La palabra spa, según una de las versiones más difundidas pero nunca comprobada, es la abreviatura de una frase latina: salute per aquam. Las famosas Termas de Caracalla, cuyos monumentales restos perduran a metros del Coliseo Romano, son acaso el origen de esta modalidad viajera que combina tratamientos de salud con placer que, a decir verdad, tiene más de lo último que de lo primero. Basta con recorrer las instalaciones del spa del Gran Hotel de Termas de Chillán para darse cuenta de que aquí nadie tiene aspecto de estar enfermo, sino todo lo contrario. Desde la época en que los indios pehuenches venían a este lugar a cicatrizar sus heridas, las comodidades han mejorado notablemente. Ahora hay jacuzzis, baño turco, sauna seco y duchas a presión. Y en las salas con camillas se aplican tratamientos estéticos como fangoterapias y masajes de cuerpo completo o localizados en pies, cuello y cabeza.
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