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En el extremo occidental de la provincia de Catamarca, un recorrido desde Tinogasta por las rutas del adobe y de los vinos hasta las increíbles dunas de Saujil y Tatón. Y para completar el viaje, un reparador y energizante baño en las termas de Fiambalá.
› Por Guido Piotrkowski
En el oeste catamarqueño se encuentran las pequeñas ciudades de Tinogasta y Fiambalá, custodiadas desde las alturas cordilleranas por los catorce cerros andinos del conjunto montañoso conocido como los temerarios “seismiles” por trepar cada una de esas cumbres más allá de los seis mil metros sobre el nivel del mar. Entre ellos se encuentran el volcán Pissis, que alcanza los 6882 metros –el como volcánico más alto del mundo y la segunda montaña más elevada de América–, y el Ojos del Salado, que le sigue en altitud con unos 6870 metros. Los dos constituyen el sueño de cualquier montañista experimentado, aunque puede convertirse fácilmente en una pesadilla, dada la extrema dificultad del ascenso.
Pero allí abajo, en estas pequeñas y apacibles poblaciones, y aun estando a 1500 metros, es otra historia.
LA RUTA DEL ADOBE Tinogasta y Fiambalá, las ciudades más importantes de la región, están conectadas por esta ruta a lo largo de cincuenta kilómetros de historias de conquistadores y conquistados y antiguas iglesias de adobe que albergan obras de arte de la época colonial. Partiendo de Tinogasta, que en la vieja lengua de los diaguitas, el Kakana, significa “reunión de pueblos”, el primer lugar al que se llega por este revitalizado circuito es “El Puesto”, un pueblo de unos cuatrocientos habitantes y casas coloniales donde muchos de sus pobladores preparan vino patero. En este lugar en el que se engordaba el ganado y se comercializaban las mulas para las travesías al Alto Perú en los siglos XVII y XVIII, está el oratorio de Los Orquera, una capilla privada construida en adobe por esta familia tradicional en 1747, y en la cual se conservan imágenes de Nuestra Señora del Rosario, de un Cristo Crucificado y un cuadro de la Virgen María amamantando al Niño, todas traídas desde Chuquisaca, en el Alto Perú.
El itinerario continúa hacia la Iglesia de Nuestra Señora de Ancollo, en La Falda, construida también íntegramente en adobe allá por el año 1833, para luego llegar a Anillaco (no confundir con la población riojana). El conjunto residencial de La Residencia y Mayorazgo del Anillaco fue levantado entre 1712 y 1714 y se transformó en el asentamiento agro–ganadero y comercial más importante de toda la región. La iglesia Nuestra Señora de Anillaco, donde se destaca un altar de adobe, es la más antigua de la provincia. Declarada Monumento Histórico Provincial en 1993, fue restaurada en 2003.
Más adelante, en medio de la quebrada de La Troya, aparecen unas murallas de piedra circulares: son las ruinas de Watungasta o Batungasta, un importante asentamiento y centro de intercambio aborigen, cuyo nombre significa “pueblo de los grandes hechiceros”. Ciertos investigadores aseguran que fue poblado entre 1475 y 1530, mientras que otros arriesgan la teoría de que fue habitado incluso antes de la llegada de los Incas, en 1470. Como en Cusco, en su trazado sobresalen dos plazas, lo cual lo ubica como uno de los más relevantes entre los aproximadamente 140 sitios que dejó el pueblo incaico en el país.
La última parada de esta ruta es a las puertas de Fiambalá, donde se erige la Iglesia de San Pedro, que data del 1770 y hoy es Monumento Histórico Nacional, y la Comandancia de Armas. Puertas adentro de la iglesia hay una imagen de San Pedro traída desde Bolivia y pinturas religiosas de origen cuzqueño. Frente a la iglesia, un hermoso algarrobo de más de 200 años contempla impávido parte de la historia de esta tierra que fue testigo de las cruentas guerras calchaquíes.
BODEGAS Y VIÑEDOS Este rincón catamarqueño también tiene un presente por conocer: los vinos que aquí se producen, bendecidos por las bondades del clima y la condición de sus suelos, alfombrados con plantaciones de vid y olivos. Además de los pateros como los que se elaboran en El Puesto, varietales como el Syrah o el Cabernet Sauvignon se han adaptado muy bien al entorno, aunque no son los únicos que se producen en la región: también hay Malbec, Merlot y Chardonnay.
La bodega Don Diego está ubicada justo detrás de la Iglesia de San Pedro. Una buena oportunidad para enlazar la Ruta del Adobe con la senda del vino que van delineando una decena de bodegas, la mitad de ellas “artesanales” donde se producen también licores y aguardiente. En todas se realizan visitas guiadas con degustación.
TERMAS DE FIAMBALA Luego del recorrido histórico-religioso y la cata de vinos, la alternativa es tomarse un merecido descanso regenerador en las termas de Fiambalá, quizá la cara más representativa de este lugar que muy pocos conocen, pero que bien vale la pena visitar.
Enclavadas en la ladera de la sierra de Fiambalá, en medio de un apacible entorno natural, las aguas termales resultan ideales para diversos tipos de tratamientos óseos y de piel. Y para olvidarse del estrés, nada mejor que sumergirse progresivamente en las catorce piletas de piedra cordillerana con temperaturas que van desde los 28 a los 51 grados. Para aquellos que necesiten más de un día de relax, el complejo ofrece pequeñas habitaciones, una minihostería y también cuenta con un sector de camping.
MONTAÑAS DE ARENA El costado más sorprendente de este territorio son sin duda las dunas de Tatón –alcanzan los dos mil metros de altura, erigiéndose así en las más altas de América latina–, y las de Saujil. Las gigantescas montañas de arena son ideales tanto para la práctica del sandboard, como para perderse en su inmensidad a bordo de un vehículo todoterreno o dar un paseo en cuatriciclo. Unos veinticinco kilómetros hay que transitar desde Fiambalá para llegar a las imponentes arenas de Tatón, en tanto sólo once kilómetros separan la apacible ciudad del aún más apacible pueblito de Saujil, con sus casas de adobe y sus pequeños jardines sombreados con vides.
A medio camino de regreso desde Saujil a Fiambalá, vale la pena una parada para adentrarse en el Cañadón del Indio, especie de laberinto de enormes paredones rojizos donde se han encontrado pinturas rupestres y vestigios arqueológicos de los antiguos moradores de la zona.
Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas es la única empresa que vuela a Catamarca. Los pasajes rondan los mil pesos ida y vuelta, sujetos a fechas y disponibilidad. Más info: www.aerolineas.com.ar Tel: 0810-222-86527
Las empresas Gutiérrez, General Urquiza, Nueva Chevallier y Tac cubren el trayecto Buenos Aires-Catamarca. Desde allí, hay que hacer trasbordo hasta Tinogasta o Fiambalá. Los pasajes van desde los 190 pesos en adelante.
Más info: Empresa Gutiérrez: 4315-2298. General Urquiza: 4000-5222/5252.
Nueva Chevallier: 4000-5255. Tac: 4312-7012 / 4313-3632
Dónde dormir:
–Posada de adobe Casa Grande: Moreno 801 Tel.: 03837-421140.
–E-mail: [email protected] www.casagrandetour.com
–Hostel Lejano Oeste: 25 de Mayo 321, Tinogasta.
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