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En el conmovedor paisaje de los Andes patagónicos, Villa La Angostura es también punto de partida para recorrer la privilegiada naturaleza de la región. Crónica de una excursión náutica a la Población Martínez, que combina el trekking y la pesca con el sabor de una picada casera sobre las aguas del Nahuel Huapi.
› Por Pablo Donadio
Habría que hacer la prueba, pero es muy posible que si uno lanza la cámara de fotos al aire, caiga con una nueva y sorprendente postal de uno de los sitios más deslumbrantes de la Patagonia argentina. No hace falta hacer foco porque Villa La Angostura es una pintura perfecta en cualquier época del año: desde que sus hojas se tornan cobrizas a cuando todo es luminoso. O mejor aún, cuando los dominios de la nieve hacen de sus cerros y cabañas, de sus millones de caminitos y recovecos, casi un cuento de hadas. Así como su belleza cambia para seguir siendo perfecta, también las actividades varían con las estaciones. La salida náutica a la Población Martínez es una de ellas, y su excursión conjuga el agua, la tierra y los magníficos sabores de la zona.
PRIMER PIQUE Con base en el precioso hotel Las Balsas, un recodo paradisíaco que alterna escenarios rústicos y servicios de un cinco estrellas, comienza una movida excursión sobre el siempre mágico Nahuel Huapi. Todo arranca en las primeras horas del día y desde el muelle de Bahía Brava, con la embarcación de un guía experto de la zona y promesas de pasarlo muy bien. En principio hay que navegar un largo trecho camino de la isla Menéndez, hasta entrar en el constreñido brazo Rincón, el canal que conduce al destino final. En pleno recorrido, cuando el sonido del agua es todo lo que se escucha, comienzan a aparecer las bellezas que el lago tiene escondidas para quien lo visita. De primera mano, un nido de cóndores en unas bardas cercanas es divisado a la perfección con los largavistas, que acercan a la inmensa y desafiante ave hasta los propios ojos del grupo. Según cuentan los guardaparques de la zona, se desconoce por qué se ha quedado y formado su familia allí, pero sin dudas ese terrón de piedra que emerge del lago es ahora su hogar. Un poco más adelante, sobresale el tronco quebrado de una sequoia, que forma un puente por el cual pasa el alargado y rojizo cuerpo de un huillín (nutria nativa). El viaje, en tanto, es acompañado por gaviotas de insistencia considerable y apetito comprobable, formando entre todos un hábitat faunístico de primera. Ante ese clima el guía anuncia los preparativos para el desafío de la pesca con trolling, pero antes que nada saca a la luz uno de los lujos que tiene preparados: la picada casera. “La prepara especialmente mi mujer con elementos de la Patagonia, desde los embutidos hasta las salsas para acompañar fiambres, quesos y el salmón, porque la propia excursión hace mención al origen del lugar, y la comida debe acompañar ese sentido”, explica Nicolás Olivieri, guía de pesca de la zona.
SEGUNDO PIQUE Pasado el momento del almuerzo, es hora de tratar con las aguas del Nahuel Huapi, ricas en especies que fascinan a los amantes de la pesca, aunque la introducción de la trucha por medio de los colonos europeos hizo retroceder algunas especies nativas muy codiciadas como el puyén y el pejerrey patagónico. Por ello, salir de pesca es posible sólo bajo el reglamento que lo permite y su autorización depende también de la temporada, la cantidad de personas y el fin con que lo hagan. Esta salida náutica que incluye el trolling –una modalidad que consiste en el arrastre de señuelos desde cualquier embarcación– está permitida y suele ser de las más buscadas por los aficionados. En ella se utilizan “caimanes”, unos señuelos de plástico o madera muy coloridos, con una silueta similar a la de un pez y partes articuladas que facilitan su movimiento. Esta técnica es también buscada por los pescadores natos, ya que ofrece a quienes se embarcan la posibilidad de conquistar grandes piezas. La disciplina, que incrementa sus fans año a año, consiste en enganchar el señuelo en el sedal, arrojarlo y alejar la nave suavemente mientras el carretel se estira (como quien suelta el hilo de un barrilete). Una vez alcanzados los 100 metros de lejanía se traba la tanza y la propia tracción de la embarcación hace girar el falso pez. Así el caimán comienza a generar un zumbido que, sumado al color, atrae a las presas. Esta vibración llega al pescador a través de la punta de la caña, hasta que hay noticias de pesca. Aquí el conductor debe estar muy atento y regular constantemente la velocidad a fin de mantenerla lenta pero constante, para que los señuelos sigan rotando hasta el momento del pique. Según cuentan, los mejores resultados se obtienen recorriendo el veril del lago, donde comienza la hondonada, aunque hay que tener cuidado de no enredar el motor o hélice con ramas y barbas acuáticas. Dadas las explicaciones por parte del guía, los pescadores se disponen a la prueba sosteniendo con firmeza la corta y rígida caña, y pese a lo que se cree, la respuesta es rápida. La tanza se tensa, el reel rotativo se enloquece y las miradas se alborotan: una trucha ha encontrado el señuelo. Comienza entonces la batalla, que deja atónitos a todos los tripulantes, que observan cada instante de tire y afloje, de suelta y marcha, hasta que la trucha es extraída con orgullo por el pescador, que le quita el enganche y la devuelve al lago. Esta vez ha tenido suerte: la pesca es sólo deportiva.
HOJAS CRUJIENTES Tras la apasionante jornada de pesca, la embarcación sigue camino aguas adentro. Unos 20 minutos después comienza a dibujarse a lo lejos un largo muelle de madera como el de la serie Lost, donde dos siluetas aguardan el arribo. Administrada para las visitas por Juan Carlos Martínez, paisano del lugar que recibe las excursiones, la Población Martínez se presenta como una extensa isla. Pese a formar parte del continente, sus contornos de península confunden a quienes no conocen el territorio. Ese extenso campo fue propiedad de los mapuches y luego de los españoles (abuelos de Juan Carlos Martínez), que extrañamente para la historia supieron convivir en esos pagos hasta la adjudicación de esas tierras a Parques Nacionales.
Allí los Martínez ofrecen paseos y cabalgatas por los muchos y bellos paisajes, en un lugar que mezcla los atributos de la naturaleza con leyendas y aventuras. Ni bien se hacen unos metros en tierra firme se siente el aroma de las piñas y todo remite al campo bonaerense, aunque basta con levantar la cabeza y ver la silueta enorme del cerro Tres Hermanas –en cercanía con Chile– para comprobar que ésta es tierra de montaña.
El itinerario indica “trekking por el bosque”, así que el grupo inicia la caminata por senderos ascendentes y descendentes, entre cañas compactas e intensas cortinas de coihues. Algunos son tan altos que hay que sentarse en el suelo si se quiere ver su copa sin marearse. Ahí mismo sobresale otro detalle del lugar: el árbol posee una hojita fuerte y pequeña como una uña, que al caer no tarda en secarse y dura un tiempo. Eso genera un alfombrado de hojitas marrones que crujen incesantemente tras los pasos de los visitantes, y forman caminos que sirven de consuelo a quien ha perdido el rumbo.
Luego de subir y bajar por las entrañas del centenario bosque, aparece una laguna con historia. Cuentan los Martínez que hace tiempo fue descubierta por un amor de Newbery cuando éste frecuentaba los pagos, y entonces se la llamó “laguna Sofía”, aunque luego la Administración de Parques Nacionales la cambió por “laguna Machete”, nombre por el cual se la conoce hoy. Siguiendo el sendero al Sur comienza la península Dormilón, un camino ondulante que hace mención al fabuloso cerro que pudo reemplazar al Catedral para la práctica del esquí, otra historia que la zona regala a sus visitantes. Allí hay que atravesar claros soleados, con monte de ñire bajo y ralo, pero que de a poco va transformándose en un espléndido bosque de coihues con algunos caballos salvajes. Sobre el final del recorrido, sobre la bahía que baña el brazo Machete, se llegada a puerto Chucau (nombre de un pájaro autóctono), que exhibe los restos del antiguo aserradero patagónico. Allí permanece con su piel de óxido una vieja cortadora giratoria, cerca del galpón de madera donde se alistaban los trabajos, justo enfrente de donde espera la embarcación para regresar a la Villa.
Una joya oculta. Así mencionan los habitantes del lugar al cerro Dormilón, un conjunto montañoso separado de la cordillera central de los Andes. Ubicado frente a Villa La Angostura, entre los brazos Machete y Rincón, su mayor pico asciende a 1860 metros sobre el nivel del mar. Este fue el espacio pensado para un gran centro de esquí: un informe, solicitado en 1937 por la Administración de Parques Nacionales a especialistas, confirmaba que el lugar disponía de excelentes pendientes, ideales para instalar un complejo invernal. Las características geográficas, así como su orientación a los vientos y el sol, le permitía mantener nieve unos cuatro meses al año, y sus posibles pistas eran moderadas, medianas y muy pronunciadas hacia el Oeste, con precipitaciones de nieve importantes, incluso tres veces mayores que las del Cerro Bayo. A fines de los ’40, Hans Nobel fue contratado para realizar un estudio de la zona, y el eximio esquiador internacional no tuvo dudas: el Dormilón era el lugar natural para el proyecto, pero ante las dificultades que representaba la casi nula infraestructura de La Angostura por aquellos años, se decidió enfocar todo los esfuerzos al cerro Catedral.
Cómo llegar: Son 1621 kilómetros de Buenos Aires a Bariloche, y luego hay una hora de viaje (en el mismo aeropuerto se ofrecen transportes) hasta La Angostura. En ómnibus, varias líneas parten desde la Terminal de Retiro (www.tebasa.com.ar) para un viaje que dura aproximadamente 19 horas y con tarifas que rondan los $ 215.
Dónde dormir: La Villa tiene campings y cabañas económicas, así como hospedajes y hoteles de máxima categoría. Uno de ellos es el Hotel Las Balsas, galardonado con la membresía de Relais & Chateux, que brinda los mejores servicios y una especial atención gastronómica con tarifas que van desde 1000 a 1950 pesos para las suites, con todo incluido (Tel./Fax: (2944) 494308 - www.lasbalsas.com.ar).
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