SUDAFRICA > RUMBO AL MUNDIAL
Fabuloso destino de salvajes reservas naturales, excitantes safaris y playas a los pies de montañas, Sudáfrica recibe al mayor y más pasional espectáculo del planeta: el Mundial de Fútbol 2010 de la FIFA. Una ola turística se aproxima, y la tierra de Nelson Mandela ya está lista para recibirla.
› Por Pablo Donadio
¡Bafana-Bafana!”, resuena ya en cada rincón sudafricano en honor al seleccionado local, apodado “los chicos” en zulú. Y si a la emoción que provoca lo distinto se le suma la excitación que genera un Mundial de Fútbol, cabe decir que Sudáfrica será pronto “el” lugar en el mundo. Pero más allá del mes futbolístico que transcurrirá entre el 11 de junio y el 11 de julio, el país cuenta con asombrosos destinos para recorrer antes, durante y después de la competencia. Aquí una visita a las dos ciudades centrales por las que pasó este cronista, y un pantallazo general de las otras siete provincias sede de la acción futbolística, haciendo hincapié en el apasionante mundo de los safaris, las reservas protegidas y las playas de aguas turquesas a los pies de las montañas.
LA CIUDAD COSMOPOLITA Destino indicado para quienes arriban por primera vez no sólo al país sino al continente desde este lado del mundo, Ciudad del Cabo es reconocida como la “puerta de entrada” a Africa. Capital legislativa del país, con una infraestructura turística de excelencia, Cape Town recibe a diario visitantes de todo el mundo. Si bien la luz ofrece infinidad de actividades y lugares destacables, hay que esperar a la primera nochecita para que el brillo de su bahía central lo colme todo, y desde alguna colina se vean los destellos y su enormidad extendida hasta el mar. Apenas se llega avión, la ciudad ofrece un primer impacto geográfico: es la solemne figura de la Table Mountain (montaña de la mesa), un cordón cortado abruptamente a los 1086 metros sobre el nivel del mar, y habitualmente cubierto por un manto de nubes que constituyen su famoso “mantel”. Símbolo de Ciudad del Cabo, es apenas uno de los escenarios a los que se puede acceder mediante un cablecarril para recorrer sus balcones naturales, excelentes miradores del valle urbanizado. En pleno centro, más allá de las autopistas y comercios de grandes marcas, la vida artística se deja ver a pleno en la Greenmarket Square, la plaza de los artesanos, donde se consiguen tablas, ceniceros, veladores y perfectas figuras de animales talladas a mano por maestros en manualidades. Caída la noche, el otro clásico es el Victoria & Albert Waterfront, un complejo portuario comparable con Puerto Madero, con cientos de negocios y restaurantes donde marchan frescos y abundantes los cangrejos, camarones, almejas y demás manjares acuáticos. Todo, claro, acompañado de los buenos vinos locales, un producto que crece sin pausa a nivel mundial.
Sin embargo, lo más destacado de Ciudad del Cabo son sus playas: toda la costa central es un oasis de colores, de arenas blancas, aguas –muy frías– turquesas, y oscuras montañas y acantilados. En ese marco, muchas agencias llevan al Cape Point, el extremo más extremo del continente, donde confluyen alegremente las aguas de los océanos Atlántico e Indico, regando la superficie de líneas salinas. Para acceder al mirador se realiza una larguísima caminata ascendente por pasillos de piedra, o se toma un carrito conectado a dos rieles como en los centros de esquí. Ubicado dentro de los límites de la Reserva Natural del Cabo de Buena Esperanza, el Cape Point es un primer atisbo de la preservación sudafricana de espacios naturales. Hay allí 1200 especies de plantas nativas y 160 especies de aves, además de curiosos grupos de antílopes, cebras y familias de monos babuinos que juguetean sin parar. No muy lejos, el Jardín Botánico Kirstenbosh completa el cuadro de vida silvestre con 6000 especies de plantas nativas, y así ambas opciones se erigen como alternativas para quienes no se animan a los safaris tierra adentro. Antes de dejar Cape Town, vale llegar al mega acuario Two Oceans, que con un solo vidriado separa tiburones y enormes animales marinos de los pasillos por donde pasean los turistas, entre maravillados y aterrorizados, preguntándose: “Y si se rompe, ¿qué hacemos?”.
TIERRA DE SAFARIS La otra sede central para el fútbol, donde se disputarán el debut y la gran final (y los dos partidos iniciales del seleccionado argentino), es Johannesburgo. En “Jozi”, como les gusta llamarla a los locales, la primera impresión es casi porteña, con espacios donde la abundancia da cabida a la miseria en apenas unos metros. Combinación de museos, restaurantes, galerías y hoteles glamorosos, la ciudad ofrece historia y lugares como la Gold Reef City, antigua mina de oro devenida en resort turístico y parque de diversiones. Pero más allá de esto la urbe más grande de Sudáfrica es el punto de partida de los mejores safaris, como los del Parque Kruger, al que llegan más de un millón de turistas anuales. Allí comienza aquello que verdaderamente pocos lugares del planeta pueden ofrecer: un mano a mano con los grandes animales de la selva y la sabana, que desfilan en libertad y a escasos metros de los ojos. Supervisadas por guardaparques, y previa toma de las dosis contra la malaria que allí se aconsejan, comienzan travesías por circuitos y con horarios estrictos... aunque la selva es patrimonio de los animales, donde el hombre puede planificar pero no asegurar de qué manera, cómo y cuándo se topará con muchos de ellos, algunos impresionantes. El Kruger, de 19 mil kilómetros cuadrados (un poco menos que la superficie de Tucumán), es conocido mundialmente no sólo por su increíble variedad de especies y una estructura fascinante de lodges y reservas privadas internas como la de Sabi Sand, sino por el contacto íntimo con los animales en su hábitat natural (es decir semiescondidos, sobre ramas o devorándose alguna presa), muchas veces en manada y sobre todo en libertad de hacer lo que les plazca. Creado hace más de cien años en la frontera con Zimbabwe y Mozambique, el Kruger alberga la vida salvaje de 34 especies de anfibios, 114 de reptiles, 50 de peces, 507 de aves y 147 de mamíferos, entre los que sobresalen los famosos Big Five: el león, el elefante africano, el leopardo, el rinoceronte y el búfalo, a los que miran un escalón por debajo de quien sabe qué parámetro las jirafas, hipopótamos, antílopes, cebras, springboks e impalas.
La ciudad que sigue en importancia urbanística y política es Durban, en la provincia de KwaZulu-Natal, conocida popularmente como el reino zulú. Allí se levanta uno de los puertos más importantes del Hemisferio Sur, en torno del cual gira un importante movimiento industrial y gastronómico. En pleno centro, a metros de la costa y con acceso a la playa, el complejo del estadio King’s Park, con un fabuloso puente que lo traspasa de lado a lado, hace honor a la tradición futbolística local, fundadora de la primera liga del país y escenario del primer partido de Sudáfrica tras el apartheid. En cuanto a atractivos, las visitas a la Aldea Zulú, al Valle de las Mil Colinas y al estuario del Parque Santa Lucía se ofrecen como un tridente imperdible de esta región. En Durban también hay tierra para safaris, en ambientes naturales como el de Hluhluwe-Imfolozi, con la presencia de los Big Five. Finalmente, y a lo largo de sus costas, las aguas del Indico bañan numerosos balnearios, promocionados como los mejores para quienes gustan del surf.
LAS OTRAS SEDES Dinamizadas gracias a la pronta llegada de las delegaciones de los equipos, de los periodistas y sobre todo los espectadores, las cercanías de los estadios (algunos de estreno) también se están preparando en las otras siete ciudades-sede.
En Rustenburg se encuentra nada menos que el singular Parque Nacional Pilanesberg. Con 50 mil hectáreas, la joven reserva nacida en 1979 como complemento del extravagante Sun City (minimundo de diversión al estilo Las Vegas, pero en la sabana sudafricana), es el otro sitio recomendado junto al Kruger para los safaris, con atrayentes circuitos de unos 200 kilómetros. El parque tiene además la particularidad de convivir con el cráter de un volcán extinto, lo que le da un halo mayor de misterio a la zona, y además de muchísimos animales posee un enorme lago artificial accesible desde los lodges y hoteles.
Pretoria, centro diplomático y político del país, será otra de las ciudades mundialistas. Entre sus encantos se destacan sobre todo los urbanos, como el centro cívico Church Square, que reúne los edificios gubernamentales. También su museo central, con una colección de arte sudafricano, y el Transvaal Museum, íntegramente dedicado a la historia del país. Uno de sus paseos recomendados es al Menlyn Park, un centro comercial gigantesco con todo lo imaginable para traer de regreso al hogar.
Bloemfontein (donde espera Zakumi, el leopardo mascota del mundial), es otra de las capitales futbolísticas. Conocida como la “ciudad de las rosas”, gracias a los prominentes rosales que han derivado en un festival anual, Bloem ofrece la visita a una reserva animal en el centro y al Golden Gate, un parque de largos acantilados de arenisca. Allí se puede conocer el cráter del Vredefort, supuestamente el más viejo del mundo, con una antigüedad de más de dos millones de años.
Nelspruit continúa la lista mundialista. Esta ciudad no tenía ninguna instalación deportiva de categoría, por lo cual la decisión de hacerla sede impulsó el desarrollo deportivo de la región. Sus buenos suelos y clima subtropical proporcionan condiciones clave para el crecimiento de frutas como el mango, la banana y la palta, por lo que se la conoce como una de las metrópolis manufactureras y agrícolas del país.
Otra de las anfitrionas será Polokwane. En pleno crecimiento e intercambio cosmopolita, allí se hablan –sin que ninguno predomine– seis de los once idiomas oficiales de Sudáfrica (sepedi, tshivenda, tshiTsonga, isiNdebele, inglés y afrikaans). Esa diversidad cultural es uno de sus mayores encantos (sin contar con que la Argentina jugará allí su tercer partido clasificatorio). Rica en reservas y naturaleza, se la considera una de las capitales del ecoturismo nacional.
Finalmente Port Elizabeth, la ciudad-puerto ubicada en la provincia Oriental del Cabo, cierra la lista de sedes. Para ella se construyó exclusivamente el estadio Bahía Nelson Mandela, en honor del líder político que puso fin a décadas de apartheid. Entre sus muchos y bonitos paisajes se sugiere recorrer los 40 kilómetros de playas resguardadas, donde la King, la Hobie y la Pollock se consideran las mejores para los amantes del surf. Otras condiciones ideales para la práctica de actividades acuáticas le han dado a Port Elizabeth el mote de “capital de los deportes náuticos” del país.
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