CHUBUT. EL BOSQUE PETRIFICADO DE COLONIA SARMIENTO
En el sur de la provincia de Chubut, un bosque petrificado resguarda, sumergido en un rojizo paisaje lunar, un grupo de troncos “eternos” de 70 millones de años de antigüedad. Un fenómeno curioso, testimonio tangible de una de las etapas de la evolución de la Tierra, fijada para siempre en la piedra.
› Por Julián Varsavsky
El viaje comienza en la ciudad costera de Comodoro Rivadavia con rumbo oeste, una zona signada por el boom petrolero. A los costados de la ruta proliferan centenares de “cigüeñas” –bombas de extracción de petróleo– que ya pasaron a formar parte del paisaje en esta zona de la Patagonia. Nuestro destino es Colonia Sarmiento y vamos por la Ruta Nacional 26, entre unas serranías de transición hacia la estepa.
Al tomar la RP 20 desaparecen de repente las sierras y se entra de lleno en la planicie infinita de la estepa. El cambio no es menor desde el punto de vista perceptivo: el paisaje se abre de pronto y también el cielo parece agrandarse, despertando en el viajero la sensación de ingresar en una dimensión sin límites.
Desde Comodoro Rivadavia hasta Colonia Sarmiento hay 140 kilómetros pavimentados en plena estepa. Y la razón principal para visitar este pueblo es el Area Protegida Bosque Petrificado Sarmiento, además de un interesante museo de historia regional y el Parque Paleontológico Valle de los Gigantes, con sus réplicas de dinosaurios a escala natural.
DE LA HOJA A LA PIEDRA Al Bosque Petrificado se ingresa por un camino de tierra sólo rodeado de paisaje lunar. Los troncos de piedra desperdigados aquí y allá crean un aura prehistórica, como si en cualquier momento fuese a aparecer un pterodáctilo volando sobre una lomada. La aridez del terreno es la antítesis de lo que fue este suelo hace 65 millones de años, cuando lo cubría una selva subtropical poblada por dinosaurios y árboles que superaban los 100 metros de altura. Sin embargo hoy no crece ni la más mínima hierba.
Analizando el paisaje a simple vista, cuesta creer que la fría y árida estepa patagónica haya sido alguna vez un radiante paraíso lleno de vida. Pero basta con agacharse y tomar alguno de los millones de fragmentitos astillados de troncos petrificados que hay sobre la arena para confirmar que el paisaje era lo contrario de lo que es hoy.
¿Cómo se produjo este brusco cambio? La razón está en el surgimiento de la Cordillera de los Andes, al chocar la placa de Nazca con el continente americano debajo del océano Pacífico, a lo largo de toda la costa occidental de Sudamérica. El choque fracturó las entrañas de la tierra elevando las montañas, y la actividad volcánica convirtió a aquel primitivo paraíso en un infierno humeante donde la vida fue quedando sepultada bajo una lluvia de lava y cenizas. Sin embargo el impacto más grave para el ambiente fue que los vientos húmedos provenientes del Pacífico comenzaron a dar contra la Cordillera, descargando allí toda su humedad, para llegar secos a la planicie esteparia. Así gran parte de la Patagonia quedó condenada a ser un desierto, acaso para siempre. Lo asombroso hoy en día es que casi cada detalle de la vida natural de aquel tiempo está documentado en el relieve terrestre a través de indicios que para los científicos hablan como un libro abierto.
VIDA DE PIEDRA Los troncos del Bosque Petrificado fueron tapados por los sedimentos que arrastraba un río o quizá por la ceniza de las bocas de fuego de los volcanes. Al quedar aprisionados en capas sedimentarias sin oxígeno y ni bacterias, los troncos no se descompusieron con rapidez. Las condiciones eran ideales para que se iniciara el proceso de petrificación: un suelo rico en sales minerales y poca actividad destructora de los organismos vivos. Al avanzar la aridez, los restos vegetales eliminaron todos sus componentes orgánicos y los reemplazaron molecularmente por soluciones minerales, sin cambiar de forma ni perder la estructura original. La encargada de este trabajo fue la lluvia, portadora de minerales que se filtraron en los troncos. Fue un lento proceso de reemplazo molecular del material orgánico por otro inorgánico. La forma original casi no cambió, pero quedó una roca moldeada por el tronco original. Los troncos ahora son de sílice casi puro y no tienen el más mínimo resto de su materia original.
Al Bosque Petrificado de Chubut no se lo debe confundir con el que hay en el norte de Santa Cruz. Y como son bastante distintos, vale la pena visitar los dos. El de Chubut se diferencia en que es mucho más grande y es posible internarse a pie por varios cañadones de un paisaje con extrañas formaciones sedimentarias de vivos colores; paso a paso se avanza por laberintos naturales que parecen de otra era. El de Santa Cruz, por su parte, no tiene un paisaje tan generoso, pero sobresale por el tamaño muy superior de los troncos.
En las paredes de los antiquísimos cerros del Bosque Petrificado quedan a la vista los diferentes estratos que permiten leer las eras geológicas, en este caso el Cretácico Superior. Mediante el estudio de infinitesimales granos de polen se pudo determinar en detalle el tipo de vegetación dominante en la zona. En el terreno se comprueba también el ingreso tierra adentro del océano, al observar los cañadones tapizados de conchillas marinas y fósiles que perduraron en forma de piedra cuando las aguas se retiraron hace 65 millones de años. Luego los bosques surgieron nuevamente, hasta que durante el Mioceno (entre 26 y 12 millones de años atrás) las comunidades boscosas comenzaron a achicarse de manera paulatina y la vegetación se tornó herbácea y arbustiva.
En el Bosque Petrificado, diversos plegamientos ejercieron en el pasado una fuerte presión geológica, hundiendo las tierras que ahora afloraron por la acción del viento. Así salieron a la luz los troncos eternos. Al caminar por su relieve, despojado de cualquier ropaje vegetal, la desnudez del terreno exhibe la historia en crudo de la evolución del planeta. Y al apoyar los pies sobre tamaña densidad superpuesta inquieta pensar en la dimensión sobrehumana del tiempo. Los estratos superpuestos que se ven en el corte de las paredes son como franjas de unos pocos centímetros diferenciadas por el color. Pero cada una de ellas representa millones de años de vida en la tierra, comprimidos en un solo lugarz
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