TURISMO GLOBAL ARBOLES DEL MUNDO
Los árboles también son objeto de visita: algunos porque son record del mundo natural, otros porque son testigos de la historia del hombre. Un paseo a la sombra de plantas célebres, de las más antiguas a las más altas, incluyendo las que vieron pasar a San Martín o Juana de Arco.
› Por Graciela Cutuli
Si los árboles pudieran hablar contarían muchas historias: como los alerces centenarios que brotaron cuando los tehuelches eran los únicos dueños de las inmensidades de la Patagonia, los olivos de Israel cuyos troncos retorcidos por los siglos eran frágiles ramitas en los tiempos bíblicos, los algarrobos que brindaron sombra a una siesta de San Martín o el tilo que vio pasar a una doncella llamada Juana de Arco. A veces el tronco y las ramas duran más que la piedra y hacen de los árboles un testigo histórico, que se visita como cualquier monumento. Desde los olivares de Jerusalén hasta los de Renoir, desde el roble de Auschwitz hasta el algarrobo de Merlo, un paseo a la sombra de follajes y troncos históricos.
SOMBRA DE 10.000 Años Hace 5000 años las civilizaciones de la Mesopotamia, en Asia Menor, inventaban las primeras formas de escritura, el Sahara estaba todavía cubierto de grandes extensiones fértiles, un cazador quedaba atrapado para siempre en los hielos de los Alpes y en Perú ya se construían pirámides. Hace 5000 años brotaba también el árbol más viejo que aún existe sobre el planeta: se trata de Matusalén, el bien nombrado, un pino de Bristlecone que se encuentra en las White Mountains de California. Los científicos que lo estudiaron le dieron fecha de nacimiento hace exactamente 4845 años. Científicamente, es el organismo no clonal (está genéticamente tal como era en el momento de nacer) más antiguo del planeta. Había otro todavía más antiguo en las cercanías, pero fue cortado para investigación en el año 1964. Sin embargo, aunque muchos árboles históricos del mundo se pueden conocer, la ubicación de Matusalén no fue difundida para evitar visitas masivas y actos de vandalismo.
Quien quiera tocar una corteza que fue contemporánea de los balbuceos de nuestras civilizaciones tiene que ir entonces a la provincia sueca de Dalecarlia, en el centro del país, para conocer a Old Tjikko, un abeto que podría pasar por un pino más bien raquítico a los ojos de los profanos y demás desconocedores de las plantas. Old Tjikko es para los especialistas un organismo clonal (se generaron varios troncos a lo largo de los años, pero la raíz es la misma desde la germinación de la planta) de... 9550 años. No requiere tanto celo para protegerlo porque el frío, la distancia y los relieves son sus mejores guardianes, hoy como hace 10.000 años. Old Tjikko es la estrella del Parque Nacional Fulufjället, el más austral de los parques montañosos de Suecia y uno de los más visitados, esencialmente para ver la cascada de Njupeskär, la más alta del país –con una caída libre de 70 metros–. Hay también senderos para trekking en verano y esquí de fondo en invierno, además de ser un área de pesca.
Para conocer la edad de un árbol se sabe que hay que contar los anillos de crecimiento visibles tras cortarle el tronco. Pero para no diezmar ejemplares tan venerables como los árboles históricos, se efectúan tomas de muestra sólo en algunas partes. En la Argentina se considera que los alerces del parque nacional chubutense son los más antiguos del país, y conocieron las inmensidades de la Patagonia cuando los tehuelches eran sus únicos dueños. Más o menos de la misma época son los olivos de Getsemaní, un jardín que se encuentra al pie del Monte de los Olivos, en Jerusalén. Estos olivos tienen troncos retorcidos por los siglos, una madera densa y durísima y ya ofrecían su sombra a los transeúntes hace casi dos mil años. Entre ellos Jesús y sus discípulos. Pero estos árboles también vieron a lo largo de dos milenios cientos de batallas, la llegada de los cruzados, los soldados de Tsahal. La historia de los hombres fue una sucesión de tragedias en este rincón del mundo, y estos árboles sobrevivieron a cada una de ellas, renovándose en cada primavera, ganándose con toda razón su estatuto de símbolo de paz.
EL TILO DE JUANA Entre los árboles más fotografiados del planeta están los que ostentan records de altura. En la Argentina, nuevamente se trata de los alerces de sur. Hay que ser toda una pandilla para abrazar sus troncos... menos uno, el que sacará la foto. El record absoluto, sin embargo, se encuentra en la otra parte de las Américas, en California nuevamente. La sequoia General Sherman mide unos 85 metros de alto, tiene un tronco de más de 24 metros de circunferencia y un peso total de 2000 toneladas. Es la estrella absoluta del Sequoia National Park y uno de los árboles más fotografiados del mundo. Pero no es el más alto de todos: en este mismo parque nacional y en el Yosemite hay ejemplares que superan los 110 metros. Algunos de ellos tienen el tronco tallado como un túnel para dejar pasar autos y turistas. Al visitar a estos venerables gigantes, no hay que dejar de hacer un pequeño experimento: su corteza es blanda, y al golpearla con el puño se puede comprobar que su fibra amortigua el golpe.
Los más altos no son, sin embargo, los más gruesos. El tronco más imponente se encuentra en México: es un taxodium de casi 50 metros de circunferencia. El ejemplar, que se encuentra al lado de la iglesia de Santa María del Tule –en el estado de Oaxaca–, se considera el más “gordo” del mundo y se conoce como “el árbol del Tule”. Su diámetro alcanza casi 15 metros. Al mismo tiempo es un árbol histórico, de unos 2000 años de edad. Los baobabs africanos y los cauris de Nueva Zelanda pueden asimismo aspirar a este título, ya que son árboles de troncos enormes.
Todos estos especímenes podrían sin problemas ser candidatos al título de “Arbol del Año” –creado el año pasado en Francia–, que se entregó en 2013 por segunda vez. Sin embargo, es un título que se da a árboles que se encuentran en ese país, con el objetivo de crear conciencia en la gente y –por qué no– incentivar un poco el turismo en torno de ellos. El Arbol del Año 2013 es el roble de Saint Civran, un pueblito inmerso en el Parque Natural Regional de la Brenne, una región de pantanos y lagos en el centro de Francia. Se trata de un árbol de siete metros de circunferencia, 12 metros de alto y 1000 años de edad. Un novato comparado con los campeones americanos que acabamos de visitar, pero ya se sabe que Europa es un continente de dimensiones más tímidas...
Doscientos árboles habían sido presentados a la Oficina de las Aguas y Bosques francesa, que entregó el premio junto a una revista sobre ecología. Quién sabe si el año próximo la distinción no será para alguno de los muchos árboles históricos que vieron pasar a Napoleón o Luis XIV, los que fueron plantados por algún personaje o fueron testigos de alguna página de los libros de historia. Entre todos ellos se puede mencionar al tilo de Mas-Saint-Jean, un caserío perdido en el centro de Francia, al norte de Limoges. Una leyenda dice que una tarde este árbol sirvió de refugio a Juana de Arco. Otra cuenta que ella lo habría plantado al lado de la capilla donde rezó. Lo cierto es que el tilo bien podría haber visto pasar a la doncella más famosa de la historia, porque tiene más de cinco siglos de vida. Gracias a este árbol, este pueblo relegado en lo más profundo de la Francia profunda ve pasar a peregrinos y curiosos que vienen a sacarse una foto o tratar de captar algo de la solemnidad que llevó a Juana a detenerse una tarde para sumergirse en meditaciones y plegarias en esta minúscula capilla.
ARBOLES CON HISTORIA En la Argentina, uno de los árboles más famosos es el algarrobo abuelo de Merlo, en San Luis, al que se le calculan unos 800 años. Es uno de los sobrevivientes de un bosque de esta especie que cubría antaño el valle de Conlara, se le entregó el título de Arbol Provincial y un poeta le dedicó una cantata. En la vecina provincia de Mendoza, el manzano histórico de Tunuyán es otro de los árboles más famosos del país. Se encuentra en la estancia El Totoral, por donde el General San Martín pasó y se tomó un descanso de varios días a su regreso de Chile. El manzano fue testigo de los descansos y las reuniones de San Martín con Manuel de Olazábal en aquellos días de enero de 1823.
Ambos árboles forman parte de los circuitos regionales y son visitados como verdaderos monumentos históricos. Igualmente histórico, pero de memoria mucho más siniestra, es el roble de Auschwitz. Se lo veía sobre las fotos en blanco y negro de los años ‘40, y hoy se ve en colores bajo los grises cielos de Polonia. Su frondosa copa se encuentra justo detrás del funesto letrero que prometía que “el trabajo nos hace libres”. Es un roble de enorme porte que fue testigo del martirio de cientos de miles de víctimas del nazismo. Para contrarrestar el horror está el árbol de Ana Frank, un castaño que la niña observaba desde la ventana de su escondite en Amsterdam; aunque cayó hace tres años con una tormenta, se conservan varios de sus retoños en el mundo. Y hay uno en Buenos Aires, en la réplica de la casa de Ana Frank en Belgrano.
Los árboles con historia son muchos más: como el del Teneré, un verdadero resistente que crecía sólo en medio del Sahara, con su vecino más cercano a 400 kilómetros de distancia..., pero terminó derribado por un camión. El hecho ocurrió en 1973 y desde entonces se conserva su tronco en un museo de Níger, el país donde crecía gracias a raíces que iban a buscar agua a más de 30 metros de profundidad.
Otro árbol histórico es el Major Oak, en el corazón del bosque de Sherwood, aquel donde se escondían Robin Hood y su pandilla para escapar del sheriff de Nottingham y de Juan Sin Tierra. Es el árbol más famoso de Inglaterra, y se dice que el hueco de su tronco ya servía de escondite a Robin. Y se non è vero, è ben trovato...
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