Domingo, 23 de octubre de 2011 | Hoy
LA RUTA DE LOS CUENTOS DE HADAS
Un país donde los cuentos de hadas no son leyenda, sino realidad. Una ruta hecha de pequeños pueblos que, entre Bremen y Frankfurt, reviven los personajes de los hermanos Grimm y los protagonistas de muchas otras historias tradicionales –a veces con bases de realidad– que hicieron temer, soñar y reír a generaciones de chicos.
Por Graciela Cutuli
¿Dónde está el límite entre la imaginación y la realidad? ¿Dónde la frontera entre la geografía genuina y la inventada? Si la respuesta nunca es fácil, menos todavía lo es a lo largo de la Ruta de los Cuentos de Hadas, un itinerario que recorre entre dos grandes ciudades de Alemania –Bremen y Frankfurt– todo un rosario de pueblos ricos en leyendas y tradiciones cuyos orígenes se pierden en la noche de los tiempos. Muchas de ellas fueron recogidas por los hermanos Jakob y Karl Grimm, a quienes los chicos de todo el mundo conocen como “autores” de los cuentos, pero en realidad fueron lingüistas, autores de un diccionario que es referencia en el alemán y recopiladores de incontables historias a partir de la tradición oral. Historias donde no hay límites para la fantasía: los animales hablan, las princesas duermen y los ogros malvados atemorizan a los chicos, en una suerte de advertencia tan primitiva como clara sobre los peligros que acechan a quienes se salen de los caminos bien señalizados en el bosque...
No es que los Grimm hayan tenido a los chicos como primeros destinatarios de su obra, una intención que no tuvo tampoco Italo Calvino en su famosa recopilación de Cuentos populares italianos, igualmente cargados de fascinación y misterio. Es que la riqueza de los personajes y la sugestión de las historias terminaron por imponerse: y a fuerza de generaciones de lectores, los relatos tradicionales y sus protagonistas finalmente se materializaron en una ruta turística que enlaza, a lo largo de unos 600 kilómetros, unos 60 pueblos y ciudades relacionados con los cuentos de hadas. Sea porque allí vivieron los Grimm, porque sus castillos inspiraron algunas célebres moradas principescas, o porque allí se originaron algunas de las leyendas más difundidas en el boca en boca de los siglos.
AQUI VIVIERON LOS GRIMM En verdad no hay un punto de partida o un punto de llegada específico: cada uno puede trazar su propio itinerario, pero no deja de ser buena idea iniciar la ruta –si se viaja de sur a norte– por la ciudad donde los hermanos Grimm vivieron cinco años, entre 1791 y 1796: Steinau an der Strasse, donde funciona desde 1998 un museo dedicado a ambos lingüistas. Allí, en un edificio renacentista que funcionó largo tiempo como tribunal y donde ellos decían haber pasado los días más felices de su infancia, se los recuerda con la reconstrucción de varios ambientes tal como eran a fines del siglo XVIII, evocando distintos aspectos de su vida y obra.
Más tarde, los Grimm se mudaron a Kassel para seguir sus estudios: y en esta segunda ciudad, un poco más al norte de Steinau an der Strasse, existe otro museo sobre los hermanos que permite completar el conocimiento de su riquísimo trabajo sobre las tradiciones alemanas. Kassel es una ciudad más importante, una referencia en materia de arte y también muy conocida por sus baños termales: para los Grimm, fue su residencia durante 30 años y el lugar donde entraron en contacto con Dorothea Viehmann, una mujer que les transmitió incontables historias populares que ella misma había escuchado desde su juventud, en la posada que poseían sus padres. Muchos de esos cuentos adquiridos de oídas en la Knallhütte –que así se llamaba la posada– integraron la primera edición de los cuentos de los hermanos Grimm, en 1812. Casi sin darse cuenta, es posible escuchar en ellos la voz de los anónimos narradores –gente de toda extracción y cultural, sin pretensiones literarias, pero vivaces y ricos en sus relatos– que dieron carnadura a los personajes y no permitieron que sus leyendas se perdieran en el tiempo: así llegaron hasta el siglo XXI Blancanieves, Cenicienta, Hansel y Gretel, Caperucita Roja. Niños, princesas y monstruos que aparecen transformados todavía hoy porque siguen hablando al inconsciente, las fantasías y los miedos de las generaciones modernas, incluso en sus versiones más truculentas. Kassel es entonces un buen lugar para recorrer el Palacio Bellevue, donde el Museo Grimm evoca la vida de ambos hermanos a través de una muestra permanente y exposiciones temporarias: en total son siete habitaciones y una exhibición especial: Experimente el mundo de Grimm. En la misma ciudad funciona la Sociedad de los Hermanos Grimm, que tiene sedes en otras ciudades de Alemania, y no muy lejos del Museo está la Murhardsche Bibliothek, que conserva los archivos de los lingüistas como un verdadero tesoro.
PRINCESAS Y NIÑOS PERDIDOS Cumbre del romanticismo, semilla de fantasía durante generaciones, la Bella Durmiente dio origen a incontables disquisiciones sobre el posible origen de la princesa que se adormeció durante años, y dio pie a la búsqueda del Príncipe Azul capaz de hacerla despertar a la vida con un solo beso. Lejos de Disney (que según se cuenta se inspiró en los románticos castillos del rey Ludwig II de Baviera, en otra parte de Alemania), el castillo de Sababurg inspiró la leyenda medieval de la Bella Durmiente y hoy, aunque en ruinas, se lo puede visitar entre piedras y paredes semidesnudas cubiertas de hiedra para estrechar las manos de la Bella y el príncipe todos los fines de semana del verano. No faltan, de vez en cuando, las novias que quieren elegirlo como escenario para su casamiento...
No muy lejos de aquí, junto al bosque de Reinhard, la zona de Oberweser recuerda otras dos leyendas inmortales: la del pícaro Gato con Botas, surgida en el pueblito de montaña de Oedelsheim, y la de la desdichada Blancanieves, nacida en el cercano Gieselwerder. Pequeñas casitas de madera, un molino antiquísimo y un aire de fábula hacen pensar que bien puede haber sido cierta la historia de la jovencita odiada por su madrastra y salvada por los siete enanitos mineros que le dieron refugio en el corazón del bosque. No menos romántico es el pueblo de Höxter, esta vez un poco más al norte: aquí todos los fines de semana de mayo a septiembre se recrea en la plaza del mercado la leyenda de Hansel y Gretel. Y no muy lejos, en Polle, también se representa en teatro la historia de la Cenicienta: se dice que fue por allí, en un castillo que hoy está en ruinas, donde la jovencita agraciada por el destino bailó la música que cambiaría su destino en brazos de un príncipe enamorado. Que por allí dieron las doce, se transformó en calabaza la carroza y se cayó cierto zapato de cristal... Cada dos años, la leyenda de Cenicienta es protagonista de un importante festival histórico que se realiza en la segunda semana de septiembre y permite mantener viva la tradición y sus personajes.
Más adelante, el romanticismo cede para dar lugar a la leyenda del Flautista de Hamelin: no cuesta mucho reconocer el lugar del cuento en la actual Hameln, que se considera hoy día como la capital económica y cultural de la región montaña de Weser. El lugar, en todo caso, es realmente encantador gracias a sus casas renacentistas –sobre todo la Casa del Flautista, de principios del siglo XVII– y la Iglesia de San Nicolás. Los locales homenajean a los turistas que siguen los pasos de la leyenda con una versión cómica del cuento, una puesta teatral y un museo que explica sus orígenes.
La Ruta de los Cuentos de Hadas puede seguir en Wahlsburg, donde nació el Sastrecillo Valiente, en Trendelburg –donde está la torre de la pelilarga Rapunzel– y en Verden, que tiene un parque temático lleno de personajes y recreaciones de las leyendas. Pero sobre todo no hay que dejar de pasar por Schwalmstadt, cuna de Caperucita Roja. Se cuenta incluso que el traje regional (que se exhibe en el Museo del Schwalm) inspiró la vestimenta del famoso personaje. No cuesta comprobarlo si se llega en un día de fiesta, cuando las mujeres vuelven a vestir su vistoso tocado rojo. Y colorín colorado... este cuento se ha acabado
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