Domingo, 28 de junio de 2009 | Hoy
MISIONES > INVIERNO EN PUERTO IGUAZú
Un nuevo hotel 5 estrellas en plena selva y la reinauguración del centro de recría de fauna Güira Oga son algunas de las novedades que ofrece Puerto Iguazú para estas vacaciones de invierno. Además, la aventura de navegar bajo los saltos, el canopy entre las copas de los árboles y la sugestiva excursión nocturna para ver las cataratas con luna llena.
Por Julián Varsavsky
Faltan poco más de dos semanas para las vacaciones de invierno y se espera que Puerto Iguazú estalle de viajeros que quieren conocer las famosas cataratas a pleno sol, pero sin sudar la gota gorda del verano. Las temperaturas durante el día promedian los 20 grados, casi no hay mosquitos y, como en días pasados ha llovido bastante, la selva está en su máximo esplendor.
Resultado del boom turístico de los últimos cinco años, Puerto Iguazú se ha renovado. Entre el año pasado y el actual se han abierto tres nuevos hoteles 5 estrellas y hay varios más en camino en la zona conocida como las 600 hectáreas de Iryapú, que se están convirtiendo en un polo hotelero en plena selva. La otra novedad es el relanzamiento con nuevas instalaciones del centro de recría de fauna Güira Oga que, además de cumplir una función ecológica de primer orden, es casi la única posibilidad de entrar en contacto con la esquiva fauna de la selva misionera.
CATARATAS CON LUNA LLENA Caminar de día por la selva es como abrirse paso por un reino de pura sugestión, donde la espesura vegetal no deja ver más allá de unos metros. Pero hacerlo bajo la luz de la noche eleva esa impresión al máximo, como ocurre en la excursión a las Cataratas de Iguazú con luna llena, un paseo que se realiza cinco días al mes: el día del plenilunio, dos noches antes y dos después, siempre que no esté nublado (del 5 al 9 de julio es la próxima fecha).
Para llegar a la Garganta del Diablo con luna llena se toma un trencito ecológico que se interna en la selva y de inmediato comienzan los cambios sutiles en la percepción del viajero. En la noche se acentúan los aromas selváticos, una combinación de fragancias que dan como resultado un único olor a entrañas de la selva. Cuando el sol se hunde en la espesura el proceso de reciclaje natural se acelera. De día la selva absorbe calor y el aire caliente se lleva las fragancias hacia arriba. Y de noche todo se enfría mientras se descompone la materia orgánica de animales y vegetales muertos. Los roedores como el coatí escarban la tierra y la acumulación de aromas de la noche atrae a los insectos que polinizan las flores. Y los murciélagos, por su parte, comen frutos y desperdigan semillas.
Al descender del tren comienza una caminata de un kilómetro por las pasarelas que atraviesan la densidad selvática de algunos islotes sobre el río Iguazú superior. Pero por momentos el panorama se abre y la larga pasarela parece un puente colgante sobre el río inmóvil, que unos metros más adelante estalla en estruendos pavorosos. Y al fondo de la pasarela se levanta una humareda de rocío que brota del aliento a dragón de la descomunal garganta. Allí los rayos de luz forman un arco iris de tenues colores que se recorta en la noche.
La fila de 120 personas avanza por la estrecha pasarela como en procesión, y a los costados se ven las siluetas negras de las palmeras pindó, el contraste de las lianas en la oscuridad y el disco perfecto de la luna radiante al fondo. La noche también tiene sonidos propios que conforman un todo con el fluir reposado de las aguas, el estruendo aún remoto de la Garganta del Diablo y también el canto de pájaros con nombres guaraníes como el anó, el ocó y el tingazú.
Quien lo desee puede acelerar o retrasar el paso para disfrutar de unos instantes de soledad absoluta en la noche misionera. Así captará los murmullos de una fauna rampante, tan invisible como la del día, con sus millares de ojos al acecho mirando sin dejarse ver. En los días húmedos surgen las intermitentes luciérnagas con una luz muy potente, y cuando eclosionan las crisálidas millares de maripositas nocturnas revolotean rozando la mejilla del caminante.
En el silencio nocturno el crujido de una rama rasga la noche, el chistido de una lechuza ordena silencio, un tero da una señal de alerta y el croar de las ranas conforma un coro sin ton ni son. Y a lo lejos el rumor a fauces de dragón está cada vez más cerca.
Al llegar a la Garganta del Diablo con luna llena la noche se parece al día. La luminosidad permite ver el vuelo grupal y alocado de los vencejos capturando microorganismos en las gotas de rocío. Y esas mismas gotas se posan todo el tiempo sobre la cara de los visitantes. Algunos lloran, otros bostezan, hay quienes se agarran con fuerza a la baranda y a la mayoría se le paran los pelos por la energía estática de las aguas reventando contra las piedras.
En la Garganta del Diablo desemboca gran parte del torrente de aguas de las cataratas. Y todos la observan con gesto pasmado, desde un abrupto balcón de hierro donde apenas un metro a la derecha el río suicida se arroja al abismo. Cuando comienzan a caer, las aguas parecen quedar suspendidas en el aire por un instante junto a la cornisa de piedra. Y después –fruto del mismo efecto visual– se desploman como en cámara lenta hacia un cataclismo descomunal. Abajo las esperan el caos, las fauces sedientas de un gigante oculto entre las aguas espumantes.
LA CASA DE LOS PAJAROS A 5 kilómetros de la ciudad de Puerto Iguazú, un largo sendero de tierra que nace al borde de la Ruta 12 se interna en la densidad selvática caracoleando entre soberbios ejemplares de timbó gigante. Allí, Jorge Anfuso y Silvia Elsegood construyeron a pulmón su casa y el refugio de vida silvestre Güira Oga, donde grupos de animales viven en grandes jaulas a la intemperie.
Al nuevo Güira Oga –o Casa de los Pájaros en idioma guaraní– se ingresa ahora en un acoplado descapotado al impulso de un tractor. Y lo primero que remarca el guía es que no se trata de un zoológico sino de un centro de reproducción y recría de animales de la selva paranaense. El predio mide 20 hectáreas que fueron cedidas por el Estado en 1997 y tiene un nuevo centro de interpretación y pasarelas de madera que se internan en la selva.
A este hospital de la selva van a parar los animales encontrados heridos o decomisados por tráfico ilegal en todo el país. El trabajo principal es reproducir las aves y otras especies en peligro de extinción y reintroducirlas en su hábitat natural. En el sector de los tucanes hay cuatro especies de esta colorida ave, entre ellas el arasarí chico y el toco pico naranja, la mayoría decomisados en el aeropuerto de Ezeiza cuando se encontró una treintena de tucanes escondidos en una valija, envueltos en medias de mujer.
Al llegar al área de las lechuzas muchos niños creen encontrar a la mascota de Harry Potter cuando ven a la lechuza del campanario. Más adelante, un ensordecedor parloteo prenuncia el sector de los loros, donde las piezas más vistosas son las guacamayas rojas, prácticamente extinguidas en Misiones. Pero también hay ejemplares de loro vinoso, maracaná afeitado y otros que, por la facilidad con que aprenden a hablar, han sido depredados casi hasta su desaparición. Una de las especies más llamativas del centro es el macuco, una perdiz gigante que llega a medir medio metro de alzada y sobrevive a duras penas en las áreas protegidas debido a su codiciada carne.
En una jaula individual hay un ejemplar autóctono de la familia del mapache llamado osito lavador, que fue criado ilegalmente por una familia de Puerto Iguazú –según Jorge Anfuso, “Iguazú es el reino de los animales silvestres en cautiverio”– hasta que una vez lo encontraron a punto de atacar a un bebé y entonces lo entregaron a Güira Oga. Otra especie llamativa es un hurón grande que llegó atropellado por un auto –ahora está casi ciego–, que cuando caza en pareja persigue venados mordiéndoles los garrones hasta tumbarlos para darles muerte.
Durante los últimos años han pasado por Güira Oga centenares de animales que fueron atendidos por veterinarios. Algunos de ellos pudieron regresar a su hábitat natural, mientras que los deteriorados se quedaron de por vida y cumplen la función de reproductores para que sus crías se integren a la selva. La lista de “huéspedes” en Güira Oga sigue con cuatro monos –-había 25 viviendo en libertad que murieron por la epidemia de fiebre amarilla–, pavas de monte como la yacutinga, el pájaro tangará escarlata –muy buscado por su estridente belleza roja–, yacarés, tortugas, venados y peces que habitan en una isla artificial.
En Güira Oga hay una gran variedad de halcones y águilas. El águila solitaria, de espeso plumaje gris azulado, es una de las más hermosas.
Otra muy vistosa es el águila crestada negra, de ojos amarillos, que compite en belleza con el halcón peregrino. Según Jorge Anfuso, “el halcón peregrino es la más perfecta de las aves, con la mejor aerodinamia de la tierra, diseñada con largos dedos de filosas garras que le permiten cazar desde murciélagos hasta gaviotas, alcanzando en una picada los 300 kilómetros por hora”.
El área selvática de este predio limítrofe con el Parque Nacional Iguazú está preservada y por eso anidan allí muchas aves que rondan las jaulas que habitan sus congéneres lastimados. Incluso una monita caí fue preñada por un mono a través de las rejas.
MULTIAVENTURA A 7 kilómetros de Puerto Iguazú se realiza un circuito multiaventura donde la estrella es el canopy o tirolesa, que consiste en subir por una escalera a un árbol de 35 metros en plena selva, para cruzar suspendidos de un arnés hasta otro gran árbol a 100 metros de distancia. Entre un árbol y otro, el aventurero “sobrevuela” la selva a toda velocidad y a lo largo de varias estaciones se recorre 800 metros. Luego llega el momento del descenso en rappel en una pared rocosa de 25 metros.
Para sentir el paisaje enérgico de las cataratas se puede tomar la lancha que se interna a toda velocidad por los rápidos del río Iguazú inferior, entre dos paredes selváticas con caídas de agua. Una potente acelerada obliga a todos a sujetarse de una soga, y de repente se desata un torbellino de aguas que caen por la pared más cercana. No se ingresa en la temida garganta, por supuesto, pero a cambio se recibe una “ducha a presión” bajo el salto Los Tres Mosqueteros. Los pasajeros gritan como si llegara el fin del mundo. Y un atronador torbellino indica que se ha alcanzado el epicentro de una calamidad. Inmersos en una densa nube de rocío, los pasajeros ven que a pocos metros de la embarcación la catarata explota en ráfagas de agua que los azotan sin cesar. Los que más disfrutan son los niños, y cuando parece que todo ha terminado, la lancha da una larga vuelta en “U” alrededor de la isla San Martín en busca de un salto del mismo nombre, uno de los más furibundos del parque. Cuando la embarcación encara a toda marcha hacia el centro del salto, algunos gritan de alegría y otros de pavor. Y sin tiempo para pensarlo ya están adentro de una densa nube de agua. De repente es como si un cuerpo de bomberos abriera sus mangueras al unísono para atacarlos a chorros. La situación es desconcertante, porque llegado cierto punto ya no se ve nada, salvo el rocío blanquecino. Muchos piensan que algo ha fallado y se han perdido en la catarata. Pero no, por supuesto. Las medidas de seguridad son muy rigurosas y se trata sólo de un juego erizante como seguramente no habrá otro, ni siquiera parecido, en cualquiera de las sucursales de Disneyworld.
El pasado mes de abril abrió el Loi Suites, un 5 estrellas semioculto entre la vegetación de la llamada selva Iryapú, que se conecta con el Parque Nacional Iguazú. El nuevo Loi Suites fue diseñado con un novedoso concepto arquitectónico en el que cinco cuerpos de edificios que no sobrepasan la copa de los árboles se interconectan con puentes colgantes, pasarelas elevadas y senderos terrestres. La selva lo rodea con tanta cercanía que casi no se ve el cielo por las ventanas de las habitaciones. Tres piletas unidas con cascadas ocupan 800 metros cuadrados y tienen un diseño adaptado al entorno natural, con tres islitas en su interior que protegen otros tantos ejemplares de árbol palo rosa, una especie prohibida de talar. Además de los tres cuerpos con habitaciones, hay otro con ocho sofisticadas cabañas casi al borde de la barranca que da al río Iguazú, equipadas con tina a la antigua, deck y un jacuzzi al aire libre. Y por supuesto, los huéspedes también pueden disfrutar de un spa con ambiente oriental. El hotel ofrece un paquete promocional que cuesta 1315 pesos por persona en base doble, incluyendo pasaje de avión, dos noches y tres días de alojamiento, traslados al aeropuerto y una excursión a las cataratas. La tarifa común en habitación doble standard cuesta 230 dólares más IVA. Las cabañas con capacidad de hasta tres personas cuestan 530 dólares por día. Más información: Tel.: 5777-8950 www.loisuites.com.ar
–El paseo con luna llena cuesta $ 80. Más información en el Tel. 0800–266-IGUAZU www.iguazuargentina.com
–Iguazú Jungle Explorer ofrece la excursión náutica Gran Aventura ($ 70 por persona) y un paseo ecológico en gomón ($ 35), entre otras propuestas. Además hay programas especiales como el Pasaporte Verde, que incluye el Paseo Ecológico y la Gran Aventura ($ 150) y el Full Day Cataratas, que incluye el Paseo Ecológico y otro llamado Aventura Náutica ($ 75). Tel.: 03757-421696 www.iguazujunglexplorer.com
–Güira Oga. La entrada cuesta $ 30 Tel.: 03757-423980 www.guiraoga.com.ar
–La excursión de canopy y rappel la organiza Iguazú Forest y cuesta $ 95 por persona. www.iguazuforest.com
n Cómo llegar: Lan Argentina tiene dos frecuencias diarias a Puerto Iguazú desde Buenos Aires y la tarifa ida y vuelta cuesta desde $ 448. Tel.: 0810-9999-526 www.lan.com
La empresa de micros Vía Bariloche tiene numerosas salidas diarias hasta Puerto Iguazú con las variantes de cochecama, semicama y cama suite. Un pasaje en microcama, semicama y cama ejecutivo cuesta desde $ 215. Tel.: 0800-999-7076 www.viabariloche.com.ar
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