Dom 24.10.2010
turismo

FRANCIA. LOS CEMENTERIOS DE PèRE LACHAISE, MONTPARNASSE Y MONTMARTRE

París “más allá”

Visitar los cementerios parisienses es conocer la cara oculta de una ciudad que oscila entre lo monumental y lo discreto para rendir culto a sus muertos. Personajes célebres, artistas y escritores desfilan en este particular paseo por lugares no tradicionales, pero igualmente turísticos, de la capital francesa.

› Por Mariano Jasovich

Los museos, como el Louvre y el Pompidou, los paseos por el Sena o el ascenso a la torre Eiffel no son los únicos atractivos de París. La Ciudad Luz, que guarda miles de tesoros entre sus calles y fachadas de siglos pasados, también es curiosamente famosa por sus antiguos cementerios, última morada de figuras de la cultura y el arte que van desde el mítico Jim Morrison hasta Oscar Wilde, Frederic Chopin, Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir.

Todos los que visitan París aconsejan quedarse como mínimo una semana para, por lo menos, palpar algo de la vida de una ciudad que se enorgullece de figurar en el puñado de “capitales del mundo”. Así, entre las clásicas visitas a los museos, las caminatas por los Champ-Elysées o los brindis nocturnos en la costa del Sena, es indispensable visitar algunos de los cementerios situados dentro del perímetro urbano, cuyos huéspedes célebres inspiran toda clase de recorridos turísticos.

La austera lápida de Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir en el Montparnasse.

LAPIDAS SOBRE LA COLINA El cementerio de Père Lachaise está ubicado a pocos minutos del centro y es de fácil acceso gracias a la amplia red de subtes de París. Ya desde el ingreso parece que el visitante se trasladara a la Europa del siglo XVIII, y más atrás aún: una impresión que refuerzan las miles de tumbas ubicadas sobre una colina, con vista panorámica a uno de los barrios residenciales de París.

Se trata del cementerio más grande de la ciudad, con 44 hectáreas arboladas y dividido en numerosas manzanas por calles adoquinadas que separan los distintos sectores. Sobre los castaños que sombrean las calles internas del Père Lachaise se oye el canto de las alondras y se ve, sobre todo, la silueta de los cuervos negros que completan una postal de imprescindible tenebrosidad.

El cementerio abrió sus puertas en 1804, pero como los parisinos inicialmente lo rechazaban por su ubicación alejada, los restos de celebridades como Molière y Jean de La Fontaine fueron trasladados y enterrados allí sólo gracias a una tenaz campaña publicitaria. Desde ese momento la necrópolis se amplió seis veces y en menos de quince años pasó de 2000 tumbas a 33.000. Hoy, entre sus lápidas se encuentran personajes de la cultura como Honoré de Balzac, Marcel Proust, Pierre Bourdieu, las cantantes María Callas y Edith Piaf y el compositor italiano Gioachino Rossini.

En la actualidad cuenta con 70 mil sepulturas, 5300 árboles y miles de visitantes que lo convierten en la “atracción” más popular de la Ciudad Luz junto con la Torre Eiffel, el Louvre y Nôtre-Dame.

A pesar de los huéspedes célebres sobre todo en el campo de las letras, la tumba más visitada del Père Lachaise es la de Jim Morrison, cantante y líder de los Doors. Que es también la más polémica, porque sus fans fuman hachís sobre su tumba en honor al líder psicodélico de la década del ‘60. Por entonces, los parisienses más conservadores querían que los restos del músico estadounidense fueran trasladados a su país natal: una ambición que nunca se cumplió, y que hoy ya es impensable, tan “adoptado” resulta Morrison por el cementerio y sus visitantes.

Claro que el cantante de los Doors no fue el único en causar escándalo o habladurías. Las y los admiradores de Oscar Wilde acostumbran pintarse los labios rojo carmín y besar su lápida, en la división 89. Miles de besos coronan su nombre bajo la escultura de una esfinge egipcia realizada por Jacob Epstein. No menos curiosa es la escultura tamaño natural que conmemora al periodista Víctor Noir, asesinado en 1870, a los 22 años, por un sobrino de Napoleón. Decía la leyenda que las mujeres que deseaban quedar embarazadas debían rozar el cuerpo contra las zonas viriles de la estatua en cuestión...

Paradójicamente, esta ciudad de la muerte es el espacio verde más grande de París, casi una pequeña ciudad donde resulta fácil perderse siguiendo los vericuetos de las callecitas adoquinadas. Para evitar caminar de más, conviene llevar un mapa con las tumbas marcadas, aunque perder el rumbo también permite dejarse sorprender por las numerosas curiosidades que depara el camposanto.

Piedritas, flores, mensajes, en la tumba de Julio Cortázar en el cementerio de Montparnasse.

LA VIEJA BOHEMIA En Montparnasse, el distrito preferido de Pablo Picasso, André Breton y Henry Miller, entre cafés, teatros, museos y la Galería Lafayette, cerca de la estación del veloz TGV y de la torre Montparnasse, se encuentra el cementerio del mismo nombre. Estar cerca de las tumbas de Charles Baudelaire, Marguerite Duras, Samuel Beckett, César Vallejo, Pierre-Joseph Proudhon, Emile Durkheim, Man Ray, Pascal, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre genera una atmósfera especial en la que algunos eligen leer, disfrutar un picnic al sol y hasta pasear a sus mascotas.

Al llegar a la tumba de Vallejo es imposible no recordar sus famosos versos: “Me moriré en París con aguacero, un día del cual ya tengo el recuerdo”. No en vano, el escritor peruano pronosticó su final y acabó sus días en la pobreza y la soledad de un hospicio parisiense.

Para los turistas argentinos, es obligada la visita a la tumba de Julio Cortázar, que recibe rosas, copas de vino y mensajes de sus seguidores frente a su sepultura, compartida con Carol Dunlop, su última mujer. Además, hallar la tumba de Cortázar es como jugar a la rayuela: 3ª división, 2ª sección, 17 oeste. Extraña diversión en un cementerio. La lápida está dividida en dos; Carol Dunlop en la parte superior y Julio en la inferior. Un montón de piedrecitas sobre la tumba, algún cigarrillo, flores y mensajes –”Julio, dónde estará La Maga”– completan la imagen de este lugar mortuorio desprovisto, sin embargo, de toda tristeza.

MONTMARTRE La Avenue Samson del arrondissement XVIII conduce al cementerio de Montmartre. Allí se encuentran las tumbas de artistas que vivieron en el barrio más bohemio de París en sus años de oro: entre ellos La Goulue (la golosa), una bailarina de can-can que brilló en el Moulin Rouge y fue varias veces retratada por el pintor Henri de Toulouse-Lautrec, en el siglo XIX. La Goulue bailó coreografías en base a partituras del compositor alemán Jacques Offenbach, que también descansa en Montmartre.

Este terreno, rodeado por tres colinas, formaba parte de la periferia de la ciudad y, transformado en una cantera de yeso, sirvió de fosa para víctimas de los motines de la Francia revolucionaria.

Con el tiempo, el barrio que se eleva sobre el resto de la ciudad, con la basílica del Sacré-Coeur en la cima, se transformó en la zona elegida por los artistas callejeros que aún conservan sus ferias, donde se pueden comprar artesanías, acuarelas de la ciudad y libros viejos, a metros del cementerio. Así, el paseo cultural a la Ciudad Luz completa su parte más sombría con un homenaje personal al permanente renacimiento del artez

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