el más cercano, su pronunciado desnivel (en 7 kilómetros se ascienden 1000 metros) retrasa bastante la marcha. Para llegar a la cabaña se necesita, antes que nada, buen estado físico, y la subida demanda, en promedio, unas 4 horas y media.
AL DEDO GORDO El día había amanecido nublado. Si bien amenazaba lluvia, pensamos que por un lado era mejor ya que caminar con sol en pleno verano fatiga mucho más. Partimos temprano de El Bolsón hacia Mallín Ahogado (una zona de chacras ubicada al norte de esta localidad) y recorrimos 15 kilómetros hasta un paraje llamado Warton, último punto accesible con vehículo. Nos calzamos las mochilas y comenzamos a caminar en dirección oeste, por una bajada pronunciada hasta el río Azul. Luego remontamos este hermoso río de aguas cristalinas hasta la confluencia con el río Blanco. Para cruzar el río había que trepar hasta una pasarela hecha con maderas y alambres. Para quienes vienen por primera vez, estos “puentes colgantes” pueden ser un poco intimidantes; sin embargo, son parte de la aventura.
Una vez que cruzamos la pasarela encontramos un gran cartel que indicaba dos opciones: “derecha: Dedo Gordo”, izquierda: “Cajón del Azul”. Doblamos a la derecha y fuimos bordeando un alambrado, atravesamos una pampa con algunas casas de lugareños y pasamos dos tranqueras. Entre tanto, las ovejas pastando nos miraban pasar. Inmediatamente después apareció la primera subida hacia un corral de palos, seguimos subiendo hasta adentrarnos en un bosque de radales y allí pudimos ver las primeras marcas rojas.
Todos los senderos que conducen a los refugios están indicados para evitar que la gente se pierda. Las marcas son de todo tipo y de lo más originales. Las más viejas fueron hechas a golpe de machete mientras que la mayoría de las marcas nuevas fueron pintadas en tapas de latas. Y cuando no hay opción, se dibujan círculos en las rocas. Es fundamental estar atento a estos signos y si pasa un buen rato sin verlos conviene retroceder hasta volver a encontrar el último. En algunos casos, en especial cuando falta poco para llegar (y las piernas no dan más), hay carteles con mensajes positivos como “falta poco”, “ánimo” o, en el mejor de los casos, “menú del día: pizza y cerveza casera”.
NOCHE EN EL REFUGIO Al poco tiempo de comenzar la caminata, el camino se bifurcó. Una flecha pintada en una piedra nos indicó que debíamos ir hacia la izquierda y nos internamos en un bosque con altos ejemplares de coihues. Luego vadeamos un arroyo y llegamos a una pequeña playita donde sobresalía un enorme coihue y había una simpática cascada. Retomamos la picada que se metía en el bosque y tuvimos que estar más atentos a las marcas, ya que algunas eran un poco confusas y por poco equivocamos el rumbo.
No bien cruzamos al otro lado, nos dimos cuenta de que allí empezaba la verdadera caminata: ante nuestros ojos teníamos una más que pronunciada subida y, como si eso fuera poco, en ese preciso instante se largó a llover. Afortunadamente, el bosque era tan tupido que por un buen rato nos protegió bastante del agua. Sin embargo, ésa fue la parte más complicada de la travesía ya que creíamos que faltaba poco para llegar pero a cada paso la subida se hacía más empinada llegando, por momentos, a marchar con un desnivel de 45 grados. En estos casos conviene dar pasos muy cortos, generando un ritmo constante y evitando hacer paradas todo el tiempo. Al final había una bifurcación y continuamos por la izquierda con una pendiente más suave hasta que más arriba volvimos a ver el arroyo que recibía aguas de otro más pequeño. Ambos cursos de agua rodeaban un cerro que en su parte más alta y plana albergaba al ansiado refugio. Al empujar la pesada puerta de madera vimos a una pareja tomando cerveza casera. Con una gran sonrisa exclamaron: “Ya no esperábamos a nadie”. Eran Oscar, el refugiero, y una amiga.
La pequeña cabaña de dos plantas tiene capacidad para diez personas, se construyó entre 1998 y 1999 con madera del lugar y el resto de los materiales fue subido a caballo. Mientras la gran cocina económica entibiaba el ambiente, nos cambiamos, pusimos a secar medias y botas y preparamos unos buenos amargos. Aunque Oscar, como buen montañés, se lleva bien con la soledad, también le gusta recibir gente para poder conversar e intercambiar experiencias. De repente, sentimos pasos, la puerta se abrió y, para sorpresa de todos, arribaron dos nuevos visitantes con sendos ponchos de lluvia. La velada se tornó muy divertida: comimos pizza casera y se contaron cuentos de fantasmas a la luz de las velas, inmersos en una noche oscura sin luna pero plagada de estrellas. No daban ganas –ni había coraje– de ir al baño, que para colmo de males estaba a unos metros del refugio.
RUMBO AL RETAMAL A la mañana siguiente tuvimos que evaluar si seguir la travesía o volver por donde habíamos venido, ya que el clima no se definía y amenazaba lluvia nuevamente (lo que más arriba significaba nieve). Entre tanto, aprovechamos para conocer los diferentes miradores que había cerca y, cuando el cielo se despejó, Oscar avisó por radio a Mariano, el refugiero del Retamal, que íbamos en camino. Nos dio las indicaciones pertinentes y nos advirtió que serían unas cuatro horas de marcha.
Subimos por un lengal, remontamos un arroyo y llegamos a una veranada con una gran lengua de hielo que se estaba derritiendo. Continuamos subiendo hasta un extenso plateau desde donde se veía la llamativa cumbre del Dedo Gordo. Pintorescos carteles nos indicaron hacia dónde seguir mientras contemplábamos la panorámica del valle, aunque no nos pudimos quedar mucho tiempo ya que el viento era fuerte y frío. A partir de allí comenzó el descenso, entre gélidas ráfagas, por lo que bautizamos como “el pedrero infame”: 1000 metros de piedritas sueltas donde se hundían nuestros pies. Imposible imaginarse ese mismo camino en subida.
Continuamos bajando y, a medida que la senda se angostaba, la vegetación aumentaba. Primero aparecieron las lengas y luego gran cantidad de cañas coligüe donde era difícil encontrar las marcas, ya que eran simples cintas de plástico anudadas a la caña. Al pasar el cañaveral cruzamos otro arroyo y nos internamos en otro bosque de lenga y una vez allí encontramos las marcas amarillas que conducían al refugio El Retamal.
La cabaña se encuentra a 700 msnm, sobre el faldeo del Dedo Gordo y frente a la cara norte del Cerro Hielo Azul. Está rodeado por un hermoso bosque de coihues combinado con grupos de retamos (de ahí su nombre) y la atractiva construcción tiene todo el confort de un hogar ya que Mariano, su refugiero, vive allí todo el año. Mariano se alegró al vernos y luego nos admitió que había empezado a preocuparse ya que habíamos demorado un poco nuestra llegada. Lo cierto es que, si no hubiéramos llegado, tanto Oscar como Mariano hubieran tenido que salir a buscarnos. Muertos de hambre y cansancio, comimos y descansamos por más de una hora. El lugar estaba precioso y daban ganas de quedarse ya que desde allí se podían visitar lugares como la cascada El llanto del Angel, el Paredón de las Aguilas y el Paso de los Vientos. Pero teníamos que comenzar a bajar.
Nuevamente nos calzamos las mochilas, reanudamos la marcha (esta vez más ligera) y 40 minutos después estábamos en el mítico Cajón del Azul: el refugio más conocido de la Comarca no sólo por la magnífica geografía que lo rodea sino porque es casi una “hostería de alta montaña” (hasta ducha caliente tiene). En ese punto el río Azul se encajona espectacularmente y para llegar al refugio hay que cruzar un pequeño puente de madera sobre el mismo cajón. Luego de un par de fotos tuvimos que partir nuevamente para llegar con luz a destino. La parte más difícil había quedado atrás y el sendero que teníamos por delante era más sencillo. Sin embargo, el cansancio se empezaba a notar en las caras del grupo. De repente, en una parte de la picada vi un cartel que decía “Al Hielo Azul” (otro de los refugios) y pensé “qué lindo sería unir ese refugio también”. Otra vez será.
Imprescindible llevar botas de trekking, bolsa de dormir, agua, víveres y abrigo extra.
Antes de salir, anotarse en la Oficina de Informes de Montaña en el CAP (Club Andino Piltriquitrón) o en la Oficina de Turismo de El Bolsón, en San Martín y Roca, frente a la Plaza Pagano.
Debido a la capacidad limitada del Refugio Dedo Gordo, antes de subir conviene chequear disponibilidad en la Oficina de Informes de Montaña o en la Oficina de Turismo.
Durante el verano hay transporte que acerca a los cerros. Los horarios y lugares de salida están en la Oficina de Turismo.
No se puede hacer fuego en el bosque, ya que en verano hay alto riesgo de incendio.
Al cruzar pasarelas o puentes colgantes, hacerlo de a uno por vez y sin hamacarse.
En los refugios: El pernocte ronda los $25 por persona (sólo hay que llevar bolsa de dormir, ya que los refugios cuentan con colchonetas). Una pizza cuesta $20 y una cerveza casera de litro, $12. Se puede llevar comida y cocinar pagando $5 por el uso de la cocina y los utensilios. También se puede acampar fuera del refugio.
Club Andino Piltriquitrón: Oficina de Montaña (02944) 492600. E-mail: [email protected]
Más información: Secretaría de Turismo de El Bolsón - www.elbolson.gov.ar
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