BUENOS AIRES. UNA ESCAPADA A ROQUE PéREZ
Un rancho de ladrillos y adobe en plena pampa, a pocos kilómetros de Lobos –tradicional y oficialmente la ciudad natal de Juan Domingo Perón– dice que es aquí en realidad donde nació el ex presidente. Un paseo cercano, para entrar en la historia y desenchufarse al ritmo tranquilo de la vida rural.
› Por Mariano Jasovich
A menos de dos horas del centro porteño, luego de surcar los profundos campos de soja de la pampa bonaerense, la sensación es la de haber ingresado por el túnel del tiempo hacia la mitad del siglo XX. Roque Pérez recibe al recién llegado con unas pocas calles asfaltadas, casi todas desiertas, algunas bicicletas o caballos dando vueltas y la paz que otorga un silencio apenas quebrado por los pájaros y el viento que mece los árboles añejos. Aquí el tiempo parece haberse detenido. Todo es lento y contrasta con la velocidad sonora y visual que abruma a los porteños durante la semana.
El primer recorrido incluye desde luego la plaza, la iglesia centenaria, y tal vez una pasada por alguna de las panaderías que rodean el casco urbano para acompañar el mate amargo con alguna delicia local. Pero después llega el lugar que Roque Pérez se enorgullece en mostrar a pesar de las controversias que lo oponen con la “historia oficial”: el rancho en donde nació Juan Domingo Perón, convertido en museo en el año 2002.
VIAJE AL PASADO Aunque a simple vista es una más de las tantas casas de campo que sobreviven en la provincia de Buenos Aires, este rancho hecho de ladrillos y adobe tiene un valor histórico especial: según una investigación histórica realizada por un equipo de la Universidad Nacional de La Plata, se trata de la casa natal de Juan Domingo Perón. El equipo inició allí una búsqueda arqueológica destinada a determinar el perfil social y cultural de las personas que habitaron la casa; en especial los primeros, Mario Perón y Juana Sosa, los padres del General.
La casa natal de Perón es un lugar para la controversia. La historia oficial sostiene que el ex presidente nació en Lobos, a 96 kilómetros de la Capital, y en esa ciudad existe una casa natal de Perón declarada sitio histórico por la Legislatura bonaerense. Contra esa hipótesis se levanta la otra, que afirma que nació en la vecina Roque Pérez y se sostiene primero en la tradición oral, y luego en la investigación del médico e historiador Hipólito Barreiro.
La casa estuvo ocupada hasta 1995, cuando falleció su último habitante. Desde entonces quedó abandonada y se convirtió en un basural, donde ingresaban los cerdos de un vecino en busca de alimentos. La municipalidad la compró a principios de 2000 y luego de la búsqueda arqueológica la convirtió un museo que, además de los orígenes de Perón, cuenta cómo era la vida en tierra bonaerense en los comienzos del siglo XX.
Construida en ladrillos de 15 por 30 centímetros, con paredes revestidas de adobe, la casa tiene 48 metros cuadrados y está ubicada en el fondo de un terreno de 20 metros por 37. La primera habitación pudo haber sido el dormitorio original, con piso de ladrillos asentados sobre un contrapiso de arena y ladrillo molido. En el otro cuarto el piso es de tierra apisonada. En los dos el techo es de chapa acanalada, aunque en uno de ellos sólo quedan vestigios. En la habitación del fondo se conserva el cielo raso de pinotea, con algunos agujeros por donde se entrevén los mechones de paja que, como colchón, amortiguan el calor entre la chapa y la madera.
“Es una típica casa rancho, pero levantada por un constructor muy ducho, con materiales traídos desde otro sitio. Fue hecha por alguien exigente, con capacidad para pagar ese tipo de materiales”, relata la guía que acompaña la excursión. Hasta ahora, se encontraron cartuchos de balas, botellas de vidrio y gres (cerámica) y restos de cuencos de barro cocido, realizados en un estilo que los arqueólogos identifican como de la época de “contacto hispano-indígena”.
En el exterior de la casa los investigadores descubrieron el pozo de un aljibe, que debió tener una profundidad de cuatro a seis metros, pero donde excavaron sólo hasta 1,80 metro. En otros puntos del terreno se encontraron restos de herramientas rurales: un serrucho con los dientes hechos a mano, una hoz, una tenaza. También hay un viejo baúl, una pequeña cocina a leña de fines del siglo XIX, corroída por la intemperie, y una cama de hierro en la que habría nacido el líder de los obreros. Otros elementos, como las llaves de las puertas, aparecieron porque los trajeron algunos vecinos que se los habían llevado.
LA DISPUTA POR EL GENERAL La madre de Perón, Juana Sosa, era descendiente de tehuelches y vivía en Roque Pérez. Allí conoció a Mario Tomás Perón, un porteño enfermo de tuberculosis que había llegado a ese pueblo enviado por su padre, el médico Tomás Liberato Perón. La pareja compró varios lotes en la zona, que se escrituraron en 1892, y en uno de ellos hizo levantar la casa. Una foto de 1894 los muestra a ambos frente a la vivienda ya construida.
Sobre la fecha de nacimiento de Juan Domingo también hay disputas, pero el historiador Enrique Pavón Pereyra asegura que fue el 7 de octubre de 1893. ¿Por qué, entonces, Perón fue anotado en Lobos? En esa época, Roque Pérez era el cuartel sexto del partido de Saladillo. La ley obligaba a anotar a los recién nacidos en Saladillo, a 52 kilómetros de distancia. Sin embargo muchas familias de la época preferían ir hasta Lobos, que queda a 30 kilómetros, cruzando el río Salado. Y para eso tenían que dar un domicilio de esa ciudad.
Los Perón vivieron en la casa hasta 1904. Después de ellos habitó una familia italiana, de apellido Pippo de Ferretti, hasta 1927. Desde entonces, la casa perteneció a la familia Illesca, y su último habitante falleció en 1995.
PICADA AL SOL EN EL SALADO El viaje al pasado no termina en la casa de Perón. Luego del recorrido, para paliar el hambre se puede visitar la pulpería y el almacén La Paz, cuya construcción data de 1848. A su añeja historia le agrega la curiosidad de contar con un permiso otorgado por Juan Manuel de Rosas.
El comercio se mantiene todavía casi intacto. Antaño estaba rodeado por unos fosos que llegaban al agua de las napas subterráneas, para defenderse de los malones de los indios; de día ponían unos tablones que servían de puente y de noche eran retirados para quedar a resguardo. Hoy se puede visitar y de paso llevarse los mejores fiambres de la zona. Así, bajo el sol que calienta las tardes de invierno, apenas a unos 10 kilómetros de Roque Pérez, se puede visitar la laguna de Flores Grande y esperar el atardecer sobre las aguas y los sauces llorones de la orilla, para luego emprender el regreso llevándose el recuerdo de un domingo campestrez
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