Domingo, 3 de mayo de 2009 | Hoy
Una visita al magnífico Parque Nacional Marítimo Monte León y a Puerto Santa Cruz, llamada la Capital Histórica de la Provincia, para conocer el pasado pionero de un auténtico pueblo patagónico con escaso movimiento porque “quedó a un lado” de la RN 3 y los autos pasan de largo.
Por Mariana Lafont
Monte León debe su nombre a un cerro de 337m que, visto desde un ángulo particular, tiene la forma del temible felino. Pero si hay algo que llama la atención de Monte León es el contraste de paisajes y colores: ocres y amarillos de la estepa predominan hasta chocar con el azul intenso del mar. A ello se suma la variedad de formas y figuras que se dibujan en la costa acantilada. Toda esta franja costera fue, hace millones de años, el fondo marino donde habitaban antiquísimas formas de vida que hoy son fósiles. Pero la frutilla del postre está en la bajamar, cuando surgen grutas fascinantes esculpidas por el viento y el mar (la más famosa era la Olla, una hermosa formación que se derrumbó en 2006).
Desde 2004, esta franja en la costa de la provincia de Santa Cruz pasó a ser por ley el primer parque nacional costero. Además de la biodiversidad, aquí se preservan sitios de valor paleontológico y arqueológico, ya que es un área que albergó grupos humanos hace 8000 años. La visita al Parque Monte León ofrece la posibilidad de llegar al mirador de la lobería. Allí hay un apostadero reproductivo permanente de lobo marino de un pelo. Otro sendero va al mirador Isla Monte León y la antigua guanera. También hay una senda que lleva a la cuarta colonia de pingüinos de Magallanes más importante del país con 60.000 ejemplares. Y, desde la zona de acampe (vale la pena quedarse al menos una noche), al bajar la marea se puede ir por la playa hasta la isla Monte León. Entre las aves que se avistan están los tres tipos de cormorán (roquero, imperial y gris), el gaviotín sudamericano, la gaviota austral, la gaviota cocinera, el ostrero negro, la bandurria, el cauquén, el halcón peregrino, el flamenco y el choique, etcétera. En el mar habitan la ballena franca, el cachalote, la orca, la ballena piloto, el delfín austral y la tonina overa.
El Centro de Visitantes está en las viejas instalaciones de la ex estancia Monte León, que datan de las primeras décadas del siglo XX. El galpón de esquila, por ejemplo, es de 1914. Ese año la estancia fue comprada por The Southern Patagonia Sheep Farming Company Limited, dueña hasta 1920. La antigua casa del administrador (de estilo y construcción inglesa) fue transformada en una elegante hostería. Monte León fue, por muchos años, una de las estancias ovejeras más grandes de Patagonia. La lana se impuso como única opción productiva a partir de 1880 y los insumos eran traídos de Inglaterra mientras que pastores, ovejas y perros venían de Malvinas. Todos los artículos eran comercializados por la casa Braun y Blanchard con Mauricio Braun como socio mayoritario, cuya familia fue dueña de Monte León entre 1920 y 2001.
Pueblo patagonico “Santa Cruz es un pueblo de nostalgias. El pasado duerme bajo el asfalto, en las esquinas, en las aguas de la ría” Algo de cierto hay en ello. Puerto Santa Cruz es uno de esos lugares de la Patagonia donde “no pasa nada” y el movimiento es escaso porque, por capricho o por azar, el pueblo “quedó a un lado” de la RN3 y los autos pasan de largo. Sin embargo, esos sitios olvidados tienen su encanto y más aún si la historia se esconde en cada baldosa. Por eso vale la pena tomar el desvío y conocer esta villa de 3500 habitantes, pegadita al Parque Nacional Monte León.
Pequeño y prolijo, Santa Cruz se ubica en la margen sur del amplio estuario del río del mismo nombre, a sólo 17 kilómetros de Punta Quilla, en la desembocadura del río en el Mar Argentino. Como muchos pueblos costeros patagónicos, nació y se desarrolló, paradójicamente, de espaldas al mar, ya que no fue la pesca (y sí la lana) la base de su economía. Afortunadamente esto está cambiando y muchas localidades han descubierto el valor de tener una linda costanera. La de Santa Cruz es nuevita, mira a la ría y deja disfrutar increíbles cambios de paisaje. En pleamar el agua llega hasta la costanera pero, en bajamar, surgen en la playa pintorescos barcos encallados como el “Pilcomayo”.
A pesar de todo, su historia siempre se ligó al mar, desde la época de los grandes navegantes. En mayo de 1520 Magallanes llegó a San Julián y pasó allí el invierno mientras enviaba a la Nao Santiago a hacer un reconocimiento al sur. Así fue como el capitán Serrano descubrió la ría el 3 de mayo y por ser el día de la Invención de la Santa Cruz así la bautizó. Al partir a San Julián una tormenta hizo naufragar el barco y Serrano y sus hombres permanecieron en el lugar dos meses recogiendo restos del navío y mercancías que el mar arrojaba. Finalmente, Magallanes dejó San Julián en agosto y arribó a la costa donde estaban los náufragos. Allí pasaron un tiempo reabasteciéndose para seguir el rumbo que los llevó a descubrir el famoso estrecho. Según cuenta Pigafetta (cronista de a bordo), en su “Primer viaje en torno del globo”: “[...] Antes de abandonar este sitio, el capitán ordenó que todos y cada uno confesásemos y comulgásemos como buenos cristianos [...]”. El sitio donde comulgaron los viajeros es Punta Reparo, en el extremo de la costanera, donde está el mausoleo de Carlos Moyano, primer gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz.
En el pueblo se pueden ver construcciones típicas de chapa, la Iglesia Exaltación de la Santa Cruz y el Museo Regional Carlos Borgialli, que alberga una colección de objetos del pasado de Santa Cruz. Hay un gran archivo fotográfico que muestra los años dorados de la lana o cómo llegaba el agua potable en botes y era vendida en la playa. En relación con las huelgas de 1921 hay fusiles de época y los botiquines de las estancias con las instrucciones en inglés. Justamente ése era uno de los puntos que los peones reclamaban, “que las indicaciones estuvieran en castellano”.
Todo empezo en Cañadon Misioneros Este es “el” sitio histórico de Puerto Santa Cruz, al oeste de la ciudad. Si bien su paisaje no es llamativo, el lugar se vuelve interesante cuando se conocen algunos hechos de su origen. En las últimas décadas del siglo XIX, Chile disputaba la zona. Para reafirmar la soberanía argentina, el 10 de diciembre de 1878 llegó una misión al mando del Comodoro Py que izó la bandera nacional y tomó tal fecha como la del nacimiento del pueblo. Ese mismo año se ordenó la organización estable de la subdelegación marítima dirigida por Carlos María Moyano. Este personaje fundamental de la Patagonia había explorado, entre 1876 y 1877, el río Santa Cruz y la zona de los lagos junto al Perito Moreno. En 1884 se sancionó la ley que creó el Territorio Nacional de Santa Cruz, Moyano fue nombrado gobernador y la capital fue Puerto Santa Cruz, trasladada de Cañadón Misioneros a su actual ubicación. En 1887 el gobernador renunció por razones de salud. Su sucesor, Ramón Lista, trasladó en 1888 la capital a Río Gallegos ya que, según dicen, allí vivía la tehuelche que era su pareja. Desde entonces, Puerto Santa Cruz fue decayendo. Desde entonces un halo de nostalgia acompaña a esta localidad que ha subsistido con la ganadería ovina pero dependiendo siempre de los altibajos del mercado.
Por los cielos australes En 1930 llegó la Aeroposta Argentina y los vuelos semanales que unían Buenos Aires con Río Gallegos con escala en Puerto Santa Cruz. Como testigo de esos años dorados de la aviación patagónica está el Aeroclub Santa Cruz, nacido en 1948 y donde siguen, firmes, Pepe y Clarita Fernández. Este adorable matrimonio, con espíritu pionero (y mucho tesón), dirige el aeroclub con cuatro aviones, instruyendo pilotos y reparando aviones. Clarita tiene 72 años y recuerda la época gloriosa en la que hacían viajes de correo quincenales para 23 estancias, remontando el río Santa Cruz hasta el lago Argentino. Pero el paulatino abandono del campo y el correo por tierra hicieron cesar este servicio. Aunque la situación actual es difícil, Pepe sigue disfrutando volar como el primer día y así fue como esta cronista se subió al impecable Piper Archer modelo ’80 con tapizado original y se dejó llevar por los cielos de Santa Cruz por este piloto de padre asturiano y madre gallega. Pepe tiene 83 años, hace 60 que vuela y ha acumulado más de 2000 horas de vuelo. Se nota. Parece hacerlo de memoria y casi no mira los controles. Tan natural le resulta volar que, en la pista preguntó “¿están abrochados?”, respondimos que sí y cuando estaba por acelerar dijo: “¡ah!, ¡yo no!”. Frenó, se ajustó el cinturón y nos elevamos. Sobrevolamos Cañadón Misioneros, Punta Beagle (confluencia de los ríos Chico y Santa Cruz) y luego vimos un antiguo frigorífico que funcionó entre 1916 y 1960, llegaron a trabajar 300 personas. Luego pasamos por el puerto de ultramar Punta Quilla y la desembocadura del Santa Cruz donde, en 1834, echó ancla el Beagle y sus tripulantes remontaron el río por 21 días. Allí divisamos Punta Entrada donde hay una colonia de 20.000 pingüinos de Magallanes. Para ir hay que caminar, sólo en bajamar, 3 km por una playa de arena y canto rodado. En la pingüinera no hay senda, por eso es fundamental ir con cuidado, no interferir en la vida de las aves y ayudar a conservar la naturaleza.
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