Dom 27.05.2012
turismo

CHILE. EL ANTIGUO CAMPAMENTO DE PUERTO CRISTAL

Un pasado mineral

No sólo el desierto de Atacama o Sewell atesoran pueblos patrimoniales que cobijaron la antigua minería chilena. La Patagonia también tiene algo que decir, y lo hace mediante este campamento abandonado en 1997, que durante casi 50 años llevó la fiebre del mineral a orillas del lago General Carrera.

¿Qué mejor guía para esta excursión que Marcos Panishini? El chico tendrá 21 años, y aunque no habla más de lo justo y necesario, tiene una historia que pocos pueden contar: haber nacido y vivido hasta los seis años en Puerto Cristal.

No sólo eso. Marcos fue el último niño que nació en este desolado campamento minero, el único que quedó en el pueblo antes de su cierre. Aquí vivía junto a su madre, ama de casa, y su padre, hombre que como muchos trabajaba en la planta procesadora faenando los minerales que se extraían de la mina. Plomo y zinc fueron las principales piedras procesadas en el lugar desde 1948, cuando Puerto Cristal pasó a ser lugar de peregrinación de hombres y familias en busca de una vida mejor que la fiebre de la minería parecía prometer.

Pero dada su inexpugnable ubicación, no era nada fácil llegar hasta aquí. Había dos formas: la oficial era mediante la embarcación que la empresa a cargo de la minera ponía a disposición de los trabajadores. La otra era la que elegían los numerosos hombres sin contratos de trabajo, adentrándose machete en mano por la Patagonia: no había senderos, ni siquiera huellas, por lo que según su punto de partida –que podía ser hasta Puerto Montt– las excursiones tardaban semanas e incluso meses para llegar a Cristal. Cuando arribaban a los alrededores esperaban la noche para dejarse caer, esperando un toque de fortuna para comenzar a trabajar.

La entrada al campamento minero es por una alameda que desemboca en una explanada.

LA TRAVESIA HOY En la actualidad la forma de llegar no ha cambiado mucho. La manera más rápida sigue siendo en lancha, con punto de partida en Puerto Sánchez, un pueblo ubicado a orillas del mismo lago que oficia de frontera con la Argentina. En esta localidad los hermanos Luis y Rodrigo Alarcón, gauchos de la comarca, instalaron una empresa turística que, mediante una lancha para seis personas, permite visitar lugares desconocidos bañados por el lago General Carrera. Uno de ellos son las Cavernas de Mármol (no confundir con las Catedrales de Mármol), otro es Puerto Cristal, lugar al que la lancha demora poco más de una hora. Un paseo que sólo se realiza en días de primavera y verano, cuando los fuertes vientos disminuyen, ya que cuando soplan el lago deja de ser una taza de leche y es imposible el paso debido a las altas olas. Ahí surge la alternativa de cinco horas de ida y otras cinco de vuelta arriba de un caballo. Una cabalgata silenciosa sólo interrumpida por fuertes ráfagas de viento y los acotados comentarios sobre Puerto Cristal de Marcos Panishini, quien además de ser historia viviente del campamento es también domador de caballos y un perfecto conocedor de estos vastos rincones.

VIDA DE PUEBLO Si bien la navegación en lancha ahorra casi cuatro horas, la cabalgata permite conocer mejor la geografía donde se fundó Puerto Cristal. De esta manera fiordos, bahías y estuarios del lago más grande de Chile son reemplazados por el paso seguro del caballo que cruza campos ganaderos, bosques de coihue y lenga, atraviesa el río Müller, asciende agudos pedruscos y bordea montañas.

Finalmente, ya cerca de la meta de la excursión se tiene una primera vista de la planta procesadora y las viviendas que dieron vida a Puerto Cristal, que se asoma intacto en la lejanía. La entrada es por una alameda que desemboca en una explanada, donde se entiende cómo estaba organizado el pueblo, construido en distintos niveles. En el centro se encuentra una plaza pública en la que aún se mantienen toboganes y hamacas. A su lado una multicancha de cemento da cuenta de que además de trabajo en el lugar había tiempo para entretenerse, sobre todo los hijos de mineros. Pero también había espacio para la educación, gracias a una escuela ubicada a un costado de la plaza, que llegó a albergar a 180 niños que contaban con un profesor todo el año.

Esta gran área central va descendiendo hasta al muelle donde atracaban barcos que llevaban en un principio el mineral a Chile Chico y posteriormente hacia Puerto Ibáñez. Hoy a este mismo muelle llega la lancha turística de los hermanos Alarcón.

Alrededor de la zona central del campamento se encuentran sus casas, que fueron aumentando y perfeccionándose en la medida en que Puerto Cristal iba creciendo. Mil quinientas personas llegaron a vivir aquí, en casas de madera, piedra y cemento. Casas de distintos tamaños, diseños y comodidades según el cargo del residente en la mina; algunas humildes cabañas, otras de dos pisos con antena parabólica y algunas pocas con vistas espectaculares del lago.

Asomándose por las ventanas aún se pueden observar sillas, mesas, juguetes, artículos de baño, ropas e incluso latas de comida que los cristalinos compraban en una pulpería con todo tipo de provisiones. Además existía un club social donde se reunían los hombres. Sin embargo, Puerto Cristal era “zona seca”, por lo que no podía conseguirse de modo legal ningún tipo de bebida alcohólica. Fue entonces que apareció el comercio clandestino, lo que llevó a la instalación de un retén de Carabineros para evitar riñas en noches de farra. Para estos accidentes u otras situaciones, se instaló una posta de primeros auxilios.

Instalaciones del campamento minero frente al lago General Carrera.

MINERIA DE CRISTAL Al poner la vista en la parte superior del campamento minero se halla la respuesta a su ubicación y existencia. Aquí se encuentra el cerro La Virgen, el mismo en el que Guillermina Inallao, una niña de la zona, hacía pastar sus caballos en el año 1948 cuando divisó una pequeña piedra que brillaba en el suelo. Al acercarse, la niña comprobó que había más de estas relucientes piedras por los alrededores. Se las llevó a su padre, quien no tuvo dudas: su hija había descubierto una mina de plomo.

La noticia no demoró en divulgarse por la Patagonia y a partir de entonces comenzó la explotación de esta mina, conocida en un primer momento como La Silva, por Antolín Silva, la persona que la inscribió a su nombre.

En sus inicios el mineral era llevado al muelle en carros tirados por mulas. Una faena artesanal que se modernizó cuando la minera Tamaya pasó a administrar Puerto Cristal a mediados de los ‘50, con lo cual llegaron a trabajar al recinto unas 600 personas.

Fueron los mejores años de la mina, cuando se producían mensualmente dos mil toneladas de minerales de “alta ley”, moldeados en lingotes en la planta procesadora, justo a la ladera del cerro. Esta planta era un enorme galpón de madera con un anguloso y largo techo. En su interior una serie de máquinas controlaban los procesos de refinamiento del mineral.

Hoy la planta resiste los embates del tiempo con orgullo. En sus diferentes salas se aprecian todo tipo de herramientas, libros de registros, pizarras aún escritas, maquinarias con medidores, más de una docena de baterías para algún tipo de artefacto, cables, cadenas, un jeep y minerales extraídos en los últimos días que no llegaron a ser faenados debido al cierre de la mina por la devaluación en el mercado de los metales aquí explotados.

Pero los cristalinos son agradecidos con su campamento. Por ello cada año se reúnen aquí para mantener vigente la memoria y el legado del lugar que les cobijó y que a su vez fue de suma importancia para colonizar la cuenca del lago General Carrera. Desde la planta procesadora salen los rieles que ascienden por al cerro La Virgen hacia la mina. En estas vías se halla el último carro que sobrevive de aquel pasado mineral. Hoy descansa junto a una espléndida vista de lo que fue este campamento escondido en los recovecos de la Patagonia chilena, declarado Monumento Histórico Nacional en marzo de 2009z

Informe: Julián Varsavsky.

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