Dom 06.11.2011
turismo

MISIONES. GIRA DE AGROTURISMO

Colonos en tierra roja

Una nueva red de agroturismo que atraviesa la roja tierra misionera permite acercarse a la vida del colono de origen centroeuropeo y reconocer la influencia de las culturas paraguaya y brasileña. Granjas educativas, parques ecológicos, lagunas de pesca, campings y casas de campo sirven de base para explorar a fondo el extremo del Litoral.

› Por Julián Varsavsky

Una red de pequeños emprendimientos de agroturismo, extendidos por toda la provincia de Misiones, ofrece a los viajeros una mirada profunda de la vida rural del colono local, ese singular hombre de campo en el que confluyen culturas centroeuropeas mezcladas con la brasileña y la guaraní. La red se viene gestando desde 2002 gracias al impulso de un equipo de profesionales organizados por el Instituto Sindical de Cooperación para el Desarrollo (Iscos), una ONG italiana que combina esfuerzos con actores locales como la Unión de Escuelas de Familia Agrícolas de Misiones. El resultado es que 73 pequeños emprendedores ligados al trabajo con la tierra recibieron formación y microcréditos para agregar el turismo a sus tareas económicas. Algunos de ellos son, por ejemplo, sembradores de tabaco, una actividad que desean abandonar porque es muy contaminante. Otros son productores de yerba y té –que se cosechan en invierno y verano respectivamente– y el resto del año carecen de otros ingresos.

Ahora, agrupados en la Red de Agroturismo Misiones, estos hombres de la selva y el campo alojan viajeros en sus casas o en cabañas recién estrenadas, venden dulces y frutas, preparan almuerzos y cenas, gestionan campings y balnearios, cuidan senderos educativos y mantienen lagos artificiales para la práctica del “pesque y pague”.

En un viaje por los emprendimientos de esta red se recorre la provincia por sus rutas troncales, que luego se desvían hacia caminos de tierra roja hasta la morada de curiosos personajes. Kilómetro a kilómetro, se generan situaciones que podrían ambientar una road movie –a la manera de Familia rodante, de Pablo Trapero, filmada en algunos de estos parajes– entre los heterogéneos submundos culturales de la provincia.

Un colono prepara su arado antes de la siembra.

RUTAS Y MISIONES Tres rutas troncales atraviesan Misiones de norte a sur: la RP2, en el borde derecho del mapa, limítrofe con Brasil; la central RN14 y la RN12, que costea el Paraná limitando con Paraguay. Cada una de estas rutas encierra un submundo donde sus habitantes hablan con tono e incluso idiomas diferentes, comen distintas cosas, siembran a su manera, pintan sus casas con diversos colores y tienen orígenes raciales variopintos.

La RP2, que bordea el río Uruguay, es básicamente una zona de colonos brasileños, alemanes e italianos. Los ancianos suelen ser extranjeros, mientras que sus hijos ya son argentinos pero crecidos con un fuerte legado de sus raíces inmigrantes. Al ser la influencia brasileña muy grande –sobre todo por los medios de comunicación– muchos de estos misioneros hablan en portugués en su vida cotidiana. Algunos se expresan sólo en portuñol y otros son bilingües, pero con acento brasileño. En algunas escuelas las clases son en español, pero en el recreo los chicos hablan en portugués. A los costados de la ruta 2 la influencia del país vecino se refleja también en la agricultura, y por eso no se planta mucho té ni yerba sino tabaco y granos como el poroto de la feijoada.

La RN14, eje central de la provincia, no limita con países vecinos. Aquí está el que sería el acento misionero más puro, si es que eso existe. Muchos habitantes descienden de inmigrantes polacos y ucranianos; por eso se ven iglesias cristianas ortodoxas, carros polacos, casas pintadas con vivos colores y muchísimas plantaciones de yerba.

La RN12, por su parte, bordea el Paraná y limita con Paraguay. Sus habitantes son en general descendientes de suizos, alemanes, daneses y paraguayos. El acento tiende por lo tanto al paraguayo, y muchos directamente hablan guaraní. Aquí no se plantan porotos sino maíz y mandioca, con los que se preparan el reviro, el chipá guazú y la sopa paraguaya. Junto a la ruta se ven algunas iglesias luteranas; la tierra no se ara con bueyes sino con tractorcitos y en las chacras los campesinos tienen todo “a lo chamamé”, es decir, desordenado en galpones donde se amontonan herramientas de trabajo, tractores oxidados y el producto de la última cosecha.

Los caminos de tierra roja que llevan a los establecimientos de agroturismo.

DEL CENTRO AL NOROESTE Para quien emprenda este viaje con chicos, el lugar ideal para visitar o pasar la noche en carpa es la quinta educativa “La Express”, cerca de la ciudad de San Vicente, sobre un camino adyacente de la RN14 en pleno centro de la provincia. “El nombre es porque cambié este terreno de 2,5 hectáreas por mi viejo Renault Express”, cuenta Juan Carlos Trindabe, un docente misionero descendiente de suecos y brasileños que excepcionalmente no es rubio ni tiene ojos azules. La actividad principal en la quinta consiste en recorrer la selva por un sendero junto a un arroyo, donde los chicos ven los restos de una canoa de madera que “perteneció al curupí”. Juan Carlos cuenta que el curupí duerme en una cueva allí cerca y, según la leyenda misionera, tiene un pene de 3,8 metros de largo. Luego sigue con el Yasí Yateré, un duende rubio que tiene un silbato con el que encanta a los chicos cazadores de aves y los hace perderse en la selva, haciéndolos caer sobre ortigas gigantes con una trampa hecha de arbusto uña de gato. También el Pombero cuida la naturaleza: es un hombre tan flaco que se puede esconder detrás de los troncos más finos sin ser visto y hace caer a los niños cazadores, con un bastón de rama, sobre hormigueros y panales. Los viajeros que se alojan en “La Express” generalmente vienen o van a los Saltos de Moconá. En el camping tienen agua caliente y parrillas; además hay piscina, una canchita de fútbol y un arroyo con cascadita que se usa como hidromasaje natural.

Una misionerita rubia, integrante de una familia de colonos centroeuropeos.

HACIA LA RUTA 12 A medida que se deja atrás la RN14 para acercarse hacia la RN12 el viaje sufre un cambio sutil. La influencia brasileña queda atrás, mientras la cultura paraguaya se hace fuerte con la proximidad del río Paraná. Pero entre una ruta y otra se transita la 60, que une esos dos caminos troncales. Tres establecimientos se suceden en esta ruta de transición.

El primero es Crisol de Razas, una casa de familia con tres dormitorios de baño compartido habilitados para alojar turistas y un restaurante donde se ofrecen manjares preparados por Elizabeth Suárez. Este singular restaurante tiene una sola mesa, la misma en la que come la familia con sus huéspedes. Los viajeros que paran a comer o a dormir en Crisol de Razas llegan por lo general desde Puerto Iguazú rumbo a los Saltos de Moconá o viceversa. Y hay quienes utilizan el lugar como base para visitar las Cataratas del Iguazú, a dos horas y media de viaje, y los Saltos de Moconá, una hora y media, transportados por la familia a precios muy convenientes. Allí se puede probar escabeche de martineta como entrada; luego pastas caseras con salsa de tomate adobado con hierbas y ajo, pollo a la cacerola con verdeo y cebolla, pastel de choclo, tarta y ñoquis de mandioca, y el tradicional reviro que comían los mensúes. Crisol de Razas está en un terreno de seis hectáreas donde hay una huerta con plantaciones de maíz y mandioca, árboles de mandarina, papaya, níspero, banana y palta.

En el kilómetro 25 de la RP212, ya cerca de la RN12, hay un emprendimiento llamado Nuevas Raíces, un camping donde se puede pasar el día junto al arroyo Tarumá y nadar un rato. El lugar, sobre 25 hectáreas forestadas con pinos y plantaciones de mandioca y maíz para autoconsumo, funciona de noviembre a Semana Santa y los fines de semana va mucha gente de la zona a hacer asados. Los dueños de casa son una pareja de origen paraguayo que habla en guaraní cuando no quiere que los entiendan sus hijos... aunque no es tan seguro que los chicos no dominen ya parte del idioma: Oumá (“ya vienen”) fueron las palabras de uno de ellos al vernos llegar.

Un carro polaco, tecnología importada de la Centroeuropa del siglo XIX.

PARQUE ECOLOGICO Ya en la zona de la RN12, en el límite de la ciudad de Eldorado, se encuentra el Parque Educativo Akemi, donde se camina por senderos arbolados con especies nativas. Los anfitriones son Carlos Korner, hijo de alemanes, y Mabel Morinigo, criolla misionera. La familia tiene su casa en medio de un parque de 4,5 hectáreas, cerca de un estanque lleno de pacúes: pero no los tienen para pescar sino por el puro gusto de tenerlos y divertir a los chicos, que les arrojan pedazos de pan mientras los peces se acercan con la mansedumbre de gatitos, acostumbrados a que nadie les haga daño.

La propuesta para los visitantes de Akemi es que cada cual arme el paseo a su gusto. Por un lado está el vivero y por el otro hay un gimnasio en el bosque, con un circuito de ocho estaciones para hacer ejercicios con “implementos” hechos a base de troncos caídos de la selva. Al recorrer los senderos, el guía va señalando los soberbios ejemplares de grapias, guayubiras, anchicos, laureles, ambaíes y araucarias nativas.

La segunda razón para visitar Akemi son las comidas tradicionales misioneras. Doña Mabel es quien prepara el tradicional reviro (un granulado hecho con huevo, sal, harina, leche y aceite), sopa paraguaya y “chipá soó”, el tradicional pan de queso con almidón pero relleno con carne picada (soó significa “carne” en guaraní).

Mientras tanto, en el pueblo de Santiago de Liniers (departamento de Eldorado) está La Querencia, un establecimiento rural que tiene como gran atractivo la pesca. Como en los ríos de la zona ya casi no hay peces, ahora se pesca en grandes estanques sembrados con alevinos, una modalidad típica de Brasil. Nuestro anfitrión, Omar Hing, que también es descendiente de alemanes, cuida sus tilapias, carpas y pacúes en un estanque de 50 x 50 metros. En el lugar se alquilan equipos de pesca completos y en un buen día pueden salir diez ejemplares variados de un promedio de medio kilo. El record del lugar fue una carpa de 15 kilos, mientras el pacú más grande pesó ocho kilos.

Frutas frescas para el almuerzo en los restaurantes de la red de agroturismo.

GRANJA EDUCATIVA También en las afueras de Eldorado está la granja educativa Los Dos Arroyitos, que organiza visitas para grupos de colegio. Los anfitriones son una típica pareja misionera: Américo Villalba, hijo de paraguayos, y su esposa Ana María Libutzki, descendiente de alemanes. El habla guaraní, idioma que enseñó a su esposa, mientras ella habla alemán. En la granja de los Villalba hay dos arroyos y muchos juegos, como toboganes y subibajas, construidos con troncos. En un estanque los chicos practican pesca con rigurosa devolución y luego van a los corrales a tirarles puñados de maíz a los patos, gallinas y gansos, o a darles la mamadera a los corderitos.

La idea de la granja, además de divertir a los chicos, es crear conciencia ecológica. Y entre las historias que se cuentan está la de una aldea guaraní cercana que logró la titularidad de sus tierras hace un tiempo, pero cuyos habitantes fueron tentados por un contratista maderero que les ofreció talar todos sus árboles nativos a cambio de una camioneta. Una vez cortado el bosque ilegalmente, los aborígenes denunciaron en el Ministerio de Ecología una intrusión en sus tierras, que les habría robado los árboles. “El cacique estuvo un tiempo con su 4x4, hasta que se fundió. Ahora no tienen ni bosque ni camioneta”, cuenta Américo con dolor.

RUMBO A IGUAZU La gira de agroturismo continúa hacia la zona cercana a Puerto Iguazú. A lo largo de la RN12, entre Eldorado y Puerto Iguazú, ya casi no se ve selva sino plantaciones de pinos a cuya sombra no crece el menor yuyito. No es casualidad: una empresa lleva años comprando pequeñas chacras a colonos pobres que luego pasan a engrosar los barrios marginales de las ciudades. El resultado es que arrasa con todo para plantar pinos, que cortan luego de una década. En la última parte del proceso un trabajador solo llega en un cuatriciclo, corta el tronco en un minuto, lo limpia de ramas y en apenas 15 minutos ya lo tiene arriba de un camión. Antes, en cada chacra, una familia completa producía alimentos. Y es precisamente este mundo del colono chacarero el que se quiere mantener con esta red de agroturismo.

La última visita de esta gira misionera es al emprendimiento La Abuela, una casa de campo en las afueras de Puerto Esperanza, cerca de la RN12. El lugar ofrece un alojamiento alternativo y económico para quienes visitan las Cataratas del Iguazú. Al frente de La Abuela está Sara Sanabria, especialista en dulces naturales y pickles envasados, quien a sus 69 años trabaja todo el día en su vivero y huerta de 32 hectáreas. El origen de los Sanabria es paraguayo, y cuenta Sara que su papá llegó a Misiones como parte de un éxodo de 60 familias que caminaron 40 días por la selva tras integrar un levantamiento contra Stroessner a finales de la década del ‘40. Y agrega que antes de cruzar el río su padre cambió un caballo y un revólver por dos pares de alpargatas.

La casona de setenta años que se alquila en La Abuela es la misma en la que viven los Sanabria, que se van de su casa por unos días cuando llegan los huéspedes. Como hay 60 kilómetros hasta Puerto Iguazú, el lugar es una alternativa de alojamiento para visitar las Cataratas pero durmiendo en un ambiente tranquilo al extremo. Por eso algunos visitantes se quedan entre una semana y diez días, simplemente para reposar y vislumbrar otra vida posible

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