VIAJES DE ESTUDIO COLONIAS DE INMERSIóN A LA LENGUA SAJONA
De cabeza al ingles
Las colonias de inmersión al idioma inglés son una original propuesta educativa que se realiza en estancias y campamentos ubicados en destinos turísticos de la Argentina. El método consiste en que el participante no vuelva a decir una sola palabra en castellano durante toda la estadía, al mismo tiempo que se divierte y disfruta de la belleza del lugar. En pleno campo bonaerense, una visita virtual a la verde Irlanda.
Por Julián Varsavsky
En tiempos de dólar alto, estudiar inglés en el extranjero volvió a ser un privilegio para muy pocos. Pero en paralelo comenzó a cobrar auge la original combinación de un viaje virtual con otro real, que consiste en participar de una colonia de inmersión al idioma simulando un viaje al exterior. La propuesta se lleva a cabo en estancias y campamentos de diversos lugares del país, y los participantes no pueden pronunciar una sola palabra más en español apenas pasan la tranquera.
En tren a Dublín Turismo/12 visitó la estancia La Nancy, ubicada en la localidad bonaerense de Goyena, donde se realiza una de estas colonias. En los hechos, llegar hasta allí implica un viaje de unas 8 horas en tren a lo largo de 560 kilómetros; no mucho menos de lo que tarda un avión hasta Irlanda, el país que visitaremos –virtualmente– en esta oportunidad (también pueden ser Australia, Inglaterra o Estados Unidos).
Al margen del aspecto lúdico, el viaje virtual se parece bastante a una experiencia real. Junto a la tranquera de la estancia hay una tienda de campaña que oficia de aduana, donde nos entrega un pasaporte con nuestra foto y nos decomisan cualquier libro, CD o revista en idioma castellano. Todo es tan real que los empleados de la aduana del “aeropuerto de Dublín” son dos chicas de nacionalidad irlandesa que no saben una palabra de español. Niamh y Lynn serán nuestras “counsellors”, unas estudiantes de humanidades que viajaron a la Argentina becadas por su universidad para realizar prácticas educativas como parte de su formación. Todos los programas de inmersión incluyen la participación de counsellors nativos, que provienen de la Universidad de Limerick (Irlanda), la UCLA (Estados Unidos) y el University College London (Inglaterra).
El paso siguiente es realizar un juramento donde uno se compromete a no volver a pronunciar una sola palabra más en castellano. Los cuartos, naturalmente, son compartidos, y allí también se debe hacer honor al juramento. De más está decir que estamos aislados del mundo exterior –sin televisión ni radio–, e incluso el personal de servicio tiene prohibido hablar en castellano.
En la Irish Republic Lejos del ocio vicioso de los participantes de Gran Hermano, aquí existe una programación de actividades didácticas y juegos que mantiene a los alumnos en constante actividad e interacción con los demás, obligándolos a hablar todo el tiempo. Aquí está, justamente, el eje de la propuesta: sin formalidades académicas, la idea es aprender mediante la diversión y el solo hecho de practicar intensivamente. Queda claro que se debe tener al menos un nivel elemental del idioma.
A los participantes –siempre de edades similares– se los divide en dos grupos que competirán entre sí en diversos juegos. Y cada uno de los dos counsellors dirige un grupo. Durante la primera charla con Niamh, la joven irlandesa nos cuenta sobre la geografía, la historia y la cultura de su país (...y que su primo es el actor Daniel Day Lewis).
A lo largo de la inmersión cocinaremos con Niamh los platos tradicionales de la gastronomía irlandesa, como las tartas de papa y coliflor y unos deliciosos scones que se negaron a elevarse como debían. Por la noche llegan las clases de baile –previa exhibición de nuestras anfitrionas– y mal que mal todo el mundo se las ingenia para imitar los pasos del famoso grupo Lord of Dance.
Luego de la fiesta y el baile nos invitan a pasar al sótano. Increíblemente, allí nos encontramos con un perfecto pub irlandés y una buena variedad de tragos típicos. El problema es que hay que pagarlos; a precios muy bajos, pero hay que pagarlos. Y nadie lleva encima una sola libra ni penique. En ningún lugar de Irlanda se aceptan pesos y “estamos” en la Irish Republic. Pero en esta Irlanda bonaerense ocurren cosas tan insospechadas como que una sucursal del Bank of Ireland esté abierta a las 12 de la noche de un sábado, justo frente al pub. Allí cambiamosfinalmente nuestros pesos y patacones por libras y podemos entonces disfrutar de las merecidas bebidas alcohólicas.
En el pub aparece una guitarra, y se le entrega a todo el mundo un cancionero tradicional irlandés para cantar en grupo, entre trago y trago. Por último, Niamh aparece disfrazada de campesina irlandesa y nos divierte con los relatos cómicos tradicionales de su región de origen (Kerry).
Juegos y debates publicos Una actividad muy efectiva es un juego donde se le asigna a cada grupo un punto de vista muy definido sobre un tema de la actualidad política de Irlanda. Los alumnos cumplirían el rol de diputados que deben argumentar de la mejor manera posible la postura de su bancada. El grupo que presente los mejores argumentos será el ganador.
Muchos de los ejercicios están orientados a que la persona supere las inhibiciones y se largue a hablar en público de manera desenvuelta, tal cual como debería hacerlo en un país de habla inglesa. Incluso se realizan prácticas de entrevistas de solicitud de un empleo. Otra consiste en que cada uno ofrezca una muestra de sus habilidades a los demás: así se suceden actuaciones cómicas, lecturas de la palma de la mano, sesiones de masaje tailandés, canto y baile.
Para aquellos que sientan una compulsión muy fuerte por el castellano, existe una embajada argentina ubicada en la cocina, donde se puede pedir autorización para conversar un rato con alguien o llamar por teléfono a casa (los llamados “internacionales” resultan sorprendentemente baratos).
El rito final es el juicio, donde se reciben acusaciones contra aquellos que hayan sido sorprendidos hablando en castellano. Niamh aparece en escena con su correspondiente peluca de bucles blancos y lee las acusaciones. La infractora pasa al estrado y elige un abogado defensor dentro de su grupo. La grave imputación es la de haber murmurado en español mientras soñaba la noche anterior. Pero ninguna de las otras compañeras de cuarto afirmó haber escuchado nada, así que el veredicto de la jueza –martillazo de por medio– es inapelable: ¡Innocent!
Durante las entretenidas jornadas se suceden concursos de chistes sobre irlandeses y toda clase de juegos al aire libre. Y contra todo pronóstico, cuanto termina la prohibición de hablar en castellano, todo el mundo sigue haciéndolo en inglés con total naturalidad. Luego de varios días hablando inglés, cuando llega la hora de las despedidas –ya en nuestra lengua materna– uno está tan habituado a la formalidad del idioma sajón, que la abierta resonancia del español nos produce un extraño e impensado desconcierto.
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