FRANCIA > EN LA REGIóN DE BRETAñA
Duendes, magos, hadas y gigantes aún parecen merodear por los brumosos bosques de Bretaña, región del noroeste francés. Las leyendas de Merlín, Arturo y Lancelot, en un itinerario donde hasta el más escéptico se rinde ante lo fabuloso. Y, para volver a la realidad, una visita a Rennes, la capital bretona.
› Por Maribel Herruzo
Las leyendas son verdaderas, sólo hace falta creer en ellas. Eso, al menos, es lo que opinan los habitantes de una de las regiones de Europa con más fábulas por kilómetro cuadrado, un lugar donde se dan la mano piedras de ignota utilidad, magos que acompañaron a caballeros y princesas en sus conquistas, korrigans –unos pequeños y traviesos duendes invisibles–, lavanderas que en la noche arrastran a los incautos paseantes insomnes, valles donde el tiempo se detiene y las brújulas dejan de marcar el Norte, hadas, sirenas, gigantes... Bretaña, la Bretaña mágica, es un territorio con mapas paralelos, un lugar donde las noches invitan a reunirse junto al fuego y escuchar las leyendas de los que las oyeron de sus ancestros. Si llueve no hay que lamentarse: el sol sólo sirve para desdibujar los perfiles de los cuentos, que son más creíbles bajo la tenue luz de la niebla.
EL BOSQUE DE MERLIN Hay muchos lugares por los que entrar a recorrer el circuito mágico en Bretaña pero, como las historias, lo mejor es empezar por el principio, que podría ser el lugar donde nació la leyenda del mago Merlín, en Brocéliande. Este mítico bosque no aparece en los mapas, hay que buscarlo bajo el nombre más formal de Paimpont, al sudoeste de Rennes, en el departamento de Morbihan. Aquí se encuentra la fuente de Barenton, que vio nacer el amor de Merlín por el hada Viviana, y el Valle sin Retorno o de los Falsos Amantes, la prisión sin barrotes a donde iban a parar los caballeros infieles, un lugar donde las rocas vuelven locas a las brújulas y los teléfonos no encuentran cobertura. Al borde del bosque está el Castillo de Comper, en cuyo lago se construyó la ciudadela de cristal donde se crió Lancelot, el caballero de la Mesa Redonda. Hoy rinde tributo a tan ilustre huésped convertido en un centro de exposiciones sobre la leyenda de Arturo y de visitas programadas al bosque y sus alrededores.
ROCAS DE CUENTO Siguiendo algo más al oeste, Huelgoat esconde más leyendas. ¿Quién trasladó hasta aquí todas esas enormes piedras de granito? Jean-Marie podría ser uno de esos duendecillos traviesos que aquí llaman korrigans. A sus 83 años, trota entre las rocas como un chaval, es guía por afición y explica, con la seriedad de un profesor, que este singular y mágico bosque rocoso es obra de un gigante malhumorado. Escondida entre las rocas está la Gruta del Diablo, otra fuente inagotable de cuentos, y la gigantesca piedra oscilante, que nadie ha logrado mover un solo centímetro a pesar de los intentos. Muy cerca de Huelgoat, Claude Le Lann y su familia han decidido transmitir las historias que conocen a quienquiera que se acerque a los montes de Arrée, y acompañarlos a visitar dólmenes e iglesias escondidas en lo más espeso del bosque, como la de la Cruz o la capilla de St. Herbot, y además obsequiar con los exquisitos guisos bretones que se preparan en la cocina de su casa; frente a la puerta, en un árbol, un simpático korrigan hace guardia.
La ruta mágica continúa hasta Locronan, singular y hermoso pueblo de piedra que ha permanecido intacto a pesar del paso del tiempo, que en el siglo VII albergó un extraño cerco sagrado de piedras llamado Nemetón, el más importante templo natural dedicado a la fertilidad en Europa. Locronan, que ha servido de plató de cine en numerosas ocasiones, nos acerca un poco más a la bahía de Trépassés, ya junto al mar, el lugar al que acude puntualmente Ankou, arriero que mora entre los vivos y el más allá, a recoger a los muertos. Superado el miedo a tan siniestro personaje, La Pointe du Raz, al final de la bahía, es un regalo de la naturaleza que las sirenas se encargan de proteger con sus cantos.
El recorrido por la Bretaña legendaria no sería completo sin una visita a Carnac, donde miles de menhires se alinean uno tras otro sin que nadie haya formulado aún la teoría definitiva sobre su propósito y uso. Hay que tener cuidado al regresar, no sea que el viajero se traiga a casa un korrigan que se haya colado en el bolsillo en forma de nostalgia.
VOLVER AL PRESENTE Después del recorrido por el circuito mágico, es conveniente visitar Rennes, la capital bretona, donde lo primero que llama la atención es la juventud de sus habitantes. Es posible que muchos de ellos hayan acudido desde otros lugares de Francia atraídos por su antigua y merecida fama de ciudad abierta y tolerante, un carácter consolidado desde que se convirtió, en el siglo XVIII, en ciudad universitaria. Sus 60 mil estudiantes, casi un tercio de la población, dominan hoy el ambiente de la capital bretona. Pero si hacemos abstracción del paisaje humano, caminar por el centro es como viajar en el tiempo a dos urbes completamente distintas, desgajadas desde que un gran incendio quemó durante seis días de 1720 gran parte del barrio medieval, construido a base de madera y torchis (una mezcla de hierba y tierra). Aún se mantienen algunas de estas calles, estrechas y repletas de bares y restaurantes, pero la mayoría desembocan hoy en las anchas avenidas que se abrieron tras la intervención de Jacques Gabriel (1667-1742), el arquitecto de Luis XV.
El antiguo Parlamento de Bretaña es el lugar ideal para iniciar un recorrido arquitectónico por la ciudad. Los pasos se detienen a la fuerza ante la grandeza de este edificio, que aún se considera el edificio más emblemático de Rennes, diseñado por Salomón de Brosse y modificado tras el incendio, siguiendo las pautas del nuevo proyecto de Gabriel.
Hacia el sur, en la Place de la République, hileras de tulipanes dispuestas en una especie de jardineras vanguardistas y etéreas dan color al paseo. La ampliación de las avenidas y la concepción de las nuevas plazas regaló aire a la ciudad, y ese mismo aire ayuda a que la repentina aparición de callejones medievales sea recibida con entusiasmo. Así, al caminar sin rumbo preciso, pero buscando el norte, el caminante desemboca en la Place des Lices, donde una hilera de casas de entramado de madera lucen sus encantos ante la algarabía de los días de mercado. La vieja ciudad y la renacida se dan la mano sin que uno apenas advierta el paso de una a otra, a pesar de sus enormes diferencias, como si la continuidad hubiera sido uno de los afanes de Gabriel al concebir su obra.
Le Roi Arthur (Le Lac au Duc; Ploëmel. Tel.: 0033 02 9773 6464. www.hotelroiarthur.com). Encantador hotel a orillas del lago Duc à Ploëmel.
Albergue de Youdig (Kerveguenet, 29690 Brennilis. Tel.: 0033 02 9899 6236, www.youdig.fr). Además de su privilegiada situación en la campiña, el narrador de leyendas Claude conoce y enseña los rincones más mágicos de la zona.
Lesénéchal (Le Bourg; Scrignac. Tel.: 0033 02 9878 2313). Restaurante especializado en cocina tradicional bretona.
Más información: www.tourismebretagne.com - www.morbihan.com - www.cotesdarmor.com
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