Dom 05.01.2014
turismo

FRANCIA. MERCADOS DE PARíS

Del arte a las pulgas

La Ciudad Luz es una de las ciudades europeas con mayor cantidad de marchés: hay para todos los gustos y bolsillos, desde aquellos donde se intercambian estampillas hasta telas, flores y pulgas. Refugio de entendidos y curiosos, permiten descubrir París desde sus costados más cotidianos.

› Por Ignacio López

Con más de un centenar de mercados y ferias, el Marché de Enfants Rouges (“niños rojos”) puede vanagloriarse de ser el más antiguo de París. Su origen se remonta a 1777, cuando el actual mercado fue inaugurado en el mismo lugar donde funcionaba un orfanato que desde el siglo XVI recogía niños perdidos en la calle y los vestía de rojo. En homenaje a ellos su peculiar nombre.

En la actualidad, luego de una restauración en el año 2000, este pequeño mercado interior, instalado bajo un galpón, cuenta con 40 puestos abiertos de martes a sábado para atender tanto a quienes van a comprar como a los que desean almorzar. Para lo primero, el Enfants Rouges (métro Filles du Calvaire) posee un pulcro sector de flores, frutas y verduras, no tan masivo como otros de la ciudad debido a los altos precios que ofrece (lo que se explica por el aristocrático barrio de Marais ubicado a pocas cuadras). Pero lo suyo son más bien los bistros, ubicados en la otra mitad del mercado, y sin embargo estos bistros no son los típicos que se dejan ver por París. Su encanto radica en que son aún más pequeños, con un acogedor ambiente donde conviven cocina y una larga barra que oficia de mesa colectiva. Construidos en base a madera y barras de acero, estos bucólicos restaurancitos no tienen murallas ni ventanas, sino que están separados uno de otros por paneles, que permiten sentarse sin dejar de sentirse parte de lo que sucede en el mercado. La otra gracia es que cada uno de estos peculiares bistros están ambientados de acuerdo con el tipo de gastronomía que ofrecen para servirse o llevar. Así, el Takeo, especializado en comida japonesa, está decorado con lámparas típicas de Oriente, el Traiteur marroquí deleita con el cuscús y un diseño rústico que apunta hacia el Magreb, mientras el de comida francesa es más sofisticado por su decoración, su cocina gourmet y, cómo no, su sorprendente cava de vinos que se encumbra a la altura del más antiguo mercado parisino.

El mercado de las flores y los pájaros, una curiosidad frente a la Ile de la Cité.

FLORES, PAJAROS, ESTAMPILLAS Además de la versatilidad de estos mercados, muchos de ellos se encuentran a pocos pasos de los grandes imperdibles de la ciudad. Ubicado frente a la Ile de la Cité, a pasos de la catedral de Notre Dame y en la place Louis Lépine, se encuentra el Mercado de las Flores (métro Cité), único de la ciudad dedicado ciento por ciento a las plantas. Un espectáculo silvestre abierto todos los días de la semana, que desde 1809 invita a recorrer sus pasillos y perderse entre todo tipo de flores, plantas, arbustos y antiguos objetos relacionados con el jardín.

En la misma plaza, pero sólo los domingos, el Mercado de los Pájaros lleva al visitante a un encuentro de curiosos sonidos y refinados colores emitidos por canarios, colibríes, gorriones y una amplia gama de pequeñas aves originarias de todo el mundo.

Siguiendo el curso del Sena, en pleno Champs-Elysées, a la altura del Palacio Real, un desvío por la avenida Marigny lleva de jueves a domingo al Mercado de los Sellos y Estampillas Carré Marigny (métro Champs-Elysées). Una feria al aire libre que desde 1887 reúne a amantes y coleccionistas de la filatelia, las postales y las monedas, que pueden comprar o intercambiar su objeto de culto en cualquiera de los 70 puestos.

Por otro lado, los amantes de los tejidos tienen una parada obligatoria antes de subir a la Basílica del Sacré Coeur: por las calles aledañas se concentra una serie de tiendas de telas que sacan centenares de rollos textiles de todos colores y variedad de diseños a las veredas, conformando el peculiar mercado de Saint Pierre (nombre dado por un edificio de la zona con cinco pisos dedicados exclusivamente a este rubro). Allí se concentran, como en un Once parisiense, los transeúntes que de lunes a sábado buscan alguna tela para confeccionar una prenda de vestir, un disfraz o cortinas. Además de quien quiere restaurar su vestido de novia o algún antiguo traje, mientras se tiene una vista distinta de la cúpula de la iglesia que domina la colina de Montmartre.

El mercado de Aligre, como una feria de pueblo cercana a la columna de La Bastilla.

NUEVA TOMA DE LA BASTILLA Aligre se encuentra a pocas cuadras de la torre de la Bastilla. Y tal como el 14 de julio de 1789, cuando el pueblo tomó la cárcel existente en el lugar dando origen a la Revolución Francesa, en la actualidad cada día, en especial los fines de semana, los parisinos invaden el Mercado de Aligre (métro Ledru Rollin) en busca de todo tipo frutas, verduras, pescados y mariscos que marcan los olores y tiñen de colores esta pintoresca feria del pueblo.

Aligre despierta antes de que el gallo cante, cuando se comienzan a instalar los puestos que tomarán la calle De Charenton hasta las dos de la tarde, ofreciendo productos de modo caótico y a precios módicos, lo que explica tal cantidad de gente. Una escena claustrofóbica pero autóctona, donde gritos de locatarios franceses e inmigrantes llegan a oídos de damas, caballeros y jóvenes de todas las clases sociales que caminan junto a sus carros de compras.

El peregrinaje finaliza en la plaza de Aligre, donde una Feria de las Pulgas toma el relevo, con antigüedades, ropa de segunda mano y baratijas. Es un buen lugar de descanso antes o después de las compras, en especial en los cafés que rodean el recinto.

A un lado de la plaza se halla el Mercado cubierto de Beauvau. El rectangular y neoclásico edificio construido en 1843 es el complemento ideal de Aligre, pues sus tiendas especializadas en embutidos, quesos, mostazas francesas, aceites de oliva y diferentes baguettes continúan ofreciendo precios razonables.

Pero Aligre no es el único mercado de abasto de la zona. Justo desde la columna de la Bastilla se inicia el boulevard Richard Lenoir, cuyos paseos y jardines son ocupados cada sábado por comerciantes que instalan sus tiendas ofreciendo los mismos productos que Aligre y Beauvau pero de modo y a precios más “europeos”.

El plus de esta feria es el trabajo artístico que une clásicas y modernas tendencias de emergentes pintores, artesanos y diseñadores franceses y extranjeros. Es el Mercado de la Creación, un paseo de moda por estas fechas que mezcla alimentos y arte para continuar tomándose la Bastilla a pura magia.

El mercado de las pulgas de Saint Ouen, uno de los más concurridos.

LAS PULGAS DE SAINT OUEN De todos los mercados de París, Saint Ouen es un imperdible, la pièce de résistance. Su omisión puede considerarse un verdadero pecado capital. Su origen es digno de conocerse, pues se dice que a partir de aquí viene el título “de las pulgas” con que se conoce a estos mercados que bullen por el planeta.

Saint Ouen surgió a finales del 1800, cuando los concejales de París decidieron que traperos no podían continuar vendiendo mercancías en la ciudad debido a la suciedad y pestilencia de sus instalaciones que –aseguraban las autoridades– atraía pulgas y enfermedades. No les quedó más remedio que ubicar sus bártulos afuera de las murallas de la urbe, específicamente en el Municipio de Saint Ouen. Corría el año 1880.

Hoy, con 2500 tiendas, a la feria de Saint Ouen (rue des Rosiers, métro Porte de Saint-Ouen) llegan 100.000 personas cada sábado y domingo, entre las diez de la mañana y las seis de la tarde, a disfrutar de los seis marchés construidos para ordenar las distintas temáticas.

Lo que marca a Saint Ouen son sus antigüedades, y por ende cinco de estos pequeños mercados –Valles-Lecuyer, Jules Valles, Biron, Paul Bert y Vernaison– van dirigidos a coleccionistas y diseñadores capaces de costear los refinados muebles, esculturas, lámparas o libros clásicos de primera edición que acaparan tiendas y callejones. Vale la pena una visita, aunque sea sólo para contemplar estos mercados y disfrutar de sus cafés, destacando el Chez Louisette, en el mercado de Vernaison, con música en vivo cada fin de semana.

Pero Saint Ouen da espacio también a cachureos y objetos modernos. Para ello se encuentra el mercado de Malik y las laberínticas calles de la feria, donde se levantan puestos tan disímiles como lencería exótica, pipas de todo tipo, objetos y chaquetas de cuero, discos de vinilo de todas las décadas, alfombras árabes y uno que otro quiosco ofreciendo los afamados crêpes. Es el punto de fusión de la cosmopolita sociedad parisina, donde europeos, africanos, latinos, árabes, ojos rasgados, travestis, rastas y hippies llegan a aportar lo suyo a uno de los mercados más populares y con mayor identidad de la Ciudad Luz.

Informe: Julián Varsavsky.

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