Domingo, 30 de mayo de 2010 | Hoy
ESTADOS UNIDOS. CHICAGO, CIUDAD DE RASCACIELOS
La ciudad que lanzó a Barack Obama es una de las más modernas y vibrantes de Estados Unidos. A orillas del lago Michigan, los rascacielos, centros comerciales, sedes empresariales y museos dibujan la silueta de la tercera metrópoli del país, convertida también en un centro financiero mundial.
Por Graciela Cutuli
Chicago es “The Third City”, la tercera ciudad, un apodo relacionado con su importancia por cantidad de población después de Nueva York y Los Angeles. O “Windy City”, el sobrenombre que le valió su clima ventoso por su ubicación a orillas del lago Michigan. Curiosamente, la ciudad tiene otros varios sobrenombres (“The Big Onion”, la gran cebolla, por analogía con la “Big Apple” neoyorquina; “Heart of America”, el corazón de Estados Unidos). Pero a Chicago las circunstancias recientes le vinieron a dar otro apelativo: es “la ciudad de Obama”, cuna política del primer presidente negro de Estados Unidos, cuya popularidad –aunque ahora más atemperada– sigue dando origen a la curiosidad turística y a circuitos especialmente pensados para conocer los lugares favoritos del actual ocupante de la Casa Blanca.
A pesar de su aspecto ultramoderno, con un skyline que se encuentra entre los más altos y densos del mundo, jalonado de torres emblemáticas como la Willis Tower (ex Sears Towers) y el Trump International Hotel and Tower, la historia de Chicago se remonta a principios del siglo XIX. Fue fundada en 1833, desplazando a los pobladores originarios, los potawatomi, obligados por el Tratado de Chicago a abrirse camino hacia Iowa, Kansas y Oklahoma en condiciones tan duras que su partida se transformó en la “ruta de la muerte”. Casi dos siglos después, el original territorio indígena es irreconocible: Chicago es uno de los grandes nudos de comunicación en Estados Unidos –su aeropuerto, el O’Hare, es el segundo más ajetreado del mundo– y un centro financiero de dimensiones planetarias.
TORRES Y PARQUES Desde el Adler Planetarium, o desde la Wacker Drive, la silueta de Chicago impacta como una postal urbana del siglo XXI, con agujas iluminadas que apuntan al cielo en una suerte de resplandeciente fiesta arquitectónica. Allí despunta la Willis Tower, el edificio más alto de Estados Unidos, que en tiempos de su inauguración en 1973 era también el más alto del mundo. Las cifras impresionan tanto como la vista desde la altura: la torre se eleva hasta los 442 metros, repartidos en 108 pisos, es decir, todo lo que permitió la Administración Federal de Aviación norteamericana para proteger el tráfico aéreo. A los 412 metros el rascacielos tiene un vertiginoso deck mirador que en los días claros permite divisar las llanuras de Illinois y, a través del lago Michigan, hasta Indiana y Wisconsin.
Para meterse literalmente en la selva de torres, hay que llegar hasta el Millennium Park, delimitado por las calles Michigan, Randolph, Columbus y East Monroe, y convertido en pocos años en una de las mayores atracciones turísticas de Chicago. Aunque su construcción duró cuatro años más de lo previsto, y costó el triple, el resultado es espectacular gracias a sus numerosas obras de arte y arquitectura, de la mano de Frank Gehry y otros proyectistas audaces. Naturalmente, los alrededores no tardaron en ponerse de moda y al mismo tiempo aumentar de precio: así, el código postal 60602 pronto se convirtió en un símbolo de status local. Entre los museos, paseos, esculturas y espacios deportivos sobresalen cuatro que ya son iconos de Chicago: la Cloud Gate, una escultura de acero de Anish Kapoor que recuerda al mercurio líquido; la Crown Fountain, una espectacular fuente y videoescultura interactiva; el Lurie Garden y el Jay Pritzker Pavilion.
NAVY PIER Sólo este gigantesco muelle de más de un kilómetro de extensión sobre las orillas del lago Michigan supera al Millennium Park como atractivo turístico. El Navy Pier debía ser en verdad el segundo muelle municipal, parte de un proyecto desarrollado a principios del siglo XX, pero terminó siendo el único: hoy es paso obligado para los visitantes porque salen de aquí numerosos paseos embarcados para apreciar Chicago desde el agua, una de las vistas más lindas que se pueden tener de la ciudad, sobre todo al atardecer. La Ferris Wheel, una gigantesca “vuelta al mundo”; el Children’s Museum, tan atractivo para grandes como para chicos; el crucero de guerra USS Chicago; el cine Imax y el Smith Museum of Staine Glass Windows, que preserva los vitrales de antiguas mansiones de Chicago, son algunas de las atracciones del muelle. Además, durante el verano se realizan numerosos festivales, y fiestas como Halloween o Navidad lo convierten en un lugar mágico por la iluminación y la convocatoria popular.
Chicago es una ciudad con un museo para cada gusto. Después de haber explorado con cierto detenimiento el tramo de la avenida Michigan conocido como la “Magnificient Mile”, que explota de negocios y restaurantes, hay que visitar por lo menos el Adler Planetarium, que fue el primer planetario del hemisferio occidental; el Shedd Aquarium, uno de los acuarios más grandes del mundo, y el Field Museum, famoso porque aquí se puede ver el esqueleto de Tiranosaurio Rex más completo y grande del mundo, la entrañable “Sue”.
CHINATOWN Y OAK PARK Como Nueva York y San Francisco, entre otras grandes ciudades norteamericanas, Chicago también tiene su Chinatown, el barrio donde se concentraron numerosos inmigrantes orientales en busca de una nueva vida en el corazón de Occidente. Alrededor de 70.000 chinos residen en el área, con eje en las avenidas Cermak y Wentworth, donde se concentran los principales negocios y restaurantes. Durante el paseo, no hay que perderse el Mural que muestra la historia de la inmigración china en Estados Unidos, ni el Chinatown Square, con esculturas de los animales del zodíaco chino. Si hay tiempo e interés, para una mirada un poco más en profundidad conviene visitar el Chinese-American Museum, que relata la historia del barrio y de sus habitantes.
Si Chinatown ofrece una mirada hacia un aspecto particular e histórico de Chicago, el Oak Park presenta otro que también vale pena conocer. Este suburbio en la zona oeste de Chicago, al que se llega con facilidad gracias al transporte público, tiene la marca de Frank Lloyd Wright, considerado el mayor arquitecto norteamericano de todos los tiempos. Wright pasó 20 años en Oak Park y dejó aquí numerosas construcciones, como la Winslow House o el Unity Temple. Pero sobre todo quedan su propia casa y estudio, hoy convertida en museo a cargo de la fundación que se encarga de preservar su obra. El arquitecto, sin embargo, no fue el único vecino célebre de Oak Park: aquí nació y se crió Ernest Hemingway, en una preciosa casa de estilo victoriano que fue cuidadosamente restaurada y convertida en museo. Y también en Oak Park nació Edgar Rice Burroughs, famoso pero sin duda menos que su principal personaje: Tarzán, el hombre de la selva.
GANGSTERS Y JAZZ El crecimiento industrial de los años ‘20 provocó en Chicago una explosión de la población negra y convirtió a la ciudad en una de las capitales del jazz y el blues: se lo puede comprobar todas las noches, en los numerosos clubes y bares, para asomarse a lo mejor de la música negra norteamericana. ¿Un lugar para ir? Según “el itinerario Obama”, el Buddy Guy’s Legends es uno de los favoritos del actual presidente.
Al mismo tiempo, los años del Prohibicionismo le brindaron a Chicago cierta triste celebridad por las bandas de gangsters, con Al Capone a la cabeza, que se enfrentaban en las calles de la ciudad. Hoy, a pesar de los esfuerzos oficiales por erradicar esa dudosa reputación, sigue habiendo tours que evocan aquellos tiempos y recorren desde el Biograph Theatre, donde el FBI liquidó a John Dillinger, hasta la Union Station, escenario del tiroteo de “Los Intocables”, pasando por el cementerio suburbano donde está sepultado Al Capone. Un buen broche para una ciudad de infinitas facetasz
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