RUSIA. LOS RASCACIELOS DE STALIN
Entre 1947 y 1953 se construyeron en Moscú siete rascacielos –los más altos de Europa durante décadas–, planeados por Stalin para enfrentar la Guerra Fría en el mismo terreno en que sobresalía el enemigo, cuyo modelo de ciudad era Nueva York. Con una mezcla de estilos gótico medieval, barroco y modernista ruso, estos edificios conocidos como Las Siete Hermanas dominan las alturas de la ciudad.
› Por Julián Varsavsky
Al caminar por las calles de Moscú uno tiene la sensación de estar recorriendo la que aún hoy sería, a simple vista, la capital de la Unión Soviética. Porque la etapa comunista dejó una impronta muy fuerte en la ciudad, que no parece haber cambiado mucho en las últimas dos décadas. Para saber a ciencia cierta cuánto cambió, habría que haberla recorrido a fines de los años ’80 del siglo XX, pero llama la atención la ausencia del equivalente a una city bancaria y corporativa como la que tiene toda gran ciudad del mundo, incluso Beijing, Shanghai y Hanoi. Hay por supuesto algunos rascacielos vidriados aquí y allá, solitarios como islas de occidentalidad capitalista, pero son los menos. Al mismo tiempo se imponen fastuosos ministerios de los años cincuenta y sesenta, y por todos lados perduran miles de hoces y martillos, estrellas rojas de cinco puntas coronando edificios, bustos de Marx y Engels, mosaicos y estatuas de obreros y campesinos, y de Lenin de cuanto material fuese factible esculpir, sin olvidarnos del mismísimo Lenin en cuerpo y sin alma exhibido en un sarcófago de cristal en la Plaza Roja.
En esencia la ciudad tiene el sello que le quiso dar Stalin personalmente, luego de los daños por la Batalla de Moscú contra los alemanes. Y fue precisamente el urbanismo uno de los campos en los que Stalin decidió dar la lucha en la Guerra Fría. Entre el Este y el Oeste, las ciudades competían en grandiosidad y las dos puntas de lanza fueron Nueva York y Moscú.
El comunismo triunfante de la Segunda Guerra Mundial debía mostrarle al mundo a través de su capital lo que era capaz de lograr el poderío del primer estado obrero de la historia. Y para ello Stalin decidió renovar la ciudad desde su subsuelo mismo hasta la altura de las nubes. Bajo tierra hizo construir un metro que debía diferenciarse de los que ostentaban ciudades como Londres y París: el de Moscú tendría los lujos y la sofisticación de los palacios imperiales, pero orientados al disfrute del pueblo. La iniciativa fue un éxito –hasta hoy no existe metro en el mundo que rivalice con éste en tamaño, belleza y funcionalidad– y para la superficie ideó el plan de erigir ocho monumentales rascacielos que conmemorarían los ocho siglos de vida de la ciudad.
El objetivo de estos planes era competir con el capitalismo en los terrenos en los que sobresalía, y por supuesto se pretendía ganarles en tamaño, imponencia y originalidad. Stalin lo planteó claramente en un discurso: “Ganamos la guerra y ahora los extranjeros vendrán a Moscú, caminarán por ella y no verán rascacielos. Si comparan a nuestra ciudad con las capitalistas será un golpe moral para nosotros”.
EL GRAN PALACIO DE LOS SOVIETSLas obras comenzaron en verdad un tiempo antes de la Segunda Guerra Mundial con el primero de los rascacielos: el Gran Palacio de los Soviets, proyectado para ser el más alto del mundo –415 metros de alto, 250 de ancho y 500 de largo– coronado con un Lenin colosal de 100 metros que equivaldría a la Estatua de la Libertad. Su estructura de acero ya estaba colocada cuando Hitler invadió Rusia y debieron desarmarlo para reforzar las defensas de ciudad. Luego de la guerra, Stalin dejó de lado el proyecto por su inmenso costo.
La primera de la Siete Hermanas comenzó a construirse en 1947 con el estilo que caracterizaría a las demás: una acumulación de torres escalonadas, distribuidas en dos alas laterales que confluyen hacia una torre central que culmina con una gran aguja de vidrio y metal. Esta aguja debía estar en el diseño de todos estos rascacielos por exigencia de Stalin, ya que sería un rasgo diferencial claro con los edificios de Nueva York.
Las Siete Hermanas combinan elementos de las catedrales góticas medievales, de las torres renacentistas, de los palacios barrocos y del modernismo ruso. Cada uno de estos edificios, si bien parecidos entre sí, difieren en tamaño, detalles del diseño y en la decoración de bajorrelieves y estatuaria. Todos tienen la estructura de un castillo medieval con su torre central protegida por otras menores en las esquinas. A su vez, los siete rascacielos rodean el centro de la ciudad como una línea de fortalezas, naturalmente con un carácter simbólico.
Los edificios fueron la primera construcción a gran escala que hubo en Europa después de la guerra, los primeros rascacielos del viejo continente. Esto colocaba a Rusia a la cabeza de la modernidad arquitectónica mundial junto con Estados Unidos. Muchos de los obreros que trabajaron en las obras fueron prisioneros alemanes y del Gulag.
MANOS A LA OBRA La primera piedra de las Siete Hermanas se colocó en septiembre de 1947. El más espectacular de estos edificios es la Universidad Lomonósov, inaugurada el 1º de septiembre de 1953. Contando su remate en aguja alcanza los 240 metros de altura, lo que le valió ser el edificio más alto de Europa hasta 1990 y el más alto que existía fuera de Nueva York. Hoy se conforma con el título de la “universidad más alta del mundo”, y en 1980 su dibujo fue el emblema de las Olimpíadas de Moscú.
Stalin y Laurenti Beria –jefe de la KGB– eligieron personalmente la ubicación de la universidad en los altos de las Colinas Lenin, en un principio con la idea de que cada uno de los 6000 alumnos tuviera su cuarto privado en la universidad. Pero quienes debían llevar a la práctica el costoso edificio convencieron a Stalin de que con 3000 cuartos sería suficiente, argumentando que los jóvenes son alegres y les gusta compartir. En la construcción trabajaron unos 14.000 presos que, hacia el final de la obra, fueron instalados en los pisos 24 y 25 para pasar la noche y evitar los traslados, ya que no hacía falta demasiada vigilancia para evitar las fugas. También existe la leyenda de que un preso escapó construyendo una especie de ala delta con madera y chapa con la que se lanzó al vacío rumbo al río Moscú. Hay versiones que aseguran que logró escapar y también se dice que fue abatido a tiros. Otros afirman que el salto nunca existió.
Frente a la plaza Kudrinskaya está otra de las Siete Hermanas. En sus tiempos de esplendor, este ancho edificio de 186 metros tenía en sus esquinas cuatro elegantes tiendas de comida y restaurantes decorados con mármoles rojos y blancos que en los años ochenta ya habían perdido su brillo. En los hechos era como una pequeña sociedad con peluquería, correo, banco, farmacia, bar y cine. El edificio fue proyectado para viviendas familiares que ocuparon la crème de la industria de la aviación soviética así como famosos astronautas y artistas, algunos de los cuales todavía viven en los pisos superiores y a otros se los recuerda con placas. Pero donde han cambiado mucho las cosas es en esas cuatro esquinas, con los antiguos negocios reconvertidos en lujosos y modernos restaurantes como el Club Beverly Hills, perteneciente a Chuck Norris. Enfrente de éste y de otros restaurantes como Le Gastronome suelen haber estacionadas limusinas blancas rodeadas de los pacientes guardaespaldas de algún banquero que come y hace negocios allí dentro.
El Ministerio de Asuntos Exteriores de la Unión Soviética fue asignado a una de las “hermanas”, función que sigue cumpliendo hasta hoy para la Federación Rusa. En los planos originales este edificio de 172 metros de altura no tenía su “punta de aguja”, pero Stalin quiso que se la instalara. Por eso fue necesario agujerear los últimos cinco pisos e improvisar una aguja más liviana que las demás. Y cuenta una de esas historias imposibles de certificar que una vez muerto Stalin, los arquitectos le ofrecieron a Kruschev quitar la “aguja”, a lo que Nikita habría respondido que la dejaran allí “como un monumento a la estupidez de Stalin”.
Dos de las “hermanas” fueron pensadas como hotel: el Leningrado y el Ucrania. El primero es ahora un lujoso cinco estrellas de la cadena Hilton, y el segundo de la cadena Radisson, donde una noche cuesta 500 dólares. El Hotel Ucrania fue el último de la serie en construirse y el segundo más alto (198 metros). Fue también el hotel más alto del mundo hasta 1975, cuando lo superó otro en Atlanta. Para levantarlo junto al río, los ingenieros idearon un novedoso método que aislaba un perímetro de terreno muy profundo evitando el ingreso del agua. Unas 9000 personas trabajaron en la construcción de sus 543 cuartos.
En la actualidad las Siete Hermanas siguen siendo los edificios predominantes del espacio aéreo moscovita, visibles casi desde cualquier punto de la ciudad. Las dos que son hoteles cinco estrellas brillan como el primer día y al resto le falta un poco de lustre. Pero el objetivo que se planteó Stalin de darle a la ciudad un aire neoyorquino con estilo ruso todavía perdura. Hace poco un grupo de admiradores de los edificios inició una campaña para que sean declarados Monumento Mundial por la Unesco. El hecho es que las Siete Hermanas de las ocho soñadas por Stalin permanecen incólumes, con firmeza monumental, como el emblema mayor de ese gran relicario comunista que es hoy la ciudad de Moscú.
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