FRANCIA LA úLTIMA MORADA DE LEONARDO DA VINCI
Un genio en la corte gala
Muy cerca del castillo de Amboise, uno de los más célebres del circuito de castillos que bordea el Loire, está el Clos Lucé, la casa donde Leonardo Da Vinci vivió sus últimos años. Allí, el genial artista organizó fiestas fastuosas y proyectó máquinas visionarias de futuras tecnologías, cuyas réplicas a escala 1:1 se exhiben en el parque de la mansión.
Texto y fotos: Graciela Cutuli
Los genios parecen no tener vida cotidiana: se los recuerda por sus grandes obras, o por el aporte que hicieron al progreso de la humanidad. Para cualquier contemporáneo, Leonardo Da Vinci es el prototipo del hombre renacentista, el artista que se adelantó a su tiempo y legó el retrato de la Gioconda para que le sonría al mundo desde las salas del Louvre. Sin embargo, hoy es posible asomarse a la cotidianidad del genio en la que fue su última casa, a pocos metros del imponente castillo de Amboise, construido por el rey que llevó el Renacimiento a Francia (y a Leonardo con él): Francisco I.
Mi amigo el rey Subiendo por una callecita que deja atrás el castillo, los incontables negocios de recuerdos bajo la insignia de la flor de lis (noblesse oblige...), y los cafés y creperies donde turistas y parroquianos se cruzan al atardecer, se levanta un imponente caserón con torre de piedra blanca y ladrillos rojos. La muralla exterior encierra un hermoso jardín donde extienden su alargada sombra los cipreses: es el Clos Lucé –antiguamente conocido como Cloux– donde, bajo el mecenazgo de Francisco I, Leonardo Da Vinci pasó los tres últimos años de su vida. Allí el genio italiano proyectó máquinas inéditas y fiestas fastuosas, escribió tratados y escuchó las confidencias de un rey, hasta su muerte el 2 de mayo de 1519 (su tumba se encuentra en una capilla del castillo de Amboise).
Había llegado desde Italia tres años antes, a lomo de mula, pasando por Suiza, los Alpes y Saboya. Con él llevaba tres telas, y desde una de ellas sonreía la tan conocida pero misteriosa dama florentina de manos cruzadas sobre la falda... Dicen que Francisco I, fascinado por Leonardo, conversaba con él casi todos los días, y que incluso podía cruzar desde el castillo de Amboise hasta el Clos Lucé por un pasaje secreto que le permitía hacer cómodas visitas de incógnito. El rey estaba convencido de que “ningún hombre poseía tantos conocimientos como Leonardo, ni en escultura ni en pintura ni en arquitectura”, y además de pagarle un salario de 700 escudos de oro al año, le compraba todas las telas. A sus anchas, libre de dejar vagar su espíritu y su imaginación por los innumerables campos de interés que lo atraían, Leonardo retribuía las atenciones de la corte con fiestas fastuosas que se hicieron legendarias. Cuentan los cronistas que para una de ellas, en septiembre de 1517, construyó un autómata en forma de león que dejaba escapar flores de lis de la boca cuando le golpeaban el pecho. Además, Leonardo proyectó para el rey un castillo ideal con adelantos de ciencia ficción para la época: puertas automáticas, sistemas precursores de la telefonía, agua corriente. E imaginó casas portátiles para la corte, en aquellos tiempos presa de una auténtica manía ambulatoria que la llevaba de castillo en castillo siguiendo los caprichos del rey y las temporadas de caza.
Paseando con Leonardo El Clos Lucé conserva hoy todo el aspecto de una casa renacentista, perfectamente restaurada y consagrada a la memoria de Leonardo. El recorrido lleva por lo menos una hora para una visita rápida, y bastante más si se pasa con detenimiento por cada salón y se examinan en detalle las máquinas expuestas. Están abiertos al público el dormitorio de Leonardo, donde reina una cama con baldaquino como se usaba en el Renacimiento, la cocina donde sobresale una chimenea imponente, la capilla construida por Carlos VIII para Ana de Bretaña y los salones de estar y recepción. Allí están las maquetas que construyó la compañía informática IBM basándose en los diseños del “primer pintor, arquitecto e ingeniero del rey”. Por sabido que sea, no deja de asombrar la sucesión de máquinas que con el tiempo, una vez que se logró la tecnología necesaria, se fueron concretando a partir de sus proyectos: es evidente que, tecnología aparte, en esos antiguos diseños ya estaban las ideas brillantes e innovadoras que rompieron con todas las leyes de lo conocido en su tiempo. El automóvil, el aeroplano, el helicóptero, los carros de asalto, los puentes giratoriosson sólo algunos ejemplos de las invenciones de Leonardo expuestas en el Clos Lucé. Afuera, mientras tanto, la tecnología deja paso a un parque a la inglesa de seis hectáreas, y un jardín de rosas diseñado por Leonardo desde donde se divisa claramente la silueta del castillo de Amboise.
Al lado de este parque, en un terreno recientemente habilitado, se acaba de concretar un parque de atracciones temático sobre la vida y la obra de Leonardo, para conmemorar los 550 años de su nacimiento. Se trata de un nuevo concepto de “paseo-espectáculo”, donde el evento no llega a espectadores sentados sino que es el espectador quien camina hacia las diversas atracciones propuestas por esta suerte de muestra permanente al aire libre. El visitante entra a pie y, caminando por los senderos del parque, sigue el paseo virtual de Leonardo y un discípulo, “encontrándose” con ellos en sus frecuentes paradas. A lo largo del itinerario preestablecido, la gente se encuentra con doce máquinas construidas sobre los planos de Leonardo (ya no son maquetas como las del Clos Lucé, sino réplicas construidas a escala 1:1), con telas translúcidas de 4 metros de alto que representan planos, dibujos y detalles de las telas de Leonardo (quien decía siempre que su fuente de inspiración no era otra que la naturaleza). Además hay siete puntos sonoros donde se escucha al maestro dar clases a su discípulo, encarnado en la voz del actor francés Jean Piat. En total el paseo aborda cinco temas: la iluminación de las caras para la pintura, la belleza del cuerpo humano, la mecánica de la vida (anatomía y botánica), las intuiciones técnicas (ingeniería civil y militar) y el urbanismo.
La maquina voladora Para completar el paseo, se levantó un inmenso galpón de hierro (que recuerda las construcciones de Gustave Eiffel) donde fue construida a escala la máquina voladora de Leonardo, de 12 metros de envergadura. La visita a este lugar está articulada en otros cinco temas: la carrera de Leonardo, sus máquinas, sus intuiciones de ingeniería civil y militar, su arte y visión arquitectónica, y sus trabajos sobre el cuerpo humano y la astronomía. Cada uno de estos temas está presentado mediante maquetas animadas y columnas sonoras.
Si queda alguna duda, se puede volver al Clos Lucé, donde se proyecta un documental en continuado sobre la vida de Leonardo y su obra. No hay que irse antes de haber paseado una última vez entre los rosales que había planeado el genio; además a un lado del parque hay un pequeño negocio de recuerdos donde se encuentran réplicas pequeñas de las máquinas, postales y juegos basados en obras de arte. Si se puede, vale la pena estirar la visita hasta el atardecer, cuando el cielo se pone colorado sobre el Loire, muy ancho en esta región, y las torres del castillo de Amboise van oscureciéndose. En la paz que reina en los jardines, se puede imaginar más fácilmente que pasan frente a uno Leonardo y el rey, hablando sobre temas revolucionarios que tenían nada menos que un par de siglos de adelanto.