FRANCIA > HISTORIA Y ARTE EN LA PROVENZA
La ciudad del sur de Francia fue la capital de la región de la Provenza en tiempos del Imperio Romano. De aquel lejano pasado se conservan invalorables ruinas que Vincent Van Gogh reflejó en algunas de las muchas obras que pintó en Arlés durante los últimos 15 meses de su vida.
Arte e historia se entrelazan íntimamente en la provenzal Arlés, quizás una de las más antiguas ciudades de Francia, cuyos orígenes se remontan a unos cinco siglos a.C. cuando los griegos se asentaron en una base rocosa junto al delta del Ródano. Y como en tantos otros lugares de la región mediterránea, después de los griegos llegaron los romanos quienes bautizaron Arelate al sitio y lo eligieron como sede de la prefectura de la Galia, capital regional de la Provenza y colonia militar de retiro para los veteranos de la VI Legión. Con esos títulos y con la llegada de una nueva y privilegiada población, la ciudad fue creciendo y transformándose arquitectónicamente en una pequeña Roma: se construyeron templos, foros, murallas, palacios, circos, de los cuales aún quedan vestigios que testimonian el apogeo que alcanzó Arlés bajo el dominio del Imperio.
No son demasiados los kilómetros que alejan a Arlés del Mediterráneo, pero el agua no es ajena a la ciudad, ya que la bordea el río Ródano. A orillas del Ródano se encontraba el antiguo circo romano, del cual prácticamente no quedan restos (salvo el obelisco egipcio hoy ubicado en el centro de la plaza del Ayuntamiento). Pero las ruinas más imponentes son sin duda las del anfiteatro, construido durante el siglo I a.C, con capacidad para más de 20.000 personas. Es el monumento más grande de las antiguas Galias. Sus murallas exteriores están en bastante buen estado porque en la época medieval el anfiteatro sirvió como plaza fuerte. Con el paso del tiempo, recuperó su identidad como anfiteatro y aún hoy en la pista se organizan regularmente eventos, conciertos y corridas de toros al estilo provenzal: el toro no muere.
El otro gran edificio fue el teatro romano, construido por el emperador Augusto al final del siglo I a.C., capaz de albergar a 10.000 espectadores y cuya fama llegó a trascender las fronteras de Provenza. Pero el teatro no pudo vencer al tiempo: durante siglos sirvió como cantera de piedra para la construcción de casas. Sólo quedan vestigios de sus cimientos perdidos en la vegetación y dos columnas llamadas Las Dos Viudas que quedaron en pie con el verde telón de fondo de los pinos que rodean el sitio.
UNA MIRADA GENIAL La ciudad atesora así ruinas del arte arquitectónico de la época clásica, pero también el haber sido fuente de inspiración del arte pictórico de un maestro que reflejó en sus cuadros no sólo su esencia provenzal sino también su pasado romano: Vicent Van Gogh. Muchas de las obras del gran holandés son como una lupa, un telescopio de sensaciones e intensidad visual que va revelando los matices, luces y esencias de Arlés casi como –en otro sentido, trágico– lo hizo Picasso con Guernica. Es que las calles, vivencias, soles, paisajes, monumentos y bares de esta ciudad de la Provenza están en las telas que Van Gogh pintó durante los quince meses que vivió en Arlés.
Van Gogh buscaba descubrir los secretos de la luz interior y exterior en las cosas, y el sur de Francia, con sus consagrados días soleados, era el mejor destino. Entonces, allí se dirigió. La lista es larga, pero valga como ejemplo: en Arlés pintó: Autorretrato (con su oreja vendada), La habitación, Terraza del Café de la place de Forum en Arlés y La casa amarilla, entre otras casi trecientas obras. Y también deambuló por las calles en desnivel, que mezclan suelo y terrazas, y por las placitas que se abren paso hacia la parte alta de la ciudad donde está el antiguo anfiteatro romano que inspiró al artista para pintar el cuadro Las Arenas, con la gente yendo a una corrida de toros.
En este breve abordaje a la historia y el arte de Arlés, tampoco puede pasarse por alto la necrópolis de Alyscamps –en un tramo de la antigua Vía Aurelia–, tema de otro famoso cuadro del gran artista. Hoy, las losas romanas desaparecieron pero los sarcófagos de piedra se alinean a ambos lados del camino. Están exactamente en el mismo lugar en que los pintó Van Gogh. “En las tardes de otoño, cuando los árboles que bordean el camino toman un color amarillento que combina perfectamente con la paleta del pintor, la perspectiva de los cofres de mármol roídos por el tiempo es idéntica a la que reflejan las pinturas del genial holandés, que hizo de Arlés su última patria y reflejó en sus obras finales las caras de su gente, las estrellas de los límpidos cielos de verano, el intenso azul de los lirios dispersos en los campos, el amarillo dorado de los trigales y su propia mísera habitación, allí donde la pobreza y la locura lo llevaron a la muerte.” * z
* Graciela Cutuli: “Roma a la Provenzal”. Informe: Astor Ballada.
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