CUBA > VACACIONES EN LOS CAYOS
Frente a las costas de Cuba brotan cuatro mil cayos de arena blanca, donde están algunas de las playas más hermosas del mundo. Una visita a cayo Largo, Ensenachos, Santa María, Las Brujas y Levisa.
› Por Julián Varsavsky
En el imaginario occidental predomina la idea de que lo más parecido que existe a la idea del paraíso terrenal es una playa desierta con arenas blancas y aguas turquesas llenas de peces multicolores. Para una pareja de amantes, una de estas playas evocaría el ideal bíblico de estar solos en el mundo con muy poca ropa, disfrutando las mieles más dulces del Jardín del Edén. Y para otros es como escaparse del infierno terrenal en que se han convertido las grandes ciudades, para sumergirse en el signo arbitrario de la belleza perfecta, siempre con pasaje de regreso.
En isla de Cuba hay 600 km de playas y unos 4000 cayos de arena blanca que brotan a su alrededor. Y es allí donde uno puede rastrear las huellas de Adán y Eva, evocando a aquella pareja originaria que habría sido la primera en conocer el pecado y la felicidad. Pero ya lo dijo el cubano Alejo Carpentier en su novela El reino de este mundo: “el hombre ansía siempre una felicidad situada más allá de la porción que le es otorgada”. Será cuestión de salir a buscar.
CAYO LARGO, UN CLASICO Visto desde el aire, el archipiélago parece un conglomerado de puntos dorados que se descompone en seiscientas islas donde no hay agua dulce ni casi vegetación. Muchos de estos cayos permanecen tan vírgenes como cuando Colón llegó a Cuba y los rodea un aura silenciosa que eleva al extremo la sensación de tranquilidad. Por eso no es extraño que semana a semana aterricen en los cayos decenas de aviones que llegan sin escalas desde las principales metrópolis europeas, trayendo ciudadanos del “primer mundo” desesperados por escaparse del mundo.
El archipiélago de Los Canarreos –cuya isla principal es Cayo Largo del Sur– es la quintaesencia de las playas cubanas, a 40 minutos de vuelo desde La Habana o Varadero. Allí las blancas arenas son tan finas y suaves que parecen talco.
Cayo Largo es un gran banco de arena que se extiende a lo largo de 25 kilómetros como un brazo alargado sobre el mar. En total hay ocho hoteles concentrados en su punta norte –para mantener virgen el resto del cayo– cuya arquitectura no sobrepasa los dos pisos, mimetizándose con el paisaje. En algunos lugares las palmeras se asoman a la orilla rozando el mar con la punta de sus hojas. Y la transparencia de las aguas es tan perfecta que cualquier botecito anclado frente a la costa parece levitar sobre la arena.
En Cayo Largo uno puede caminar 300 metros mar adentro con el agua tibia hasta las rodillas, como si se tratara de una gran piscina natural para chicos. Y, eso sí, para poder nadar un rato hay que irse muy lejos de la costa, atravesando los incontables tonos que van del azul al turquesa hasta que el mar cubre, al menos, hasta la cintura.
LOS NUEVOS CAYOS En la costa norte de Cuba, en la provincia de Villa Clara, hay tres cayos poco conocidos que en los últimos años comenzaron a recibir turistas. Están a unos 30 kilómetros de la Isla Grande de Cuba, aunque unidos a sus costas por una ruta (pedraplén) de 40 kilómetros. Esta ruta, que también conecta los cayos entre sí, tiene 46 puentes y ganó el premio Puente de Alcántara a la mejor obra civil iberoamericana por respetar el entorno natural y la biodiversidad de la Bahía de Buenavista, declarada Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. Ya el viaje hasta los cayos por el pedraplén, desde el pueblito de pescadores de Caibarién, es un paseo increíble entre las aguas turquesas con toda clase de aves marinas revoloteando alrededor. Y a lo lejos se ven varios de los cayos de la Herradura, que suman más de 500 desperdigados en un área natural de 1300 kilómetros cuadrados, surcados por los canales de un laberinto de islotes cercanos a la ruta donde Ernest Hemingway perseguía submarinos nazis, otrora también refugio de corsarios y piratas.
El primero de los cayos es Las Brujas, con su formidable playa de dos kilómetros que se extiende en el litoral norte y alberga al único hotel de este islote, un complejo de veinticuatro cabañas de madera considerado entre los mejores de Cuba. Además de un descanso intimista, la playa del cayo Las Brujas es ideal para los amantes del buceo, la pesca y la navegación, aprovechando las instalaciones de la Marina Gaviota.
Siguiendo el curso del pedraplén se llega al cayo Ensenachos, un antiguo asentamiento indígena con forma de herradura y con las mejores playas del archipiélago, llamadas El Megano y Ensenachos. Aquí también hay un solo hotel y no se planea abrir otros para preservar el ambiente. Es un cinco estrellas de 500 habitaciones con vista al mar, rodeado de cocoteros, palmas de corojo y floridas buganvillas.
El tercer cayo que aparece al final de “la carretera de las aguas” es el Santa María, el mayor de todos, con 14 kilómetros de largo y dos de ancho. Es también el más visitado, ya que tiene tres hoteles y 10 kilómetros de playa para elegir. Ubicado 45 kilómetros mar adentro, sus playas tienen un poco más de oleaje que las de los otros cayos, y se practican en ellas toda clase de actividades acuáticas. Además hay veinticuatro sitios de inmersión para buceadores.
Desde cualquiera de los tres cayos se suelen hacer visitas a Remedios, un pueblo con un casco colonial famoso por sus “parrandas navideñas”; a la ciudad de Santa Clara, donde está el mausoleo de El Che; y a Trinidad, un pueblito que permaneció detenido en el tiempo desde la época de la colonia.
Hay un último cayo llamado Francés –al que se llega navegando–, donde la mayor curiosidad es un barco que encalló hace 70 años y fue reconvertido en un hotel flotante. El buque San Pascual es una rareza naval construida con hormigón armado en un astillero de San Francisco que, al quedar varado en el cayo, fue utilizado durante la Segunda Guerra Mundial por la marina norteamericana como base para cubrir las costas cubanas frente a los ataques de los submarinos nazis.
EL CAYO LEVISA También en la costa norte de la isla de Cuba, pero en la provincia occidental de Pinar del Río, se encuentra otro de los paraísos todavía casi secretos de Cuba: el cayo Levisa. Forma parte de un conjunto de islotes y cayos conocido como archipiélago de Los Colorados, y la única forma de llegar es navegando media hora desde el embarcadero de Palma Rubia. El único complejo hotelero del cayo tiene 40 cabañas junto al mar y gran parte de los visitantes llega atraída por la calidad del buceo en la zona. En su maravilloso arrecife de coral hay unas quinientas clases de peces, doscientas de esponjas, toda clase de estrellas de mar y corales estrella, abanico, cerebro y gorgonias plumosas.
Desde cayo Levisa se visita otro cayo llamado Mégano de Casiguas, con una playa desierta de 500 metros y una increíble barrera de coral. El cayo tiene su fama porque era el favorito de Hemingway, quien pasó muchos días allí escribiendo su novela Islas en el Mar.
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