BOLIVIA > EN EL CERRO CHACALTAYA
El Chacaltaya fue la pista de esquí más alta del mundo. Como consecuencia del calentamiento global, apenas quedan manchones de la mole de hielo que reinó a 5300 metros de altura en medio de la cordillera Real boliviana. Actualmente una excursión desde la ciudad de La Paz llega al filo del imponente cerro, donde subsisten el refugio y un observatorio astrofísico.
› Por Pablo Donadio
Es impresionante ver fotos comparativas de años pasados no tan lejanos y la pedregosa actualidad de Chacaltaya. Ubicada a 5300 metros sobre el nivel del mar, la montaña cargó con un vigoroso glaciar donde funcionó el centro de esquí más alto del planeta. Poco había allí del excentricismo y glamour que suele ser moneda corriente en los grandes complejos internacionales: se trataba de una discreta pista de 200 metros, casi una excusa para la visita más que un sitio ideal para la práctica del esquí. Claro que quienes tuvieron el privilegio de conocerla activa hasta 2007 y parte de 2008, cuentan que descender ese tramo era una experiencia tan emotiva como singular.
“CHACALTAYA HA DESAPARECIDO. YA NO EXISTE” Fue la afirmación, mezcla de pena y resignación, del doctor Edson Ramírez, del Instituto de Hidráulica e Hidrología de la Universidad Mayor de San Andrés, institución que administra el Centro de Investigación y Laboratorio de Física Cósmica ubicado al filo de la reciente y evaporada pista. Lo que sí subsiste es el área científica encargada de la realización de estudios y proyectos de antropología, arqueología, geología, biología, ecología y espeleología zonal, donde equipos multidisciplinarios han trabajado durante años observando la zona.
Chacaltaya representa un claro ejemplo de los efectos del cambio climático en los glaciares del mundo: hasta hace pocos años se pensaba que su final llegaría alrededor de 2015. No fue así porque la tasa de deshielo se triplicó en los últimos diez años, según informes del equipo de investigadores de Ramírez, estudiosos de este glaciar en particular desde 1991. Los científicos consideran que su desaparición es consecuencia de la acumulación de gases de efecto invernadero y un aumento de las temperaturas medias vigentes en todo el mundo. También afirman que las controversias sobre la validez del calentamiento son irrelevantes frente a la evidente realidad de los hielos andinos.
Desde la cumbre de Chacaltaya, herida pero no muerta, hoy se distinguen, entre otras cosas, los picos nevados de la cordillera Real, un conjunto de montañas bellas y ricas en minerales que dividen las tres cuencas hidrológicas bolivianas. Tres gigantes que rondan los 6 mil metros de altura –Illimani, Mururata y Huayna Potosí– completan el solemne panorama en el que deslumbra la vista del mismísimo Titicaca, el lago de los sueños que el país comparte con Perú. Illimani, a 6462 metros, es particularmente el hogar de varios glaciares que, según Ramírez, pueden sufrir el mismo destino que Chacaltaya dentro de los próximos 30 años.
Con un dejo de nostalgia y preocupación, los entusiastas del Club Andino Boliviano, integrantes del emprendimiento original que diera vida al centro invernal fundado hace 70 años, no tienen mucho que decir. Más allá de la investigación científica y la preservación de la ecología, el grupo sigue promocionando el esquí, el montañismo, la exploración y conquista de estas altas cumbres, aunque aún están absortos por la desaparición del glaciar. Apenas un puñado de esquiadores y turistas siguen con las botas y las tablas a cuestas en épocas de nevada, cuando un pequeño sector con nieve de pocos días se improvisa justo abajo del antiguo gigante.
LA EXCURSION A Chacaltaya ex centro de esquí se llega desde Chacaltaya pueblo por un camino de montaña construido en la década del ‘30. Si bien la oleada de turistas disminuyó desde la desaparición del hielo y la nieve, la salida es una clásica visita que puede contratarse en varias empresas turísticas de La Paz, y que invita a conocer muchos atractivos cercanos. Un gran número de lagunas que decoran las coloridas laderas y destinos como el Valle de la Luna, reconocido paisaje lunar con formaciones pétreas, compensan holgadamente la no-nieve. La salida, que incluye transporte y guía, puede hacerse de medio día extendido (unas siete u ocho horas), o combinar con acampe en alguno de los lugares visitados. Allí, lógicamente, hace frío y cuesta caminar sin ahogarse, pero si uno se ha aclimatado un poco en La Paz, sí que vale hacer el intento y llegar a ese entorno virgen e inmenso, con la opción esporádica de un poco de esquí. La estructura del Club Andino cuenta con un importante desarrollo deportivo, donde el trekking, la escalada y los circuitos de bicicleta de montaña son actividades realizables y divertidas. Pero hay que tomar los recaudos que toda montaña de envergadura merece, y que sólo los guías y montañistas curtidos conocen, por lo cual es indispensable su compañía. Expertos del lugar ofrecen también servicios de aclimatación a la altura, orientado a expediciones de montañas cercanas como el Huayna Potosí, con estadías en el refugio Chacaltaya, un edificio de piedra de tres pisos con dormitorios, baños y un restaurante, a unos cien metros de la cumbre. Parte del paseo (previo arreglo con los guías) puede incluir la visita a la laguna Pamparalama, donde está establecida parte de la comunidad originaria Chacaltaya. Sobre su precaria ruta, el paisaje va mostrando las postales del sin tiempo, con animales sueltos, cultivos de maca (una suerte de rabanito de color crema o púrpura) y algunas ruinas de un viejo establecimiento minero. Además de embellecer el lugar, la laguna es importante como fuente de supervivencia de los pobladores de la comunidad, que han desarrollado un criadero de truchas a través de una cooperativa. A orillas del agua, dos embarcaciones de madera van y viene al sector del criadero, un paseo “habilitado” al visitante, que puede llevarse también algunas muestras del arte local, creación de las manos prodigiosas de sus mujeres.
HACIA EL HUAYNA Quien ande por aquí y guste del andinismo no debería perderse la llegada al Huayna Potosí, glaciar cercano y uno de los gigantes de la cordillera Real a conquistar. Mirador natural de los Andes ubicado a 56 kilómetros de La Paz, su macizo de roca, hielo y nieve puede ser escalado tanto por andinistas “medios” como quienes exigen rutas más técnicas como las que su pico ofrece por las caras Oeste y Noroeste. Esa dificultad intermedia –6088 metros sobre el nivel del mar– se torna un desafío posible tanto para los amantes de la aventura como para los que ya tienen varias cumbres de ese calibre a cuestas. Pese a que la temporada de escalada comprende el período entre mayo y septiembre, los meses de julio-agosto son los mejores para ascender, ya que las precipitaciones son mínimas y los cielos bastante más despejados, aunque hay que soportar temperaturas que pueden bajar hasta los 20º centígrados. Los programas contemplan de uno a cuatro días para su visita, y existe una ruta conocida y accesible que se inicia en la laguna Zongo, que suele ser recomendada a los principiantes. La aproximación por el denominado camino “normal” comienza en San Calixto a 4700 metros o desde el refugio Huayna Potosí, siguiendo senderos marcados durante dos horas que van hacia la parte frontal del glaciar. Ambos caminos se juntan al filo de la morena, cuando aparecen pendientes peligrosas, y se sigue hasta el campamento de las Rocas, a 5150 metros. Allí se suele descansar y disfrutar de la fauna y flora de altura, pese a que algunos prefieren entrar directamente al glaciar y seguir subiendo por rampas hasta el Campo Argentino, un espacio actualmente en desuso, rodeado de numerosas (y peligrosas) grietas. Desde allí la ascensión propiamente dicha es lo que resta, enfrentando la cara Este por su base con pendientes inclinadas y desniveles de unos 250 metros e inclinación media de 40º/50º. Si bien el Pico Norte es su cima más alta, al superar los escollos del sector Este, en poco tiempo podrá disfrutarse de la nada despreciable cumbre del Huayna, vecino del todavía imponente Chacaltaya, y una de las cimas de nuestro mundo.
Allí quizá pueda escucharse por lo bajo el comentario de los guías más entusiastas, que aseguran estar esperando confirmaciones de inversiones que podrían habilitar otra pista de esquí en el nevado Charquini (5450 msnm), otro glaciar cercano que presenta buenas condiciones respecto del antiguo número uno y que hoy, al menos, aún existe.
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