Dom 14.07.2013
turismo

CHILE. LAS TERMAS DE CHILLáN

Agua para la nieve

En la austral región chilena de Bío Bío, un valle blanco cubierto de nieve es el escenográfico marco de un tradicional spa-resort con pistas de esquí, donde después del ejercicio los visitantes pueden relajarse en las cálidas aguas mineralizadas de las Termas de Chillán.

› Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

Marzia es una carioca tostada al sol en la playa de Leblón, una de esas deportistas que salen casi a pura piel a trotar por la rambla de Ipanema, ensimismadas en sus auriculares. Exactamente ayer estuvo haciendo eso por la mañana, antes de subirse al avión y cubrirse con varias capas de ropa –de pies a cabeza– para aterrizar hoy en el frío invierno de la ciudad de Concepción, 400 kilómetros al sur de Santiago de Chile. Una vez en las Termas de Chillán, lo primero que hizo fue ponerse la bikini, esta vez no para broncearse sino para saltar a la piscina de aguas termales rodeadas de nieve.

La garota es actriz –de las conocidas a juzgar por Google– y viene aquí a disfrutar del anonimato sumergida en un sueño blanco. La pileta circular está llena de burbujeantes aguas a 37 grados, iluminadas por el sol que atraviesa un solarium transparente empañado por el vapor blanquecino de las aguas. Ese calor abre los poros y relaja a los bañistas. El agua procede de un volcán, es bastante aceitosa y gracias a su alto contenido mineral permite flotar boca arriba con un imperceptible movimiento de pies y manos. Eso hace Marzia durante horas, con los ojos entrecerrados, como si el estrés de la gran ciudad se le escurriera por los poros dilatados.

Un pequeño túnel comunica por un canal la piscina cubierta con otra al aire libre. Tres brazadas alcanzan para cruzarlo y de repente aparecen montañas arboladas cubiertas de nieve desde el pie a la cima. Es tanta la nieve, después de la consistente nevada de anoche, que se acumula en montañitas al borde de la pileta e incluso se derrama sobre las aguas, licuándose entre vapores que ingresan por las vías respiratorias como un torrente placentero.

Los rayos del sol encienden la nieve, que parece chisporrotear como estrellitas de artificio alrededor de la pileta. Estamos en la parte baja de un gran anfiteatro blanco y en medio de un bosque de lengas con los copos de nieve acumulados en las enramadas sin hojas. Pero de repente el cielo se cierra con una nube blanca y ocurre el milagro: comienza a nevar. Todo el mundo se lanza a la piscina para estar con el agua cálida hasta el cuello, mientras los copos aterrizan en cámara lenta sobre el rostro –en lágrimas en el caso de Marzia– de las personas en éxtasis.

El edificio del Gran Hotel Chillán se levanta en medio del bosque nevado, a un paso de las pistas.

ESQUI NORDICO Y CON RAQUETAS Del relax de las termas nos vamos a la acción de la nieve, no todavía a esquiar en las laderas sino a desplazarnos relajadamente por sitios planos. Las excursiones con raquetas y en esquí nórdico están incluidas gratuitamente para los huéspedes del Gran Hotel Chillán, y son una opción sencilla y placentera para aquellos que no se atrevan al vértigo y la velocidad del esquí alpino.

El esquí de fondo es la manera más antigua que se conoce para desplazarse por la nieve. Se empezó a usar hace unos 5000 años: esquíes de esos tiempos fueron encontrados en pantanos suecos y finlandeses. Su origen no fue entonces por placer deportivo sino como una necesidad de transporte, cuando las personas quedaban aisladas por la nieve. En el siglo X los vikingos utilizaban esta técnica para movilizarse en sus conquistas invernales. Y en la Primera Guerra Mundial hubo batallones especializados en esquí de fondo, disciplina que se convirtió en deporte olímpico en 1924. En los países escandinavos es hoy el deporte nacional.

La gran diferencia con el esquí alpino –que consiste en bajar a toda velocidad por las laderas– es que el de fondo se practica en terrenos planos o poco empinados. Por lo tanto es mucho más fácil y lento. Lo pueden practicar personas sin experiencia, desde niños hasta ancianos bastante mayores, luego de una breve clase. También llamado esquí nórdico, es un excelente ejercicio aeróbico para quemar calorías moviendo piernas y brazos. Se avanza lentamente, alcanzando un máximo de 15 kilómetros por hora al impulso del propio cuerpo, y cuando uno se cansa simplemente se detiene para disfrutar del paisaje. El movimiento consiste en suaves deslizadas que avanzan unos cuatro metros cada una. En cierta medida, es como caminar o patinar sobre la nieve sin levantar los pies.

El equipo de esquí de fondo son dos bastones que se van apoyando alternadamente, un poco por equilibrio y otro tanto para impulsarse, más dos esquíes finos y livianos, y botas blandas con puntera fija y el talón libre. Los esquíes tienen en la parte central inferior un “escamado” para adherirse a la nieve, permitiendo al esquiador darse impulso. Estas escamas también son un freno si la gravedad desliza al esquiador hacia atrás: por eso sirven para ascender pequeñas pendientes, algo dificilísimo con esquíes alpinos. El esquí de fondo es muy practicado por chicos y grupos de amigos, y los bosques que rodean al centro de esquí en Termas de Chillán son ideales para esta modalidad. Alcanza una clase de 15 minutos para lanzarse a esquiar.

La segunda alternativa fuera del esquí tradicional son las caminatas con raquetas, aún más fáciles que el esquí de fondo. Las raquetas fueron ideadas por los esquimales para caminar en la nieve sin hundirse hasta la cintura. Las originales son de madera, pero las deportivas se producen con una aleación de plástico y aluminio que pesa 300 gramos y traen unas correas para unirlas al calzado. Deslizarse es imposible y en general una breve explicación del guía es suficiente para largarse a caminar. Al avanzar entre los árboles nevados se va como por un bosque encantado. El paseo de una hora recorre lugares de nieve virgen y, si bien hace frío, el bosque de lenga sirve como una muralla contra el viento.

El centro de esquí tiene pistas para todos los niveles de esquiadores, incluso los extremos.

A TODA VELOCIDAD Desde el Gran Hotel Chillán se accede a uno de los centros de esquí más completos de Sudamérica. Sus 33 pistas de diversas complejidades se despliegan entre los bosques como los brazos de un pulpo, sumando un total de 46 kilómetros de recorrido señalizados y un desnivel vertical de 1100 metros (desde la cima hasta la base de la montaña). Entre ellas está la famosa pista Tres Marías –de 11 kilómetros de extensión y casi dos kilómetros de desnivel–, una de las más largas de Sudamérica y de nivel intermedio. También hay un excelente sector de esquí fuera de pista de nivel extremo, al que se accede con facilidad sin necesidad de helicóptero, sino con una caminata de 100 metros desde el centro de elevación más alto.

Después del esfuerzo del esquí es cuando las aguas calientes de las termas cumplen mejor su función reparadora. Y la imagen onírica del mediodía se repite ahora en la noche, con una nevada a la luz de la luna. Marzia está allí otra vez –me pregunto si habrá salido del agua en todo el día–, solitaria por decisión propia, con sus aires de diva inalcanzable, ajena el mundo que la rodea. Una empleada del hotel cuenta que se hizo toda clase de masajes y no pisó la pista de esquí. Entre la humareda de vapor un rayo de luna se refleja en su cara acariciada por los copitos nocturnos. La veo radiante, feliz, casi en trance. Su cara gotea pero no se sabe si es sudor, nieve derretida o llanto de algún tipo: sin embargo se le nota que, al menos hoy, no le hace falta nada más para ser feliz: termas y nieve.

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