Domingo, 19 de enero de 2014 | Hoy
BRASIL LAS CATARATAS DEL IGUAZú DESDE FOZ
Desde el lado brasileño de las cataratas, una perspectiva distinta con una panorámica amplísima de los saltos vistos de frente. Un acercamiento a la fauna en el Parque de las Aves y las excursiones que sólo existen del otro lado del río: rappel, bicicletas, arborismo y rafting.
Por Julián Varsavsky
Fotos de Julián Varsavsky
Para observar un objeto lo mejor suele ser un poco de distancia. Al visitar las Cataratas del Iguazú del lado argentino estamos parados arriba del “objeto” de nuestro interés, que hace vibrar las pasarelas de metal bajo los pies con la potencia descomunal de sus aguas. En la Garganta del Diablo –que sólo se visita desde la Argentina– las aguas se arrojan al vacío justo debajo nuestro, salpicándonos con su furia suicida. Y por un efecto visual se produce la sensación de ser absorbido hacia las fauces monstruosas de un gigante: es como caer adentro mismo del reino de las aguas.
En el lado argentino vemos las cataratas desde arriba y desde “adentro”, pero la panorámica más completa la disfrutan los brasileños (salvo por la Garganta del Diablo, que ven de costado). El asunto es muy debatido entre los guías de cada lado del río –no exento de lógicas futboleras– pero queda bastante claro que, para ver con propiedad y sentir a fondo las Cataratas, hay que ir de un lado y del otro.
RAFTING POR LOS RAPIDOS Una de las excursiones que sólo se hacen del lado brasileño es una vertiginosa bajada por el río con la modalidad de los gomones de rafting. Los rápidos son de los niveles II y III, o sea de complejidad baja. Pero no por eso la experiencia carece de emoción.
Desde el muelle Macuco la excursión comienza con una lancha a motor fuera de borda, remontando el río hasta el salto Los Tres Mosqueteros, donde los aventureros se dan un baño de agua a chorros en la catarata. Luego, junto a la isla San Martín, el grupo se pasa a un gomón inflable.
Antes de comenzar a bajar los guías explican todas las medidas de seguridad: casco y salvavidas bien ajustados, voces de mando claras que aseguren la coordinación, las técnicas para agarrar el remo y girar y qué hacer ante un posible vuelco.
La primera práctica es en un remanso de aguas calmas, pero la aventura comienza sin mucho prolegómeno. Primero se cruzan unos rápidos simples para entrar en confianza. Y de repente comienza el traqueteo mientras el río enloquece. Por momentos las aguas se apaciguan pero rápidamente vuelven a la carga.
En los rápidos más complejos el gomón se inclina mucho, se ladea, rebota contra una piedra y parece a punto de zozobrar. Pero siempre recupera el equilibrio. Los guías son cuidadosos para evitar un vuelco, pero si ocurriese tampoco sería grave, ya que todos van con chalecos salvavidas y una lancha de seguridad sigue de cerca la acción. En total se recorren 4,5 kilómetros en vertiginosos 30 minutos.
BICI Y RAPPEL En el Parque Nacional argentino no se practica rappel en la roca, aunque la excursión existe en otro sector de selva a una hora de Puerto Iguazú. La diferencia al hacer rappel del lado brasileño es, por un lado, la comodidad, ya que se hace a metros de las pasarelas. Pero lo más importante es la vista: desde la plataforma de hierro para bajadas en rappel se obtiene una de las mejores miradas del gran cañón del río Iguazú, ya que uno está colgado en el aire a metros de una de sus paredes. Enfrente está el salto Los Tres Mosqueteros y la modalidad de descenso es la llamada rappel libre. Esto significa que el aventurero arranca suspendido en el vacío, sin lugar donde apoyar los pies. Por eso la actividad no es recomendable para quienes sufran mucho de vértigo, ya que hay que colgarse con arneses desde una plataforma de 55 metros en el vacío, sobre el fondo de rocas que costea el río. El descenso dura cinco minutos a pura adrenalina.
Uno de los paseos más agradables –y exclusivo también del lado brasileño– es en bicicleta por la selva. Además del placer de pedalear se disfruta la selva en soledad, oyendo sus sonidos sin gente a la vista. Hay diversos circuitos y el más común es el que ingresa desde el portal del parque hasta la zona de pasarelas, recorriendo 11 kilómetros –la mayoría en bajada– por la ruta.
Un circuito más completo se interna con las bicicletas por senderos de tierra en medio de la selva, hasta una zona del parque llamada Pozo Preto. Este sendero mide nueve kilómetros y se puede recorrer tanto en bicicleta como a pie o en jeep, siempre con guía, en cuatro horas y media. La excursión en bicicleta se combina con una navegación en lancha por el río Iguazú superior, desembarcando en la Isla de las Tacuaras (también se puede cambiar la lancha por un doky, una especie de kayak muy estable). Luego se hace un descenso en rafting y el paseo termina pedaleando otra vez.
El arborismo es una de las modalidades de aventura más divertidas del lado brasileño, que implica andar por la copa de los árboles, un poco a la manera de los monos. En un sector de la selva hay puentes colgantes entablonados entre una cima y otra, redes para trepar, una pared de escalada que se cruza de manera lateral y una tirolesa de 25 metros de largo. En total hay once estaciones en pleno estrato superior de una selva muy cerrada. Y para quienes desean elevar al máximo la adrenalina está el “salto del gato”, que consiste en trepar once metros por una escalera colgante y pararse en una plataforma de madera en lo alto de un árbol. Entonces hay que respirar hondo, saltar al vacío hacia adelante y agarrarse de una soga a lo Tarzán para quedar colgado. Por supuesto, quienes fallan no caen al suelo sino que quedan colgados del arnés.
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