MINITURISMO EN CAñUELAS, LA CHACRA Y POSADA ALEGRíAS AL SUR
A 50 minutos del centro de Buenos Aires, una chacra bonaerense reconvertida en posada brinda sesiones de masajes en medio del bosque, sabrosa comida con ingredientes de cosecha propia y espacios para entregarse a la buena música y la lectura en la tranquilidad del campo.
En cualquier spa una sesión de masajes se realiza en una agradable sala ambientada con velas aromáticas de olores vegetales y música tranquila que susurra el batir de las hojas y el canto de las aves. Sin duda, muy relajante... y simulado. Algo que no ocurre en el campo, donde no se necesitan sustitutos de la naturaleza; allí está, envolviéndolo todo con sus aires, sonidos y olores. Por eso, entre las múltiples propuestas de turismo rural, la chacra Alegrías al Sur ofrece además un “spa” bien natural: una colchoneta sobre el césped, a la sombra de un árbol, es la única “escenografía” que necesita la masajista de la posada para ejercer su arte.
Sabores originales A lo largo de su estadía, los huéspedes de Héctor Pessah y su hija Verónica van descubriendo la predilección de los dueños de casa por la pureza de las cosas: la miel es de producción propia, extraída de las 20 colmenas dispuestas en hilera en los fondos de la chacra. Lo mismo sucede con las mermeladas y los postres, cuyos ingredientes frutales se cosechan “in situ”: higos, almendras, manzanas, naranjas, limones, caqui... El pan se cocina en el horno de barro al aire libre, y si al huésped le interesa aprender a prepararlo, también puede poner las manos en la masa. Las verduras para las ensaladas, las tartas y las crêpes se cosechan 20 minutos antes del almuerzo, en la huerta orgánica, donde naturalmente no se utiliza ninguna clase de insecticidas ni abonos de origen químico. De alguna manera, podría decirse que aquí los sabores son realmente los originales: el pan tiene más sabor a pan y la miel más sabor a miel.
Musica, cine y aires de campo Para los porteños,
la principal ventaja de Alegrías al Sur es su cercanía con la
Capital y la variedad de medios para llegar (en auto, en tren o en combi). Desde
el centro de Buenos Aires son apenas 50 minutos. La posada queda a 15 cuadras
de la estación de tren de Cañuelas –por un camino de tierra
en buen estado–, pero la sensación es la de estar en medio del
campo. En los alrededores sólo se ven las vacas de otras chacras vecinas
y cada tanto pasan hombres a caballo o en sulki con su boina de campo. La chacra
mide un total de 12 hectáreas y posee un casco rodeado por 4 hectáreas
de parques arbolados y una piscina.
En el living hay un moderno equipo de música con una selecta colección
de discos compactos, que va desde Ella Fitzgerald y Miles Davis hasta las cantatas
de Bach y las Sinfonías de Shostakovich. Quien considera al descanso
como sinónimo de buen cine puede llevar un film desde su casa, encargar
uno por DirecTV o elegir otro en la videoteca de la posada, con títulos
de Woody Allen y Fellini, entre otros.
La posada dispone de cuatro cuartos con capacidad para 14 personas, que por
lo general suelen estar llenos los fines de semana. Son espaciosos y bien decorados,
pero sus mayores dones son la serenata de grillos y ranitas que nos arrulla
por la noche y la sinfonía de trinos superpuestos con que los pájaros
nos despiertan al amanecer.
Con el toque gourmet Los domingos suele llegar
un promedio de cinco personas a pasar el día de campo. Vienen atraídos
por la calidad gastronómica del lugar, que se suma al entorno natural.
El domingo es el día del asado con mesas sobre el césped a la
sombra de los árboles. En cambio, los sábados se almuerza lomo
o colita de cuadril al horno de barro, con papas, cebollas y batatas, todo condimentado
con orégano, tomillo y laurel, de cosecha propia, por supuesto. Para
la cena puede haber lenguado a la crema o salmón a la parrilla. Y también
se sirven ñoquis caseros y crêpes de chaucha, espinaca, acelga
o repollo, según lo que esté produciendo la huerta. Los postres
también tienen el toque gourmet: peras a la menta con chocolate, el flan
de naranja y el mousse de frutas de estación. Tanta predilección
por la comida natural, sin fanatismos, tiene su explicación. La familia
Pessah posee esta chacra desde 1980, y recién desde el año pasado
se está dedicando casi exclusivamente al turismo. Hasta ahora sólo
producían verduras no tradicionales. En la actualidad, mucho más
reducida, la huerta produce achicoria, hinojo, zanahoria, tomate, cebolla y
muchas otras.
La posada dispone de un quincho que se alquila para eventos y seminarios empresariales.
Hay también una cancha de fútbol con arquitos movibles rodeada
por dos hileras de álamos centenarios. Y en un apartado bosque de caquis
y castaños se realizan de vez en cuando jornadas de reiki.
A caballo por campos y pueblitos Las tranquilas cabalgatas por la pampa bonaerense son una de las actividades más solicitadas por los huéspedes, y para ello existe un circuito guiado por un paisano de la zona que recorre varios campos y arroyos. Pero hay una salida imperdible al pueblo de Uribe Larrea, muy cerca de la posada. Este pueblito de 900 habitantes, con casonas antiguas, una vieja estación de tren y una añeja pulpería, quedó detenido en el 1900. Queda a sólo 15 kilómetros de Cañuelas, pero el contraste con los tiempos actuales es absoluto. Por esa razón se lo eligió para ambientar sin escenografías las películas Juan Moreira de Leonardo Favio y Evita de Alan Parker. De tan pequeño y aislado, en Uribe Larrea ni siquiera hay dónde alojarse, pero se visitan una fábrica de cerveza artesanal llamada La Langosta y una granja de cabras donde se vende queso y dulce de leche artesanal.
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