MINITURISMO DESTINOS BONAERENSES, ENTRERRIANOS Y SANTAFESINOS
Los últimos fines de semana del invierno abren las puertas a un abanico de destinos turísticos cercanos donde palpitar la llegada de la primavera. Desde reservas naturales hasta circuitos históricos, la puerta del miniturismo está abierta para todos los gustos.
El calendario está a punto de dejar atrás el frío, pero la partida de este invierno que se resiste a irse se puede acelerar eligiendo para los próximos fines de semana alguna salida turística entre el creciente menú de opciones cercanas a Buenos Aires, o en la línea de los corredores que llevan a Entre Ríos y Santa Fe. Encuentros con una naturaleza que está más próxima de lo que se cree, circuitos turísticos que ahondan en tramos y curiosidades de nuestra historia, o lugares donde mimar cuerpo y espíritu: sólo basta “abrir la puerta para ir a... pasear”.
Verde que te quiero verde A orillas del río Paraná de las Palmas, a casi 70 kilómetros de Buenos Aires, la reserva Otamendi –creada en 1991– protege unas 3000 hectáreas de “humedal pampeano”, el ecosistema que en el pasado predominaba en grandes superficies de la provincia de Buenos Aires. Recorriendo sus senderos y pasarelas es posible internarse en el antiguo paisaje de la provincia, cuando se encadenaban sin interrupción selvas, pantanos, lagunas y montes, donde encontraba refugio una rica fauna hoy en serio peligro de extinción (en particular el ciervo de los pantanos y la pajonalera de pico recto, las dos especies más amenazadas). El lugar –cuya forma se asemeja en tierra firme a las islas del Delta, con una depresión central inundable tapizada de pajonales y un albardón costero alto– es ideal para el avistaje de animales: hay patos, gallaretas, cisnes, carpinchos y gatos monteses negros. También los árboles son una huella de identidad de la pampa, con numerosos sauces, alisos, ceibos, un sotobosque rico en lianas y enredaderas, y los raros claveles del aire que se descuelgan de los árboles formando cortinas grises conocidas como “barba de viejo”. En las zonas más altas de la Reserva (que en los últimos tiempos es objeto del reclamo ecologista ya que la amenaza un emprendimiento inmobiliario cercano) se puede observar el típico ecosistema del pastizal pampeano. La entrada a la Reserva Otamendi es gratuita; para combinar una visita se puede llamar al teléfono 03489-432733.
Aguas encadenadas Tres grandes lagunas de la provincia
de Buenos Aires -–Chascomús, Lobos, Monte– son especialmente
frecuentadas en los meses fríos por los fanáticos de la pesca
del pejerrey. Con razón, la gente de Chascomús dice que en la
laguna –rodeada por una avenida costanera que da acceso a los puntos principales
y en cuyas orillas se alternan playas y barrancos– “todo el año
es temporada”. En sus aguas, además de la pesca (no sólo
pejerreyes, sino también tarariras, dentudos y sábalos) se practica
esquí acuático, navegación a vela y canotaje. Otros prefieren
el paisaje lacustre, sin embargo, para el “birdwatching”, u avistaje
de aves. Vale la pena visitar, en el casco histórico, el Museo Pampeano
(Lastra y Muñiz, Tel. 02241-430982) y la réplica del Fortín
(avenida Costanera y González Chávez, abre todos los días
con pausa al mediodía).
Monte es otra de las lagunas tradicionales, 110 kilómetros al sudoeste
de la Capital. El tranquilo pueblo tiene interesantes lugares históricos
–sobre todo el Rancho de Rosas (Soler y Belgrano) y la iglesia San Miguel
Arcángel, decorada por pintores como Raúl Soldi y Ernesto de la
Cárcova– pero es conocido sobre todo por el espejo de agua que
atrae a pescadores y veleristas. Dirección de Turismo: Tel. 02271-421138.
Finalmente, Lobos es uno de los lugares más destacados de la provincia
para el turismo rural. Además de la laguna, rica en vegetación
y fauna, y que es el verdadero corazón de la ciudad durante todo el año,
muchos eligen este destino por la variedad de estancias aledañas: se
destacan La Candelaria, con su casco réplica de un castillo normando;
Santa Rita, creada sobre la línea de un antiguo fortín y enclavada
en un denso bosque; o La Concepción, dueña de un hermoso parque
diseñado por Carlos Thays. Para consultar y armar itinerarios, llamar
a la Dirección de Turismo de Lobos, Tel. 02227-431450.
Bosques de palmeras Los verdes de Entre Ríos tienen matices infinitos en el Palmar de Colón, uno de los Parques Nacionales más accesibles desde la Capital. Toda la zona es ideal para recorrer en un fin de semana largo –a pocos kilómetros están las termas de Concordia y Federación, el Molino Forclaz y las ruinas del Castillo San Carlos–, pero quienes sientan el llamado de la naturaleza no se apartarán de esta selva de palmeras yatay que se extiende sobre 8500 hectáreas. El parque cuenta con varios senderos autoguiados, miradores y caminos que se internan en la selva ribereña, una densa formación vegetal en galería donde viven ñandúes, zorros de monte, vizcachas e incontables aves. Uno de los senderos, a lo largo de un kilómetro, lleva hasta el sector de ruinas y la playa del río Uruguay. El PN El Palmar está situado sobre la RN14, a 45 kilómetros de Colón. Informes: Tel. 03447-493049.
Castillo rumbo a la costa Su silueta elegante blanca y roja, que apenas se entrevé entre los árboles, desde la ruta, ya es un clásico del camino a Mar del Plata. Todos lo conocen como el “castillo de Guerrero”, pero en realidad es el casco principal de la estancia Villa Raquel, que tiene unas 1500 hectáreas sobre el río Salado. Además de la hermosa arquitectura del casco, donde se puede pasar el día, almorzar, realizar cabalgatas y paseos en carruaje, el castillo es famoso por su historia, vinculada con la familia Guerrero y por lo tanto con buena parte del desarrollo de la costa atlántica (Valeria Guerrero fundó Valeria del Mar; Héctor Manuel Guerrero fue uno de los pioneros del desarrollo de Cariló). Hay visitas guiadas históricas que se internan en la historia de la familia, remontándose hasta la trágica Felicitas Guerrero de Alzaga, que en el siglo XIX murió asesinada por un pretendiente despechado (el personaje tiene además una iglesia construida en su homenaje por sus padres, Santa Felicitas, en el barrio porteño de Barracas, donde dicen que se alojan algunos de los más famosos fantasmas de la ciudad...). Villa Raquel está en la Ruta 2, km 174. Tel. 02242-432602.
Ruinas de Santa Fe la Vieja En el Parque Arqueológico
de Cayastá, a sólo 80 kilómetros de Santa Fe, un interesante
complejo exhibe las ruinas de la primitiva ciudad de Santa Fe, fundada en 1573
por Juan de Garay y trasladada décadas más tarde a su ubicación
actual.
En un país que parece empeñarse en borrar las huellas de su pasado,
Cayastá sin duda merece la visita. El Parque Arqueológico cuenta
con un museo junto a las ruinas, donde se distinguen con claridad las calles,
la plaza y los principales edificios de la ciudad original. Hay muchas curiosidades:
en lo que queda de lo que fue la Iglesia de San Francisco, por ejemplo, aún
se ven los huesos de la hija de Juan de Garay y de Hernandarias, enterrados
en el lugar; en otros puntos los objetos cotidianos que fueron reunidos durante
las excavaciones –monedas, vajilla, adornos– son un pasaporte concreto
a la vida de Santa Fe en sus primeros tiempos. Las Ruinas de Santa Fe la Vieja
se encuentran en la RP1, km 78, Cayastá. Tel. 03405-493056.
Pagos de Areco San Antonio de Areco reúne todos los requisitos necesarios para haberse convertido en la capital gauchesca: por empezar, está en el corazón de esa pampa que hace la fama de la Argentina en el mundo; cuenta con un circuito de estancias notables como La Cina Cina, La Bamba o el Ombú de Areco; es rica en brillantes artesanías que van desde la carpintería criolla a la platería; y sobre todo cuenta con un mito literario propio, el de aquel Don Segundo Sombra creado por Ricardo Güiraldes, hijo dilecto de la estancia La Porteña. Hoy día la estancia y su bosque, diseñado por Carlos Thays, se visitan, y hasta es posible alojarse en el segundo piso de la casa, donde Güiraldes escribió la famosa novela. Siguiendo sus huellas, no hay que dejar de pasar por el Museo Gauchesco Ricardo Güiraldes, que se abre con una reconstrucción de época en los mostradores de la Pulpería La Blanqueada. Lo que sigue es unhomenaje al gaucho y su cultura, además de los recuerdos consagrados al escritor. Cada 10 de noviembre (aniversario del nacimiento de José Hernández) la ciudad se viste de fiesta para el Día de la Tradición, que se celebra en el Parque Criollo con desfiles de tropillas y pruebas gauchescas a caballo. Informes turísticos: Zerboni y Avellano, Tel. 02326-453165. Estancia La Porteña: Tel. 02326-453770.
Mimos termales Sin alejarse demasiado de Buenos Aires, es posible aprovechar las bondades de las aguas termales, que junto a diversos complejos de spa (sobre todo en Cariló y otras localidades de la costa atlántica) se hicieron cada vez más populares en los últimos años. Las tres termas bonaerenses rivalizan en virtudes, pero lo cierto es que todas son benéficas a la hora de mimarse y buscar cuidados corporales. El principal centro es el de Carhué, que aprovecha la concentración hipersalina del Lago Epecuén (por sus propiedades, se lo compara con el Mar Muerto). En los alrededores, se puede optar por hacer cabalgatas en alguna de las estancias, incursionar en los deportes náuticos o probar con la pesca del pejerrey. Las termas del complejo Ceferino Namuncurá, en Pedro Luro (margen derecha del río Colorado) también son hipermarinas, ricas en minerales e ideales para un trabajo de flotación que permite ejercitar fácilmente las articulaciones. Cerca se visitan el Museo Regional Patagónico (hay colecciones arqueológicas y reliquias de la Conquista del Desierto) y el Fortín Mercedes. Por su parte las termas Los Gauchos, cuyas aguas surgen a unos 80 grados y son ricas en bromo y yodo, son ideales para tratar varias dolencias. El complejo está a 170 kilómetros de Bahía Blanca, y cuenta con un extenso lago artificial conectado con las aguas termales subterráneas. Informes: Carhué, Dirección Municipal de Turismo, Pellegrini entre Moreno y Rivadavia. Tel. (02936) 2632. Pedro Luro, Hotel Termas: Tel. 02928-420193.
Un monasterio trapense Lugar ideal para quien quiera alejarse por unos días del mundanal ruido, el Monasterio de Nuestra Señora de Los Angeles, en Azul, pertenece a la Orden Cisterciense de la Estrecha Observancia (trapense). El lugar cuenta con un servicio de hospedaje (muy solicitado, de modo que hay que reservar con cierta anticipación), en una casa moderna donde se puede pasar algunos días sin necesidad de hacer un retiro estricto, pero sí cumpliendo algunas reglas de horarios y comidas, además de oración si se lo desea. Los visitantes están en contacto con el hermano hospedero y con otro monje con quien pueden conversar libremente (aunque el silencio es muy valorado, no hay un voto estricto en ese sentido). Los grupos de huéspedes se reparten en dos visitas semanales, una de martes a viernes y la otra de viernes a martes. La estadía en el monasterio no tiene un costo fijo, sino que está librado a las posibilidades de cada visitante (que pueden ser hombres solos o matrimonios; las mujeres son destinadas a una casa de la orden en Hinojo, cerca de Azul). Además del reposo espiritual que ofrece el lugar, los monjes son expertos en destilar esencias de hierbas, como menta y peperina, que luego se distribuyen en las ciudades de la zona; también son una tentación los dulces, chocolates y la miel de eucaliptus que saben preparar. Por ser una curiosidad frecuente de los turistas, vale recordar que la supuesta estadía en el monasterio del aviador que arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima es sólo eso, una leyenda. Informes: Monasterio Trapense, Casilla de Correo 34, B7300 WAA, Azul. Tel. 02281-498005.
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