Dom 02.09.2012
turismo

CARIBE. ARRIBA Y ABAJO DEL AGUA

Se viene Caimán

El archipiélago de las Islas Caimán tiene todo lo que ofrece el Caribe auténtico: aguas transparentes, ideales para sumergirse y bucear, playas de arena blanca y una estela de piratas en su historia. Pero sobre todo una riqueza faunística propia de un paraíso, que algunos eligen para casarse y otros simplemente para desenchufarse a orillas del mar.

› Por Graciela Cutuli

Un acuario “tamaño natural”. No es una forma exagerada de describir el archipiélago de las Caimán, ese conjunto de islas del Caribe descubiertas por Cristóbal Colón en 1503 que aún son territorio británico de ultramar. Colón las llamó Las Tortugas –cualquier visitante que explore la fauna submarina no tardará en comprender el porqué– y más tarde Francis Drake eligió bautizarlas con el nombre taíno de Caimán. Antiguamente unidas a Jamaica, su reputación como destino libre de impuestos tiene raíces en un episodio histórico de fines del siglo XVIII: por aquel entonces una flota de diez barcos que regresaban de Jamaica a Gran Bretaña se hundió en las aguas del Caribe y sus tripulantes fueron rescatados por los habitantes de la actual Gran Caimán. Como reconocimiento, sobre todo porque en el grupo había un miembro de su familia, el rey liberó a la colonia del pago de impuestos. En realidad, las crónicas y los historiadores posteriores aseguran que no es más que una leyenda; pero como dice el refrán, se non è vero, è ben trovato.

Vista aérea de George Town, la capital, y las playas de Seven Mile Beach, donde se concentran los hoteles.

POR QUE CAIMAN Al Caribe no le faltan islas, ni playas, ni nada de lo que sueña el imaginario turístico en busca de sol y recreación bajo los cocoteros. Las islas se cuentan por decenas, de modo que la elección es difícil. Pero Caimán tiene la ventaja de que se puede llegar sin pasar por Miami, y por lo tanto sin visa estadounidense. Y es ideal para quien elija conocer, en la multiplicidad étnica de un Caribe que habla también español y francés, la opción de estirpe inglesa. Para cerrar el triángulo de motivos que invitan a elegirla, hay que citar la tranquilidad: este archipiélago –formado principalmente por la Gran Caimán, la Caimán Brac y la Pequeña Caimán– es uno de los más seguros del Caribe.

Cerca de Jamaica y cerca de Cuba, las dimensiones de Caimán son a escala humana: todo parece cerca en los 200 kilómetros cuadrados de la isla principal, en tanto las otras –de 36 y 26 kilómetros cuadrados respectivamente– son pequeñas joyitas caminables engarzadas en el collar caribeño, dos alas de mariposa posadas sobre una superficie inmutablemente turquesa, donde la única altura es un acantilado que no supera los 40 metros sobre el nivel del mar.

No es de extrañar que, enclavadas en el corazón del Caribe en tiempos en que navegar era una aventura a veces sin retorno, las Caimán hayan sido refugio ideal de piratas, fugitivos de la temible Inquisición española, desertores del ejército de Oliver Cromwell y sobrevivientes de naufragios varios. La población actual conserva su huella, pero sobre todo la de los esclavos africanos llevados a partir del siglo XVIII, aunque en menor proporción que a islas cercanas como Jamaica. Otra diferencia con sus vecinas es que en Caimán no se encontraron evidencias de poblamiento de etnias indígenas como los taínos o los caribes, aunque naturalmente la sangre amerindia está presente en el fuerte mestizaje de todo el archipiélago, donde conviven decenas de nacionalidades.

Como en las películas, el archipiélago tiene su “Semana pirata”, a pura aventura.

POR DONDE EMPEZAR Aunque sea pequeño, el archipiélago ofrece mucho para hacer. Lo más probable es que el viajero desembarque en la Seven Miles Beach, la playa donde se concentran los principales hoteles. Además de las cadenas con establecimientos en todo el Caribe, es posible alojarse en condominios y departamentos, muchos de los cuales funcionan con el sistema de tiempo compartido. Como dice su nombre, la playa se extiende a lo largo de siete millas, unos 11 kilómetros, sobre la orilla oeste de Gran Caimán. Una distancia apta para los buenos caminadores: que además pueden recorrerla a gusto y libremente, porque la playa es pública y por lo tanto cualquiera puede hacerla suya, para disfrutar de la arena y el mar. De algún modo se la puede considerar como un gran centro de actividades, para todos los gustos, repartidos en distintos sectores: Caimán Kai, uno de los más exclusivos; Public Beach, favorito de los que quieren disfrutar diferentes tragos en sus bares; West Bay Beach, elegido para el avistaje de rayas.

De un balneario a otro se encuentran los emuladores de lagartos que se tienden al sol, confiando en no adquirir la vistosa hilera de espinas turquesa que caracterizan a las iguanas azules de Gran Caimán; los aventureros que experimentan el vacío en el estómago y la plenitud de la vista que brinda el parasail sobre las aguas transparentes; los curiosos que exploran los fondos marinos para sentirse como buscando a Nemo... pero en el Caribe. Todas estas playas tienen un encanto adicional: como están ubicadas sobre la costa oeste, son perfectas para asistir a la puesta de sol sobre el mar, un momento de inoxidable romanticismo, aunque el viajero no haya venido a casarse a las islas. Porque ése es el objetivo de varias parejas que se dan cita en estas playas: sea en un exclusivo tête-à-tête, sea en una megafiesta para decenas de invitados –bastante más restrictiva en materia de costos– aquí hay weddingplanners para todos los gustos. Aunque en verdad no hace falta mucha producción, porque el mejor escenario es el que pone la propia naturaleza.

Finalmente al atardecer, cuando afloja el día, damas y caballeros –novios, recién casados o padres ya con prole a cuestas– se pierden en los negocios y negocitos y empiezan la exploración nocturna en busca de la opción gastronómica del día, con los frutos de mar a la cabeza: la cocina internacional de las Caimán completa así la experiencia del eterno verano local gracias a platos que fusionan la tradición inglesa con los especiados sabores caribeños.

Encuentro cercano con tortugas marinas. Una de las mejores experiencias que ofrecen las islas.

RAYAS Y TORTUGAS No hace falta preguntar demasiado ni pasar largas horas investigando en los portales de viajes para descubrir que, a la cabeza de las excursiones favoritas, se encuentra Stingray City. Más que ciudad, es un banco de arena en cuyas orillas los pescadores solían reunirse décadas atrás para limpiar el pescado, gracias a la escasa profundidad. Ni lerdas ni perezosas, las rayas no tardaron en asociar el sonido de los motores de los botes con la abundancia de alimento... y así comenzaron a tomar la costumbre de reunirse en el lugar. Más tarde, los buzos aficionados comenzaron a alimentarlas, hasta que esta porción de la Gran Caimán se convirtió en uno de sus principales atractivos turísticos. La experiencia de nadar junto a las rayas es inolvidable: tan majestuosas como misteriosas, se acercan sin temor y se dejan acariciar o alimentar tranquilamente, dejando de lado por un rato su habitual timidez para brindar una rara experiencia de acercamiento en su propio hábitat.

La fauna local tiene otro lugar imperdible en la Caiman Turtle Farm, un parque marino que permite observar e interactuar con los animales del archipiélago. Sobre todo las tortugas, pero también caimanes y aves. Durante la visita es posible nadar y sumergirse en una gran laguna de agua salada, acercarse a los tiburones en el “tanque de los predadores”, internarse en el aviario o viajar en el tiempo para conocer una calle histórica de las islas, con la recreación de sus casas y oficios artesanales. Por supuesto, las estrellas son las tortugas verdes marinas: aquí se protegen unos 11.000 ejemplares, que pueden alcanzar hasta 300 kilos. Los amantes de la foto de recuerdo no se irán de aquí sin haber abrazado a una de ellas, aunque seguramente las de dimensiones algo más amigables.

Finalmente, el triángulo de aproximación a los animales se puede cerrar en el National Trust, dedicado a preservar los sitios de arquitectura tradicional pero también la vida silvestre: desde aquí se proponen paseos en kayak por los manglares, caminatas para conocer las iguanas azules y visitas privadas en vehículo por los sitios protegidos. Un buen broche para unas islas que tienen nombre de predador, pero esperan a los visitantes con toda la calidez de sus brazos abiertos sobre el mar.

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