Dom 20.11.2011
turismo

EE.UU. TECNOLOGíA Y TRADICIONES

Futurama

Conocido por la emblemática bola blanca que funciona como una invitación al ingreso en una nueva dimensión, Epcot es el parque de Orlando más orientado a las nuevas tecnologías. Y al mismo tiempo ofrece un curioso viaje por los países del mundo y sus tradiciones, con minuciosas reconstrucciones de ciudades europeas y un sector japonés amado por los aficionados al animé.

› Por Graciela Cutuli

En ese gigantesco reino de la fantasía que son los parques de diversiones de Orlando hay lugar para todo y para todos los gustos: por supuesto, el clásico Mickey, vigente desde hace generaciones, pero también –para los más modernos– Buzz Lightyear o Stitch, en casa Disney, o el nuevo clásico Harry Potter, por el lado de Universal. Sin embargo, en el conjunto de parques temáticos y acuáticos hay uno que se distingue del resto: Epcot, que forma parte del conjunto Disney, ofrece una visita diferente, con un eje más alejado de los personajes de las series animadas y el cine infantil que el resto de los parques. Aquí la preferencia va hacia las nuevas tecnologías: pero la visita se une también con un curioso paseo por las principales ciudades del mundo, a fuerza de imaginación y una cuidada reconstrucción. Como si fueran, y en realidad prácticamente lo son, dos parques en uno.

UNA LARGA HISTORIA Los nombres de los parques de Disney son bastante descriptivos –Magic Kingdom, Hollywood Studios, Animal Kingdom–, pero sin duda Epcot despierta cierta curiosidad. Se trata de la sigla de “Experimental Prototype Community of Tomorrow”, un nombre que reflejaba la intención original de Walt Disney de crear una suerte de ciudad utópica del futuro, un concepto nuevo que tardaría décadas en plasmarse y que, en realidad, tuvo otro tipo de concreción: lo que Walt había imaginado era una especie de “comunidad modelo” con algunos cientos de habitantes e intenciones de ser un ejemplo a nivel de planeamiento urbano y organización.

Epcot nunca fue eso, pero la posta fue retomada por la compañía a principios de los ‘90, cuando nació Celebration, un pueblo muy cercano al complejo de parques concebido en toda la línea Disney, y con todos los servicios de salud, sociales y educativos de cualquier comunidad. “El Vaticano con orejas de Mickey”, ironizaron varios. Mirado con admiración por muchos y con desconfianza por otros tantos, el experimento sigue en marcha, aunque el año pasado un par de episodios policiales sacó a Celebration de las páginas satinadas de los folletos para pasar a los diarios. ¿El sueño terminó? No está muy claro, pero por las dudas sigue en Epcot.

El parque temático tiene un objetivo declarado (y alcanzado): celebrar los logros de la civilización humana, la cultura internacional y la innovación tecnológica. Inaugurado en 1982, pronto cumplirá tres décadas ininterrumpidas de notable éxito, considerando que el año pasado recibió más de 10 millones de visitantes. Una cifra que lo ubica como el tercer parque temático más visitado de Estados Unidos y el quinto del mundo.

Llegar a Epcot es fácil, ya que está incluido en el circuito de Walt Disney World, con todos los medios de transporte disponibles desde los principales hoteles de Orlando y desde el propio complejo hotelero de la compañía del ratoncito. Lo difícil es irse, dada la extensión y la sucesión de atracciones que capturan la imaginación y los sentidos.

Se cuenta que la descomunal “bola” de Epcot fue diseñada con ayuda de Ray Bradbury.

DE PASEO EN EPCOT En cada parque, Disney tiene un icono que lo identifica: el castillo de Magic Kingdom, el sombrero de Mickey hechicero en Hollywood Studios, el árbol de la vida de Animal Kingdom... y “la bola” de Epcot, oficialmente llamada “Spaceship Earth”. Impresionante por su tamaño, se cuenta que la estructura de la bola fue diseñada con ayuda de Ray Bradbury, quien también colaboró en la escritura del guión original de la atracción que espera a los visitantes en el interior de la “Spaceship Earth”. Para los puristas, se trata de un tipo de icosaedro con 60 caras en forma de triángulo isósceles divididas a su vez en 16 triángulos equiláteros más pequeños... todo un juego geométrico creciente, de modo que la subdivisión sucesiva de cada parte en nuevos triángulos da como resultado la impresionante cifra de 11.324 triángulos totales. Obra maestra de la ingeniería, con un original sistema de recolección del agua de lluvia y 40.800 horas de trabajo a sus espaldas, por las noches se ilumina y recrea magníficamente la ilusión de una suerte de rara nave espacial posada sobre el suelo de Florida.

En el interior, la “Spaceship Earth” invita a una suerte de “máquina del tiempo”, un paseo de 13 minutos que muestra a los visitantes los avances de la comunicación humana, desde los tiempos prehistóricos hasta la actualidad. Hay que tener en cuenta que aquí, como en otras atracciones del “Future World” de Epcot, se siente más que en los otros parques Disney la necesidad del idioma para poder seguir el guión de las explicaciones. Claro que hay muchos otros juegos que no necesitan palabras para ser inolvidables, con Soarin’ a la cabeza: en este gigantesco simulador se vive la sensación de volar suavemente sobre California, con impresionantes vistas panorámicas y otras percepciones olfativas y táctiles que hacen del viaje un auténtico “vuelo de Nils Holgersson”. Otro de los juegos más atractivos es el Test Track, un simulador de vehículos de carrera que en cinco minutos permite vivir todo tipo de sensaciones fuertes por una pista que incluye bajadas, subidas, curvas y tests de impacto y temperatura. Y para volver a sacar los pies de la tierra, la opción es Mission: Space, un simulador de las sensaciones que generaría un viaje espacial a Marte. Como el juego es bastante fuerte, los “astronautas” tienen dos opciones para su aventura galáctica: la tradicional o una más leve, con menor aceleración y movimientos.

Recreación de un pueblo noruego en el parque temático.

LA VUELTA AL MUNDO La segunda parte de Epcot es el World Showcase, una suerte de “recorrido mundial” que nació cuando Disney, en busca de nuevas ideas para su parque californiano, pensó en una suerte de calle internacional. La propuesta creció hasta convertirse en los impresionantes pabellones que hoy recrean calles, plazas, monumentos, restaurantes y negocios de México, Noruega, China, Alemania, Italia, Estados Unidos, Japón, Marruecos, Francia, Inglaterra y Canadá.

En verdad, a veces cuesta distinguir entre ilusión y fantasía, al pie de la falsa Torre Eiffel o las pirámides mayas, seguidas de totems canadienses, pagodas chinas, placitas bávaras medievales, la Plaza San Marcos veneciana y los barcos vikingos del paseo noruego (uno de los más atractivos para los más chicos). En los últimos años, el pabellón japonés se convirtió además en una nueva meca de la generación de chicos y adolescentes que pasaron directo del ratón Mickey al manga y el animé: se los puede ver hojeando libros, afiches y estatuillas de personajes que van de Pokémon a Naruto, fascinados con la cultura oriental de la tecnología y tratando de saludar, al menos, en algo parecido al japonés. Para los grandes, tanto este como otros pabellones del World Showcase son atractivos para las compras, ya que se encuentran productos originales de todas partes del mundo, desde los clásicos chupetines-souvenir de París hasta el chocolate gianduia italiano. Además hay de todo en materia gastronómica: restaurantes chinos, pastelería francesa, café noruego, cocina americana... pero sobre todo no hay que dejar pasar Les Chefs de France, el restaurante de nouvelle cuisine francesa con reminiscencias del ratoncito de “Ratatouille” y, sobre todo, una excelente cocina.

Cuando se haya terminado la vuelta al World Showcase, probablemente sea muy tarde y las piernas pidan a gritos un reemplazo... pero el visitante se habrá dado el raro gusto de recorrer medio mundo en una tarde, con un viajecito en el tiempo –hacia el futuro– como yapa

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