BRASIL. EN EL ESTADO DE PARAIBA
Desde la nudista Tambaba hasta la popular Tambaú, la ciudad de Joao Pessoa cuenta con 117 kilómetros de playas para todos los gustos. Y a pocos kilómetros, la fiesta de forró “Maior do Mundo” en Campina Grande y el singular carnaval de Olinda.
› Por Julián Varsavsky
La ciudad de Joao Pessoa está en el punto más oriental de Brasil –Ponta dos Seixas–, que es donde amanece antes que en cualquier otro lugar de Sudamérica. Pero esto no significa que la capital del estado nordestino de Paraiba tenga más horas de sol, ya que también en ese punto el astro rey desaparece más temprano, momento en que empieza a destellar el faro de Cabo Branco.
La ciudad es la tercera más antigua de Brasil, fundada en 1585. De aquellos tiempos queda el fuerte Santa Catarina, levantado por los portugueses en 1589. El casco colonial de Joao Pessoa es muy pintoresco, con casitas bajas de vivos colores y la monumental iglesia de San Francisco, uno de los mejores ejemplos en Brasil del barroco colonial, levantada en 1602 y reconstruida en 1717.
El casco histórico con sus historias es maravilloso y se lo visita en una tarde, pero a Joao Pessoa los viajeros van, esencialmente, a la playa. Y en sus alrededores hay exactamente 53, entre ellas Tambaba, una de la más famosas de Brasil por ser la primera de tipo nudista creada en el nordeste en 1989.
La regla en Tambaba es que los hombres deben entrar en pareja, nunca solos. Las mujeres, en cambio, no son discriminadas. Un cuidador bajo una sombrilla hace cumplir con celo esa disposición y una vez adentro, pasando una lomadita de piedra con palmeras, un cartel lo dice bien clarito: “Aquí comienza el sector naturista. Ley Municipal 256. Prohibido el uso de ropa”. Sobre las arenas de Tambaba todo transcurre con total naturalidad, igual que en cualquier otra playa, con los chicos jugando con la palita y el balde, los padres hojeando una novela, e incluso impera un mayor recato que en otras playas brasileñas, donde por lo general hay alboroto, baile, música a todo volumen y socialización de todo tipo. En Tambaba no. Hay gente aquí y allá, desperdigada, disfrutando del silencio y la tranquilidad y de unas caipirinhas heladas. Las fotos están prohibidas y además de guardavidas hay personal encargado de cuidar que nadie rompa las reglas de la playa. Tambaba tiene su bar y su restaurante “naturista”, donde no es que se sirva comida vegetariana sino que todo el mundo anda desnudo. Y muy cerca hay unas posadas naturistas así que, quien lo desee, puede pasarse las vacaciones completas sin sentir en el cuerpo el roce de la tela.
Cuando uno se saca la ropa y comienza a caminar sobre la arena entre la gente, la sensación es incomoda en los primeros minutos. La lucha contra el pudor es penosa –dan ganas de salir corriendo a refugiarse en las aguas–, pero es simplemente una cuestión de tiempo, de habituarse. Al fin y al cabo, si estuviéramos vestidos, todo el mundo nos miraría con reproche por raros y tramposos. Desnudos, pasamos totalmente desapercibidos.
LAS OTRAS PLAYAS En las costas de Joao Pessoa hay 117 kilómetros de playa. Las de Tambaú y Cabo Branco son las más cercanas a la “civilización”, es decir los negocios, restaurantes y la vida nocturna. Las más exóticas son las de la Isla Arena Roja, que sólo se puede visitar navegando y con marea baja, ya que se forman en un banco de arena que surge dos kilómetros mar adentro, desapareciendo cuando sube el mar.
En una rambla junto al río Paraiba los viajeros suelen asistir todos los días a la puesta de sol, llenando unos barcitos al aire libre donde hay saxofonistas interpretando el Bolero de Ravel bajo en cielo naranja. Al concierto también se puede asistir navegando en un botecito con el músico a bordo, al estilo góndola veneciana.
Por lo general las playas más alejadas se visitan en excursiones contratadas en agencias de viajes, ya que quedan a varios kilómetros de la ciudad. Para nadar haciendo snork entre pececitos de colores en unas piscinas naturales hay una salida de tres horas hasta Picaozinho, a donde se llega en catamarán.
A la playa de Coqueirinho, una de las más bonitas, se llega generalmente en un buggy de alquiler recorriendo 35 km desde el centro de Joao Pessoa. La otra imperdible es Tabatinga, a la que se baja por unas escaleras construidas en una rojiza barranca para disfrutar de sus piscinas naturales junto a la costa.
OLINDA A 120 kilómetros de Joao Pessoa –en el estado de Pernambuco– está la ciudad de Olinda, cuyo casco histórico colonial fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En el siglo XVI los esclavistas portugueses amasaron fortunas en Olinda produciendo azúcar en Olinda, dando lugar a una suntuosa ciudad colonial. Así se llenó de monumentales conventos e iglesias de toda clase de órdenes religiosas: carmelitas, franciscanos, benedictinos y jesuitas, quienes desarrollaron el refinado arte barroco colonial típico de Brasil.
El otro aspecto muy singular de Olinda es su carnaval nordestino, con una tradición más antigua a su equivalente carioca, con carrozas de muñecos, bailes de salón y desfiles musicales diurnos. Y una música tiende más al forró que al samba. Después del carioca y el bahiano, éste es el tercer carnaval más famoso de Brasil, y para muchos es el mejor.
Cuando se lo compara con los carnavales de Río y Salvador –el primero con su sambódromo y el segundo con sus tríos eléctricos avanzando sobre camiones donde los que pagan bailan del lado de adentro de una cuerda que los separa de la multitud– se lo considera el carnaval más democrático de Brasil.
Al mismo tiempo el carnaval de Olinda tiene la reputación de conservar las más puras tradiciones nordestinas y pernambucanas, con centenares de agremiaciones carnavaleras desfilando por las laderas de la Ciudad Alta, al ritmo del frevo y el maracatú.
De acuerdo con el calendario apostólico romano, el carnaval se inicia cuarenta días antes de la Pascua. Pero en Olinda los carnavales comienzan mucho antes y se extienden más de una semana después de la fecha oficial. En enero la ciudad ya comienza a entrar en clima y llegan los primeros visitantes de todo el mundo atraídos por las previas de carnaval.
Cada año hay más de 500 agremiaciones registradas para desfilar por las calles. Estas incluyen clubes de frevo, maracatús, caboclinhos, afoxes y sambas. El carnaval de Olinda no sería el que es sin sus famosos muñecos gigantes desfilando por el centro histórico. Con sus rostros alegres y largos brazos, estos muñecos de hasta tres metros animan la fiesta a la cabeza de las comparsas. Son más de un centenar de muñecos creados por Silvio Botelho, un artista plástico inspirado en las tradiciones pernambucanas.
Durante su infancia llena de carencias, Botelho no recibía juguetes de sus padres, así que se las ingeniaba para crearlos él mismo. Algunos de ellos fueron unas celebradas réplicas plásticas de sus vecinos. Ya de adulto, Botelho recibió el encargo de un famoso bloco de carnaval olindense para fabricar el muñeco Menino da Tarde, hijo de otros dos gigantes: Homem da Meia Noite y Mulher do Medio Día. Y a partir de ese momento el artista no paró de producir estos singulares muñecos. Los materiales que utiliza son papel de telgopor, fibra de vidrio, cartón y diversos tejidos. La repercusión de su trabajo le ha valido a Botelho propuestas laborales en el exterior, las cuales ha rechazado bajo el argumento de que “jamás conseguiría abandonar mis raíces; puedo hacer muñecos para afuera, pero no puedo vivir distante de mi tierra natal”, donde se dedica también a enseñar su arte a niños y jóvenes pernambucanos con la finalidad de que esta tradición no se pierda jamás.
O MAIOR SAO JOAO DO MUNDO El ritmo del forró es el más popular y tradicional del nordeste brasileño, un baile de pareja que conjuga inocencia con sensualidad arrastrando multitudes. En la ciudad de Campina Grande –a 120 kilómetros de Joao Pessoa– se celebra una fiesta que los locales denominan “O Maior Sao Joao do Mundo”. La fecha en que se festeja este santo en Brasil es el 24 de junio, pero en el caso particular de Campina Grande ésta se extiende por un mes entero –las fiestas juninas– entre el 9 de junio y el 9 de julio. En los “42.000 metros cuadrados” del Parque do Povo desfilan 400 “cuadrillas juninas” al ritmo del forro durante “720 horas”, según cuentan los días los fanáticos de esta fiesta. Además hay un gran escenario y centenares de puestos de comida y bebidaz
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