BARBADOS. CARIBE CON ACENTO INGLéS
La pequeña Barbados mira mitad hacia el Caribe y mitad hacia el Atlántico. Algo alejada del arco de las Antillas, tiene una personalidad mixta nacida de la fusión colonizadora británica con la población negra, y un paisaje de espléndidas playas que la convirtieron en una de las grandes mecas turísticas de las islas caribeñas.
› Por Graciela Cutuli
Washington, París, Londres, Miami. Y Bridgetown: el pequeño –aunque ahora bien moderno– aeropuerto de la pequeña capital de Barbados, en el extremo este del Caribe, fue desde los años ‘70 hasta los años 2000 parte del selecto grupo que recibía los exclusivos vuelos del Concorde. El avión supersónico cubría en cuatro horas la ruta Londres-Bridgetown, durante la temporada invernal del Hemisferio Norte: así el público británico recuperaba el sol que escasea sobre el Reino Unido junto a las preciosas playas de esta isla que, aunque independiente desde 1966, aún reconoce a la reina Isabel II como jefa de Estado. Hoy el Concorde es un recuerdo, que tiene un imperdible museo casi pegado al aeropuerto de Bridgetown: pero Barbados sigue siendo uno de los destinos estrella del Caribe, porque a la belleza geográfica le une su riqueza cultural y musical, y una tranquilidad a toda prueba.
REINA DEL CARIBE Una de las grandes ventajas de Barbados es que su ubicación, fuera del arco de las Antillas, la deja afuera de la ruta habitual de los huracanes, que raramente perturban su temporada turística. Puerto habitual de los cruceros que recorren la región, también se puede llegar por vía aérea directamente desde San Pablo, aunque en este caso hay que prever una semana completa de estadía porque los vuelos son sólo los sábados.
Bridgetown es una ciudad tranquila, con un centro pequeño consagrado sobre todo a los negocios de compras tax free para turistas, y la animación especial que les dan los cruceristas por unas horas. En general, el resto de los turistas se encuentra sobre todo en sus resorts al borde del mar, o en las populares excursiones para avistar tortugas marinas. Sólo habrá que prestar atención al cruzar, porque se maneja a la izquierda... y también los pesos y medidas se conservan según el sistema anglosajón. Junto con la afición al polo y el cricket, hasta ahí las similitudes: porque Barbados tiene un carácter propio, como tiene su propia moneda, un dólar que equivale a medio dólar estadounidense. Y tiene su propio fast food, la popular cadena Chefette, con 14 locaciones en toda la isla. Desde comienzos de los ’70, Chefette lidera cómodamente las preferencias locales por la comida rápida e hipercalórica: al punto que una apertura de McDonald’s, en los años ’90, cerró seis meses más tarde por la escasez de ventas.
Este carácter propio viene de la población. Extremadamente amables, pero también muy reservados y en algunas cuestiones visiblemente conservadores, los barbadenses tienen el mérito de haber logrado un alto índice de desarrollo y una alfabetización casi total a pesar de la historia que –como en tantas otras islas del Caribe– los vio forjarse bajo el yugo de la esclavitud. Si bien los primeros colonos fueron ingleses, que trabajaban en el cultivo de caña de azúcar y el desmonte, la afluencia continua de esclavos produjo para fines del siglo XVII una proporción de tres africanos por cada inglés. Y hoy casi toda la población es de origen africano: su héroe, con su estatua bien ubicada en una ruta de gran circulación, es Bussa, el esclavo cuya revuelta en 1834 puso fin a la situación de injusticia de su gente.
Desde entonces, mucha agua corrió bajo el puente que le da el nombre a Bridgetown: según los historiadores, este nombre se lo pusieron los ingleses cuando llegaron a Barbados –por entonces casi deshabitada por los nativos indígenas– al encontrarse con un puente primitivo en el centro del pantano de Careenage, donde hoy se levanta la actual capital. Su aspecto, por supuesto, cambió bastante desde los tiempos en que predominaba aquí la actividad portuaria para exportar hacia Europa los productos de la isla: los antiguos depósitos se convirtieron sobre todo en restaurantes y negocios, pero Broad Street –la calle principal– sigue conservando su aspecto victoriano y, en la zona histórica de Guarnición, se encuentra aún la casa donde residió George Washington en su única estadía en una ciudad fuera de Estados Unidos. Fue también aquí donde, en 1966, la Union Jack dejó lugar a la bandera de Barbados, cuyas dos bandas azules representan el mar y enmarcan una banda central dorada que representa la arena de la isla. En el centro, un tridente –atributo de Neptuno heredado de una antigua bandera colonial– representa los tres pilares de la democracia, con una parte quebrada para indicar la ruptura del estatus colonial.
SABORES “BAJAN” Claro que nadie viaja a Barbados para visitar Bridgetown en particular; el gran atractivo de las islas son las playas y el mar, fondo coralino incluido. Una auténtica bajan experience –“bajan” es el gentilicio con que se llaman a sí mismos los barbadenses– tiene todos los colores del Caribe, y los verdes tropicales que la naturaleza regala en abundancia. Como la isla, al fin y al cabo, no es muy grande, un buen comienzo puede ser alquilarse un vehículo o conseguir un auto con chofer para dar la vuelta a todo Barbados. Es una buena manera de salir del refugio de los hoteles, que por lindos que sean terminan por ser todos iguales, para descubrir algo de la vida diaria y familiarizarse con el acento local.
En esa gira –saliendo desde Bridgetown hacia el norte e internándose en el interior de la isla–, hay que parar en St. Nicholas Abbey, una antigua plantación en la localidad de St. Peter, que tiene valor histórico porque es una de las únicas tres mansiones jacobinas que existen en el Hemisferio Occidental. Si no fuera por el clima, se diría que uno ha llegado frente a una de las imponentes residencias que se asocian con el Renacimiento inglés. En realidad, aquí no hay abadía ninguna: desde siempre, fue una plantación de azúcar, el oro blanco –o mejor dicho dorado, el color del azúcar rubia que es ideal llevarse como recuerdo de Barbados– que llevó a la isla prosperidad... y esclavos. La mansión se levantó en torno de 1650 y permaneció en manos de los descendientes originales hasta épocas bien recientes. Hoy recuperada por una pareja de arquitectos que la restauró cuidadosamente, es una destilería de ron que conserva con elegancia sus gabletes de estilo flamenco y sus chimeneas, además de la escalera interior, los paneles de revestimiento de cedro, sus hogares y un jardín de hierbas. Esta casa era el corazón de una plantación de caña de azúcar, de la que aún quedan algunos vestigios. Aquí se procesó la caña hasta 1947, actividad que luego se trasladó a una factoría cercana. Una película filmada un poco antes, en los ’30, muestra la vida en St. Nicholas a los visitantes que llegan hasta aquí para admirar la arquitectura y probar el ron. Se puede participar de una visita guiada o recorrer libremente la propiedad en alrededor de una hora entre el interior y los jardines. Por supuesto el plato fuerte es la explicación del proceso de elaboración del ron, según las técnicas tradicionales, y la degustación de sus diferentes variedades según el tiempo de añejamiento.
BARBADOS BAJO TIERRA De regreso a Bridgetown, siempre en el interior barbadiense, está otro de los lugares con los que la isla sorprende y depara ciertos paisajes inesperados. Se trata de un sistema de cavernas llamado Harrison’s Cave, que aunque era conocido desde fines del siglo XVIII estuvo olvidado durante un par de siglos hasta que fue redescubierto en 1976. Pocos años después se abrió al público como atracción turística, sin duda uno de los imperdibles en la visita de la isla.
Aunque sólo visible para el ojo entrenado de un geólogo, la formación de Barbados llevó millones de años de acumulaciones sucesivas de microorganismos sobre el lecho marino, hasta que un buen día la placa atlántica empujó a la placa del Caribe y lentamente la isla emergió hacia la superficie (y lo sigue haciendo, imperceptiblemente, todavía hoy). Lo interesantes es que el agua de lluvia interactúa con la atmósfera de modo tal que genera un efecto ácido y erosivo sobre la roca que constituye la isla: así, poco a poco, se fueron formando bajo tierra majestuosas cuevas de caprichosas formas a más de 35 metros de profundidad. La visita comienza hoy en un elevador transparente que lleva a los visitantes hacia el comienzo del recorrido, que se hace en un pequeño tren de silencioso motor eléctrico. Así poco a poco se van visitando diferentes bóvedas, donde aún se filtra el agua de la superficie, entre estalactitas y estalagmitas magníficamente iluminadas, además de algunas cascadas internas. Al final se puede asistir a una película que muestra precisamente el proceso de formación de Harrison’s Cave.
PIRATAS A LA VISTA Una de las excursiones más populares de Barbados, que además no se encuentra en todas las islas del Caribe como las salidas de buceo o esnórquel, es el avistaje de tortugas marinas. Y aunque hay varios prestadores, la manera más divertida es subirse a uno de los barcos piratas de Jolly Roger y dejarse llevar por la aventura.
La salida es desde el puerto de Bridgetown, donde está amarrado el barco bien caracterizado para tomar una silueta de galeón de época. Los inofensivos piratas se encargan de dar la bienvenida y abrir la espita del tonel de donde fluye punch a voluntad (tan aguado que no hay peligro de llegar ebrio al momento clave del encuentro de las tortugas). Y al comenzar la navegación, cada uno elige su lugar favorito para disfrutar de las aguas del Caribe. El lugar de destino es la bahía Payne, donde los bucaneros barbadenses tienen bien fichada una colonia de tortugas que se acerca atraída por el alimento: es entonces el momento de calzarse el equipo de esnorquel y lanzarse al agua para nadar con ellas. Por supuesto, se puede descender tranquilamente por la escalerilla del barco, pero mucho más divertido es dejarse llevar por el juego y caminar por la tabla hasta ser lanzado al mar. O bien colgarse de la cuerda que balancea desde el barco para una buena zambullida: las tortugas no se sorprenden para nada, y se acercan con bastante confianza, nadando entre la gente y dejándose fotografiar. La navegación incluye, además, un almuerzo buffet libre, bebidas en canilla libre y bailes colectivos cuando el alcohol hizo ya un poco de efecto y los improvisados piratas liberan sus inhibiciones en la cubierta del barco.
Otra forma original de acercarse a la fauna marina de Barbados es en submarino. Opción ideal para quienes quieren conocer el fondo del mar sin mojarse. Nuevamente la partida es desde el puerto de Bridgetown, donde es posible embarcarse para ser llevado hasta el lugar donde se encuentra el Atlantis, un submarino con todas las de la ley, que se hunde más de 30 metros en el fondo del Caribe. La fauna marina es preciosa y sorprendente, con peces de colores y arrecifes coralinos, además de los restos de un barco hundido que también son un buen refugio para la vida del mar. El Atlantis brinda asimismo la posibilidad de inmersiones nocturnas, cuando el fondo del Caribe toma preciosos colores bajo los potentes reflectores del submarino.
ROCAS Y PLAYASAntes, durante y después de todas las visitas que se puedan hacer en Barbados, está el mar. El mar que domina la vida de la isla, que la separa del resto del mundo y la vuelve atractiva para los visitantes de las más diversas latitudes. Sobre el mar y sus playas de arenas blancas se encuentran los hoteles y resorts, así como numerosos departamentos y casas que se alquilan a turistas, para quienes quieran pasar un período más prolongado con las comodidades de una casa y a menos costo que en un hotel. Cada uno elegirá su costado favorito: está el Atlántico, con playas sobre el océano que son naturalmente menos protegidas y de mayor oleaje, pero también por eso ideales para el windsurf y otros deportes acuáticos. De este lado está el pueblo de Bathsheba, en cuyos alrededores se visitan el jardín botánico Flower Forest, la histórica estación Cotton Tower y la reserva ecológica Joe’s River Tropical Rainforest. La playa de Bathsheba es conocida por las competencias internacionales de surf, y por una enorme formación rocosa situada sobre la playa llamada Bathsheba Rock.
Luego, sólo queda recorrer y elegir: al fin y al cabo, hay 110 kilómetros de costa de arenas blancas y rosadas, con más de 25 playas, todas públicas; en Barbados, por ley, no hay playas privadas. Una de las más famosas es Crane Beach, en realidad, un gran resort sobre la orilla norte que se jacta de ser el primero que existió en el Caribe y es presencia fija en todos los listados de “playas más bellas del mundo” y “lugares que hay que ver antes de morir”. En todo caso, es difícil sustraerse a la increíble belleza de sus aguas turquesas custodiadas por una densa hilera de palmeras a sus espaldas. Pero hay muchas más playas para elegir: Accra, Brighton, Pebbles y Sandy Beach, entre otras que compiten en belleza y servicios para brindar la auténtica bajan experience que Barbados quiere ofrecer a sus visitantes.
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