Domingo, 9 de junio de 2013 | Hoy
EUROPA. SUECIA, INGLATERRA Y FRANCIA
El nuevo museo dedicado a ABBA, que acaba de abrir sus puertas en Estocolmo, es el motivo de un viaje por sendos establecimientos europeos dedicados a los máximos exponentes de la música popular de Suecia, Inglaterra y Francia. Entre intimismo y entusiasmo masivo, las vitrinas exponen discos, afiches, vestuario, y sobre todo la nostalgia de una época.
Por Graciela Cutuli
Acaba de abrir sus puertas, pero ya se esperan por lo menos 250.000 visitantes para lo que queda del año, un número que sorprende a los propios creadores de la iniciativa: se trata del flamante museo dedicado a ABBA, inaugurado hace un mes en Estocolmo y dedicado a uno de los grupos pop más famosos del mundo. Probablemente es su último éxito, porque reiteradamente los cuatro confirmaron que no volverán a reunirse para conciertos ni grabaciones: de modo que los nostálgicos tendrán que conformarse con el museo, como hacen los “peregrinos” de Los Beatles en Liverpool, los amantes de Elvis en Memphis y los –no por menos numerosos menos fieles– seguidores de Georges Brassens en Sètes, en el sur de Francia.
EL QUINTO ABBA ¿Se pueden celebrar canciones en un museo o una exposición? ¿Es posible que el sonido se luzca a través de lo visual, que la música se plasme en objetos? Las canciones permanecen en realidad en los oídos de su público: es su mejor museo, la mejor forma que tienen de perdurar y ser transmitidas de una generación a la otra. ¿Por qué entonces tienen tanto éxito las exposiciones y museos dedicados al pop, el rock, la canción en general y sus grandes estrellas? Esta pregunta y también las anteriores se pueden responder en las salas del ABBA Museum, el más moderno de todos, un verdadero paseo por la obra del conjunto pero también a lo largo de toda una época. Probablemente ésa sea la clave: la nostalgia hacia una canción encierra la de toda una generación, con momentos únicos que se reviven en afiches, en la tapa de un disco, en un estribillo. Lo cual explica también el éxito de los recuerdos en las negocios de los museos respectivos (que, en el caso de ABBA, incluye hasta la famosa guitarra en forma de estrella que casaba perfectamente con los delirantes trajes setentosos del grupo).
Durante algunas horas, el día de la inauguración Estocolmo abandonó su placidez habitual (casi al mismo tiempo con las protestas suburbanas de los últimos días) y se entregó a un momento de locura pop muy al estilo británico. Los fanáticos montaron guardia toda la noche esperando la apertura de la exposición, para revivir en 13.000 metros cuadrados la historia y el éxito de un grupo que –según dicen los contadores de records– sólo fue superado por Los Beatles y Elvis. Durante todo mayo, circularon por la capital sueca bicicletas y autos ploteados con el logo del museo, invitando al público a convertirse en el “quinto miembro de ABBA”.
Sin embargo los miembros del grupo no estuvieron en la apertura y Björn Ulvaeus declaró su “reticencia en convertirse en un objeto de museo”. Su ex pareja, Agnetha, tampoco estuvo, pero hizo acto de presencia por medio de un nuevo disco presentado en estos días, después de años de silencio: a falta de autógrafos, los visitantes pudieron por lo menos ser el “quinto miembro” de ABBA cantando con ellos sobre un escenario virtual, visitando la oficina de su productor, el taller de la vestuarista Ingmarie Halling o el estudio de grabación de Polar Music, la muy rentable compañía que forjaron luego de sus primeros éxitos. Las audioguías ofrecidas reservan además una sorpresa: fueron grabadas con la voz de los propios ABBA, incluyendo Björn Ulvaeus, que pese a sus reticencias participó muy cerca en la creación del lugar. En el museo están también los muñecos que protagonizaron el último video del grupo en 2004, cuando aparecieron todos... pero no juntos. Por supuesto, la visita debe seguir con la “caminata ABBA” por el centro de Estocolmo, que pasa por la Opera donde se tocó por primera vez “Dancing Queen” y el taller del artista Julius Kronberg, donde se tomó la foto del disco The Visitors, entre otros lugares emblemáticos.
JOHN, PAUL, GEORGE Y ELVIS El nuevo museo ABBA tiene su correlato británico en el “veterano” museo de Liverpool dedicado a Los Beatles. También aquí la nostalgia es la nota dominante, por las personalidades de John, Paul, George y Ringo sin duda, pero más en general por los dorados –sobre todo a la distancia– años ’60. La vida y la música de Los Beatles se transforman, en la Beatles Story del Albert Dock, en el hilo conductor de una muestra que llega hasta el Liverpool de los bombardeos, la época de los últimos grandes transatlánticos y el desembarco del rock’n roll en Inglaterra. También aquí hay audioguías en varios idiomas (en inglés la voz es la de Julia Baird, hermana de John Lennon). Durante la visita se puede revivir el primer encuentro entre John y Paul, durante una fiesta parroquial, contado por el propio McCartney (de hecho las giras beatles por Liverpool pasan también por la iglesia de la ya histórica reunión). En Beatles Story se exponen los instrumentos que John y su conjunto The Quarrymen usaban en aquellos tiempos de su adolescencia, antes de tocar en Hamburgo y luego en todo el mundo. Otro de los momentos fuertes de la visita es la recreación del techo abovedado del mítico Cavern, el lugar donde realmente empezó la leyenda: una reconstrucción del Cavern auténtico también está a pocas calles de distancia, y naturalmente el resto de la visita sigue por todo Liverpool y luego en Londres, donde hay caminatas temáticas que no pueden obviar el cruce de Abbey Road. Siempre en la ciudad natal de los “fab four”, la Beatles Story Pier Head –en la terminal de ferries del río Mersey– es una atracción 4D para todas las edades, así como la muestra Elvis & Us, que cuenta la influencia del “rey” sobre Los Beatles. Todos estos lugares siguen convocando un público creciente, a diferencia de lo ocurrido en Hamburgo, donde el año pasado cerró el museo dedicado a los primeros años de la carrera beatle.
CHANSON BRASSENS Los artistas de Francia están lejos de los records de venta de Los Beatles y de ABBA, pero una parte de la chanson también llegó a exportarse: para muestra basta un gorrión, Edith Piaf. Entre los grandes referentes de la canción francesa está también Georges Brassens, el cantante poeta cuyos textos se estudian a la par de los de Charles Baudelaire, Paul Verlaine o Arthur Rimbaud. Un museo le fue dedicado en su ciudad natal de Sètes, un puerto pesquero sobre el Mediterráneo, a medio camino entre Cataluña y la Provenza. En sus salas este museo –muy diferente de los anteriores dedicados a la música pop– busca sobre todo “ambientar” la obra de Brassens, muy clásica en sus textos e impregnada musicalmente del jazz de Louis Armstrong y Django Reinhard. Una vez más, una audioguía ayuda a interpretar los documentos, con muchas grabaciones del músico, donde explica su vida y obra. De sala en sala se descubren los años de la niñez y adolescencia de Brassens en este puerto pesquero mediterráneo, cuya principal figura hasta entonces era la del poeta Paul Valéry: sigue luego su llegada a París y su vida en un callejón miserable, durante los años de la ocupación alemana. Y como guiño a uno de sus temas más famosos, hay un banco público como el de cualquier plaza, en alusión a los “Amoureux des bancs publics” que inmortalizó en una canción: un buen lugar para sentarse a evocar las notas de la entrañable guitarra del “tonton Georges”, como se lo conoció y conoce en su país natal.
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