PARAGUAY. EL MUSEO DEL FúTBOL SUDAMERICANO
A 18 kilómetros de Asunción están el Museo del Fútbol Sudamericano, perteneciente a la Federación Sudamericana de Fútbol, y su moderna exposición multimedia, con la historia de ese deporte desde la óptica regional. Videos, camisetas, trofeos y una sala de cine de 360 grados con forma de pelota.
› Por Julián Varsavsky
Hace rato ya que el fútbol se ha vuelto objeto de estudios –historiográficos, sociológicos y hasta filosóficos– y su institucionalización de la mano de clubes centenarios ha llevado al surgimiento de museos futbolísticos por todo el orbe. River Plate, Boca Juniors, Barcelona y Manchester United, entre otros, han invertido cifras millonarias en sus museos.
En una pared del Museo del Fútbol Sudamericano, levantado en Paraguay a un costo de seis millones de dólares por la Confederación Sudamericana de Fútbol, se lee una frase del mandamás de la FIFA, Joseph Blatter: “Para el Viejo Mundo, Sudamérica es Europa”. El argumento del viejo dirigente suizo –cuyas palabras durante la inauguración del museo en 2009 desconcertaron a más de uno– fue claro: “Un continente con diez países que tiene nueve títulos mundiales de mayores y nueve de juveniles, y es campeón olímpico Sub-17 de fútbol playa y femenino... matemáticamente es el líder indiscutible del fútbol mundial”. Interpretaciones al margen, si se considera que Sudamérica sería entonces la gran potencia futbolística de la historia, éste sería el museo del fútbol más importante a nivel global, ya que la FIFA carece de un museo.
El museo está hecho con toda pompa y a lo grande en el pueblo de Luque, a 18 kilómetros de la capital paraguaya. Se ingresa por una explanada entre fuentes de agua danzantes al ritmo de una polca paraguaya. A la derecha del edificio central se ve una pelota de fútbol gigante rodeada de agua –es un cine de 360 grados– y enfrente está el también imponente edificio de la Confederación Sudamericana de Fútbol (CFS).
PEREGRINAJE FUTBOLERO Se ingresa por una especie de luminosa caja de cristal donde una pantalla muestra al presidente de la CFS –desde hace 27 años el paraguayo Nicolás Leoz– dando unas palabras de bienvenida. Al avanzar se camina sobre un piso de pantallas con los partidos de mayor gloria de las diez selecciones que integran la Confederación Sudamericana de Fútbol. De inmediato se desemboca en la Sala de los Trofeos, correspondientes a los diferentes torneos organizados por esta confederación desde 1916.
En la sala hay verdaderas reliquias futboleras, como la Copa Libertadores con las plaquitas de sus campeones, con Independiente de Avellaneda a la cabeza (tiene siete gracias a que nunca perdió una final). Boca Juniors, por su parte, tiene seis placas y Peñarol cinco. Mientras tanto Santos, San Pablo, Olimpia y Nacional tienen tres cada uno.
El trofeo de la Copa América ocupa un lugar central en la sala, y a la hora de contar la plaquitas surge que el primer lugar lo tiene Uruguay con quince campeonatos, el segundo Argentina con catorce, y recién en tercer lugar aparece Brasil con “apenas” ocho.
Entre las copas originales están también la Supercopa (que se jugó entre ex campeones de la Libertadores hasta 1997), la Copa Suda-mericana (entre clubes campeones y subcampeones), la Recopa (para campeones sudamericanos y de la Libertadores), la Interamericana (campeón de la Libertadores contra el campeón centroamericano) y la Copa Libertadores femenina. También hay réplicas bañadas en oro de la copa Jules Rimet en poder de Brasil y de la Copa FIFA, así como de la Intercontinental ganada tres veces por Boca Juniors, Peñarol y Nacional, respectivamente.
Una vez abrumado por las estadísticas –Brasil ganó 11 veces la Copa Sudamericana Sub-20–, el visitante puede pasar a la siguiente sala, donde se exhiben en una larga pared los banderines de todos los clubes de fútbol que han jugado en la Primera División sudamericana. Son 435 en total y los hinchas de cualquier equipo del sur del continente pueden buscar a su favorito, apretar un botón y mirar un mapa gigante donde se encenderá una lucecita roja ubicando geográficamente al club.
HACIA EL SUBSUELO Una moderna rampa con una foto gigante de Messi en la entrada conduce al nivel inferior del museo, desembocando en una gran sala circular con las paredes cubiertas de pantallas que muestran los momentos de mayor gloria futbolística de cada uno de los países miembros de la Confederación. Los records decoran las paredes (Batistuta, por ejemplo, es el máximo goleador argentino en los mundiales con diez goles) y Maradona es, por supuesto, el emblema del sector argentino.
En las paredes se ven las fotos, pero por sobre todo los goles en video de Enzo Francescoli, el Pibe Valderrama, Ronaldo –máximo goleador de los mundiales, con 15 goles–, Pelé con su tres Copas del Mundo, el Divino Manco –histórico campeón del Mundo con Uruguay en 1950, a quien le faltaba un antebrazo– y el ecuatoriano Alberto Spencer, máximo goleador de la Copa Libertadores con 48 goles para Peñarol y 6 para Barcelona de Ecuador.
En una vitrina está la máquina de escribir del uruguayo Diego Lucero, un gran periodista y futbolista que escribió crónicas memorables de los primeros 15 mundiales de fútbol. En la siguiente sala hay más pantallas de video en las paredes, en este caso con imágenes de cada una de las copas Libertadores desde 1960. Y a la salida de la sala la pared arroja otra frase futbolera, de Albert Camus: “Todo cuanto sé con mayor certeza sobre la moral y las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”.
La visita termina dentro de la pelota de fútbol gigante que es una sala de cine de 360 grados. Se ingresa por un puente cubierto, cual manga para entrar a la cancha, que cruza las aguas que rodean a la número 5 aumentada que parece flotar en un pequeño lago. Allí se puede elegir por control remoto mirar partidos famosos de cada una de las diez selecciones nacionales. Pero con sus pisadas los visitantes activan la película que muestra el desarrollo del deporte más popular de la historia de la humanidad. Allí se explica que el origen del fútbol se les atribuye a diferentes civilizaciones, entre ellas la guaraní, que jugaba con una pelota de savia de un árbol según una crónica jesuita. También chinos, romanos y aztecas jugaron a su manera al fútbol, al igual que hubo variantes en el Japón imperial y en la Florencia del Renacimiento. En concreto, no se sabe quién es el verdadero dueño de la pelota (los ingleses simplemente crearon el primer reglamento).
El video se interna luego en la historia sudamericana para contar que el fútbol habría ingresado en la región en el siglo XIX a través del puerto de Buenos Aires, mientras el primer partido de nuestra historia habría sido en los bosques de Palermo.
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