Dom 30.09.2012
turismo

SANTA FE. A ORILLAS DEL PARANá

Rosario de primavera

El clima templado tienta a disfrutar del sol a orillas del río: en esta estación, Rosario es ideal para combinar, en un solo fin de semana, vida urbana con naturaleza pura. Con los paisajes renovados por la primavera, hay circuitos para grandes y chicos; salidas para evocar la historia y acercarse al arte; paseos para amantes del turismo activo y para los que solo quieren dolce far niente.

› Por Graciela Cutuli

Fotos: Ente Turistico Rosario

Rosario conoce un secreto que Buenos Aires nunca consiguió arrancarle del todo: disfrutar del río, apropiándose en el vaivén cotidiano de esas aguas que bajan del sur de Brasil y a su paso renuevan cada día la cara de una ciudad tan activa como creativa. Lo suficientemente cerca de Buenos Aires como para que alcance con un fin de semana para descubrirla, Rosario también está lo suficientemente lejos como para sentirse un auténtico turista: gastronomía, historia y arte la convierten en una de las grandes capitales del interior, una ciudad con identidad propia más allá de su apodo de “Barcelona argentina”.

Luces nocturnas sobre el puente Rosario-Victoria, que permite cruzar hacia Entre Ríos.

ARTE AFUERA Y ADENTRO Hace pocos años, con el logrado artilugio de pintar como un arco iris los silos Davis levantados a orillas del Paraná, Rosario logró el milagro de crear como por arte de magia un nuevo icono: rápidamente los gigantescos cilindros reciclados y convertidos en el Museo de Arte Contemporáneo (Macro) se volvieron una postal rosarina, símbolo de la vocación artística de la ciudad. Son en total ocho cilindros, donde antiguamente se almacenaban granos, con diez pisos y un túnel: cada cuatro años aproximadamente, los colores de esta particular fachada cambian, siguiendo los proyectos ganadores de un concurso nacional. En el interior, los grabados de Juanito Laguna de Antonio Berni son la punta de lanza de una colección que reúne a los principales artistas argentinos contemporáneos. El Macro es además el anexo del tradicional Museo de Bellas Artes Juan B. Castagnino, que se encuentra en el boulevard Oroño y Pellegrini, cerca del centro rosarino: en sus tres plantas se puede ver arte europeo y arte argentino de los últimos dos siglos, en una colección tan diversa que va de Goya y Fader a Ribera y Berni.

Pero en Rosario el arte también gana la calle: en los edificios del centro de la ciudad se pueden apreciar, reproducidas a gran escala, obras de artistas locales que conforman el Museo Urbano Arte a la Vista. Berni, Schiavoni y Gambartes, entre otros, se transforman así en iconos de una variante más clásica del street art, una forma de sacar el arte de los museos para ponerlo directamente a la vista de todo el mundo.

Vista aérea de Rosario, sobre la costa del Paraná, el río que modela las costumbres de la ciudad.

COSTANERAS DEL PARANA Arte aparte, Rosario es sobre todo una ciudad que mira al río. Para disfrutarlo, en los últimos años fue recuperando terrenos costeros y hoy exhibe 15 kilómetros de costanera, una de las más largas del país, con playas y parques a lo largo de toda la franja ribereña. La costanera rosarina va desde el Parque Urquiza hasta el imponente puente Rosario-Victoria, otro de los “nuevos” iconos de la ciudad, inaugurado hace casi diez años. De casi sesenta kilómetros de largo (12 kilómetros de puentes y 47 de terraplenes, con un puente principal de 600 metros), la vista más linda es por la noche, cuando se lo ve iluminado sobre las aguas resplandecientes del río. La travesía permite pasar fácilmente a Entre Ríos, para extender el fin de semana en la provincia vecina, donde abundan las termas y las salidas de pesca. Cuando hay buen tiempo, bien vale recorrer el Paseo del Caminante, un pasaje peatonal que pasa bajo el puente a orillas del río y tiene una excelente vista de la ciudad: muy cerca se encuentran el Balneario La Florida y varias playas públicas de arena, buenos lugares para un picnic primaveral.

Tarde o temprano, el río invita a embarcarse: se pueden realizar paseos en barco para ver Rosario desde el agua, alejándose un poco del trajín cotidiano para acercarse a la tranquilidad de las islas. Se puede salir desde varios puntos situados sobre la costa o desde los diversos clubes náuticos que se encuentran sobre las orillas. Hay varios tipos de embarcaciones para elegir, incluyendo los kayaks para los navegantes más deseosos de experimentar la cercanía con el agua sin temerles a los vaivenes del río. Algunos operadores locales ofrecen también una opción interesante: combinar el kayak con el paseo en bicicleta por las calles rosarinas, arboladas y agradables.

Tertulia de habitués en El Cairo, el más tradicional de los bares rosarinos.

PASEO CENTRICO Sea en dos ruedas, sea a pie, se podrán apreciar con facilidad las subidas y bajadas del trazado urbano, sobre todo la barranca que baja hacia el Paraná, y su casco histórico, con eje en la Plaza 25 de Mayo. Allí se encuentran la Catedral, el Correo, el Museo de Arte Decorativo y el Palacio de los Leones, sede del municipio. Luego es imposible perderse: casi toda la ciudad sigue el trazado hispano en damero, y se puede seguir como guía el trazado del Boulevard Oroño (norte-sur) y la Avenida Pellegrini (este-oeste). Así se pasa en pocas cuadras del aire antiguo y señorial del viejo Rosario nacido sobre el boulevard al intenso vaivén comercial de la avenida.

La peatonal, otro de los ejes de la vida urbana, es la calle Córdoba, reservada para los caminantes a lo largo de siete cuadras, entre la Plaza 25 de Mayo y la Plaza Pringles: luego sigue en el Paseo del Siglo, que reúne las principales mansiones rosarinas. Las coordenadas histórico-geográficas quisieron que Rosario, el viejo Pago de los Arroyos, situado en una encrucijada del Camino Real rumbo a Córdoba en tiempos coloniales, estuviera en el corazón de una de las zonas agrícolas más ricas del país. Así se favoreció el florecimiento de familias influyentes que dejaron huella en la forma de casonas de estilo francés, trasplantadas a la pampa. La otra cara es la que se puede conocer en el barrio Pichincha, frecuentado antaño por los marinos en busca de mujeres y burdeles, parte de la vida diaria de una ciudad portuaria. Hoy las viejas fachadas le dan un aire bohemio, y es el lugar elegido para los bares de moda y los restaurantes gourmets, que exploran una cocina con toques litoraleños e internacionales a base de pescado de río, el mejor producto local.

Volviendo al centro, Rosario también forma parte de la Ruta del Che, porque es la ciudad natal del revolucionario cuyas huellas conforman un itinerario turístico por toda la Argentina, con punto de partida aquí y ramificaciones en la Patagonia y Misiones. La casa donde nació se encuentra en la esquina de Entre Ríos y Urquiza, pero no se puede visitar. Un homenaje público se puede ver en su retrato de la Plaza de la Cooperación y en la estatua que lo recuerda, en el parque Hipólito Yrigoyen. Y en el Parque Independencia también lo evoca una réplica del banco donde –cuando era apenas un bebé– se le tomó su primera fotografía conocida, en brazos de sus padres. Muchas otras estatuas recuerdan a los personajes rosarinos en otros puntos de la ciudad: en un registro totalmente distinto, pero sin duda popular, son muchos los visitantes que se sacan una foto con Olmedo, sentado en un banco de la plazoleta de Rivadavia y Pueyrredón.

Y cerca de la peatonal está también, en la esquina de Sarmiento y Santa Fe, el bar más famoso de Rosario: se trata del célebre El Cairo, inaugurado en 1943 con vocación de simple bar-billar, pero famoso desde entonces –a pesar de remodelaciones varias– por sus tertulias de artistas e intelectuales. Aquí planea el recuerdo de Roberto Fontanarrosa y su “mesa de los galanes”: un café es un rito obligado para los admiradores de su obra y sus inolvidables personajes de tinta y papel.

El colorido Nuevo Macro, con los antiguos silos intervenidos por el arte.

MONUMENTO A LA BANDERA No importa dónde empiece o termine el itinerario rosarino, siempre tendrá en el centro el Monumento a la Bandera, su imagen más conocida y representativa. Nunca mejor puesto el nombre de monumento: situado en centro de la ciudad, exactamente donde hace doscientos años se izó por primera vez la bandera argentina, frente al Paraná, su iluminación nocturna con luces celestes y blancas lo convierte también en una suerte de imponente faro a orillas del río, un faro que lleva directamente al corazón de la historia de las guerras de independencia. No siempre es fácil adivinarlo a simple vista, pero quiere evocar una gran nave embarcada hacia la victoria: desde la torre, a 70 metros de altura, se domina perfectamente el paisaje sobre el río y la ciudad. Luego hay que pasear por la Escalinata Cívica y el Propileo, en cuyo subsuelo se conservan las banderas del continente americano. El Monumento a la Bandera y el casco antiguo de Rosario están unidos por el Pasaje Juramento, con una serie de esculturas de homenaje a Lola Mora.

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