MENDOZA. EN LAS PUERTAS DEL INVIERNO
Mendoza, la provincia de los vinos y el aceite de oliva, da la bienvenida al invierno con todos sus sabores listos para recibir a los visitantes. En la temporada del frío y la nieve, sus paisajes de montaña se potencian con un manto blanco que invita al deporte, mientras las bodegas y las fincas productoras de olivos ofrecen un tentador descanso gastronómico para abrigarse desde adentro a la hora de las bajas temperaturas.
› Por Graciela Cutuli
La nieve está a punto de llegar, de la mano de la cuenta regresiva que anuncia el próximo comienzo del invierno. Todo es cuestión de días, de modo que los amantes de los ascensos y descensos por las laderas andinas ya tienen un ojo puesto en las novedades que llegan de Mendoza, y en particular de Las Leñas: pero en esta estación –cuando se aprecia más que nunca el calor reparador que brinda un buen vino– la provincia tiene listos más circuitos con los que tentar a los viajeros que no le temen al frío. En el corazón de esta región de pioneros, donde reinan los viñedos y olivares, hay sabores para todos los gustos.
DE LA CAPITAL A CHACRAS DE CORIA La Fundación Seven Wonders, que ya consagró las Siete Nuevas Maravillas del Mundo, y recientemente incluyó en el puñado privilegiado de Siete Nuevas Maravillas Naturales a las cataratas del Iguazú, está llamando ahora a elegir las Siete Ciudades Maravillosas del globo. Tres argentinas van a la cabeza por el momento, en vistas de la votación final que será en diciembre, y de esas tres, la primera es Mendoza. Los mendocinos, nativos o por opción, no se sorprenden: “Es chica y grande a la vez, en Mendoza puedo hacer vida de ciudad y vida de pueblo. En apenas un rato tengo toda la montaña para mí; al mismo tiempo hay historia, naturaleza, una gastronomía de productos deliciosos que se vuelcan en la cocina cotidiana”, cuenta Guadalupe, una ex porteña que adoptó Mendoza y se adaptó hasta capturar su leve acento provinciano.
¿Cómo recorrer y conocer la ciudad cuando se es recién llegado? Como primer paso, ella propone sumarse a los paseos peatonales que armó la municipalidad, que salen todas las semanas con guías especializados: el Circuito Plazas, que recorre el microcentro mendocino con sus edificios más importantes y las calles de la zona comercial, como la Peatonal Sarmiento, la Plaza San Martín y la Basílica de San Francisco; y el Circuito Histórico, que evoca el papel de Mendoza en los tiempos de la Independencia recorriendo el área fundacional, el solar de la casa del general San Martín y el Paseo Alameda, entre otros lugares. Después hay que visitar el Cerro de la Gloria, cuyo Monumento al Ejército de los Andes está a punto de cumplir un siglo, siempre firme sobre su sólida base de rocas que soporta las grandes esculturas de bronce.
Mendoza, sin embargo, es sinónimo de vinos. Y no hay que ir muy lejos para comprobarlo, ya que el cinturón que rodea la ciudad permite la visita a varias bodegas de renombre, más o menos grandes, pero casi todas con recorridos que permiten descubrir los misterios de las variedades de uva, los blends, el añejamiento y naturalmente la degustación. En un radio de treinta kilómetros a la redonda del Gran Mendoza, están Navarro Correas, Alta Vista, La Rural, Leoncio Arizu, Nieto Senetiner, Terrazas de los Andes, Chandon, Catena Zapata y Familia Zuccardi. Situada en el departamento de Maipú, a 16 kilómetros de la capital, el Museo del Vino de La Rural invita a conocer la historia de la elaboración del vino, que llegó a la provincia de la mano de inmigrantes italianos y franceses fascinados por la combinación ideal de sol y altura, semejante a la que encontraban en su tierra natal.
La experiencia enológica dio un paso más allá en los últimos años, con la creación de hoteles-bodega que permiten alojarse en el corazón mismo de los viñedos. Mendoza es la única provincia de Cuyo que ofrece esta posibilidad: para experimentarlo, se puede empezar no muy lejos, en la Casa Margot, de Chacras de Coria, uno de los lugares más exclusivos de la región vitivinícola de Luján de Cuyo. Casa Margot-Hotel Champagnerie nació con un objetivo claro: la difusión de la cultura del vino espumante que se elabora a partir de varietales en Tupungato (atención a la denominación champagne, que los franceses de esa región defienden a capa y espada de la mano de los sellos de origen de la Unión Europea). Es un buen lugar para dar los primeros pasos en la Ruta del Vino, porque se encuentra cerca de la capital provincial, en la llamada Primera Zona vitivinícola mendocina. Sus terrazas y jardines se unen a la inspiración tanguera para completar una propuesta cinco estrellas que nunca abandona, sin embargo, un estilo familiar. Más campestre es el estilo de Finca Adalgisa, cerca de Chacras de Coria, una zona muy linda de las afueras de la ciudad: este hotel se levantó junto a un viñedo que ocupa alrededor de dos hectáreas, en una casona rural de principios del siglo XX y con vista a la bodega. Cada habitación es diferente, tal vez para estar a tono con aquello de que –como en los vinos– “sobre gustos no hay nada escrito”. De paso por esta zona, los amantes de la buena mesa tienen una perfecta excusa para quedarse: aquí, hace apenas tres meses, un restaurante fue elegido como el mejor de la Argentina por la Academia Nacional de Gastronomía. Nadia O. F. es propiedad de una chef de origen vasco, Nadia Harón, que se radicó en el Valle de Uco hace unos años y enseguida dio que hablar por la calidad de sus propuestas. Su restaurante funciona en una antigua casona de Chacras de Coria, donde los seis platos del menú van cambiando en función de la temporada, aunque siempre con un toque mediterráneo y referencias españolas que hacen honor al origen de su dueña.
DESCANSO EN SAN RAFAEL El sur mendocino es tierra de aventuras gracias a sus relieves, grutas y ríos. Pero la buena mesa no se queda atrás: en San Rafael, quienes quieran seguir en la tónica wine hotel tienen una propuesta de excepción con Algodon Wine States, una bodega de lujo entre los Andes y la Sierra Pintada. Los vinos malbec, chardonnay y gran reserva que nacen de estos viñedos se pueden degustar tras una recorrida de 45 minutos por las plantaciones, pero existe la posibilidad de ir más allá y participar en un programa para aprender la producción del vino artesanal y crear un blend propio. Todo alojándose en un lodge enfrente mismo de las plantas de vid, o bien en una vieja posada histórica que data de 1921 y aún conserva –tras una cuidadosa restauración– sus paredes de adobe y el techo de caña.
El conocedor de Mendoza no olvidará, sin embargo, que además de los viñedos la provincia es rica en plantaciones de olivo. Las aceitunas locales compiten con las riojanas y son la fuente de un aceite de oliva extra virgen de calidad excepcional: los secretos de su elaboración se pueden aprender in situ gracias al establecimiento de la nueva Ruta del Olivo, último lanzamiento del programa Sabor a Mendoza, concretado hace pocos días. Alrededor de treinta establecimientos olivícolas abren sus puertas al público, un trabajo que en los últimos tiempos ya reveló sus frutos, traducidos en un mayor conocimiento de los varietales del aceite de oliva y el incremento de su consumo. Junto con las aceitunas, se están promoviendo también productos como las ciruelas secas, la miel y las hierbas aromáticas, que encuentran en Mendoza terreno próspero.
Asimismo, el Hotel Casino & Tower de San Rafael ofrece un Olivo Tour cuyo punto fuerte es en la época de la cosecha, pero que durante todo el año permite disfrutar de los beneficios y tratamientos del Dell’Olivo Spa. Las estadías pueden incluir una visita a la fábrica olivícola Yancanelo y al Museo del Acetificio Domenico Ranieri, donde se elabora aceto balsámico, otro producto de raíces italianas realizado a partir del mosto de la uva, que ganó notable aceptación en los últimos años. Para sumar actividad a la propuesta, la visita a los establecimientos productivos se puede realizar en bicicleta. En toda la región, además, son atractivas las artesanías realizadas en lana, madera y cuero, productos tan típicos como nobles, propios del sur mendocino.
La ruta gastronómica del sur de Mendoza tiene otros dos protagonistas, esta vez en Malargüe, una localidad de paso obligado en el invierno por su cercanía con Las Leñas. Aquí el chivito (que hasta tiene su fiesta nacional) y la trucha son las dos puntas de lanza de la tentación gastronómica, con numerosos restaurantes que los incluyen en sus preparaciones, condimentados con saborizantes como el ajo, el tomillo y otras hierbas aromáticas de la región. Ambas carnes se declinan en todo un abanico de propuestas, desde la trucha ahumada hasta el jamón de cabra en aceite de oliva, pero sin duda el chivito al asador es el rey local. Hay razones, ya que se trata de animales criados en pasturas naturales, siguiendo la antiquísima tradición de las veranadas. Y los acompañan, como entrada, las humildes pero sabrosas tortas fritas, otro patrimonio mendocino indisociable del mate del desayuno y la merienda: dicen que las que se sirven en los Castillos de Pincheira, una formación natural de curiosas formas rocosas cerca de Malargüe, son –sin exageraciones– inolvidables.
TURISMO DE INVIERNO Mendoza es, por lo que se refiere a las actividades de aventura, un destino insoslayable a partir de la primavera. Pero quien elige la provincia en invierno tiene en la mira otro de sus grandes atractivos: la nieve. No hace falta ser un esquiador experto para disfrutarla; sólo hace falta revivir el espíritu de juego de la infancia para lanzarse a construir muñecos, emprender batallas de bolas de nieve y deslizarse alegremente aunque sólo sea en la modesta y divertida modalidad del culipatín.
Las Leñas es la flor en el ojal de los centros de esquí argentinos junto con Cerro Catedral: un complejo enclavado en un valle donde siempre sobra nieve, con opciones hoteleras para todos los gustos y medios de elevación de gran capacidad (desde fines de mayo además ya se está formando un colchón blanco que promete este año una excelente temporada). Su público está bien diferenciado: si bien atrae a familias de los grandes centros urbanos –como Córdoba, Rosario o Buenos Aires, ya que es la estación de esquí más cercana para todos ellos–, al mismo tiempo es elegida por quienes quieren nieve, nieve y más nieve, privilegiando la posibilidad de salir con los esquíes puestos desde la puerta del hotel, pero sin los servicios de una ciudad cercana. Esta temporada, Las Leñas inauguró una nueva silla cuádruple que facilitará los ascensos, e invirtió también en instalaciones de seguridad y servicios de wi-fi en todo el cerro.
Toda la región de Las Leñas es además un sueño de montaña hecho realidad, rodeado de aguas termales, de lagunas de altura y de curiosidades como el Pozo de las Animas, que ofrece el hermoso contraste de sus aguas profundamente verdes con la nieve circundante. Hay que tener en cuenta que el pleno invierno limita el acceso en las rutas de montaña, y por lo tanto las caminatas o el trekking son una actividad que habrá que dejar para más adelante, pero ofrece a cambio la posibilidad de paseos originales con raquetas y motos de nieve para toda la familia.
La nieve de Mendoza, por supuesto, no se termina en Las Leñas, que es en realidad el complejo más lejos de la capital provincial y el que suele atraer en general no tanto a los mendocinos, sino a los visitantes extranjeros y extra provincia. Cerca de Mendoza capital hay centros de esquí y parques de nieve de menores dimensiones: el más próximo es Vallecitos, a 82 kilómetros, que tiene cuatro medios de elevación y permite practicar esquí alpino y de fondo. El más grande es Los Penitentes, a 187 kilómetros, donde se puede probar esquí alpino, nórdico y snowboard, con una buena escuela y una superficie total de 300 hectáreas cubiertas por ocho medios de elevación. Menos ambicioso, pero no por eso menos divertido, es el Parque de Nieve Los Puquíos, a 180 kilómetros de la capital: hay inflables, muñecos, una pista de tubing para tirarse por la nieve sobre un gomón, pista para trineos y todos los servicios necesarios para que el invierno sea tan cálido al aire libre como lo es al borde de los fogones mendocinos, que ponen calor después de un día de trajín blanco, y más todavía después de toda una temporada bajo el abrazo de los copos de nieve.
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