CORRIENTES UN ITINERARIO ENTRE TRES FRONTERAS
Aires de chamamé
El corredor turístico
del río Uruguay, a 600 kilómetros de Buenos Aires, es una opción diferente para pasar un fin de semana. Paseo por las islas, visita al pueblo uruguayo de Bella Unión y al brasileño Barra de Quarei, actividades acuáticas, turismo rural, asado y mucho ritmo de chamamé.
Por Maria Amalia Garcia
Un paisaje cubierto de vegetación, rico en olores, sabores y leyendas, moldea no sólo las costas del río Uruguay sino también los pueblos ribereños y su cultura. Es el paisaje del corredor turístico ubicado a la altura de la ciudad de Monte Caseros en la provincia de Corrientes, a 600 kilómetros de Buenos Aires. Junto con Barra de Quarai, de la República Federativa de Brasil, y Bella Unión, de la República Oriental del Uruguay, conforman un punto tripartito que se puede descubrir en lancha por el camino de las islas. Y así aparecen Correntina, Mbiguá, Islote y Brasileña, en ese orden, custodiadas por el encanto del fluir manso y lento del río, en medio de una fauna de carpinchos, vizcachas y lobitos de río que conviven en armonía con garzas, gansos salvajes, patos, teros y hasta algún yacaré escapado de las garras del hombre.
El paseo permite combinar diversos itinerarios de acuerdo con las preferencias de los visitantes. Desde avistajes de aves y deportes náuticos hasta turismo rural, asados y chamamé. Pero también descubrir historias y leyendas sobre antiguas rutas de carretas argentinas y orientales, como el peligroso Paso de los Higos donde, según cuentan los lugareños, en negras noches sin luna cayeron en tiempos pasados varias carretas cargadas con tesoros que aún continúan bajo las aguas.
Al llegar a Bella Unión –un municipio pintoresco, tranquilo, caracterizado por automóviles de la década del ‘60 que transitan la siesta y la idiosincrasia del pueblo uruguayo–, se puede compartir un almuerzo, visitar una pequeña bodega y catar sus vinos. Más adelante, cruzar a la brasileña Barra de Quarai, otra población tranquila, de trece manzanas con una calle principal donde abundan comercios de electrodomésticos y alimentación, para emprender finalmente el regreso por el verde intenso del paisaje isleño. Igual que el río, cambiantes, a veces transitables, otras arenosas, las islas pueden incluso desaparecer por completo de la superficie, sumergidas durante alguna crecida.
Nuevamente en tierra, la ciudad de Monte Caseros invita a caminar por sus amplias calles de 36 metros con bulevares y por la extensa costanera que serpentea el contorno del Uruguay, aspirando el olor del río y el perfume de los jazmines, y envidiando un poco la calma de sus habitantes, quienes aún acompañan la caída de la tarde sentados en la vereda.
En los alrededores de la ciudad se puede elegir otras opciones de interés turístico, como pasar un día de estancia en San José del Miriñay, a 12 kilómetros de la ruta 14, sobre la margen izquierda del río que le dio su nombre, o pasear a caballo y en sulky, y también aprender algo del trabajo rural en La Querencia, a unos pocos kilómetros de Monte Caseros. Al mediodía, deleitarse con un sabroso asado al aire libre que va llegando a la mesa en bandejas de carne humeante, chorizos de cerdo y chinchulines, acompañados por vinos tintos y blancos. Finalmente, la comida culmina con los dulces pasteles criollos y la alegría chamamecera que acercan los grupos musicales de la zona. Con todo eso, ¿quién no se anima a bailar el chamamé?
Después, cuando el atardecer enrojece las aguas del Uruguay, es el momento de sentarse frente al río y dejarse llevar por la serenidad que fluye del paisaje litoraleño, tratando de guardar un poco para el regreso a la agitada vida de todos los días.
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