Domingo, 3 de junio de 2012 | Hoy
JUJUY. PASEO URBANO, A 200 AñOS DEL EXODO
Un paseo por la otra capital del Noroeste argentino, que despunta como destino turístico al margen de Salta y de la Quebrada de Humahuaca. Su circuito histórico incluye museos, edificios religiosos, la bandera más antigua del país –blanca por el paso del tiempo– y numerosos recuerdos de los tiempos de la Independencia.
Por Graciela Cutuli
Los recientes festejos del 25 de Mayo dejaron en las calles y plazas del centro de San Salvador de Jujuy sus rastros de banderas, banderines, flores de papel y guirnaldas que adornaron los edificios más notables y los árboles de la plaza Belgrano. Es que en esa ciudad, que se enorgullece de poseer la bandera más antigua del país, la fiesta patria tiene un encanto particular. Toda Jujuy en realidad tiene un encanto particular, que se revela a quienes se toman el tiempo de conocerla, no sólo como lugar de paso entre Salta y la Quebrada.
Muchos ven a Jujuy como la “hermana menor” de Salta, a veces un poco inadvertida a la sombra de su gran vecina: no se hace notar porque es tranquila, pero en realidad puede brillar por sí sola porque tiene su propio carácter y belleza. La “tacita de plata”, como se la apodó tradicionalmente, está trabajando sin embargo –y mucho– para darse a conocer y ganarse un lugar mayor al lado de Salta, posicionándose como destino en sí y no sólo una ruta de tránsito hacia la ya muy concurrida Quebrada de Humahuaca.
LA MAS ANTIGUA A diferencia de las otras capitales provinciales, en Jujuy el fervor patrio se puede prolongar durante todo el año, porque en su Casa de Gobierno se custodia y exhibe con orgullo la bandera más antigua del país. O. para ser más preciso, la bandera argentina más antigua que se haya conservado. Aunque la ciudad tiene muchos otros atractivos, el Salón de la Bandera es “la” visita que hay que realizar en Jujuy, también por el mobiliario y la colección de banderas provinciales que acompañan la reliquia principal. Está en la Casa de Gobierno uno de los mayores edificios urbanos, cuya elegante fachada francesa domina la plaza Belgrano. El edificio parece trasplantado desde el siglo del clasicismo francés a las puertas de la Puna... Además, lo custodian alegorías de Lola Mora, estatuas que simbolizan los valores de la República, del Progreso y de la Justicia. En el primer piso, con una vista sobre la plaza que se prolonga hacia el valle y las montañas que rodean la ciudad, el Salón de la Bandera se muestra más clásico todavía: aquí todo está ricamente recargado para darle un marco lo más imponente posible a la bandera que Manuel Belgrano donó al Cabildo de Jujuy el 25 de mayo 1813. El año próximo se festejará el Bicentenario de ese evento y por supuesto habrá un brillo especial para la ocasión. La bandera está en una punta de la sala, enfrente de un escudo que Belgrano mandó pintar para una escuela. Llama la atención, sin embargo, su color blanco: y aquí la pequeña historia se entrelaza con la grande para ofrecer una explicación a esta falta de celeste en la venerable enseña. Es que no se encontró tela celeste en toda la ciudad en aquel ya lejano 1812, cuando Jujuy se preparaba para vivir una de las páginas más negras de su historia, la del Exodo, y por lo tanto para completar los colores y suplir la escasez se tiñó seda blanca. Antes de ser exhibida y protegida en el Salón de la Casa de Gobierno, la bandera estuvo guardada durante décadas en la Catedral de la ciudad, de donde se la sacaba en fiestas patrias: así fue perdiendo el color celeste, y quedó con el blanquecino que se ve hoy.
TRES FUNDACIONES La gesta de Belgrano y de la bandera más antigua debidamente documentada no se puede disociar del episodio del Exodo Jujeño, que celebrará sus 200 años en pocos meses, en agosto de este año. Entre agosto de 1812 y febrero de 1813, los vecinos de la ciudad acompañaron al Ejército del Norte en su retirada hacia Tucumán frente al avance de las tropas realistas. No volvieron antes de haber vivido seis meses de destierro y tras haber recorrido 700 kilómetros... Es una de las grandes gestas de la Independencia nacional, que Belgrano agradeció con la entrega de esta bandera histórica. Sin embargo, las peripecias de la ciudad no se limitan a estos episodios: desde sus tres fundaciones hasta hoy, tiene con qué llenar las salas de la decena de museos que posee.
San Salvador de Jujuy tuvo que ser fundada tres veces. La tercera fue la vencida, como dice el refrán. Fue en 1593, en la confluencia de los ríos Grande y Xibi-Xibi. Pero bien pudo haber una cuarta fundación, porque en los primeros años del siglo XVI la ciudad llegó a tener menos de diez vecinos. Durante años la pequeña colonia estuvo a la merced de los ataques de los indígenas y de las epidemias, hasta que durante el siglo XVII pudo empezar a desarrollarse. Pero como en muchos otros rincones del país, fue el ferrocarril el verdadero motor de crecimiento: el tren llegó a Jujuy en 1903, unos años después de la electricidad. A lo largo del siglo XX, el centro creció y la ciudad fue desbordándose sobre las riberas de ambos ríos.
La Catedral es el mayor emblema del centro. Como era de esperar, fue construida sobre un costado de la plaza central, la plaza Belgrano, y tiene una historia tan sufrida como la propia capital provincial: fue construida una primera vez y destruida por un terremoto en 1692. El edificio actual fue reconstruido por etapas entre 1765 y 1906 (cuando se agregó la torre). Más que por su edificio, se la visita por las obras de arte religioso que atesora. Hay pinturas cuzqueñas del siglo XVIII, un óleo que representa a Manuel Belgrano haciendo bendecir la bandera en 1812 y sobre todo un púlpito de madera tallada considerado entre los más bellos de todo el continente.
La plaza Belgrano está custodiada por el poder espiritual y el poder temporal, separados por pocos metros de distancia: la Catedral en una cuadra y la Casa de Gobierno en otra. Una tercera cuadra le corresponde al Cabildo, aunque el edificio no es tan histórico como su nombre hace pensar: es que después de vicisitudes varias, sólo se terminó de construir en torno de 1870. Hoy lo ocupa la policía de la provincia, que instaló un Museo Policial con una colección de uniformes y armamento.
En una esquina de la calle Belgrano –una de las más comerciales del centro– se encuentra la otra iglesia histórica de la ciudad, dedicada a San Francisco. El edificio original fue construido por los franciscanos en 1611 y remodelado durante los siglos siguientes para ser derruido y reconstruido en estilo neoclásico en los años ’20. Nuevamente el interior es más interesante que la fachada, con otro púlpito histórico de estilo cuzqueño. En un costado de esta iglesia se levanta el Museo de Arte Sacro.
Jujuy tiene muchos museos más: entre ellos el Museo Histórico de la calle Lavalle, un Monumento Histórico Nacional instalado en la casona donde mataron al General Lavalle en 1841. Hay asimismo Museos de Arqueología y Geología, que no podían faltar en una provincia donde las montañas y las culturas originarias tienen tanta relevancia.
El Teatro Mitre es otro de los edificios destacables. Fue inaugurado en 1901 y está entre los más antiguos del país todavía en pie, aunque se salvó por poco de la destrucción en los años ’80. En las estrechas veredas de las calles del centro histórico, encerrado entre los dos ríos, se ven algunas casas que mantienen su fachada. El ambiente es más provinciano que en Salta, la hermana grande del sur, y también más montañés: es que al pie nomás de Jujuy, donde se van terminando las casas, se levantan las montañas como si le pusieran un remate a las calles. Algo que se aprecia sobre todo desde algunos lugares, como el hotel Alto de la Viña, que ofrece un panorama de todo el valle y la ciudad.
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