Dom 24.05.2009
turismo

PATAGONIA EN TEMPORADA DE OTOÑO

AL ROJO VIVO

Para muchas personas la mejor época para viajar a la Patagonia es el otoño, cuando los bosques de lengas y ñires se tiñen de rojo y amarillo. De Tierra del Fuego a Neuquén, una gama de opciones para visitar y encandilarse con la encendida belleza del sur argentino.

› Por Julian Varsavsky

En la Patagonia, universo multifacético por derecho propio, los paisajes cambian radicalmente en cada estación aunque la época más vistosa es sin duda el otoño.

En la colorida temporada previa al invierno, las laderas de las montañas se encienden con los rojos y amarillos furiosos que irradian los bosques de lenga y ñire cuando se van secando sus hojas. Y la luz del sol es más oblicua de lo normal, dándole un tono muy particular a los paisajes, como si se estuviera en un permanente amanecer.

No sólo para los fotógrafos, el otoño es la temporada ideal para viajar a la región. Pero es cuestión de gustos, claro, y lo que está fuera de discusión es que en la Patagonia cada estación implica un viaje nuevo, totalmente distinto al anterior.

Tierra del Fuego

Hay quienes regresan año tras año a la Patagonia, no en plan de viaje estático y repetitivo como quien veranea en Mar del Plata, sino siguiendo siempre una ruta diferente o incluso recorriendo la misma ruta pero en otra estación. Y Tierra del Fuego es acaso el paradigma de cómo un paisaje en la Patagonia puede cambiar de un extremo al otro, desde el blanco más unánime que lo cubre todo hasta el rojo furibundo de las lengas que tiñe las laderas de los cerros.

Unos de los lugares para disfrutar de esos paisajes es el Parque Nacional Tierra del Fuego, donde saliéndose apenas del circuito más simple uno puede caminar a gusto entre densos bosques de lengas y ñires sin nadie a la vista que altere la calma absoluta del lugar. Sin embargo, lo recomendable es salir a “buscar el paisaje” por otros circuitos de los alrededores de Ushuaia donde todavía hay menos gente y los panoramas son en verdad más exuberantes. Una de esas alternativas es hacer una excursión en camioneta 4x4 hasta el lago Fagnano, el más grande de la isla.

El lago Fagnano tiene 110 kilómetros de largo y está en medio de un anfiteatro de montañas, inmensas moles cordilleranas con la base encendida de rojo fuego, una parte intermedia de piedra negra al desnudo -–donde se ha derretido el hielo en el verano—, y en lo alto una cumbre nevada que corona el contraste de colores más hermoso que puede ofrecer del Patagonia.

El Calafate y El Chalten

El eje que conforman las localidades de El Chaltén y El Calafate –separadas entre sí por 225 kilómetros de asfalto– también alcanza su máximo esplendor de colores en la temporada otoñal, cuando al brillo blanquecino de los glaciares y el rojo y amarillo de los árboles se pueden combinar en el cuadro de una misma foto. El contraste mayor se ve directamente desde la pasarelas del glaciar Perito Moreno. Pero es al acercarse a la cordillera de los Andes en El Chaltén cuando uno se topa con la explosión de colores más intensa de esta provincia. Desde casi cualquier punto del pueblo se observa el severo perfil del Fitz Roy (3448 metros) con su filoso pico de granito apuntando hacia el cielo.

La naturaleza de El Chaltén en su máximo esplendor, en las cercanías del Lago del Desierto. Autor: Daniel Semper

El Chaltén fue declarado “Capital Nacional del Trekking” por la variedad de caminatas de todas las complejidades que se pueden hacer desde allí, incluso en otoño. Claro que con bastante más frío que en verano y por lo general no completos sino hasta los miradores de la Laguna Capri, el del Cerro Torre, el de los Cóndores y la Cascada Chorrillo del Salto. En vehículo, es imperdible la excursión a la Laguna del Desierto. Para hacer caminatas más largas como, por ejemplo, hasta la Laguna de los Tres, hay que pedir autorización a los guardaparques ya que los senderos pueden tener mucha nieve. Hay que tener en cuenta, asimismo, que lo recomendable en otoño es recorrer con un guía los senderos que en verano son autoguiados, ya que el clima cambia muy rápido y no es imposible perderse.

Neuquen al rojo vivo

En la parte cordillerana de la provincia de Neuquén, las laderas de la montaña también están cubiertas por lengas y ñires. Se las puede ver en lugares clásicos como San Martín de los Andes, Villa la Angostura y el Camino de los Siete Lagos, o ir en busca de paisajes más desolados donde sobresalen las milenarias araucarias rodeadas por bosques al rojo vivo en Aluminé, Villa Pehuenia y Caviahue.

En Aluminé se respira una tranquilidad pueblerina que ya no se encuentra en otros lugares de la región. Pese a que la actividad económica principal no es el turismo sino la ganadería y la explotación forestal, el turista encontrará aquí cabañas y hosterías confortables sin los precios a veces exorbitantes de la Patagonia más tradicional.

Las ramas enrojecidas enmarcan una perspectiva del espectacular Glaciar Perito Moreno. Autor: Daniel Torres

Hacia la zona de la vecina localidad de Villa Pehuenia, se suman al paisaje enrojecido las desgarbadas araucarias, árboles que ya existían en la época de los dinosaurios. Y Caviahue es otro de los pueblitos neuquinos en los faldeos de la cordillera de los Andes, con 650 habitantes que transitan por calles de tierra y viven algo alejados de todo, pero con un paisaje de ensueño que no cambiarían por nada. El rasgo sobresaliente de estos paisajes es también el de las araucarias, rodeadas de otras especies que enrojecen en otoño. Desde Caviahue, se hacen espectaculares excursiones en 4x4 al borde del cráter del volcán Copahue, que se pueden combinar con la visita a las famosas termas de aguas sulfurosas de Copahue, consideradas unas de las mejores de Sudamérica.

Otoño en Chubut

En el noroeste de la provincia Chubut, entre los parques nacionales Lago Puelo y Los Alerces, el otoño tiene su propio perfil. Especialmente en la localidad de Cholila –famosa por haber albergado a Butch Cassidy y Kid Sundance– un lugar de transición entre la estepa y los bosques andinos donde la estepa no termina de ser estepa pero mucho menos es un bosque frondoso de la cordillera de los Andes. De esta cadena montañosa se prolongan en Cholila las últimas estribaciones orientales que dan paso a una planicie donde se levantan hileras de álamos que en otoño brillan como llamaradas a cielo abierto. Si bien aquí reina la soledad de los grandes espacios vacíos de la estepa, el paisaje no es monótono; lo animan los álamos, las montañas hacia el oeste y el brillo de los ríos y los espejos de agua.

Un sueño de arcoiris, álamos y araucarias en los alrededores de Aluminé. Autor: Sambueza

Por lo general los viajeros llegan a Cholila desde el norte, al final de la recorrida por los pueblos de la Comarca Andina del Paralelo 42: El Bolsón, Lago Puelo, El Hoyo y Epuyén. Y en menor medida llegan desde el sur luego de visitar Esquel y el Parque Nacional Los Alerces.

Por su ubicación entre los parques nacionales Lago Puelo y Los Alerces, Cholila se puede utilizar como base de alojamiento para visitar ambos parques y la localidad de El Maitén, desde la cual se toma la famosa Trochita, el antiguo tren del Expreso Patagónico.

Las antiguas y originales araucarias son las protagonistas del paisaje de Caviahue. Autor: Leo Beccari

Muy cerca de Cholila está la localidad de Lago Rivadavia –frente al lago del mismo nombre–, donde hay unos pocos complejos de cabañas y lodges de pesca. Y desde allí también se puede visitar –a 6 km. por la Ruta provincial 71– el sector norte del Parque Nacional Los Alcerces, donde está el alerzal milenario y el increíble mirador del Lago Verde. Allí la paleta de colores naturales combina diversos tintes de rojo, amarillo, verde, el azul del cielo y el blanco de la nieve; es decir, la Patagonia en su máximo esplendor.

Bariloche escarlata Una excursión de medio día en camioneta 4x4 al Cerro López, 35 kilómetros al noroeste de la ciudad, es una muy buena opción para disfrutar del paisaje otoñal. En el camino se cruzan bosques de altísimos coihues que esconden el curso serpenteante de algunos arroyos que bajan de la montaña formando grandes cascadas. El paseo termina con una visita a Colonia Suiza, una localidad de inmigrantes suizo-franceses donde se toma chocolate caliente y se comen tartas caseras hechas con recetas centroeuropeas.

Un catango tirado por bueyes en el camino flanqueado por álamos, en los alrededores de Cholila. Autor: Julián Varsavsky

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