URUGUAY. RECORRIDO EN SALTO
La “otra orilla” no es sólo la del Río de la Plata: también del otro lado del río Uruguay hay un mundo apacible y natural para recorrer, aprovechando las bondades que deparan en invierno las cálidas aguas termales uruguayas. Naranjos y atardeceres, pero también tecnología y literatura.
› Por Graciela Cutuli
La postal del atardecer con un sol gigante hundiéndose sobre las aguas del lago Salto Grande es un imán poderoso para quienes buscan tranquilidad en un ambiente rural. Menos de 500 kilómetros separan a Buenos Aires de Salto, una ciudad con aire de pueblo que se enorgullece de tener algunos de los más lindos paisajes de la ribera del río Uruguay: sobre sus orillas, Salto despliega con discreción bien uruguaya un abanico de sitios que van sin transición de lo histórico a lo natural. Empezando por las termas, ese regalo cálido de las entrañas de la tierra que hace de Salto un destino turístico durante todo el año (lo mismo que en la vecina Entre Ríos, del otro lado del río).
CITA CON EL PASADO Salto tiene una larga historia a sus espaldas, con huellas que permiten armar todo un circuito por la región aunque no parezcan visibles en una primera mirada. La ciudad fue fundada en 1756, cuando por aquí había poco y nada, al decidir el gobernador de Montevideo don José Joaquín de Viana la construcción de un fuerte que sería el núcleo del nuevo poblado. La antigua “Itu” (arrecifes, como la llamaban los indígenas locales por los saltos sobre el río Uruguay) ganó la categoría de capital varios años más tarde, cuando en 1837 se formó el departamento de Salto.
Mientras tanto, había sido escenario de uno de los episodios más conocidos de la historia uruguaya: el Exodo del Pueblo Oriental, cuando más de 10.000 habitantes de la Banda Oriental siguieron a Artigas hasta Salto Chico (la actual ciudad entrerriana de Concordia) en señal de rechazo al armisticio de 1811 por el cual la Banda Oriental volvía bajo jurisdicción española. Los vecinos rioplatenses conocen este Exodo, que todos coinciden en señalar como el nacimiento del nacionalismo uruguayo y la conciencia de una nueva identidad distinta a la argentina o española, como “La Redota”: es decir, pronunciación trastrocada de la palabra “derrota”. Hoy, en el lugar de la Costanera Norte de Salto donde Artigas cruzó con el pueblo oriental se encuentra el Parador Ayuí, punto habitual de concurrencia turística.
Además de Artigas, Salto conoció el paso de otro héroe y aventurero de dos mundos, Giuseppe Garibaldi, que protagonizó en estas tierras las batallas de Itapebí y San Antonio. El guerrero italiano, que ya venía de varias batallas sudamericanas en territorio brasileño, argentino y uruguayo, llegó (y saqueó) a Salto en octubre de 1845: pocos meses después, en febrero de 1846, libró allí el combate de San Antonio –por el nombre de un arroyo cercano, afluente del río Uruguay– contra las fuerzas de la Confederación. Poco después, Garibaldi, a quien hoy Salto conmemora con una estatua y una avenida, volvió a Italia y se convirtió en la gran figura de la independencia peninsular.
AGUA PARA TODOS Salto y la vecina Dayman tienen parques termales municipales, pero también buena parte de los hoteles cuentan con instalaciones propias para disfrutar del agua sin salir de cada complejo. Con un máximo de 44 grados, las termas de la región son las de mayor temperatura en Uruguay, con un poder terapéutico que se atribuye precisamente a la combinación de la mineralización con la salinidad y el calor. Además del inexorable relax de las piletas cálidas, los chicos las prefieren por los toboganes, juegos, río lento y piletas recreativas del parque Acuamanía, donde se puede pasar un día completo sin cansarse nunca. Y si este parque no está disponible –ya que cierra durante los meses más fríos y reabre en primavera– sí se puede acceder los 365 días del año al Parque Acuático del Hotel Horacio Quiroga, uno de los más tradicionales de Salto, que también ofrece toboganes abiertos y cerrados, reposeras subacuáticas con duchas, piscina con olas y juegos, todo con agua termal. Un poco más al norte, en Arapey, las termas siguen brindando descanso y placer, con un complejo de piscinas abiertas y cerradas y también el único hotel all inclusive de Uruguay. Esta fuente termal, que surge a 1300 metros de profundidad, provee 400.000 litros por hora y fue descubierta por el Instituto Geológico del Uruguay décadas atrás durante una perforación que tenía intención de buscar petróleo.
PASEO LITERARIO Salto es una ciudad tranquila con numerosas imágenes de otro tiempo, con autos que en cualquier otro lado serían de colección estacionados frente a casas antiguas y veredas iluminadas con faroles, a un paso del río. Rodeada de campos de cítricos, en invierno se la ve jalonada de naranjos cargados de frutos maduros. Mientras tanto en primavera, la temporada de los azahares, plazas floridas como la del centro histórico –donde se levantan la Catedral y los principales edificios públicos– se vuelven agradablemente sombreadas: es muy cerca de aquí, sobre la calle Uruguay 860, donde se encuentra la casa natal de Horacio Quiroga, cuarto hijo del matrimonio de Prudencio Quiroga y Pastora Forteza. Lo conmemora una placa colocada en el frente de la vivienda.
Sin embargo, es en la que fue la residencia veraniega familiar donde hoy funciona el Centro Cultural Casa Quiroga, en la zona norte de la ciudad. La antigua casona de campo, testigo de la infancia y adolescencia del escritor, data del siglo XIX y conserva un patio interior y alas laterales que probablemente se levantaron más tarde, cuando el edificio funcionó como escuela. Aquí se conservan primeras ediciones de sus libros, herramientas de su taller, su bicicleta y un mausoleo donde una urna tallada en madera de algarrobo, con la forma de la cabeza de Quiroga, guarda sus cenizas. El homenaje a Quiroga convive con el que se realiza a la poetisa Marosa Di Giorgio, también nacida en Salto en 1932. El recuerdo a la tríada literaria local se completa con la casa de Enrique Amorim –precisamente quien gestionó el regreso de los restos de Quiroga a Uruguay–, que se encuentra también cerca del centro. En el chalet Las Nubes, Amorim se reunía con escritores y colegas; se dice que allí Borges escribió el cuento “Tlön, Uqbar, Orbis, Tertius”. Se dice que los planos de la casa eran de Le Corbusier, aunque la propia esposa de Amorim, Esther Haedo, se encargaba de desmentirlo y asegurar que era una idea del escritor, sin duda claramente inspirada en las tendencias impuestas por el arquitecto suizo. Por el momento la casa, recientemente comprada por el Estado uruguayo, está en vías de restauración: cuando esté en condiciones, se cumplirá el deseo de Esther Haedo de exponer allí dos cuadros, un Figari y un Blanes, que actualmente se encuentran en el Museo Gallino de Salto.
PASEOS SALTEÑOS La historia de Salto tiene muchos otros testimonios cercanos para recorrer. Entre ellos dos saladeros, La Caballada (1860) y La Conserva (1875), ambos sobre la Costanera Sur. El segundo fue demolido pero quedó como recuerdo una chimenea de ladrillo; el primero en cambio era conocido por el Mangrullo, un mirador desde donde se podía divisar la llegada de tropas y barcos. La Caballada era el saladero de un conocido pionero de la zona, Pascual Harriague, nacido en Francia pero establecido en Salto desde 1840. También siguen en pie La Vasca, un antiguo almacén actualmente sede del Club de Leones; la Casa Verde, donde funciona el Rotary Club, el Teatro Larrañaga y sobre todo el edificio del Mercado 18 de Julio, rodeado de las callecitas del centro histórico.
Salto tiene además un circuito enológico, que se le debe precisamente a Harriague: además de trabajar en el saladero, este inmigrante francés hizo sus primeros ensayos de cultivo de uva criolla en una chacra de San Antonio Chico, y luego cultivó las cepas francesas ya aclimatadas en Concordia. Tiempo después obtuvo su primera cosecha, que sería el comienzo de una fructífera producción, premiada con los años tanto en Francia como en España. La uva Harriague es la que hoy se conoce como variedad Tannat, la misma que sigue prosperando en Salto. De la mano de los vitivinicultores y expertos de la zona, hoy se pueden recorrer los viñedos de la Bodega Stagnari y Bertolini & Broglio... naturalmente con degustación incluida.
Al final, la visita no estaría completa sin pasar por la Represa Salto Grande, un emprendimiento binacional que aprovecha las aguas del río Uruguay para la generación de energía. Los recorridos son gratuitos, duran alrededor de 45 minutos y permiten conocer desde adentro el funcionamiento de la sala de máquinas, las turbinas y el puente sobre las aguas del río. Otra forma de conocer el agua, siempre presente en los circuitos del río Uruguay
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