BUENOS AIRES. TEMPORADA PLAYERA EN LA COSTA
Clásico entre clásicos, hablar de vacaciones veraniegas y de playa es lo mismo para gran parte de los turistas, que se acercan tanto a los tradicionales balnearios rebosantes de servicios como a las crecientes playitas alejadas del bullicio. Un repaso de punta a punta, entre olas y días costeros, por esos lugares que despiertan una inexorable seducción.
› Por Pablo Donadio
Todos coinciden: será una muy buena temporada. Tanto por el clima económico general como por las reservas confirmadas, y porque la costa nunca pierde su encanto, que fusiona en no muchos kilómetros tranquilidad y ritmo arrollador, tumultos juveniles y andares relajados, viajecitos gasoleros y prestaciones premium. Algunos van más allá y arriesgan que este verano marcará registros históricos en la recepción de turistas. Aquí un repaso sobre las típicas ciudades balnearias –como Mar del Plata, Miramar, Pinamar o Villa Gesell– hasta llegar a balnearios menos poblados, como Mar de Cobo, Orense o Las Gaviotas, que van ganando adeptos camino de la Autovía 2 y sus desvíos.
ESA BATALLA Los precios son el tema de cada verano. Por eso los organismos intentan acordar con agentes inmobiliarios y prestadores en general una suba “que no mate al turista local y lo incite a elegir otros destinos”, según sus propias palabras. Claro que en tiempos de bonanza parece imposible una suba leve, más si la diferencia cambiaria sigue siendo positiva respecto de otras costas tentadoras, como la brasileña y uruguaya. Pese a que se registran subas de entre un 20% y un 30%, desde el Emtur de Mar del Plata se confirmó que el aumento sugerido fue de un 10%, sobre todo hacia la hotelería, aunque los números han quedado por encima, en particular en recreación, gastronomía y balnearios. “También es cierto que acá es imposible dar un número estricto, porque al ser la ciudad más competitiva de la costa tenés una variedad enorme: podés comer rabas por 20 pesos en un parador playero, y pagarlas 70 en un restaurante del puerto. Y no es lo mismo un dos ambientes del centro que uno con bajada a Playa Grande”, explica Maximiliano Escalisi, del mismo Ente. La misma sugerencia llegó a otros distritos, como Mar Chiquita, Miramar y Gesell, pero todos hablan de “base de precios” y no de “topes”. (Ver Datos útiles.)
DESDE EL NORTE Asumido el precio del descanso, sólo queda disfrutar. Pegaditas a la Bahía de Samborombón, San Clemente del Tuyú, Santa Teresita y San Bernardo son las tres primeras urbes de importancia en cuanto a servicios gastronómicos, hoteleros y de agenda recreativa del norte bonaerense. Hay que tomar la Autovía 2 y empalmar con la R63 y la Interbalnearia 11 para llegar al siempre imponente Mundo Marino, el primer parque temático del país y el Oceanario más grande de América del Sur, quizá la mayor atracción de San Clemente junto a sus Termas Marinas. Aquí cada viernes se realizará de manera gratuita el Festival Folclórico del Tuyú, y los sábados habrá bandas como Catupecu Machu, Los Pericos, Los Cafres y La Mancha de Rolando, mientras se ha anunciado para febrero la presencia de Iñaki Urlezaga en el Festival de Danza de Mar. De Santa Teresita hay que destacar su concurrido centro, cuando la Calle 2 se torna peatonal a partir de las 20 y todo es disfrute a pleno entre comercios de productos regionales, restaurantes, entretenimientos, teatros y librerías. La visita a la réplica de la carabela Santa María y el Camino del Jagüel son dos propuestas interesantes de la ciudad, además de la playa. San Bernardo muestra con fuerza ese mix de calma cotidiana en el andar, con calles arboladas y amplias franjas de arena, conviviendo sin perturbaciones con importantes edificios, confiterías y pubs llenos, extendidos a lo largo de las avenidas San Bernardo y Chiozza. Allí hay que visitar el Museo de la Fundación y las instalaciones del legendario Observatorio de la Costa. Las Toninas, Costa del Este, Aguas Verdes, Costa Azul, La Lucila del Mar, Mar de Ajó y Nueva Atlantis rodean como balnearios alternativos y menos poblados a estas tres grandes, dando el primer pantallazo de un clásico extendido de punta a punta: las playas aledañas a las capitales costeras crecen sin pausa (Aguas Verdes en visitas, Mar de Ajó con su casino), tratando de mantener la esencia de villa balnearia, donde son posibles los paseos con chicos y la lectura orillera.
POR LOS BOSQUES Siguiendo la costa hacia el sur llegan las cuatro localidades “y media” del partido de Pinamar: su ciudad homónima, Ostende, Valeria del Mar, Cariló y la naciente Montecarlo. Ese fluctuar entre el ritmo de las grandes ciudades y las costumbres de pequeños destinos se hace aún más fuerte aquí. Pinamar es de por sí una fija cada verano, producto de su historia y belleza, con lugares encantadores hacia las afueras, donde las dunas se han vuelto calles que van y vienen entre caserones y montes. Pero lo que llama aquí es la movida céntrica, parecida en onda y visitantes al microcentro porteño, con un centro comercial pequeño pero que compite en marcas y servicios con la propia Buenos Aires, y con balnearios que poseen piletas y chiringuitos dentro del agua, como en el inmortal CR, y otras a la moda como UFO Point, El Signo o El Más Allá. A principios de enero será la fiesta que inaugure la temporada, y en la arena la juventud será protagonista como siempre con el surf y las tocatas de rugby, espectáculos musicales y competencias de fútbol y polo, con noches conquistadas por los boliches de renombre. Habrá un Festival de Jazz en el Mar y un ciclo de conferencias de escritores, junto al tradicional circuito del Casco Histórico y la llamada del morro, donde es posible alzarse con una buena corvina, lenguado o pejerrey. Pegaditas aparecen Ostende y Valeria del Mar, menos glamorosas pero con una riqueza de callecitas de tierra-arena, y bosques poco alterados por el crecimiento, que suman playas menos pobladas y otras clásicas como Barlovento y El Faro. Con tarifas que crecen exponencialmente apenas se pasa la cuadra que la separa de Valeria, la vecina y coqueta Cariló da un salto de calidad: invita al spa de playa Hemingway, a su campo de golf de 18 hoyos y a conciertos en el bosque cada jueves. Sinónimo de bosques de cipreses, cedros, abetos y pinares; de confort, lujo y cabañas perdidas entre los médanos, acompaña con cierto aire de rústica elegancia las últimas novedades del mercado textil, automotor y de servicios del país. Lo que queda de la zona ya no es una incógnita: aún lugar de dunas y pinos, Montecarlo es, según dicen, lo que viene. Se trata de un balneario que “todavía no es” y que en los registros del Museo Histórico de Pinamar cuenta como sitio al que sólo se accede para curiosear en 4x4 por la playa, pero que en poco tiempo podría ser otro de los destacados del partido.
ENTRE LOS MEDANOS A 10 minutos por la Interbalnearia, un nuevo agrupado costero aparece en el mapa bajo el departamento que comprende a Villa Gesell, Mar de las Pampas, Mar Azul y Las Gaviotas. Gesell es un emblema de pueblo juvenil y familiar, que no para de crecer desde su creación hace casi 80 años: tras una notable obra de forestación, el “Loco” Carlos Gesell logró fijar los médanos y transformar la zona en un área boscosa, fundando calles y paisajes de tamarindos, acacias y eucaliptos entre las más de 100 variedades a lo largo del distrito. Aquí habrá alternativas y talleres en torno de la Casa Museo Histórico, y vida agitada sobre las tablas: las de sandboard en las bajantes de dunas y médanos, y las de surf con las frecuentes competencias. Los servicios en los balnearios y la ciudad también crecen al ritmo de las visitas, y los hay desde los nudistas-naturistas a otros modernos y súper equipados con accesos para personas con discapacidad, baños públicos, duchas, vestuarios e inspecciones alimentarias. La reserva dunícola, ideal para salidas en jeep o cabalgatas nocturnas, así como el imponente Faro Querandí, son otras opciones. Privilegiada en su armado y diseño, a diferencia de Gesell, que fue creciendo como pudo, Mar de las Pampas es el lugar top en la zona, agreste pero refinado, con la revalorización de lo natural y ciertos aires de exclusividad presentes sobre todo en sus costos. Las restricciones a la presencia de autos cerca de la playa y el cierre al ingreso de grandes anunciantes son rasgos conservacionistas, aunque algunos comerciantes aseguran que todo llega con el tiempo. Muy buena atención, excelente gastronomía y servicios cada vez más completos son sus pilares, junto con los médanos extendidos hasta el mar. Los dos balnearios vecinos son la opción económica y alejada, que sólo ven pasar autos y gentes de tanto en tanto. Mar Azul primero y Las Gaviotas después, se separan apenas por una cuadra común y corriente, y salvo la cercanía con el Faro Querandí podría decirse que nadie iría hacia esos lados. Allí, lo clásico es lo que natura provee: médanos y más médanos, pilas de caracoles cuando baja la marea y algunas aves raras para quien gusta de la fotografía. Lo demás es vida tranquila, con algún almacén cerca y todo el mar para uno.
EN EL CENTRO En el centro de la escena está Mar del Plata, la reina de la costa, que recibe olas del mar y olas de gente desde todos los rincones del país y el exterior. Apenas un dato: es la primera ciudad en materia de plazas hoteleras de la Argentina (incluso más que Buenos Aires), de acuerdo con fuentes oficiales. Su proximidad, centralidad y corredor atlántico indiscutible, sus centenares de restaurantes y paradores gastronómicos, las decenas de obras callejeras y shows en vivo, el casino, los boliches y bares de la avenida Constitución dicen que es la gran metrópolis a orillas del océano. Playas abarrotadas y algunas más tranquilas y extensísimas como en Punta Mogotes, junto con el vecino faro, la hacen tan bella como inabarcable. La Fiesta Nacional del Mar, el Concierto Gala de Playa Grande (21 de enero, gratuito) y la Fiesta de los Pescadores serán eventos clave de enero, mientras febrero tendrá los premios Estrella de Mar y la Fiesta Provincial.
Párrafo aparte para su puerto, de lo mejor en el país en cuanto a mariscos se refiere, que marchan frescos y rápidos gracias a los buques pesqueros y barquitos de media, que entran y llegan de altamar con la carga del Atlántico. En sus restaurantes de renombre (Chichilo, Minipez, El Centellón) no faltan mejillones en su cáscara, camarones al ajillo, calamares en escabeche, picada de rabas y un surtido de mariscos a la parrilla para perder la línea sin culpa. Apenas a 18 kilómetros está Santa Clara del Mar, vecina predilecta y buena opción para el paseo diario en busca de playas más tranquilas y con acantilados. Además de las tradicionales salidas de pesca embarcado, hay que tener en cuenta del 20 al 24 de enero la Fiesta de la Cerveza Artesanal. Separada apenas por el canal de Costa Corvinas comienza Mar de Cobo, un balneario que pica en punta. Apenas con la avenida de entrada asfaltada y senderos de arena zigzagueantes al compás de acantilados, su belleza y pocos servicios, junto con sus casitas de madera a metros del océano hacen de este desprendimiento de 300 hectáreas de la vieja estancia San Manuel la opción natural y despoblada de la zona, aunque no más económica. Un poco más al norte y cabecera del partido, Mar Chiquita invita a una laguna única y reconocida por su biodiversidad, que recibe aguas dulces tanto como las saladas del mar y genera islas y corrientes donde los pescadores muestran sus destrezas con botas hasta el cuello para sacar la pieza célebre de la zona: el lenguado.
SUREÑAS Miramar es tal vez el segundo destino más tradicional después de Mar del Plata. Su corredor atlántico también es sobresaliente, y su peatonal, un arrebato de ofertas gastronómicas y diversión. Gran apuesta es la completa agenda de actividades deportivas 2011, con presentaciones del Showbol, el Seven de Rugby, buceo, polo y golf, así como la incorporación de vuelos de bautismo en planeadores. Sus opciones “verdes” le suman también mucho más que vida playera. Perteneciente también al partido de General Alvarado, la creciente villa balnearia Mar del Sud es la alternativa tranquila para quien sólo quiere ruido de olas. A 15 kilómetros de Miramar, perfecta para la búsqueda de grande caracoles y para recorrer sus arenas vírgenes, invita a conocer los vestigios del Boulevard Atlántic Hotel, de 1880. A pocos kilómetros se alza la otra gran urbe, Necochea, con su colosal puerto Quequén, utilizado para los traslados de cereales al mundo oriental. La ciudad es enorme de veras, y en pocos metros conjuga tres imágenes perfectas: un denso espacio verde compuesto por las 640 hectáreas de la reserva forestal Miguel Lillo, sede de la segunda edición del Festival de Folclore (4 al 11 de enero) y de la Fiesta de las Colectividades (21 al 23 de enero); los edificios medios y altos de la ciudad paralelos a la costa, y la fantástica desembocadura del río Quequén Grande.
Costa Bonita, Mar y Sol, Orense, Claromecó, Monte Hermoso y finalmente Pehuen-co concluyen este recorrido. De diseño semicircular y destacado mirador del médano 40, Orense es buen ejemplo de ello. Principal centro turístico del partido de Tres Arroyos, Claromecó es el paraíso de los pescadores por su variedad ictícola, y festejará este verano las bodas de oro su competencia 24 Horas de la Corvina Negra. El barrio residencial Dunamar y la Estación Forestal Bellocq son los últimos parajes antes de la creciente Monte Hermoso y Pehuen-co, poseedor de un vivero municipal y curiosas casa-barco y casa-molino. Allí el atractivo imperdible es el yacimiento huellas fosilizadas de megaterio, de 12.000 años de antigüedadz
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