turismo

Domingo, 26 de diciembre de 2010

MENDOZA. LLANCANELO, EL GRAN HUMEDAL DEL SUR MENDOCINO

La casa de las aves

La Laguna de Llancanelo es un sitio Ramsar de enorme riqueza natural, un espacio de biodiversidad con una de las mayores variedades de avifauna sudamericana. Ubicada a 75 kilómetros de Malargüe, es el hogar estable de una comunidad de 50 mil flamencos rosados, entre otras aves y mamíferos.

 Por Pablo Donadio

Unos 65 kilómetros de largo por 20 de ancho, con 1,40 metro de profundidad máxima y 30 centímetros promedio en casi toda su extensión costera. Emplazada a 1300 msnm en el extremo sur de la Depresión de los Huarpes, y de cuenca endorreica (cerrada), resulta todo un contraste con el desierto que la rodea. Pese a tener afluentes de agua dulce, la gran conductibilidad salina –producto de minerales y carbonatos arrastrados, aquí amontonados e hiperconcentrados– la hacen salada, lo que prácticamente impide la vida vegetal. Pero esta descripción técnica no alcanza para explicar qué dato relevante la ha llevado a la Convención Ramsar, ese acuerdo internacional nacido para promover la conservación de humedales del mundo como pilares de la biodiversidad, estabilizadores del clima y reservas de recursos biológicos. Llancanelo es la gran pileta donde una comunidad de 50 mil flamencos vive de manera estable, acompañada de otros 200 tipos de aves, mamíferos y especies ictícolas como el pejerrey, la perca y la mojarrita. Un lugar ideal para realizar safaris fotográficos, disfrutar de los avistajes y vivenciar aquello del ecoturismo.

Los flamencos sumergen su cabeza íntegramente en la laguna para “pescar” su comida.

BICHOS AQUI Y ALLA Hay que recorrer unos 75 kilómetros desde la ciudad de Malargüe para llegar a Llancanelo, una de las 14 reservas protegidas de la provincia mendocina. Es este caso nuestra travesía tiene como parada previa la casa de los guardaparques, vecina de la laguna. Aquí viven tres oficiales que van y vienen por esta y otras reservas del departamento, tanto para cuidar e informar a los visitantes como para controlar la caza y pesca furtivas, frecuentes antes de la declaración que las protege. Su trabajo es un privilegio, dicen, y basta con ver correr caballos salvajes por los horizontes cordilleranos, identificar grupos de chivos liquidando las pocas pasturas cercanas o toparse en el propio sendero con una mulita, como para reconocer que, sin duda, el contacto con lo natural es algo cotidiano para ellos.

El aspecto de la zona es muy árido: las lluvias son escasas y el espejo de agua es alimentado por el río Malargüe y los arroyos Mocho y Chacay, aunque aseguran que las aguas subterráneas son responsables de sus enormes dimensiones. Mate de por medio, nos explican que este paisaje se ha transformado en un enorme oasis que sustenta una de las mayores poblaciones de avifauna sudamericana. Entre las muchas especies se destaca el flamenco, junto a gallaretas, taguas, macáes, garzas moras y blancas, cigüeñas, cisnes de cuello negro, patos, gavilanes, peuquenes, bandurrias, cuervillos de la cañada, gaviotines, teros reales, chimangos, gaviotas, golondrinas, calandrias y chorlitos, además de otras variedades de interés por su rareza y por estar en peligro de extinción. “Si bien la laguna ha retrocedido bastante, producto de la poca cantidad de nieve caída en los últimos años, sigue siendo una gran pileta para las especies que llegan a nidificar, alimentarse y descansar, conviviendo en la biodiversidad con mamíferos y algunos vegetales”, explican.

Muchos de estos animales residen en el lugar, mientras otros arriban –como el playerito rabadilla blanca o el playerito unicolor– en plena primavera, permaneciendo en el área hasta finales del verano, cuando emprenden el viaje de regreso al norte. Llancanelo fue revalorizada hace solo tres décadas, gracias a su declaración como Reserva Provincial y a estudios científicos de la Universidad de La Plata, que dieron cuenta de su potencial. Desde entonces se realizaron más de medio centenar de relevamientos, y entre ellos se arrojó la cantidad de especies que la habitan y visitan mayoritariamente en primavera y verano. Sus llanuras de lodo, con plataformas flotantes de vegetación viva y muerta, playas arenosas y salinas, esteros y estuarios, médanos bajos y suelos de origen volcánico, conos de deyección, bancos de arena, islas e isletas, suman condimentos ideales para los estudios. Además de las aves, vizcachas, cuises, piches, zorros grises y colorados, choiques y culebras rodean la laguna junto a especies curiosas de veras como la rata del salar, que vive en los arbustales salinos periféricos y se alimenta de vegetación halófila. De hábitos poco conocidos, está entre las especies más adaptadas a la vida de desierto en el mundo, pero en serio peligro de extinción.

Ningunos chorlitos “El caso del chorlito es fabuloso”, afirma Germán Cara, uno de los guías con más experiencia en Malargüe. Y cuenta: “Hace tiempo se estudió parte de su población y se marcó a varios de ellos. Los resultados fueron asombrosos. Estos animalitos, así de insignificantes como se los ve, recorren más de 20 mil kilómetros anuales ida y vuelta, entre hemisferio y hemisferio, parando en lagunas, lagos y humedales del continente, como quien va de viaje y para a cargar nafta, retomando de inmediato su camino. Así se trasladan de norte a sur, buscando la primavera y la calidez del verano, para regresar hacia Canadá, en general, cuando aquí se acerca el frío. Hay momentos en que se los ve agrupados, como discutiendo cuándo salir o cómo hacerlo. Luego despegan, hasta el año siguiente”.

Otro caso llamativo es el de los flamencos, a la vista el ave que más aparece por aquí. Llancanelo resguarda una de las poblaciones nidificantes más importantes del mundo entre sus tres especies. Gracias a su longevidad, y por no tener depredadores naturales, suelen morir pocos por año, y en general de viejos. Son verdaderamente hermosos, esbeltos, elegantes. Y expertos en gastronomía: poseen un sistema de filtrado de plancton y pequeños organismos por diminutos canales que se hallan en el interior de sus picos, que sumergen con cabeza y todo bajo el agua y de manera invertida, para alimentarse una y otra vez. Son monógamos, por lo que al morir su pareja no vuelven a formar un vínculo para la cría, aunque permanecen siempre integrados a su colonia original. Su forma de nidificación es otra de las escenas de película que propone esta laguna: en esta misma época pueden verse miles de montículos sobre el suelo barroso, donde se depositan los huevos que son luego cubiertos, y que no serán otra cosa que pequeños picudos para esta nueva temporada estival. Desde hace varios años, la Secretaría de Ambiente y la Municipalidad de Malargüe, con la iniciativa del Grupo de Conservación de Flamencos Altos Andinos (Gcfaa) –una organización internacional integrada por especialistas de Argentina, Perú, Chile y Bolivia– vigila el evento reproductivo, las características de los nidos, los datos ecológicos y el funcionamiento de las parejas en el humedal, debido a su importancia como segunda reserva nacional, tras los 200 mil ejemplares que posee Mar Chiquita, Córdoba, población más importante de flamencos del país.

La laguna de Llancanelo, sitio Ramsar de 65 por 20 km y hábitat de gran variedad de avifauna.

PARADA FINAL Ya de regreso y tras las descripciones de guías y guardaparques, uno entiende mejor aquello de “perla verde azulada”, la interpretación que se hace del nombre Llancanelo, puesto por las voces nativas. Durante la vuelta se puede visitar la Cueva del Tigre y otra laguna, la de Cari-lauquen, también atractivos de importancia natural, aunque nuestra parada final invita en este caso a la estancia La Herradura, un campo privado utilizado frecuentemente para cabalgatas y recorridos de a pie, poseedor de muchas anécdotas de la historia local. Una de ellas es la Tragedia del Chacay, ocurrida el 11 de junio de 1830. Mientras la ronda de mate se reanuda con otros anfitriones y se amasan las tortas fritas en el casco para que la visita sea all inclusive de veras, algunos recorremos la zona semidesértica y pedregosa con la malargüina, y también guía local, Julia Navarro.

Su relato parte de aquellos hechos, motivados aparentemente por una traición del entonces gobernador Aldao, un federal a cargo de la región de Mendoza a comienzos del siglo XIX, al acuerdo establecido con los pehuenches locales, al mando de los caciques Coleto y Mulato. Hay que situarse en un contexto de luchas internas dentro del incipiente Estado, con facciones políticas implicadas dentro y fuera de unitarios y federales, y con presencia aborigen en varias negociaciones de territorios donde aparecen personajes como Pincheira, a veces aliado, en ocasiones cuatrero. Lo cierto es que, furiosos por aquel supuesto engaño del gobernador, los jefes indígenas robaron caballos y pertenencias de Aldao, ofreciendo su devolución en una reunión que fijara nuevas pautas de acuerdo. Pero el encuentro no era otra cosa que una trampa, en la que mataron al propio gobernador y a su comitiva, de 30 miembros, como respuesta a aquella falta de palabra, único contrato posible en ese tiempo. “Es curioso cómo se ha difundido este episodio en la historia con el nombre de ‘tragedia’, frente a otros hechos en los que no murieron blancos sino indios, a los que se los ha llamado, por ejemplo ‘campaña’, como la del Desierto”, reflexiona Navarro. Con el cuerpo cansado pero con los ojos y la panza contentos, dejamos esta tierra maravillosa, rica en naturaleza e historia por igualz

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Unos 50 mil flamencos rosados viven en la laguna junto con otras especies de aves.
Imagen: Pablo Donadio
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