Domingo, 17 de mayo de 2009 | Hoy
CHINA > UNA OBRA IMPERIAL
Recientes estudios de la Dirección Estatal de Arqueología, Topografía y Cartografía China descubrieron que la Gran Muralla es aún más larga de lo que se creía. Sus 8851 kilómetros recorren 156 distritos desde el Mar Bohai, al este del país, hasta el desierto de Gobi, en el oeste.
Por Pablo Donadio
La Gran Muralla China pertenece al grupo selecto de construcciones antiguas –como las pirámides de Giza, Machu Picchu y el Coliseo romano, entre otras– cuya realización en épocas tan lejanas parece imposible de concebir en estos tiempos modernos. Por eso cada nuevo hallazgo en su entorno genera un eco trasnacional y toca las fibras de la historia. Así ocurrió cuando la Dirección Estatal de Arqueología, Topografía y Cartografía China reveló que la zigzagueante serpiente de piedra tiene cerca de 2500 kilómetros más de lo que se creía. Construida en diversos tramos a partir del siglo VI a.C., la Gran Muralla es el mayor emblema de la región, ahora con 8851 kilómetros oficiales de longitud.
DINASTIAS QIN Y HAN Hacia los siglos VIII y VII a.C., el territorio estaba dividido en cientos de feudos y principados. Con el correr de los años, los desperdigados estados de ese período conocido como el de los Reinos Combatientes, emprendieron la construcción de los primeros paredones para diferenciarse entre ellos y protegerse de invasiones extranjeras. El relato oficial indica que hacia el 221 a.C., el emperador Qin Shi Huang unificó toda China al integrar aquellos reinos en un solo imperio. Pese a ser recordado como un tirano por gran parte de la literatura, Qin reformó la escritura, fijó sistemas de monedas, creó la primera red de canales de riego y fijó límites en sus dominios. Consecuentemente decidió romper las viejas murallas interiores y juntar las porciones exteriores con la intención de centralizar el poder y evitar el resurgimiento del viejo feudalismo. Esa construcción, ya a gran escala y con mano de obra mayormente campesina, costó grandes sumas de dinero y largos años de duro trabajo. A medida que la muralla atravesaba los espacios vacíos de China, los constructores se vieron obligados a improvisar: donde no había piedras, utilizaron capas de tierra compactada contenidas en simples marcos de madera. Tras la muerte de Qin y la caída de su imperio, la primera Gran Muralla fue prácticamente abandonada.
Tiempo después, durante el reinado de Han Wu-di, se reconstruyeron algunos tramos de la antigua muralla por razones vinculadas principalmente al comercio, ya que el muro permitía un buen control de entradas y salidas de los productos y mercancías que circulaban por la legendaria Ruta de la Seda.
LOS MING Con la dinastía Ming, se retomó la construcción con materiales más nobles. Posteriores incursiones de los mongoles vigorizaron la idea de la muralla, y se destinó a ella considerables recursos provenientes de las arcas del imperio. La serpenteante edificación de esa época se asienta acrobáticamente sobre terrenos que en algunos lugares se elevan a un ángulo de 70 grados. Los modernos hornos de los Ming permitieron producir masivamente ladrillos en vez de tener que cortar individualmente las piedras o utilizar tierra apisonada. Las torres que fueron construidas a lo largo de las paredes, o directamente integradas a ellas, contaban con un sistema de señales de humo para advertir a los soldados de alguna amenaza. Se dice, incluso, que en tiempos de esplendor su extensión fue custodiada por más de un millón de guerreros. Pero los Ming fueron mucho más que hábiles constructores de la muralla. Sus barcos comerciales navegaban tan lejos como la India, Japón, el Golfo Pérsico y el Pacífico Sur, llevando enormes cargas de porcelana, seda, especias y la nueva y asombrosa bebida que encantaría a Occidente: el té. Sin embargo, la dinastía Ming no pudo impedir el avance de las tribus manchúes. En 1644, los manchúes cruzaron la muralla y destronaron a los Ming. Una vez tomada Beijing, derrotaron a la incipiente dinastía Shun junto a otras resistencias menores y establecieron el reinado de los Qing. Desde ese entonces, la gran víbora de piedra quedó prácticamente silenciada, con un fin más intimidatorio que defensivo, y un recorrido más deslumbrante que utilitario.
TORRES EN LA NIEBLA La muralla deslumbra a los miles de visitantes que llegan por año. Escala crestas de montañas, pasa sobre ríos y penetra en valles hondonados, ocultando su intermitente silueta bajo la niebla. En ese compilado de nubes asoma cada tanto la estructura de castillo de algunas de las 25 mil torres de vigilancia. Su trazado se extiende al este del país desde el Mar Bohai (bahía del mítico Mar Amarillo) hasta el desierto de Gobi, en el oeste, cruzando 156 distritos pertenecientes a 10 provincias. Aunque las dimensiones varían en los distintos tramos, la altura promedio de sus muros oscila entre los siete y ocho metros de altura, con una base de seis metros de espesor. En su recorrido la muralla está posteada por los torreones de comunicación, puertas fortificadas y almenas defensivas. Tiene tres pasos: la ciudadela de Jiayu, que da comienzo oficialmente a la Gran Muralla, es de 1372 y está formada por una doble pared cuadrada de ladrillo y tierra, de más de 700 metros. El paso Shanhaiguan fue otra importante fortaleza en torno de la muralla, ubicada cerca de los bordes de la zona oriental. El último es el paso Juyong, que tenía la función de defender las colinas de la capital, Beijing. Algunos relatos cuentan que los miles de obreros que contribuyeron a la construcción de los diferentes tramos y pasos utilizaron los materiales cercanos disponibles en los alrededores: piedras con un alto grado de metales (incluso plata) cerca de Tian Ling Liao; piedra caliza en cercanías de Beijing, y granito, cerámicas y ladrillo cocido en sectores orientales.
TECNOLOGIA DE PUNTA “Ha habido investigaciones y observación de tramos en varias oportunidades. La muralla es una construcción muy importante para el país”, afirma Han, uno de los responsables de la embajada de China en Argentina. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, y recientemente consagrada una de las Siete Nuevas Maravillas del mundo moderno, la Gran Muralla sigue asombrando. El nuevo tramo detectado fue el descubrimiento más importante del proyecto de planificación del departamento de patrimonios nacionales chinos, que se puso en marcha a principios de 2007 para su protección. Seguimiento satelital y avanzados instrumentos de exploración revelaron sobre finales de 2008 la existencia de algunos tramos ignorados en montañas y desiertos del accidentado suelo chino. “Las obras modernas de carretera y ferrocarril la han afectado”, señaló su director, Shan Qixiang. Si bien se pueden visitar enormes tramos, sólo un pequeño porcentaje está en pie (un 20% en condiciones aceptables y un 30% con muchas ruinas), mientras el resto ha sido erosionado y/o destruido por el hombre a lo largo del tiempo. La Gran Muralla atraviesa provincias como Liaoning, Hebei, Shanxi, Gansu y Shaanxi, además de la región autónoma de Mongolia Interior, Tianjin y Beijing.
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