Dom 24.08.2003
turismo

ESPAÑA EN LA REGIóN DE EXTREMADURA

La ciudad de Pizarro

En el centro-oeste español, la ciudad de Trujillo mantiene una majestuosa decadencia. Los palacios del siglo XVI que construyeron los trujillanos conquistadores al regresar de América cargados de riquezas muestran el deterioro del implacable paso del tiempo, ya que casi no han sido restaurados. Entre los más llamativos está el Palacio de los Marqueses de la Conquista, que aún sigue perteneciendo a los descendientes de Francisco Pizarro.

Por Julian Varsavsky

Al llegar a la ciudad de Trujillo se percibe de inmediato algo familiar en el aire. A primera vista no queda claro por qué pareciera que hubiésemos estado antes en este lugar, aunque no lo conocemos ni por foto. Pero al adentrarnos en sus calles y su historia se comprende la razón: desde este punto específico de España partieron los principales conquistadores de América a fundar ciudades a su imagen y semejanza, las mismas que hoy se visitan como reliquias coloniales. Las similitudes -matizadas con lo autóctono de las ciudades americanas– se expresan en la arquitectura. Detallismos al margen, es innegable que ciudades como Cartagena de Indias, Cuzco, Lima o La Habana trazan una línea directa de parentesco con Trujillo.
A diferencia de otras ciudades cercanas como Cáceres o Salamanca –donde la impronta medieval es muy fuerte–, Trujillo inclina su perfil hacia una combinación del Renacimiento con el Barroco. Pero hay una particularidad aun más marcada que probablemente determine que sea una ciudad única en España: el ambiente está rodeado por un aura de majestuosa decadencia, ausente en el resto del país donde todo fue perfectamente restaurado para el turismo, como si el tiempo no hubiese transcurrido. En Trujillo, en cambio, los edificios históricos se mantienen en pie pero con algunos techos resquebrajados. Y el hierro de ciertas rejas en las ventanas señoriales puede estar oxidado o escaso de pintura, como es natural en las cosas viejas. También hay adoquines levantados y palacios con las paredes de piedra carcomidas por la lluvia y el viento. Además, el color predominante es un ocre descolorido –el color del polvo–, sinónimo auténtico del paso del tiempo.

Rumbo a America Según los historiadores, los extremeños eran la mano de obra militar de la corona castellana. Fueron famosos por la crueldad de su carácter aventurero. Desde Trujillo partieron no menos de un centenar de conquistadores que fundaron grandes ciudades en América. Entre los más conocidos están Francisco de Orellana, quien navegó por primera vez el Amazonas; García de Paredes, fundador de la ciudad de Trujillo en Venezuela; Nuflo de Chaves, fundador de Santa Cruz de la Sierra; Francisco de las Casas, compañero de Hernán Cortés en la conquista de México; los Sanabria, aquellos adelantados del Río de la Plata que nunca llegaron; y el marqués Don Francisco Pizarro, fundador de Lima. Hoy en día Pizarro es la figura emblemática de la ciudad y es ensalzado, admirado y mimado por los guías turísticos oficiales, quienes relatan sus “hazañas conquistadoras” con verdadero amor.
De alguna manera, Trujillo es también un reflejo de América, porque su arquitectura monumental se construyó después de la conquista, cuando los trujillanos regresaron a su tierra natal con el fruto del saqueo. Así surgieron toda una sucesión de palacios señoriales que rodean la Plaza Mayor, en el centro neurálgico de la parte antigua de la ciudad.
En el centro de la plaza se levanta una gran estatua de bronce desteñido de un Pizarro que avanza a caballo, con la mirada clavada en el horizonte. La estatua pertenece al artista norteamericano Charles Rumsey (1879-1922), un admirador de Pizarro. Al margen de que sea un homenaje a uno de los conquistadores más cínicos de la corona española, se debe reconocer que esta obra de 6500 kilogramos instalada sobre un pedestal de granito es verdaderamente genial. Desde el casco de Pizarro se extienden dos extrañas protuberancias al viento; un toque diabólico que, aun desde el quieto metal, paraliza de miedo al observador. La estatua, a todas luces perversa, es un perfecto homenaje a la muerte y a la traición, como debe haber pocos en la historia de la escultura.

Mansiones y blasones A partir del siglo XVI, la mayoría de las familias nobles de Trujillo procuraban establecerse alrededor de esta plaza renacentista, rodeada por una vereda techada que protegía un antiguo mercado. Cubriendo las espaldas del Pizarro de bronce se erige la Iglesiade San Martín, una mezcla de estilos gótico y renacentista. Entre la serie de construcciones junto a la plaza, la más llamativa es el Palacio de los Marqueses de la Conquista, que perteneció a la familia Pizarro. Entre las grandes ventanas protegidas con barrotes de hierro forjado del edificio de tres pisos, sobresale “un balcón de esquina”, uno de los elementos arquitectónicos típicos de Trujillo, con el cual la presuntuosa nobleza mezclaba una recargada decoración con los escudos típicos de la familia (los blasones). Este balcón fue decorado con motivos platerescos que enmarcan los bustos en altorrelieve del conquistador dueño de casa, Francisca y Hernando Pizarro e Inés Huylas Yupanqui, una princesa inca casada con uno de los Pizarro. El palacio todavía pertenece a la familia Pizarro, cuyos descendientes ahora realizan obras de caridad en la América hispana con parte de su fortuna. La familia del famoso conquistador también poseía el Palacio Juan Pizarro de Orellana que perteneció al primer corregidor de la ciudad de Cuzco. Durante largo tiempo este hermoso edificio renacentista fue conocido como Casa de Contratación porque allí se enrolaban quienes deseaban marcharse a Perú. Hoy en día es la Casa Madre del Colegio Sagrado Corazón. Justo al lado está la Casa del Peso Real –una construcción gótica con elementos del renacimiento–, donde se pesaba harina, trigo y cebada. Uno a uno, los edificios históricos se suceden en los alrededores de la plaza: el Palacio de los Duques de San Carlos, el del Marquesado de Piedras Albas y el de los Sotomayor. Sin necesidad de recurrir a mayores escenografías, en ese contexto se filmó para el quinto centenario del descubrimiento la fallida película 1492, protagonizada por Gérard Depardieu.

Casi sin restaurar Una sola pregunta nos queda flotando en la mente: ¿por qué Trujillo se mantuvo así, en majestuosa decadencia? Según se explica en la ciudad, los conquistadores gastaron sus riquezas en un lujo desmedido, sin pensar en invertir de manera productiva. Como consecuencia, en los siglos siguientes esta ciudad en particular se sumió en la pobreza. A diferencia del imperio británico –que convirtió el oro de los saqueos en la riqueza originaria del mercantilismo–, la corona española otorgaba licencias reales a aventureros militares con ansias de enriquecerse, quienes eran la espada de un reino sin proyecto futuro. Así, la falta de desarrollo económico hizo que los edificios antiguos se salvaran de la piqueta. Y la ausencia de turismo masivo los “salvó” a su vez de la restauración.

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