NORUEGA > OSLO, TRADICION Y VANGUARDIA
Allá en el Norte, rodeada de fiordos y leyendas vikingas, Oslo es una capital sorprendente donde se dan la mano la historia, el arte y la naturaleza. Tierra de esquiadores, de navegantes y de reyes, su intensa vida comercial y cultural invita a descubrirla durante todo el año.
› Por Leonardo Larini
Aunque está lejos de ser un destino tradicional para los operadores turísticos, Oslo recibe cada año numerosos viajeros que llegan atraídos por la historia y las leyendas de los vikingos, habitantes de esta zona del norte de Europa en tiempos ya demasiado lejanos. Atractivos no le faltan: rodeada de cerros y montañas, con 40 islas dentro de los límites de la ciudad, Oslo es una de las ciudades más elegantes, ordenadas y pulcras del Viejo Continente. Por eso, pero también porque tiene mucho para ofrecer al viajero ávido de salirse de los circuitos clásicos europeos, se ganó a fuerza de museos, iglesias, capillas y salas de concierto un nombre propio entre las capitales escandinavas. Para muestra basta un botón: lo primero que llama la atención es que en las plazas céntricas hay, en lugar de palomas, gaviotas, que forman parte del paisaje cotidiano de la ciudad, yendo y viniendo del centro al cercano mar.
ENTRE FORTALEZAS Y MUSEOS La capital noruega, fundada en 1048 por el rey Harald Hardrade, está situada en el sector más profundo del fiordo de Oslo, en la desembocadura del río Aker. Comparada con otras ciudades europeas es relativamente pequeña; tiene unos 500 mil habitantes y puede ser tranquilamente recorrida a pie. Pero pequeña no significa periférica o provinciana, y se lo puede comprobar en los primeros pasos por la calle principal, la Karl Johans Gate, donde abundan los locales comerciales y los músicos que brindan shows para quien quiera escucharlos en cada una de las esquinas. Además, uno de los barrios más populares de Oslo –y también por eso uno de los primeros que eligen los visitantes– es Grünerlokka, algo así como el equivalente escandinavo del Greenwich Village neoyorquino. Este pintoresco distrito de aires bohemios se caracteriza por la variedad de grupos étnicos que lo eligieron para vivir, con una diversidad que se suma a la que aportan gran cantidad de bares, cafés, restaurantes y tiendas de antigüedades.
Después de recorrerlo hay que organizar un itinerario para conocer los principales atractivos de Oslo. Se puede empezar por la fortaleza de Akershus, un castillo medieval construido en el siglo XIII que conserva las mazmorras donde se encerraba a los prisioneros, las felpas que ornamentan los pisos superiores, las salas de banquetes, los salones donde se discutían las cuestiones de Estado y una capilla en la que actualmente se realizan eventos reales. En el interior de la fortaleza, que por las noches refleja con elegancia sobre el agua su maciza silueta iluminada, funciona el Museo de la Resistencia y se conservan las tumbas de los reyes Haakon VII y Olaf V. El viajero con inquietudes artísticas no puede soslayar tampoco la visita a la Galería Nacional: la colección del museo estatal noruego incluye a los pintores locales más destacados, pero exhibe también obras de Cézanne, Picasso, Manet y Matisse. Y en esta materia uno de los grandes atractivos de Oslo es el Museo de Munch, célebre autor del no menos célebre El grito, robado en 2004 de estas instalaciones. El establecimiento alberga algunas de sus obras más famosas y todos los años repone la muestra Edvard Munch by Himself, completamente dedicada a sus autorretratos.
Otro lugar imperdible es el Museo Folclórico Noruego, contiguo al museo de los barcos vikingos y formado por 170 casas históricas provenientes de distintas regiones del país, ubicadas en un frondoso bosque. Cada una de ellas tiene el mobiliario y la vajilla típica de su lugar y su época.
Al aire libre, además de los museos, Oslo tiene mucho para mostrar. Para combinar arte y espacios verdes, el Parque Vigeland es una alternativa insoslayable: sobre una extensa superficie, 170 estatuas de granito y bronce del escultor Gustav Vigeland invitan a un paseo tan curioso como interesante, porque las obras evocan momentos de las diferentes etapas de la vida a través de esculturas de líneas puras y grandes dimensiones. Al final del parque, “Livshjulet” (la rueda de la vida), muestra una bella conclusión en la forma de un círculo que enlaza siete figuras humanas.
Cuando la intención es conocer más de la rica historia noruega, que evolucionó a la par de la maestría de sus habitantes sobre las olas, el punto a visitar son dos museos situados en Bygdoy, la península enfrente del puerto de la ciudad. Dedicados a la Kon-Tiki, el Fram y los Barcos Vikingos, aquí se exponen las embarcaciones utilizadas por los marinos noruegos a lo largo de la historia, desde los primeros exploradores transatlánticos hasta los vikingos, los exploradores del Polo y el aventurero Thor Heyerdahl. La colección de barcos vikingos recuperados del fiordo de Oslo es asombrosa. Además se exhiben remos, lanzas, cuchillos, cascos y vajilla utilizados por aquellos audaces navegantes.
Volviendo a la ciudad, lo ideal es acercarse a la Catedral, la Domkirke, construida en el siglo XVII y restaurada 150 años después. En 1910 le fueron agregados vitrales creados por Emannuel Vigeland (hermano de Gustav), que completan su sobria arquitectura. Los amantes de la música pueden acercarse a los conciertos que se ofrecen aquí algunos días de la semana. Y para completar la jornada, nada mejor que recorrer las calles del centro, done abundan las tiendas con productos típicos, entre ellos los cálidos pulóveres noruegos. También se los consigue en las grandes tiendas Glasmagasinet, famosas por sus cristalerías, en Steen & Strom o el centro comercial Paleet, algunos de los sitios más frecuentados por los turistas.
ARTE Y EXCURSIONES A pesar de todo lo visto, no se puede decir que esté completa todavía la visita de Oslo: la capital noruega tiene aún mucho más para mostrar. Como desde principios del siglo XX está asociada a la entrega del Premio Nobel de la Paz, un resabio de los tiempos en que Noruega y Suecia estaban unidas, siempre llama la atención el Ayuntamiento, sede de la ceremonia anual de entrega del galardón (el único que se da en Oslo, ya que los demás se entregan en Estocolmo). También hay que conocer el Palacio Real; la rampa y el Museo de Esquí de Holmenkollen, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1952; el centro artístico Henie-Onstad y el Parlamento. Durante las caminatas, los más de 340 lagos de la ciudad deleitan la mirada de los turistas que, en invierno, no dejan de realizar un paseo en los trineos tirados por perros que recorren los bosques de los alrededores.
Entre las excursiones que se pueden realizar saliendo del centro de Oslo se cuentan las de la fortaleza de Kongsten, en Fredrikstad; la del sistema acuático y el centro recreativo de Vansjo; el Camino de los Antiguos, entre las localidades de Fredrikstad y Skjeberg, donde se pueden visitar cuevas de la Edad de Bronce y cementerios vikingos; el Museo Naval de Horten y el Museo Whaling, en Sandefjord. Asimismo es interesante conocer Nordmarka, zona de naturaleza virgen en el extremo septentrional de la capital, repleta de pistas de esquí e ideal para la práctica del senderismo. En estas áreas existen numerosos restos de civilizaciones antiguas, rocas talladas, sepulcros, iglesias de piedra y fortalezas. Una prueba más de que Oslo es una ciudad tranquila, ordenada y moderna, pero con una fuerte mirada al pasado y la diversidad cultural de una gran capital europea.
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