ESPAÑA EN LA RUTA DE LOS PUEBLOS BLANCOS
Un pueblo construido al borde de dos abismos rocosos separados por el río Guadalevín. Los romanos lo llamaron Arunda y fue la capital de uno de los cinco reinos musulmanes de Al-Andalús. A 120 kilómetros de la ciudad de Málaga, Ronda preserva tras sus murallas árabes, laberintos de callecitas con casas encaladas, mezquitas convertidas en iglesias góticas y renacentistas, y una de las plaza de toros más antiguas de España.
Los acordes iniciales del
españolísimo Concierto de Aranjuez se expanden a los cuatro vientos
sobre el Puente Nuevo de Ronda. Es música de pura cepa andaluza interpretada
desde una acera por un trío de guitarra, violín y balalaika rusa
que suena a fuente de azulejos moriscos y caudal de agua. Al asomarnos entre
los barrotes de hierro forjado del puente uno de los más hermosos
del mundo vemos un precipicio de 120 metros que se abre como una profunda
incisión entre dos escarpadas paredes de roca desnuda, con un hilo de
agua al fondo. Es el pequeño cauce del río Guadalevín que
a lo largo de los siglos sigue tallando un tajo en la tierra.
El puente es una suerte de bisagra que desde 1788 une la parte vieja
de Ronda con la nueva. Desde allí vemos al pueblo asentado
en las alturas de una gran meseta rocosa dividida en dos mitades por el curso
del río. En lo alto, las casas parecen una prolongación de la
roca y sus balcones dan directamente al silencioso abismo que alcanza los 320
metros de profundidad en el mirador de la Alameda.
Estamos en uno de los famosos pueblos blancos de Andalucía,
el mismo que ha inspirado con su aura romántica a escritores como Joyce,
Hemingway, Rilke y Borges. Su traza es fundamentalmente renacentista, pero sus
carcomidas murallas se remontan al tiempo legendario de los moros. Al trasponerlas
se descubre una extraña amalgama de callecitas empedradas que suben y
bajan al antojo del montañoso paisaje, entre iglesias góticas
y renacentistas y casas encaladas que al mediodía reflejan una blancura
cegadora.
Rondando
la historia
El origen de Ronda se remonta a los romanos, que han dejado monumentales huellas
en toda la zona, incluyendo un gran anfiteatro a pocos kilómetros del
pueblo. Arunda fue en su tiempo un importante centro comercial de
la región Bética del imperio de los Césares, pero su mayor
importancia histórica se la dieron los árabes, que la conquistaron
con Zayde Abn Kesadi Al Sabsaki a la cabeza, en el año 711. Los musulmanes
la llamaron Runda, y Omar-ben-Hafsun instaló aquí la capital de
uno de los cinco reinos musulmanes de Al-Andalús. De la época
musulmana quedan numerosos vestigios especialmente en el barrio árabe,
como un minarete y la Casa de la Calle del Gigante, una vivienda morisca del
siglo XIV.
El 22 de mayo de 1485 Fernando El Católico expulsó a los moros.
De la época de la Reconquista quedan algunos edificios como la Casa de
Mondragón y la del marqués de Salvatierra, con sus fachadas renacentistas.
La iglesia de Santa María resume en su arquitectura la historia de Ronda.
La planta principal revela que en su origen fue la mezquita mayor de la medina.
De ella se conservan el arco del Mirhab y un trozo de muro oculto tras el retablo
del altar. En 1485, los Reyes Católicos ordenaron levantar un templo
en el mismo lugar. Sus tres naves son del gótico tardío, y como
las obras se terminaron a fines del siglo XVII hay también un sector
renacentista en el coro, con su sillería de nogal y cedro, e incluso
elementos decorativos del período barroco.
A
los toros En
Ronda está una de las plazas de toros más antigua de España.
Su construcción, con 68 arcos de columnas toscanas y techo a dos aguas
de teja árabe, data de 1748. La plaza está ligada a los orígenes
de la tauromaquia moderna, y en su ruedo han lidiado legendarios toreros como
Pedro Romero nacido en 1754 quien toreó hasta los 77 años,
habiendo estoqueado unos 5000 toros sin recibir un solo rasguño. Otra
gloria fue Antonio Ordóñez, el famoso torero amigo de Hemingway.
Desde 1954, durante la primera mitad de septiembre, se celebra todos los años
en esta plaza de toros una corrida goyesca con los toreros vestidos a la usanza
de la época de Goya, copiando los famosos grabados del pintor.
En la serranía de Ronda se respiran la tranquilidad y el sosiego de un
gigantesco patio andaluz. Extrañamente, los numerosos turistas que la
visitan, parleros y ruidosos en cualquier otro lugar, guardan un recatado silencio
en su constante peregrinar por las calles y plazas, acasoinducidos por el profundo
romanticismo de esta ciudad al borde del abismo que riega el Guadalevín.
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